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𝒖𝒏𝒐.


Alexandra Lightwood era todo lo que un padre podría desear. Inteligente, hermosa, lista y astuta, amable, pero también fuerte y determinativa. Siempre tenía las ideas muy claras. . . o eso dejaba ver al resto de personas, pues en realidad era una joven insegura que estaba lidiando con sus inseguridades.

A lo largo de su vida había pasado por muchas cosas y, aunque la mayoría eran buenas, siempre recordaría aquel suceso de hacía casi diez años. Lo recordaba como si hubiese sido ayer, y sabía que nunca podría olvidarlo. . . Nunca olvidaría la noche en la que aquel chico, con el que había empezado a tener una relación, había intentado abusar de ella. Si no fuese porque avisó a su padre mediante una runa que había inventado, no sabía cómo habría acabado todo aquello.

Desde entonces, que se alejó de sus hermanos. Mantenía el contacto con Isabelle, su hermana pequeña, su mayor confidente desde su partida. Pero con el que pasaba mucho tiempo, siempre que podía escaparse de sus obligaciones, era su hermano pequeño. En resumidas cuentas, desde ese mensaje cargado de odio que su gemelo le dijo antes de partir, que su relación se rompió. Nunca más hubo relación como antes, nada más allá de algo cordial cuando se juntaban en Acción de Gracias o la noche en la que celebraban Santa Claus.

Tenía una semana de vacaciones, que aprovechó para visitar a Max. El benjamín de la familia. El niño estudiaba en la escuela para Shadowhunters de Bombay y siempre le visitaba, llevándole regalos de los países que visitaba en representación de Idris. Era una visita sorpresa, para pasar tiempo con él, que lo echaba de menos.


La clase de runas finalizó cuando todos los niños apuntaron los deberes en aquel bloc blanco, que deberían entregar dos días más tarde. La de cabellos azabaches se esperó a la puerta, dejando salir a los niños, que reían y se veían tan felices. Eso le recordó cuando ella era pequeña y junto a su gemelo, Alec, iban juntos a clases. Los dos eran muy inteligentes, pero ella siempre fue mucho más abierta que su hermano, siempre había sido la que tenía más amistades, la más extrovertida. Alexander, en cambio, aunque no estaba a la sombra de su hermana, prefería ser justo con sus ideales y centrarse en aprender, que era lo que debían hacer en la escuela.

Lexie siempre decía que era un aburrido. Y se lo diría a día de hoy, si no fuese porque no se hablaban.

―Oye, enano. Yo también te extrañé ―canturreó la mayor, al ver que el niño se alejaba sin darse cuenta que estaba ahí.

― ¡Lexie! ―gritó Max, casi tirándose a los brazos de su hermana―. Te eché mucho de menos.

―Seguro que no tanto como yo a ti, pequeño ―murmuró, abrazándole con fuerza, mientras lo elevaba del suelo―. ¿Te has portado bien?

―Claro que sí, siempre me porto bien.

Alexandra frunció el ceño, soltando una carcajada. Max era muy vivaz, siempre estaba dispuesto a hacer gamberradas. Era el más parecido a Izzy, su hermana. Aunque también era muy inteligente, algo que le hacía asemejarse bastante a los gemelos.

―Vamos, sé que terminaste el periodo de clases por hoy. Iremos a merendar a los jardines, ¿quieres?

El niño asintió enérgicamente, llevándose a su hermana, tras darle la mano, corriendo hacia los exteriores de la escuela.



Dos días después, hubo el incidente. La clase de Max se vio envuelta en un incendio, que casualmente había sido el menor de los Lightwood el causante. Lo último que le faltaba era que eso sucediera mientras Alexandra se encontraba ahí, sabiendo que su madre, Maryse, la culparía.

Pero, ¿qué culpa tenía ella de que eso ocurriese durante una clase?

Y es que no se equivocó, cuando sus progenitores llegaron a la escuela, unas horas después de lo sucedido, la propia Alexandra se llevó también una reprimenda. Cuando estuvieron a solas, por supuesto, porque todos en aquella escuela estaban encantados con las visitas de la joven, que tanto quería y se preocupaba por el menor. Y es que, a pesar de todo, para Maryse Lightwood las apariencias eran lo que más importaban.

―Te vendrás conmigo a Nueva York, Alexandra ―sentenció Maryse, cuando llegaron al hotel.

― ¿Por qué? Si se puede saber, por supuesto ―preguntó, con buenas intenciones, aunque en su tono de voz se podía notar la doble intención.

―No me cuestiones, jovencita. Soy tu madre y decido lo mejor para la familia ―contestó. La menor buscó ayuda en su padre.

―Papá ―murmuró―. ¿Por qué? No quiero ir ―protestó, cruzándose de brazos―. No es mi culpa que Max sea travieso, tampoco lo que sucedió en la escuela.

―Lo sé, Lexie ―confesó su progenitor, depositando un beso en la frente de su hija―. Pero las órdenes de tu madre no se pueden ignorar, ya la conoces.

La fémina se fue a la terraza, refunfuñando como si fuera una niña. No quería ir a Nueva York. No quería enfrentarse a los problemas.



¡Primer capítulo! De poquito a poco, la trama irá basándose más en Alexandra y su vida. En este primer capítulo, pueden verse las relaciones con su hermano pequeño, Max, y con su madre. ¿Qué os ha parecido? Dejadme vuestras primeras impresiones en los comentarios, me haría mucha ilusión leeros.

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