𝒅𝒊𝒆𝒄𝒊𝒏𝒖𝒆𝒗𝒆.
Tres días habían pasado desde el interrogatorio de Meliorn y hoy sería llevado a los Hermanos silenciosos, lo cual sería un despropósito y, además, una locura. Acabarían condenados a una guerra contra los subterráneos que, muy probablemente, perderían en un abrir y cerrar de ojos. Era algo que Alec Lightwood prefería ignorar y no hacerle caso a lo que su hermana había dicho. Confiaba en que, con suerte, nada de eso sucedería.
Así que, sin querer ver a su hermana gimotear todo el día por el arresto y el futuro del Seelie, Alexandra había prometido ayudarla antes de partir a Idris. Sería su última misión secreta como shadowhunter perteneciente al instituto de Nueva York. Y qué mejor manera que terminar con esa etapa, si no era ayudando a su hermana pequeña a salvar a su pareja.
Habían armado un plan de rescate y ahora, las dos hermanas Lightwood se encontraron con Clarissa, Annabeth y Jace en la parte trasera de la Ciudad del Hueso. Todavía no les había comunicado su decisión, aunque dudaba que les importase.
—Esto no parece la ciudad del hueso —comentó Clary, ganándose una mirada para nada agradable por parte de Alexandra.
—Esta, precisamente, es la entrada de los subterráneos —gruñó Lexie, conteniéndose para no irse de ahí.
Pero no era momento para eso. Vampiros, licántropos y Shadowhunters pelearían juntos para liberar a Meliorn, todos como si fueran uno.
— ¿Todos sabéis qué hacer? —preguntó, esta vez, Izzy, mirando a todos.
—Informad cuando estéis listos —exigió Jace Wayland.
—Quieto —dijo uno de los vampiros, después de silbar, mirando a uno de los lobos—. Buen perro.
—Muérdeme —gruñó Luke.
—Túmbate, perro —insistió, entre risas.
—Estás muerto —exclamó el alfa.
— ¡Esa ha sido buena! —exclamó Simon, chocando los cinco con Luke.
— ¡Basta ya! —exclamó Alexandra, cuando los vampiros y los licántropos estaban por seguir con la pelea absurda—. Tengo muy poca paciencia y estáis acabando con ella. Así que escuchadme bien, subterráneos, porque no lo repetiré dos veces —habló, de mala manera, provocando un silencio incómodo—. Nuestras vidas corren peligro por la incompetencia de la Clave y su ceguera, maldita sea. Dejemos a un lado nuestras diferencias y, por Raziel, trabajemos todos juntos como si fuéramos uno.
—Raphael, Simon —habló Isabelle, tomando la mano Annabeth Fairchild—. Vamos allá.
Annabeth miró al que una vez fue su amigo, para después irse junto a su amiga. Detrás de ellas, fueron Raphael y el propio Simon. Los cuatro caminaban en un silencio absoluto, mientras miraban atentos a su alrededor.
— ¿Qué habéis pensado? ¿Una poción mágica? —se burló el jefe del clan.
—Hay una runa para eso —contestó, secamente, Isabelle.
—Como no —ironizó.
—Observa y aprende del maestro, colmillitos —se burló la azabache, sacando la estela del interior de su bota derecha. Miró a Annabeth, que sería quien cruzaría.
Trazó una runa en el explosivo que llevaba entre sus manos y miró a su alrededor, una vez se abrió la puerta. Pudo ver a la perfección cuando, Meliorn y Alec, junto a los demás Shadowhunters, aparecieron en escena.
— ¡Quedaos aquí! —Gritó Alec—. Que nadie pase.
Los vampiros se escondieron, Annabeth se encargó de lanzar el explosivo que Isabelle le había dado, mientras que la tercera hija de los Lightwood se encargó de tirar al suelo a uno de los Shadowhunters que estaba al otro lado del camión respecto a donde estaban ellas. Los vampiros se llevaron de ahí a los cazadores de sombras abatidos.
—Aún no es demasiado tarde para dar la vuelta —dijo Meliorn, intentando ganar tiempo.
—Cállate —bramó el Lightwood, de mala manera—. No lo repetiré de nuevo, Seelie.
Ann les siguió de cerca, sigilosamente y sin hacer ruido alguno, hasta que entraron al edificio.
—¡Alec! —gritó la rubia, llamando la atención del azabache.
Y justo cuando Alexander se giró para encararla, Jace y Alexandra se pusieron detrás de él, junto a Clary.
—Me dijiste que ibas al instituto —gruñó Alec, molesto, siguiendo la mirada de la castaña y sorprendiéndose por encontrarse al trío ahí—. ¿Qué hacéis aquí?
—No eres el único que sabe mentir, Alexander —comentó la rubia, ganándose una sonrisa de orgullo por parte de su parabatai.
—He hecho lo que tenía que hacer.
—La Clave y el Consejo han ido demasiado lejos —interceptó la discusión Lexie, ligeramente irritada por estar tardando tanto—. Y lo sabes perfectamente, pero estás ciego con el maldito poder, Gideón, y prefieres no abrir los ojos. Como te dije, te quedarás solo y lo tendrás bien merecido —las dos hermanas y Jace se quedaron perplejos, no esperaban esas palabras y es que, por un momento, parecieron ver como Alexander flaqueaba ante eso, mas, no duró ni por dos segundos—. Suelta a Meliorn.
Dos palabras más y fue suficiente para explotar. Alexandra terminó por darle un puñetazo a su hermano gemelo y se apartó, decepcionada como nunca.
Alec avanzó esquivando a Jace, decidido a entrar con los hermanos silenciosos y entregar a Meliorn. Jace, en cambio, se abalanzó sobre su parabatai, tirándolo al suelo.
—Lo siento, Alec —se disculpó, después desvió su mirada hacia la pelirroja—. Clary, llévate a Meliorn de aquí —le ordenó.
Entonces, se desató una pelea entre ambos. Tanto verbal como física. El primero en golpear fue Alec, que provocó que se separase de él. Luego, ambos recibían y esquivaban los golpes. Annabeth seguía ahí, impotente ante eso, sin poder hacer nada porque, obviamente, saldría ella lastimada y no quería eso. Quiso gritar pero las palabras no salían de su boca. Los dos parabatais siguieron golpeándose uno al otro, hasta que el azabache tiró al rubio al suelo y le puso el cuchillo serafín contra el cuello.
— ¡Hazlo! —gritó—. ¡Hazlo! No quiero vivir en un mundo si estamos en bandos diferentes, Alec.
Se echó para atrás siendo consciente de lo que estaba haciendo y se separó del cuerpo de su parabatai como si este quemase.
—Ven conmigo. Con nosotros. Lucharemos contra Valentine como es debido —dijo Jace, mientras le ofrecía la mano para que le siguiera—. Juntos.
—Si lo hacemos, seremos traidores como papá y mamá.
—Te lo suplico, Alec... mi parabatai, mi hermano.
Alexander alzó la vista hacia Jace. Sus ojos estaban cristalizados, casi a punto de soltar las lágrimas, cuando negó. Annabeth se encontraba a escasos pasos viendo lo derrotado que estaba el chico que amaba.
—No —sentenció.
Y Jace se marchó de ahí sin decir ni una palabra. La Fairchild —o mejor dicho, Herondale—, se le quedó mirando hasta que suspiró y decidió irse de allí. En su mirada podía verse la decepción, esa misma decepción que veía en los ojos de su hermana. Le partió el corazón y, por unos instantes, dudó sobre su posición. Podía aguantar que no quisiera verle, que le gritase e incluso que le odiase, pero lo que no podía era ver como la había decepcionado, en numerosas ocasiones.
No sabían el tiempo que había pasado ni que lo que sucedería a continuación, pero algo bueno podían sacar de aquella situación. Habían unido fuerzas como si fueran una sola comunidad y eso, definitivamente, era algo digno de elogiar.
Clarissa, Jace, Annabeth y Alexandra se despidieron de los vampiros y cuando salieron del hotel, Isabelle y Meliorn se estaban besando.
Lexie sonrió al recordar todo lo que su hermana le había contado sobre su relación con él y que, a pesar de que ella le había mandado un mensaje de fuego pidiéndole dejar de verse, ambos eran incapaces de estar separados. Extrañaría momentos como ese una vez estuviera lejos, sin duda.
Clary carraspeó en un intento de separar a la pareja, provocando el rubor en Izzy.
—Deberíamos irnos.
—Estás en buenas manos —dijo la azabache, separándose del Seelie a regañadientes—. Necesito volver al Instituto, a ver qué demonios está pasando. Intentaré que Alec lo entienda. Cuidad de él.
—Descuida —dijo Annabeth.
— ¿Lexie? —miró a su hermana, que parecía no querer ir.
—Un segundo —suspiró—. Por una vez en la vida, nos hemos unido tres comunidades. Creí que no viviría para ver algo así pero, sin sonar egocéntrica, se veían todos aterrados ante mis palabras —sonrió ladinamente, pero luciendo una sonrisa apagada—. Extrañaré estas misiones... voy a volver a Idris con Shawn, ya no más Instituto de Nueva York, ya no más misiones de Shadowhunters, ya no más peleas absurdas.
— ¿Qué? ¡No! ¡No puedes hacer esto, hermana!
Alexandra suspiró nuevamente, mirando a Jace. No entendía al chico, al menos no desde su terco enamoramiento u obsesión con Clarissa, pero sentía lo mismo al separarse.
Sin embargo, necesitaba sanar para poder estar bien.
Sanar para volver a ser la Lexie de siempre.
Sanar para poder amar, sanar para poder ser amada.
Necesitaba sanar y acabar con esa maldición de estar siempre rota.
—Estaré unos días todavía aquí, hermano, pero después me iré —susurró, poniéndose de puntillas y depositando un beso en la mejilla de Jace—. Volveré, lo prometo, pero entiende que lo necesito. Todos necesitamos que vuelva a marcharme, volver a estar separados como hasta hace unos meses.
Y dichas aquellas palabras, sin atreverse a mirar a su hermana ni a su parabatai, Alexandra Lightwood desapareció de la ciudad de hueso, dejando a los cinco sin respiración.
* *
n/a. volví a desaparecer por otros dos meses, lo siento muchísimo pero estaba estancada... no sabía cómo terminar el fic.
¡pero aquí tienen un nuevo capítulo! ya solo quedará uno más y el epílogo, que dará por terminada la novela.
Próxima actualización: miércoles, 1 de noviembre.
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