━━O23
━AHORA━
• • •
𝐇𝐀𝐂𝐄 𝐌𝐀́𝐒 𝐃𝐄 𝘵𝘳𝘦𝘴 𝘮𝘪𝘭 𝘢𝘯̃𝘰𝘴.
En lo profundo de un inmenso bosque, a la orilla de un hermoso lago que conectaba con el océano. Se podía observar a una pequeña sirena sentada encima de una roca. Aquella dulce sirena dejaba ver una hermosa cola color plateada con un hermoso brillo que cuando los rayos del sol chocaban con ella, un hermoso resplandor se miraba, de lejos parecían pequeños diamantes e incluso algunos estaban incrustados en ella dando un toque lindo.
Llevaba un crop top del mismo color, cubierto por pequeñas pierdas para ver un gran diamante en la parte del centro. Su cabello era corto de unos lados más cortos que los otros como si se lo hubiera cortado ella misma, era de un color escarlata, desaliñado y sedoso. Sus ojos eran como el océano, de un azul claro siendo escondido por unos ojos rojos e hinchados causado de llorar.
Lloraba desconsoladamente mientras sus manos arrancaban fuertemente grandes mechones de su cabellera, sin darle importancia a la sangre que corría por la tanta fuerza que usaba. Se odiaba a si misma y más a su cabello que por su color era marginada y apartada de todos en su clan, incluso su madre se encargaba de hacerselo saber todos los días.
No tenía amigos, y badie se juntaba con ella por se diferente a el resto de los demás. Ella nunca entendió el porqué estaba mal ser diferente a ellos, solamente por tener otro color de cabello y ojos la hacían de lado. Lo único que la hacia mantener todavía aceptable en su clan era su hermosa e inusual cola de pez, el solo ser plata parecer de diamantes y llevar algunos, hacia que pocas personas la aceptaran y la mayoría le tuviera envidia, su madre era la principal.
Por esa misma razón, ella cuidaba mucho de su cola, era su más orgullo y la razón por la cual no sufriera una gran depresión. Estaba orgullosa de su cola y talvez no presuma la belleza que se supone que debe de tener toda sirena, pero presume su cola como lo más hermoso y codiciado por los demás clanes.
Pero hoy no era su dia.
Hoy especialmente la familia real tenía una cena con el Rey Demonio y sus hijos, para hablar sobre una alianza. Ambos Reyes sabían que si juntaban fuerza serian imparables. La pequeña sirena estaba feliz, imaginaba que podría conseguir un amigo por lo menos, estaba ansiosa de ir a la cena y conocer a los famosos demonios. Por lo que tenía entendido, el Rey Demonio tenía un hijo de su edad.
Sus ilusiones se vieron rotas en cuanto su madre le dijo que no iría porque pondría a todo el clan en ridículo al se diferente de ellos. La pequeña escarlata no hizo nada más que agachar su cabeza y salir corriendo del castillo lejos de el y su clan, para ir a el lugar donde puede llorar y estar sola, aunque siempre lo ha estado así.
Todos los días se escapaba de su clan, ni los habitantes y sus padres notaban su ausencia, solo su hermano mayor que pocas veces la ha seguido para asegurarse de que este bien. Ya que aquél bosque era el centro de dos diferentes clanes, el de los Siren y las Diosas. Era normal que algunas personas de distintos clanes pasearán por esos bosques procurando no salir del centro y llegar a el del otro clan.
Pero lo que la pequeña sirena nunca se entero, fue que siempre había sido espiaba por un Ángel. Él nunca tuvo la intención de espiarla, comenzó desde aquella vez que caminaba por el bosque y al estar tan sumido en sus pensamientos no se dio cuenta que había traspasado la frontera y caminando ahora por la del clan siren, cuando quiso regresar se detuvo en el momento que escucho fuertes sollozos.
Cegado por su curiosidad camino unos pasos hasta que logro ver a una sirena llorar encima de una roca. Sus ojos y boca se abrieron ligeramente al contemplar tan hermosa silueta, y fue su cabello lo que lo cautivo por completo.
Después de ese dia, cada vez que podía iba a la misma hora y al mismo lugar encontrando a la hermosa sirena. Intento acercarse a ella para conocerla pero en cuanto lo hacia ella se asustaba y se iba nadando lejos de él. Eso lo desilusionó un poco pero no evito que fuera a verla casi siempre, no podía sacar a esa linda sirena de su cabeza. Él sin darse cuenta se fue enamorando de ella sin siquiera conocer su nombre.
Por parte de la escarlata cuando miraba a el Ángel acercarse se iba de inmediato al sentir un profundo nerviosismo en cuanto miraba esos ojos azules. Ella no sabia como hablar con las personas, nunca a tenido amigos y con su familia casi nunca habla, solo escuchaba y callaba. En ocasiones se maldecia por huir, sabiendo que esa podía hacer su única oportunidad para tener un amigo.
Ahora, la segunda y única hija de la Reina Sirena, se maldecia muy adentro suyo por ser una deshonra y una inútil para su familia. Por más que obedecía a sus padres en todo, nada era suficiente para que ellos la miraran como su hija, ni siquiera quieren reconocerla como tal, únicamente la entrenaba para que los obedecierán para cualquier situación creando una asesina y la posible verdugo de su clan.
Tanto se encontraba sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de la presencia de un pequeño grupo de humanos que miraban con una sonrisa malisiosa los pequeños diamantes que tenia incrustados en su cola y pecho. Algo que era muy codiciado, era las sirenas, no por su belleza sino por las hermosas piedras que tenían sus colas. Pero en este caso hablamos de la princesa, las únicas pierdas que llevaban eran diamantes y algunos collares alrededor de su cadera hechos de oro puro, con eso los humanos podían construir un reino completo.
Cuando la princesa se dio cuanta de sus presencias ya era demasiado tarde. Un gancho de pesca estaba incrustado en su cola sacando un enorme gritó de parte de la pequeña mientras la sangre salía despavorida.
Un gran gritó salió de su labios cuando ellos la comenzaron arrastrar por todo el bosque, por la fuerza que pusieron su cola se desgarraba de donde estaba el gancho llegando a partirla en dos. Mientras lloraba intentaba forcejear para salir de tan terrible escena que pasaba en sus ojos, pero todo lo que hizo fue envano. Lo único que hizo fue tomar su cabello apretandolo con fuerza cuando sentía el inmenso dolor en la parte baja de su cola, tanto era el dolor que llego arrancar cabellos que se iban perdiendo por el bosque.
A los pocos minutos sintió como la dejaban en un acantilado mientras me cortaban con un cuchillo las partes donde había diamantes. Ella miro eso como una alternativa, estaba a tan solo unos pocos metros del profundo vacío, si tan solo se arrastraba podría caer a una muerte segura y eso era mil veces mejor que sufrir en las manos de los humanos.
Aquellos a quien ella defendía con todo su ser al pensar que eran buenas personas.
Que equivocada estaba.
Cuando sintió como desprendían de un tiron todos los diamantes incrustados en su cola y pecho comenzó a arrastrarse con su poca fuerza. Ignoro el grito de los humanos, como si algo los hubiera golpeado de sorpresa. Solo se concentro en poder llegar a el final del acantilado aún con lágrimas rodando por sus rojas mejillas.
Tan solo un poco más y todo habrá terminado. ─pensó con todo su ser destruido. ──Todo terminara...
Cerró sus ojos sintiendo el viento golpear su espalda una vez que se lanzo del acantilado. Podía sentir paz y tranquilidad a pesar del dolor que sentía en todo su cuerpo y más en su cola. Se sentía bien al saber que todo terminaría en pocos segundos.
O eso creía.
Abrió sus ojos sorprendida de sentir unos suaves brazos tomarla con delicadeza al estilo nupcial antes de caer por completo. Sus ojos rojos he hinchados se conectaron con los azules de aquel Ángel que la salvo. Él platinado miraba con una sonrisa a la pequeña sirena, quedando enamorado de sus ojos azules que quería ver mejor sin lo rojo he hinchado que sus lagrimas los dejaban.
Algo que tomo por sorpresa a la sirena fue ver los mechones escarlatas de su corto cabello en la mano de su salvador.
Y fue en ese entonces.
Y fue la hermosa luna la que presenció el gran amor que nacio y se formo entre aquel Ángel y aquella Sirena.
Y fue esa noche en la que ambos se quedaron profundamente enamorados.
Un amor tan hermoso y único incapaz de separarse por nada del mundo.
O eso es lo que pensaban.
¿Qué sucedió?
Tiene que ser una broma de mal gusto.
Mis ojos me deban de estar jugando una pesada broma.
¿Cómo pasó?
Yo solo recuerdo que mi cabeza me dolió por unos segundos y pequeñas escenas donde estaba estaba hablando con él... para después abrir mis ojos y ver esa terrible escena.
Al frente mío yacía el cuerpo sin vida de mi prometido mientras el maldito demonio lo miraba con una sonrisa con su guantelete bañado de la sangre de él.
──M-mael... amor... ─mis ojos estaban opacados por las lagrimas al mirar su cuerpo sin moverse. ──Levántate, cariño. Por favor... no me hagas esto, Mael... no tú.
Mis corazones se partían en dos al no obtener respuesta alguna.
──Maldito... ─mire con odio a Estarrosa. ──Eres un... ─intente golpearlo pero él fue más rápido y tomo mi mano terminando por pegar mi espalda con su pecho mientras sostenía mis manos. ──¡SUELTAME, MALDITO! ¡Te voy asesinar por lo que le hiciste a Mael!
──Oh, mi reina. No te enfades conmigo, que lo único que hice fue acabar con la vida del hombre que toco lo que es mío por derecho. ─susurró en mi oídio con su tono tan tranquilo y burlón a la vez.
──¡Estas equivocado! ¡Qué mi madre y tú padre nos comprometieran para fortalecer la alianza no signifique que yo sea tuya! ─lo mire de reojo con odio. ──Sabes perfectamente que mi único prometido y al que amaré siempre es... ¡Mael!
Me dio vuelta sostenido mi mandíbula fuertemente acercando mi rostro a el suyo. Su semblante cambio bruscamente de tranquilo a molesto.
──Escúchame bien, Scarlett. Dentro de unos días serás mi esposa, MIA no de ese asqueroso Arcángel. ─intente alejarlo pero me apretó más acercando más mi rostro. ──Y será mejor que pongas de tu parte, mi reina. Porque no sabes las inmensas ganas de tener descendencia solo contigo. Y así me deshago de cualquier rastro que haya de él en tu cuerpo para siempre.
──No sabes cuanto te odio. ─mi cuerpo se quedo inmóvil al expresar mi enorme odio al mandamiento del amor. ──Te odio tanto, Estorassa. ─mi voz se quebró y lagrimas bajaban de mis ojos.
──Lo sé, cariño. ─susurró en mis labios limpiando las lágrimas que resbalanban por mis mejillas. ──Al no mover tu cuerpo por mi mandamiento es más que claro tu odio hacia mi. Pero sabes algo, mi amor... eso lo hace emocionante. ─sonrió.
Cerré mis ojos sintiendo como mis lágrimas no paraban y menos cuando sientes los besos de el demonio que asesino a tu prometido bajar por mi cuello mientras mi cuerpo no me respondía.
Y eso a él me fascinaba.
Abrí mis ojos saliendo de el agua sobresaltada al recordar todo.
Mi pecho subía y bajaba desenfrenadamente en busca del aire, mis ojos miraban a el agua moverse mientras mi mente recordaba todo con lentitud.
Ahora lo comprendo todo.
Ahora lo se todo.
Se lo que siento realmente.
Y ningún sentimiento es de amor.
Cerré mis ojos al saber que el maldito se aprovecho de haber perdido todos mis recuerdos.
Pero me doy asco a mi misma por no sentir arrepentimiento alguno de haber estado con él este poco tiempo. Y le agradezco por haberme dado a mi hijo, que a pesar de no salir de un matrimonio amoroso y con una hermosa historia de amor, él me dio fortaleza y felicidad cuando no tenía nada.
Justo como sucedio con Mael.
Él llego cuando menos lo espere y talvez su padre no es hombre a quien ame con locura, pero Ezio es diferente. Y no siento ni odio, ni asco, ni rencor por como fue consedido, pues es mi hijo y me da igual si sufrí.
Yo lo amo y lo amaré.
──¿Madre? ─levanté mi vista mirando a Ezio con una sonrisa. ──Me alegra que despertara, madre.
──Ezio... ─sonreí al verlo bien, se miraba pálido y con poca fuerza pero estaba bien. Mi sonrisa se borró en cuanto mire la silueta que lo abrazaba por el cuello y recargada su cabeza con la de él, Ezio solo lo miro de reojo con un semblante tranquilo sin darle mucha importancia a eso. ──Estarossa. ─mi voz fue gruesa y fría.
──Oh, mi amada reina esta de vuelta. ─me sonrió. ──Sabes algo, cielo. Nuestro hijo salió muy grosero e irrespetuoso.
──¡Maldito anciano, ni se te ocurra decirle! ─le gritó intentando taparle la boca, pero fue envano ya que él era más alto.
──Ves lo que te digo. ─dijo pellizcando la nariz de Ezio. ──Deberíamos castigarlo.
──Madre, no escuches a este hombre. Se comió un alma en mal estado y ahora papá dice cosas sin sentido.
Cerré mis ojos al sentir una punzada en mis corazones.
¿Cómo le haré a partir de ahora?
Ezio se mira tan feliz junto a él, que me lastima al siquiera pensar que no quiero pasar ningún segundo más al lado de él.
Talvez... y si pasó el poco tiempo que le queda a Ezio viviendo como hermosa familia, él pueda descansar en paz.
Y quien sabe... talvez y conozca la faceta de paternidad de Estarossa y acabe enamorada de eso.
Es una pequeña probabilidad, pero es una probabilidad, ¿no?
Además, prefiere que mi hijo muera con una sonrisa y feliz, que odiando a su madre por tartar de separarlo de su padre.
──Claro que te creo, mi amor. Tu jamás dices malas palabras ni eres irrespetuoso. ─dije con una ligera sonrisa.
──Te dije que ella me iba hacer caso. ─dijo con una sonrisa mirando a Estarossa.
──Pero conozco a tu padre y él no dice mentiras. ─me cruce de brazos mirando seria a Ezio, jamás en mi vida lo eduque para que sea un grosero e irrespetuoso.
──Decías, hijo. ─ahora él lo miro con una sonrisa.
──Maldito anciano. ─murmuró.
Esto no será tan malo, ¿o sí?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro