𝒏𝒖𝒆𝒗𝒆.
La mañana siguiente al secuestro, se partieron en dos grupos. Alexandra se quedó en el Instituto para no levantar sospechas y así evitar que su madre hiciera preguntas, aunque también se quedó Annabeth, a petición de la Lightwood, que prefería tenerla controlada al menos durante veinticuatro horas más antes de darle el alta definitiva, para evitar así que le sucediera algo o por si sufría algún síntoma tras administrarle el antídoto que preparó. Los otros cuatro, se fueron en busca de La Copa que Jocelyn Fairchild había escondido. Alec, Jace, Izzy y Clary se fueron de misión, sin comentarlo a la Clave previamente.
Alexandra andaba de un lado a otro del Instituto. Ahora que no había nada que hacer en la enfermería y tampoco había ningún cadáver con el que terminar sus prácticas de forense, se encontraba revisando que todo estuviera en su lugar. Pese a que ese no era su trabajo, necesitaba tener la cabeza ocupada con algo en lo que el resto volvían ahí, sanos y salvos. Nada temía más que al perder a sus seres queridos, o que estos salieran heridos de alguna misión. Era algo con lo que había lidiado sola durante años, alejada de sus hermanos, mientras sabía por sus padres que salían de misión. Y es que, pese a los años que habían pasado, seguía teniendo el miedo de que algún día llegase alguien y le dijera: "tu hermana ha muerto, tu hermano ha muerto en la misión." Era algo que no podría soportar.
Ya siendo mediodía, Annabeth Fairchild consiguió que parase. Sabía que ella también estaba nerviosa, por lo que tenía que aparentar que todo estaba bien en su presencia. Como siempre había hecho delante de sus hermanos; ser la fuerte, el soporte de todos en las peores situaciones.
―Lexie ―la llamó, una vez abrió la puerta de la habitación de la mencionada―. ¿Puedo quedarme un rato contigo? ―preguntó, en un susurro, la rubia, a lo que la mayor asintió, indicándole que pasase.
La de cabellos azabaches se encontraba ordenando un poco su habitación. Llevaba varios días ahí, pero todavía no había tenido el tiempo suficiente para poner orden y colocar todas sus pertenencias. A pesar que su armario estaba lleno de ropa y de zapatos, no podía decir lo mismo de las estanterías, en las que ahora podían verse sus libros favoritos y algún que otro vinilo, de sus grupos favoritos. Sin embargo, lo que más destacaba ahí era el pequeño mural de fotografías analógicas que estaba colgando. Eran fotografías con sus seres queridos: su padre, sus hermanos, el travieso Max y la propia Alexandra en una de las visitas al menor en Bombay, incluso con Shawn.
―Son preciosas ―murmuró la Fairchild―. ¿Cómo te sientes? Sé que está siendo duro para ti estar aquí de nuevo.
― ¿Sabes? No me gusta hablar de eso, Annie ―murmuró ahora Lexie, colocando una chincheta en la última analógica―. Fue mi primer novio serio, por así decirlo. Abusó de mí, solo tenía dieciséis años. Y lo perdí todo. Perdí la autoestima, el amor propio que me tenía y que tanto me había costado tener, y a mi familia. Perdí casi diez años a mi hermano gemelo por no haber explicado esto a nadie. . . y ahora duele, duele volver al que fue mi hogar durante la mitad de mi vida y no sentirlo como tal.
―Alec te quiere muchísimo, ¿lo sabías? ―la menor se sentó en la cama, mirando a la Lightwood―. Cuando llegamos aquí, él habló de una persona que había sido su todo, pero nunca mencionó tu nombre. Solo me lo dijo a mí, al ver que parecía ser la única sensata de las dos hermanas. Creo que mi relación con Clary le recordaba a la que vosotros teníais antes: uno era el sensato y la otra la rebelde que, muchas veces, era sin causa.
―Y yo le quiero muchísimo a él ―la cortó, porque no quería escuchar más. Ya suficiente se machacaba a sí misma todos los días como para saber que había provocado tanto dolor en él―. Dejemos de hablar de eso, por favor. Y prométeme que no se lo contarás a nadie.
―No se lo contaría a nadie, aunque no me lo pidieras ―asintió la muchacha, que no tardó en rodear el cuerpo de su nueva amiga, brindándole un cálido abrazo―. Déjame darte las gracias por salvarme la vida, sin ti no estaría aquí ahora. Y sin que lo hicieras, ahora no tendría a la persona más fuerte que he conocido nunca frente a mí.
―Eres como la mejor amiga que nunca tuve, como una hermana más ―sonrió la azabache, depositando un beso en la frente impropia―. Y una futura cuñada, ¿verdad?
Dejó la pregunta al aire, como quien no quería la cosa, y salió de su habitación, sabiendo que Annabeth Fairchild la seguía de cerca. Alexandra no pudo evitar sonreír con ternura al imaginarse a Annie siendo la pareja de Alexander, pues nada más le gustaría que ver a ambos felices. Ambos se lo merecían, sin duda alguna.
Justo cuando bajaban las escaleras para dirigirse a la sala de máquinas de nuevo y así ver que todo estaba bajo control, llegaron los cuatro jóvenes. Annabeth no pudo aguantarlo más, pese a que esa conversación con Lexie la había ayudado a olvidarse de todo por un rato, y se abalanzó contra Alec, abrazándole con fuerza. El varón se quedó rígido, no esperaba que la rubia hiciera eso pero, en cuando notó que ella estaba temblando, no dudó en devolverle el abrazo. La pegó contra su pecho y la estrechó entre sus brazos, apoyando la cabeza de ésta en su hombro.
―Estoy bien, está todo bien ―susurró, en un tono casi inaudible, para que solo aquella muchacha de cabellos rubios como el sol lo escuchase.
Alexandra abrazó a su hermana pequeña, depositando suaves caricias en su espalda, para después besar su mejilla. Ahora que estaban ahí, estaba más tranquila. No se separaron por el momento.
Clary fue corriendo hacia Jace, quien estaba mirando algo en una de las pantallas, para tirarse también encima de él. Eso extrañó a las dos hermanas Lightwood, no por el hecho de que fuese tan cariñosa con él, sino porque no entendían la razón de tirarse sobre él en ese momento. Le besó en repetidas ocasiones.
Annabeth, que seguía aferrada a Alec cogiéndole del brazo, notó como el primogénito Lightwood se tensaba ante la escena que veía, por lo que optó por acariciar el brazo de éste, llamando su atención. Alexander sonrió y pasó sus brazos por alrededor del cuello de la rubia, atrapándola entre sus brazos, nuevamente.
"¿Qué tiene Annabeth que no puedo evitar sentirme bien cuando estoy junto a ella?" se preguntó a sí mismo.
―Relájate ―murmuró la rubia, con dulzura.
―Lo estoy ―admitió, mirándola fijamente a los ojos, sonriendo ladinamente―. Lo estoy, junto a ti siempre lo estoy.
Izzy y Lexie miraron a la futura pareja y con una mirada se entendieron. Tenían que conseguir que Alexander se abriera ante Annabeth, solo así conseguirían prosperar como pareja.
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Y aquí otro capítulo. Alexandra parece que poco a poco se va abriendo con otras personas que no sean su familia pero, ¿qué tanto le costará superar su pasado? Próximamente lo veréis, pues ya tengo pensados los próximos capítulos.
¡HOLA! Ya no pondré fecha de actualización, simplemente subiré un capítulo cuando lo tenga listo. Ya dije que sería de actualizaciones lentas, pues quiero que los capítulos sean buenos y para eso necesito tiempo (que no tengo demasiado por ahora, también he de decirlo).
Sin embargo, hace dos meses recién llegaba a las 1K lecturas y hoy, con publicación de este capítulo, ya llegamos a las 3K. ¡Muchas gracias a todos! De verdad, me sorprende el alcance que está teniendo y para mí, eso ya es mucho.
Nos leemos pronto, bonitxs.
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