Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝒕𝒓𝒆𝒄𝒆.


Maratón 1/3.


Una vez Alec y la rubia hueca, como la llamaba Alexandra a sus espaldas, desaparecieron para irse al lobo de Jade, la Lightwood miró a la que ahora consideraba su mejor amiga. Annabeth Fairchild, quizás la amiga más cercana que había tenido nunca. Estaba convencida que la había visto en alguna parte, alguna vez en su vida. Pero no era capaz de recordarla. Hasta en ese instante, cuando se iluminó y un flashback apareció en su mente.

"Una niña de once años, de cabellos castaños atados en dos trenzas, correteaba por el jardín de la casa de los Lightwood, en Idris. Si bien no era tan grande como las grandes mansiones de las grandes familias de la comunidad de cazadores de sombras, disponían de un amplio jardín, con un césped verde tan brillante como si siempre fuese adorado por el mismísimo sol. Las dos hijas de Robert y Maryse siempre jugaban ahí, muchas veces a adivinar las formas que tenían las nubes o, también, a atraparse la una a la otra, como en esa ocasión.

Una pequeña Alexandra corría para que su hermana pequeña, Isabelle, no lograse alcanzarla. Ambas niñas, risueñas como nadie en ese lugar, tenían amplias sonrisas dibujadas en el rostro, mientras que, sentado en un banco leyendo un libro de runas, Alexander había sido el encargado de vigilarlas. Si bien éste era el gemelo de Lexie, tenían personalidades prácticamente opuestas.

Maryse Lightwood llegó pasadas las siete de la tarde, siendo acompañada de un niño, que se escondía detrás de ella. Ese niño se llamaba Jace, Jace Wayland. Su madre les contó que su papá había muerto hacía poco tiempo y que se había ido a la Ciudad Silenciosa, para siempre. Pero esa no fue la única explicación.

Años más tarde, Maryse le contó otra historia a Alexandra, cuando empezó a representarles en las asambleas. Jace había sido adoptado cuando Michael Wayland murió, pero éste le había adoptado cuando era un bebé, prácticamente al nacer. No le dijo quiénes eran sus padres, pues era algo que debía permanecer oculto hasta que fuese momento de saberlo."

Cuando Annabeth tocó su hombro, Alexandra salió del trance. ¡Hacía años que no le pasaba aquello! Desde un tiempo después de dejar Nueva York atrás, no había entrado en trance en ningún momento. Sin embargo, al ver a la rubia, pareció volver a entrar en trance. Otro recuerdo apareció en su mente.

"Maryse siempre había sido muy sincera con Alexandra, tanto para lo bueno como para lo malo. Una noche de verano, mientras las dos mujeres tomaban una caipirinha en la terraza de un hotel de Málaga, en España, su progenitora empezó con una nueva historia.

Su parabatai, Celine Herondale, se suicidó. Nunca supo la razón, o al menos no quiso aceptarla. Unos meses atrás, antes de su muerte, su esposo, Stephan Herondale, fue asesinado por Valentine. Si bien nunca hablaban de su historia, de quién era Valentine (más allá de lo que sabían por la historia que habían estudiado, ligeramente, en la Academia) y de la revolución. Celine tuvo a mellizos: un niño y una niña, rubios como el sol. Pero fueron separados de ellos, a los pocos meses de nacer. Al perder, también, a sus dos hijos, no pudo con el dolor y se suicidó, cortándose las venas.

Ese día, cuando la encontró muerta, Maryse se derrumbó por primera vez en años. Pero, a su vez, se prometió a sí misma, por su parabatai, que encontraría a los mellizos que había tenido y les juntaría de nuevo... porque no hay ningún vínculo más importante que el de la familia.

Y le dijo, además, en un susurro, como si no quisiera dejar escapar aquel recuerdo, que todos los Herondale varones poseían una marca en el hombro. Y que, también, la chiquita rubia que tuvo, la poseía también. Aquella niña había sido la excepción, todos pensaron que sería poderosa en un futuro."

—Lexie, ¿estás bien? —preguntó Annabeth, preocupada.

—Annie, ¿tú tienes una marca en el hombro? —le preguntó, como si nada hubiese pasado, obteniendo una respuesta afirmativa—. Necesito que te reúnas conmigo y con mi madre en el despacho, trae la foto que te llevaste de tu casa.


Sorprendida y sin entender nada, la de cabellos rubios desapareció de ahí y en quince minutos, hizo lo que su amiga le había pedido. Se reunieron en el despacho de Alexander, pero ninguna entendía nada. Nadie a excepción de la propia Alexandra.

—Madre, he cumplido tu propósito en la vida —dijo, finalmente, levantándose de la silla.

— ¿Por fin acatarás todas las órdenes de una vez por todas? —preguntó, esperanzada, su progenitora. Pero su hija negó con la cabeza, frunciendo el ceño. Si ya sabía que eso no sucedería nunca, no podía ser su propósito.

—No, mamá —bufó—. ¿Recuerdas las vacaciones en Málaga, hace tres años? Tuvimos una conversación, la más interesante de las que hemos tenido en los últimos años. Creo... creo que la he encontrado. A la hija de Celine.

Maryse abrió los ojos, no sabía si sorprendida o enfadada. ¿Su hija estaba jugando con algo tan importante para ella? ¿O era verdad que lo había averiguado?

—Annie, muéstranos la foto que te dio tu madre cuando cumpliste ocho años —le pidió a su amiga, que rápidamente lo hizo, con intención de entender todo rápido—. Madre, fíjate en la fotografía. ¿Les reconoces?

—Stephan y Celine... Pero. Es imposible —susurró la matriarca Lightwood, incrédula—. ¿Por qué Jocelyn Fray debería tener esto? ¿Y por qué te la dio a ti, Annabeth?

—Ese bebé soy yo, antes de que me dieran a Jocelyn, para que me cuidase como si fuese su hija —la voz de Annabeth era rota, hacía relativamente poco tiempo que había descubierto la verdad y todavía, con todo lo de la vida que le habían escondido no había tenido tiempo para asimilarlo—. Me quitaron a mi mamá, cuando solo era un bebé. Pero quiero, necesito saber de ellos. Conocer a mi familia. Por favor, Maryse...

—Es peligroso, debes entenderlo. Y todo esto quedará aquí, entre nosotras tres —pidió la adulta, mirando a las dos jóvenes—. Ellos eran Stephen y Celine Herondale. Ella fue mi parabatai.

— ¿Fue? ¿Eso significa que...?

—Valentine mató a tu padre, pero antes de que llegase a ti, te quitaron de los brazos de tu madre... al igual que a tu hermano mellizo. Y, entonces, con estas pérdidas, Celine se suicidó —todavía había dolor en sus palabras, Maryse Lightwood tampoco había superado la pérdida de su parabatai ni del hombre que consideraba su mejor amigo.

— ¿No hay ningún familiar vivo? ¿Mi hermano...?

—Nadie sabe dónde está tu hermano, tampoco si está vivo. Pero tu abuela sí lo está —la interrumpió, secamente, mirándola—. Sin embargo, ¿cómo puedo saber que eres la hija de Celine? No eres muy parecida a ellos, permítame decírtelo.

—No lo sé —musitó la rubia, que fue interrumpida por su amiga.

—Por la marca en el hombro —exclamó Alexandra, que había permanecido callada durante todo el rato—. Me dijiste que la hija de Stephen y Celine había sido la excepción, porque siempre eran los varones quienes heredaban la marca. Y Annie... ella tiene la marca, la estrella que caracteriza a la gran y antigua familia Herondale.

Su madre la miró, intrigante. Se acercó a la joven rubia, pidiéndole permiso para verlo. Primero miró en el hombro izquierdo, que es donde los varones solían tener la marca en cuestión. Mas, ahí no había nada. Pero, después, miró en el otro hombro y ahí se veía, ligeramente tapada, una estrella. Era la marca Herondale.

—Eres tan parecida a tu abuela —murmuró, dejando salir un largo suspiro de sus labios—. Pero, como he dicho, esta conversación no puede salir de aquí. Es muy peligroso que alguien más lo sepa, ¿me escucháis? —Ambas la miraron fijamente, ahora sin comprender nada—. Escúchame bien, Annabeth. Si tus padres hicieron esto, era por alguna razón. Una razón de peso. No perdieron su vida en vano, así que no puedes decirle a nadie tu verdadero origen. Eso te pondría en peligro, a ti y a Clarissa. Si Valentine se enterase que no eres su hija biológica como le hicieron creer, no quiero ni imaginarme lo que sería capaz de hacerte.

— ¿Por qué debería hacerle algo? —se atrevió a preguntar Lexie, sin dejar de mirar a su madre. Desvió por unos segundos la mirada hacia su amiga, viéndola procesar toda la información nueva que había recibido. Por primera vez, en mucho tiempo, abrazó a alguien sin sentir miedo al roce.

—Él experimentó con Celine cuando estaba embarazada. Se dice que los Herondale fueron bendecidos por el ángel Ithuriel, se dice que ellos son la realeza de los Shadowhunters y que la marca que heredan, generación tras generación, les traspasa cierta magia —se explicó la mujer, intentando no cargar de más información a la hija de su difunta parabatai—. Gracias a Magnus Bane y esa pulsera mágica que llevas, el poder crece.

Annabeth suspiró, y se limpió una lágrima traicionera que recorrió su mejilla.

—Nadie lo sabrá, pero agradezco a Lexie por haberlo descubierto todo —susurró—. Al menos sé que alguien me comprenderá en todo esto. Y algún día, cuando todo esto de Valentine pase, me gustaría contactar con mi abuela. ¿Podrá ser?

—Por supuesto, querida —más amable de lo que solía ser, Maryse sorprendió a Alexandra. Ahora solo le faltaba que se encariñase más de Annabeth, sería otra carga que llevar sobre sus hombros, otra persona con la que lidiar.

Por mucho que la quería, no podría aguantar los halagos de su propia madre hacia otra persona. Porque sabía que cualquiera sería mejor que ella misma. Lo había demostrado en más de una ocasión; sobre todo cuando comparaba a Jace con cualquiera de sus hermanos. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro