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━COMIENZO━

• • •

Frente a un lago se encontraban descansando cuatro de los pecados capitales siendo acompañados por la tercera princesa de Liones y un pequeño cerdo. Los seis se encontraban comiendo después de haber salido de Necrópolis en la cual tuvieron un encuentro con una caballero sacro donde ellos salieron victoriosos gracias a el oso de la pereza.

──¡Listo, capitán! ─dijo la mujer de raza gigante. ──La cena ya esta servida. ─tomo en su mano el palo donde se encontraba un pez asado. ──Di... ¡ah! ─movía el pez de aun lado a otro contra la cabeza del rubio.

──Es demasiado grande. ─dijo tomando de su cerveza.

──Di... ¡ah! ─lo ignoro y siguió con el pescado picando la cabeza de su capitán.

──¡Oye, Diane! ¿Ya no sientes dolor o algo? ─pregunto el Rey hada quien se veía preocupado por su compañera, la misma por la que siente una fuerte atracción.

La castaña lo miro para después mirar a otro lado llevando el pescado a su boca.

──No. Ya me siento mejor.

──¡Idiota! ─se escucho la voz ebria de el pecado de la avaricia. ──Fungió estar lastimada para que el capitán la consintiera~. Que no finja.

──¡Diane no es así, zorro loco! ─le grito el hada.

La castaña miro a otro lado nerviosa ante eso.

──Ya, ya, basta. Tranquilos. ─les hablo su capitán.

──Hablando de eso. ─King se acerco a el rubio quien estaba a un lado de la chica de cabellos plateados. ──No lo pregunte. ¿Cual es su relación con esta chica, capitán?

──Romántica, obvio. ─dijo con una mirada picarona mientras manoseada el seno de la chica.

──¡Claro que no! ─dijo la chica sonrojada.

──Somos amigos con derecho. ─tomo la mano de la chica haciendo que esta le toque su pecho.

──¡Señor Meliodas! ─las mejillas de la chica estaban más que rojas. ──¡No es cierto!

El chico hada solo cerro sus ojos para abrirlos rápido al ver lo que hacia su capitán.

──Ella es la princesa del reino de liones. ─dijo el rubio mirando a la chica. ──La tercera, ¿no es así?

──S-si.

──¿La...? ¡¿L-la princesa?! ─exclamo King. ──¡Debiste decirlo antes! ─miro a su capitán. ──De haber sabido me hubiera arreglado debidamente.

──Esto es un déjà vu acaso. ─dijo Ban al ver esa escena que se le hizo conocida.

──¿Déjà vu? ─pregunto el cerdito mirando a los presentes dejando de lado sus sobras.

──Ahora que lo dices. ─la gigante se llevo un dedo a su mentón pensando. ──Siento como si esto hubiera pasado antes.

──¿Con otra persona? ─la peliplatiada miro a el rubio. ──Usted sabe de quien están hablando, señor Meliodas.

──Obvio. ─sonrió dando un sorbo a su cerveza. ──Se trata de otro pecado.

──¿Otro pecado? ─los ojos de la chica se iluminaron pues el buscar a los demás era la causa de su partida. ──Eso quiere decir que hay una princesa entre los pecados capitales.

──Más que princesa es una reina. ─le contesto.

──¡¿Reina?! ─exclamaron tanto Elizabeth como Hawk impresionados de ello, creían que King era el unico con titulo de rey.

──¡Así es! ─cerro sus ojos asintiendo con la cabeza. ──Estamos hablando de la reina de los océanos.

──¿Reina de los océanos? ─los ojos de la chica se abrieron con duda. ──¿Y quien es?

──El pecado de la tristeza.

──De... ¿La tristeza? ─su voz cambio a una temerosa. ──Señor Meliodas. ─el rubio la miro quien parecía temerosa de lo que dirá. ──Es verdad sobre lo que se dice de ella.

──¿Que cosa? ─pregunto confundido pues conocía a la chica pelirroja como la palma de su mano, no por nada ambos son buenos amigos desde muchos años.

──Que ella es la más despiadada de los pecados. Que es la que asesina a sangre fría sin importar nada ni nadie.

Ante eso los cuatro se quedaron callados mirándose entre si, unos segundos despues se comenzaron a reír a carcajadas como si la princesa hubiera dicho el mejor chiste.

──¿Porque se ríen puercos? ─le pregunto Hawk extrañado ante su reacción.

──D-despiadada... ¡¿Ella?! ─Ban era el que más reía, se llevaba sus manos al estomago tirado en el suelo sin poder parar de reír. ──Q-que buen chiste...

──No entiendo nada. ─dijo el cerdito mirando a los cuatro reír sin parar.

Despues de un rato cuando se dejaron de reír, calmandose, dirigieron su mirada a los dos que seguían sin saber porque las carcajadas.

──Puede que ella se mire como la más malvada de todos nosotros pero... ─el capitán interrumpió a King quien se secaba una lagrima que había salido de la risa.

──Pero la verdad es que ella es todo lo contrario a lo que dices. No le gusta pelear. En las misiones se la pasaba sentada comiendo.

──Mejor dicho que se pasa todo el tiempo comiendo~ ─corrigio el pecado de la codicia bebiendo de su tarro de cerveza. ──Y pobre si le quitas su comida.

──Hablando de ella. ─la castaña gigante miro a su capitán. ──¿La buscaremos capitán?

──¡Claro que si! ─sonrió mirando a la gigante.

──Pero nadie sabe en donde esta. ─hablo el hada acostado en su chastiefol.

──¿Usted sabe algo capitán? ─pregunto el platinado mirándolo de reojo.

El se levanto de donde estaba sentado llevando sus manos detrás de su cabeza mirando el lago al frente suyo, al solo verlo la imagen de la chica le llegaba a su mente.

──Sate sate sate, es hora de ir por la sirena. ─sonrió mirando a los demás.

[🐬]

──Entonces la señorita Scarlett es la que menos pelea. ─los tres pecados asistieron con la cabeza. ──Siento mucho haberme expresado mal sobre ella. ─bajo su cabeza avergonzada.

──No te sientas mal por eso Elizabeth. ─la joven soltó un pequeño grito al sentir las manos de cierto rubio sobre sus pechos.

──¡¡Pervertido sin vergüenza!! ─Hawk termino por alejarlo de ella dándole un golpe en la cabeza.

──Se me antoja comer cerdo. ─dijo mirando a el pequeño.

──¡Elizabeth dile algo a ese puerco! ─abrazo a la ojiazul.

──De igual modo no eres la primera que piensa eso de ella. ─dijo King interrumpiendo a esos tres retomando el tema.

──Aunque bueno, no podemos culparlos. Después de todo su rostro refleja lo contrario. ─se escucho la voz de cierto peliplateado sentado en una mesa tomando su cerveza. ──Solo miren su cartel.

Los presentes miraron el cartel donde efectivamente, de entre los ocho ella era la que más temor reflejaba, ni siquiera el capitán de los pecados intimidaba en los carteles tanto como ella lo hacia, sin mencionar que la cicatriz en su ojo izquierdo no ayudaba mucho.

──Cuando la conoces te empiezas a cuestionar si es en realidad es un pecado. ─comento Harlequín acostado en su cojín.

La princesa iba a preguntar sobre ello pero fue más rápido el capitana de los ocho pecados.

──Dejando eso de lado. Ya estamos a poco de llegar. ─todos miraron a el capitán.

──¿A donde? Si se puede saber capitán.

El rubio sonrió ante la pregunta del rey hada.

──Al reino Atlan. ─salió de la taberna y no pasaron ni dos segundos cuando los demás lo siguieron. ──Es hermoso, ¿no lo creen?

Se quedaron fascinado ante lo que sus ojos observaban. El Reino Atlan era no solo una leyenda sino que existen en muchos cuentos en los cuales los niños leen, se dice que mucho de los sueños de los niños es conocer ese reino. El Reino es dificil de encontrar ya que esta esta econdida detras de una cadcada, cuando pasas esta te encontraras su castillo y a lo alejando algunas vivuenda. Más solo pocas personas han sido capaces de verlo y vivir para contarlo.


──Atlan, el Reino de las sirenas y tritones. ─dijo con una sonrisa llevando sus manos a sus bolsillos.

──A ver, a ver. ─dijo Hawk parándose al frente de Meliodas. ──Si estamos hablando de una sirena. ¿Como es que puede tocar tierra? No se supone que tienen cola.

──Sate sate sate, ya lo veras Hawk. ─en eso la madre de el cerdito se detuvo. ──Bien, es hora de buscar a la rojita.

Una vez de que la madre de Hawk se metiera bajo tierra, comenzaron a caminar quedando cada vez más maravillados ante lo que antes era mil veces hermoso el reino.

──¿Porque esta tan desolado? ─pregunto la princesa.

──Y sucio. ─dijo Hawk soplando por la nariz dejando que mucho polvo saliera. ──Parece que en lugar de sirenas viven puercos.

Los pecados solo se quedaron callados, sabían la razón del porque.

──¿Usted sabe, señor Meliodas?

──La razón por la cual esta tan desolado es porque todos murieron. ─la impresión no tardo en asomarse en su rostro. ──Scarlett es la única que sigue viva del clan Siren.

──Eso es... ─la princesa no termino de hablar al ser interrumpida por una figura enorme que se iba formando con el agua.

──¡Elizabeth cuidado!

Meliodas fue más rápido que el golpe que iba directo a la joven.

──¡¿Q-que es eso?! ─grito Hawk corriendo antes de que el agua lo alcanzara.

──Es uno de los guardianes del reino. ─contesto.

──¡¿Y porque un guardian si no hay nada que proteger en este apestoso reino?! ─grito llegando a un lado suyo. ──Casi y me convierto en cerdo ahogado.

──De hecho si hay algo que protegen. ─hablo King, las miradas se posaron en el. ──Protegen el manantial de lagrimas.

──¿El que cerdo de que puerco? ─pregunto Hawk sin entender.

──Según lo que se dicen en los cuentos y leyendas, son lagrimas capaces de sanar cualquier tipo de heridas... y no se si sea verdad, pero incluso se dice que puede regresar a la vida a cualquier persona que toque esas lagrimas.

──¿Regresar a la vida? ─pregunto Ban. ──¿Usted sabe algo sobre eso, capitán? ─lo miro serio.

──Eso lo descubriremos después. ─dijo el rubio. ──Hay que encontrar un modo de entrar.

──¿Debemos acabar con el? ─pregunto Diane.

──Es inútil. Esta hecho de agua, nada puede acabar con el. ─contesto Ban.

──No hay de otra. ─todos miraron a Meliodas. ──Hay que rodearlo.

──¡¿Y como pretendes hacer eso?! ─le grito el cerdito.

El solo sonrió.

──Tengo un plan. ─miro a su mejor amigo con una sonrisa.

──Tengo un pésimo presentimiento sobre esto capitán~ ─le dijo Ban sabiendo lo que el rubio quería.

. . . [🐬]

──Les dije que tenía un plan. ─sonrió orgulloso a unos metros de la gigantesca puerta el castillo.

──Pues si funciono. ─dijo King.

──Aunque dudo que a Ban le allá gustado.

Ante las palabras de la gigante todos prestaron su atención a el inmortal ser tragado por el guardian llevándolo ahogarse, este al ver que los demás estaban en la puerta de un salto salió del agua y llego con los demás.

──Bien, sera mejor ir por esa estúpida antes de que me robe el oro que tiene la puerta.

──Si lo haces probablemente tendrás que soportar a Scarlett por mucho tiempo fastidiandote con que le cocines. ─le comento el hada volando a un lado suyo.

──Como sea. Acabemos con esta mierda de una vez por todas. ─hablo fastidiado.

──Sate sate sate, bien. ─miro a la castaña. ──Diane.

──¡Enseguida capitán! ─la castaña abrió las enormes puertas dejando ver el interior.

──¡Wow! ─exclamaron la dos mujeres y el pequeño cerdito mirando el hermoso interior el cual estaba adornado casi por completo de oro acompañado de diamante y cristal.

──¡Miren cuanto oro! Esto sin duda debe de valer una gran fortuna. ─exclamo Hawk.

──No hay que distraernos del objetivo, hay que encontrar a Scarlett cuanto antes. ─hablo el capitán. ──Nos dividiremos en tres grupos así podemos encontrarla más fácil en este inmenso castillo.

──Bien.

──Serán tres parejas de dos. ─miraron a Meliodas esperando dar lo equipos. ──King y Diane iran por el este.

──Esta bien. ─respondieron ambos, uno más emocionado que el otro.

──Hawk tu iras con... ─este lo interrumpió antes de que siguiera.

──Ire con Elizabeth. ¡¿Crees que no noto tus intenciones chochinas?! ¡Puerco sin vergüenza!

──Pero...

──Pero nada capitán~ ─Ban sonrió tomándolo de los hombros. ──Usted y yo estaremos en el mismo equipo, así que comience a caminar.

──No se preocupe por mi señor Meliodas. ─le regalo una sonrisa. ──Estaremos bien.

──Bueno esta bien. ─se cruzo de brazos. ──Ustedes vayan al norte y nosotros al oeste.

──Ya escuchaste Elizabeth, andando.

Ella junto a Hawk comenzaron a caminar por un largo pasillo abriendo las puertas que se encontraban por si ella se encontraba en alguna.

──Vaya si que es enorme este castillo. ─decía Hawk mirando alrededor.

──Es verdad. Incluso es más grande que el de Liones. ─ambos miraron una enorme puerta al terminar el pasillo. ──Esa puerta es más grande que las demás.

──Seguramente es donde se encuentra la chica pez. ─se miraron. ──Vamos.

──Si, Hawk. Vamos.

Al momento de abrir la puerta se encontraron con una inmensa sala donde se podía ver un trono, y no, no estaba vacío. Había una persona sentado en el.

──O-oye Elizabeth, ella no es Scarlett, ¿cierto? ─pregunto retrocediendo el cerdito.

──Estoy completamente segura que la señorita Scarlett no es un... hombre.

La persona que estaba en el trono era un hombre de cabello castaño corto y ojos cafés claros, tenía una sonrisa arrogante llevando consigo una enorme espada y encima de su cabeza llevaba una corona y a su merced había más de diez personas con armaduras mirando a la princesa y al cerdo con armas a la mano.

──Así que ustedes lograron burlar al guardian. ─recargo su cabeza sobre su mano. ──Se hubieran ido mientras tenían oportunidad. Odio que se metan en mi reino plebeyos inútiles. ─musito con asco. ──¡Llevenlos al calabozo! ─ordeno.

──¡¿Calabozo?! ─los dos corrieron a la salida pero una persona les impidió el paso ocasionado que los demás los tomaran llevándolos directo a el calabozo de una forma no delicada.

──¡¡Señor Meliodas!!

Grito la chica antes de ser arrojada bruscamente a el calabozo en una de las celdas, el hombre que la llevaba pateo a Hawk metiendolo junto a ella.

──¡Fíjate como me tratas puerco! ¡Soy el capitán de las sobras amigos de los ocho pecados capitales y haré que te arrepientas!

──Así que su amigo, eh. ─se agacho mirándolo. ──Nuestro rey acabo con uno de ellos.

──Imposible. ─susurro la princesa.

──No te creo. ─le dijo Hawk.

──Me crean o no el hombre que vieron antes mato hace años a el pecado de la tristeza. ─se levanto. ──La prueba es el reino que antiguamente era de el.

──¡Me niego a creer que uno de los pecados fue derrotado por ese puerco arrogante!

El hombre solo rio dando otra patada a el pequeño cerdo para después cerrar con llave la celda dejando a los dos encerrados cuestionado si era verdad o mentira lo dicho antes.

──¿Estas bien Hawk? ─pregunto la ojiazul acercándose a el.

──No te preocupes por mi Elizabeth. ─le levanto. ──Se necesita más para acabar conmigo.

──Me pregunto quien era ese hombre que se encontraba en el trono. ¿Crees que sea cierto sobre que derroto a la señorita Scarlett?

──Lo mismo me pregunto. Se supone que la reina de aquí era una chica y no ese estúpido pero para que el este ahí puede que lo que nos dijeron fuera cierto.

──El nombre de ese hombre es Eliot. ─ambos se tensaron al escuchar una voz femenina proveniente de la esquina oculta entre las sombras, no se podía observar su rostro solo el brillo de uno de sus ojos el cual era un azul como el agua. ──Y por lo visto es el que manda ahora en este reino.

──¿Tu quien eres? ─pregunto Hawk. ──¿Y como sabes eso?

──Lo se porque entre a este reino y el me mando a este calabozo. No le gusta que entre a su castillo.

──¿Y cuanto lleva aquí señorita?

──Como unos... ─se quedo callada recordando. ──Dos o tres años.

──¡¿Años?! ─grito Hawk.

──Uno se acostumbra. ─dijo desinteresada. ──Y ustedes, ¿como llegaron hasta aquí?

──Vinimos en busca del pecado de la tristeza.

──Hablas de el delfín sangriento.

──¡Si es correcto! ¿Usted la conoce?

──Mmm... algo así. He escuchado sobre ella, ¿para que la buscan? No se supone que es una criminal. ─la platinada bajo la cabeza.

──Estoy buscando a los ocho pecados capitales, solo ellos pueden ayudarme a derrocar a los caballeros sacros que fueron contra su rey planeando un golpe de estado. ─sus ojos se cristalizaron. ──El señor Meliodas acepto ayudarme comenzando a buscar a los demás pecados, ya encontramos a tres. Tenía la idea de que pronto serian cuatro.

──Pero ella ahora es un criminal y al parecer esta muerta.

──¡No importa! Los caballeros sacros son peores que ellos y una persona increíble no puede morir fácilmente.

La mujer no dijo nada solo se quedo callada mirando un punto muerto pensando en las palabras de la joven. En eso se escucho una fuerte explosión no muy lejos de aquí.

──¡Elizabeth!

La nombrada se levanto rápido al escuchar esa voz.

──¡Señor Meliodas! ─se acerco a los barrotes.

──¡Meliodas! ─Hawk también se acerco.

──Elizabeth, Hawk. Que bien que los encontré. ─sonrió. ──Bien aparecen para sacarlos de aquí.

Ellos obedecieron y se alejaron, Meliodas dio una patada y la reja cayo. La joven princesa se tiro a los brazos de el rubio quien no desaprovechó la oportunidad para manosearla.

──¡Maldito puerco pervertido! ¡Deje a Elizabeth! ─Hawk como siempre lo separo de ella.

──Veo que sigues igual. ─hablo la voz de aquella mujer. ──En todos los sentidos, incluso sigues igual de enano.

La silueta de una mujer se visualizo salir de las sombras dejando ver a una pelirroja que aparentaba unos 27 y una estatura de 1.65, el ojo izquierdo era tapado por su largo cabello rojo como la sangre llegando hasta su cintura.

──Sate sate sate, tu tampoco cambiaste nada, Scarlett. ─sonrió al verla de nuevo.

──¡¿Sacarlett?! Eso significa que ella... ─Hawk no termino de hablar de la impresión, este miro a Meliodas.

──Es el delfín sangriento, el pecado de la tristeza. La reina de los océanos, Scarlett.

La mujer retiro con su mano el cabello dejando ver su tan característica cicatriz de su ojo izquierdo, en su abdomen del mismo lado se dejo ver un tatuaje que llegaba hasta uno de sus pechos donde sobresalía un delfín de color rojo, la marca que dicta que ella es el pecado de la tristeza.

──Cuanto tiempo sin vernos, capitán. ─la chica lo miro sin expresión alguna.

──Así que estabas esperando algo interesante para salir.

──Usted me conoce mejor que nadie. ─la pelirroja camino saliendo de la celda con los demás detrás suya.

──Y yo que pensaba que tendría cola de pez. ¿Que clase de mentira puerca es esta? ─la pelirroja solo lo miro de reojo inexpresiva. ──¡Hay mamá! Me esta viendo.

──Eso te pasa por ser un cerdo estúpido. A Scarlett nunca le ha gustado que le digan sobre porque no tiene cola.

La pelirroja miro al frente nuevamente, ya estaba a costumbrada a las impresiones, pues no era el primero en decir lo mismo de siempre sobre porque las sirenas no tiene cola de pez como se cree. Era algo que le molestaba de cierta forma, a decir verdad odiaba eso de ella pues aunque no lo aparenta ella realmente puede transformarse en una sirena. Cuando era pequeña le encantaba hacerlo hasta que paso ese dia, el dia que conoció lo crueles que son los humanos.

Suspiro. ──Bien, es hora de volver a sentarme en mi trono. ─pensó la ojiazul observando la enorme puerta en donde se encontraba su trono.

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