𝒅𝒊𝒆𝒄𝒊𝒔𝒆́𝒊𝒔.
Tres días más tarde e ignorando a Lydia Branwell y cualquier cosa que tuviese que ver con aquella mujer que detestaba con toda su alma, Alexandra por fin pudo volver a la normalidad. A pesar que no lo demostraba, todavía le dolía la cabeza, pero suponía que todo se debía a los nervios también. Demasiadas preocupaciones últimamente rondaban su mente y no era capaz de aclararla, ni mucho menos.
Durante su estancia en la enfermería, lugar en el que Isabelle la obligó a quedarse hasta recibir el alta, Shawn había pasado muchas horas junto a la azabache. Habían aprovechado los ratos libres del chico para pasarlos juntos, así pues, las risas no faltaron y tampoco los besos. Si bien todavía no eran pareja, actuaban como tal. Alexandra se había abierto en su totalidad ante el chico, contándole todo su pasado, su tiempo viajando por el mundo en nombre de la Clave y de Idris, sus estudios de medicina. Estaban hechos el uno para el otro y ambos lo sabían.
—Izzy, ¿viste a Shawn? —le preguntó a su hermana menor, mientras se vestía de blanco—. ¿Y a Annabeth?
—Ann está en su habitación, lleva dos horas encerrada ahí —se encogió de hombros la pelinegra, soltando un suspiro—. Y, dime, hermana. ¿Por qué tanta insistencia con Shawn, eh?
—Lo sabes todo, no disimules conmigo, Isabelle —se burló la mayor—. No tenemos secretos, te he contado todo. Creo... me estoy enamorando de él, Izz. Y me da miedo, porque sé que no debemos mostrar nuestros sentimientos.... No fuimos educados para esto.
—Si sabes que Meliorn me gustaba, ¿verdad? —Bufó, porque últimamente no le había visto y algo en su interior le decía que iba mal, aunque también influía que habían dejado lo que fuese que tuvieran—. Sé mejor que nadie que no debería ser así pero, ¿Qué sería de nuestra vida sin una pizca de riesgo?
—Creo que aceptaré su propuesta, Georgia —susurró, colocándose unos botines de tacón blancos, que complementaban su outfit—. No puedo vivir toda mi vida anclada a un doloroso recuerdo del pasado y no tiene por qué repetirse la misma historia, ¿no? Pues le diré que sí, que quiero que sea mi novio.
La menor pegó un chillido, emocionada, para después tirarse a los brazos de su hermana mayor, sintiéndose orgullosa de ella.
—Sabía que dirías esto, Giennah —besó la mejilla impropia, para después salir de la habitación.
Alexandra Lightwood y Annabeth Fairchild, como era conocida hasta que fuese el momento idóneo para revelar su identidad, se encontraban en la Ciudad Silenciosa. A pesar que ambas sabían que el tiempo había pasado para ser marcadas como parabatais, no les importó presentarse en ese lugar. La ceremonia tendría lugar en diez minutos, siendo asistida por pocas personas. Algunas eran conocidas de la Lightwood, de algunas asambleas que había presenciado un tiempo atrás antes de establecerse, nuevamente, en el Instituto de Nueva York. Otras personas, simplemente eran miembros de la Clave con los que solo había coincidido en ocasiones especiales. Y, además, nadie en el Instituto sabía lo que estaban haciendo ambas jóvenes.
Justo delante de ellas, en el suelo, había tres anillos de fuego: dos eran para cada una de ellas, mientras que el del centro simbolizaba el anillo compartido; es decir, la unión de la pareja como parabatai. Llevaban sus respectivas estelas en sus bolsillos, pues en nada obtendrían aquella runa.
No había sido fácil pero, desde el primer instante que ambas notaron ese vínculo especial, después de haberlo hablado con Isabelle y que ésta chillase emocionada y les animara a hacerlo, Alexandra se había encargado de mover sus hilos y que ahora, en esos instantes, les dejasen ser marcadas como parabatai.
No me ruegues que te deje, o que regrese cuando te estoy siguiendo.
Porque a donde tú vayas, yo iré. Y donde tú vivas, yo viviré.
Tu gente será mi gente, y tu Dios será mi Dios.
Donde tú mueras, yo moriré. Y allí seré enterrado.
El ángel me haga esto y mucho más, si nada más que la muerte nos separa a ti y a mí.
Las dos jóvenes repitieron a coro el juramento y, acto seguido, la runa parabatai fue dibujada en su piel. En el caso de Annabeth, fue dibujada en un costado, cerca del vientre. Y, para Alexandra, en el hombro izquierdo. Desde ese momento, siendo ajenas a lo que estaba sucediendo en el Instituto, eran parabatai. Ese vínculo significaba una gran bendición y para Lexie, después de tantos años, parecía ser un sueño que por fin había hecho realidad. Podían decir que ahora, eran hermanas de sangre, una más de la familia.
Ahora lucharían como una sola, siempre juntas y permanecerían unidas. Y, Alexandra, con el tiempo, esperaba poder llamarla cuñada.
* *
n/a: holiiiiii, volví por aquí con un nuevo capítulo y por fin llegó la ceremonia de parabatais de annie y lexie jdfkbkjv son mis bebés, admito que las amo mucho.
como ya dije, este fic no seguiría todas las temporadas ni la línea temporal como tal de la serie, por lo que no creo que le queden muchos capítulos... además, se vienen cositas pronto con otro fic de shadowhunters, pero esta vez siendo Annabeth la protagonista (BASTA DE SPOILERS). cuento que le quedan, a lo sumo, cinco o seis capítulos + epílogo. Lo que sí puedo decir es que, de vez en cuando, subiré extras y así sabrán más de Lexie y su entorno.
¡no os olvidéis de votar y comentar, me encanta leer vuestro feedback en todos los capítulos!
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