Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝒄𝒂𝒕𝒐𝒓𝒄𝒆.


Maratón 2/3.


Siempre dormía con un pijama de seda, corto, pues a diferencia del miedo que sintió durante mucho tiempo por vestir mostrando partes de su cuerpo de más, ya que se sintió culpable de lo que le ocurrió por no vestir apropiadamente, como dice siempre su madre, no le importaba dormir enseñando prácticamente todo el culo.

Esa noche, tras haber tenido esa conversación tan profunda y habiéndose revelado secretos que Maryse Lightwood pensó que nunca pasaría, Alexandra Lightwood se quedó despierta hasta pasadas las dos de la madrugada. No conseguía conciliar el sueño, sentía que tenía el deber de proteger a Annabeth con su vida si hiciera falta, como si algo dentro de ella se hubiese despertado a raíz de la última conversación que tuvieron. Sabía que la ceremonia de los parabatai se hacía antes de cumplir la mayoría de edad pero, ¿podría haber una excepción? ¿Podría ser Annabeth la parabatai que siempre esperó?

Suspirando, la joven de cabellos azabaches se levantó. Al ver que no conseguía dormirse, decidió acercarse a las cocinas a por un vaso de leche, que tantas veces durante su infancia le había ayudado a conciliar el sueño. Estaba casi todo a oscuras, algo notablemente normal por ser la hora que era, a excepción de la sala de entrenamiento. Hodge también debería estar durmiendo, o eso pensaba.

Lexie cruzó los pasillos hasta llegar a la cocina, donde se sirvió un vaso de leche que calentó en el microondas. Ajena a lo que sucedía en el salón de entrenamientos, terminó su leche calentita pasados cinco minutos. Y entonces, pensó que lo mejor era encerrarse de nuevo en su habitación y leer un rato, hasta que sus ojos se cerrasen.

Sin embargo, la tranquilidad que buscaba se vio interrumpida por unos gritos. Y una lucha. Se obligó a sí misma a correr, deduciendo que provenían de la sala de entrenamientos. Si bien le había parecido raro que estuviesen las luces prendidas, no le había dado la suficiente importancia como para asegurarse que todo estaba bien. Al llegar ahí, sintió su corazón detenerse por unos segundos. Un subterráneo, imaginaba que ahora con sangre de ángel en sus venas porque había podido acceder al instituto sin ser detectado como un intruso, peleaba con su hermano gemelo. Lo peor era que le llevaba ventaja.


— ¡A tu izquierda! —gritó la azabache a su hermano, a la par que cogía un par de cuchillo serafín para ayudarle.

Con el corazón bombeando más rápido de lo normal, la fémina no tardó en unirse a la lucha. Ella no estaba preparada para eso, pero no podía dejar a su hermano solo. Tan solo esperaba que les escuchasen gritar y llegaran refuerzos.

Ese hombre llevaba una vara de metal más grande que ella en altura, pero también una bola de hierro con pinchos. Le daba más miedo eso que la vara en sí, sabiendo que dicha arma podría esquivarla con facilidad. Recibió un corte en su antebrazo derecho, maldiciéndose a sí misma por no haber activado más runas pero se había paralizado al ver en peligro a su hermano.

Ignoró la sangre que salía del corte, sabiendo que era profundo y necesitaba sanar con urgencia si no quería que se infectase, y siguió luchando. Consiguió rozar el abdomen de aquel humano en experimento con un cuchillo serafín, pero no fue lo suficientemente rápida para evitar que esa bola de pinchos llegase a Alexander, hiriendo su hombro de mala manera.

— ¡Aléjate de mi hermano, bestia inmunda!


Lastimar a su gemelo era algo imperdonable para ella. Había sido su mitad durante dieciséis años y, por mucho que ahora, ambos, no estuvieran en su mejor momento, no le importaba en absoluto. Nadie lastimaba a su hermano y se salía con la suya.

Esquivaba los golpes que intentaban alcanzarla debido a su estatura más bien baja, pero no estaba lo suficientemente capacitada para aguantar tanto esfuerzo. Y es que su corazón se lo estaba indicando, casi la llamaba a gritos pidiendo que parase. Llegó un momento que, ya no sabía si por el dolor que sentía en su brazo, que no había parado de sangrar, o por el dolor de su corazón, que sus piernas empezaron a flaquear. Se había dado cuenta que Alec no podía seguir luchando con el brazo en mal estado, pese a que ella se la estuviese jugando igualmente. Un pequeño descuido fue suficiente para que la acorralase.

Musitó un "te amo" a su hermano, cuando vio que no iba a salir de esta. Y entonces, cuando esa bola de hierro aplastó su sien, provocándole una conmoción y que gritase más fuerte que nunca, alguien también acabó con la vida de aquel subterráneo. O quien fuese.

Alexandra se dejó caer y lo último que vieron sus ojos antes de perder la conciencia, fue a su hermano correr hacia ella. Pero, a pesar de todo, lo único que le importaba a la Lightwood era saber que Alexander estaba bien. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro