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cap 27

En estos dos meses te hubiera gustado mucho que tu percepción a Sekido cambiara, no ibas a mentirte, realmente tus expectativas sobre que cambiará se elevaron a por los cielos cuando te enteraste que estaba construyendo una casa para tí y el bebé que tuvieran, sin saber que continuabas tomando las pastillas.

Pero con o sin hijo, seguía siendo en ocasiones un cretino, poco le importaba si es que querías tener sexo o no, pero ya te habías acostumbrado a ese gran tamaño que cargaba.

Era muy brusco todavía y celoso, aunque su deseo sexual aumentaba dependiendo de cómo le iba en la oficina, si bien casí siempre andaban escogiendo cosas para su nuevo hogar, para tu buena o mala suerte ya no lo tenias allí, lo malo es cuando volvía frustrado, era más duro contigo, en repetidas ocasiones había roto tu ropa interior o incluso la lencería que te hacia ponerte.

En tu vida habías usado lencería, pero   te daba algo de miedo cuando rompía tus bragas para follar, era muy mal hablado en el sexo a medida de los días, eso te hacia dudar de tí misma, no te comunicaba de su vida antes de que te metieran a está, tu querías averiguar sobre esa vez, cosa que lograste.

Zohakuten quien a veces venía a hablarte te contaba que Catelyn, la ex prometida de Sekido que se presentó en el baile, no tenias idea de que ella no podía conceder hijos, se te hizo injusto eso en cierta parte, por un momento deseaste esa "bendición" ya que tu tomabas pastillas anticonceptivas, si bien tu cuñado te brindaba esa compañía, no lograbas hacer que sacará nada de su vida antes del matrimonio, insinuaste sobre quien era aquélla mujer con la cual bailaba y cambio el tema, eso te hacía mantenerte más alerta sobre que hablabas para tarde o temprano. Hablar con ese misterioso hombre de cabellos rubios.

Tu suegro era un dolor de cabeza día y noche te había hecho aprender un idioma, inglés, tener modales pero cada esfuerzo tuyo era visto como si tu esfuerzo fuera una estupidez,

Karaku y Urogi eran muy distantes contigo, ni siquiera en tu boda se atrevieron a felicitarte, desde tu llegada, en ocasiones intentabas poner de tú parte para entablar una conversación con tus cuñados en la cena que era cuando más los encontrabas cosa pero nada servía.

Eras excluida notoriamente en la familia a pesar de ser esposa de Sekido, quien en la cena ni siquiera cruzaba palabra contigo, nadie hablaba, el silencio te carcomia, siempre era lo mismo en cada cena, siquiera las sirvientas daban las buenas noches, al agradecerle a una, pareciste juzgada por todos en esa mesa donde el señor Hantengu recordó.

>>T/n a las sirvientas no se les agradece ese tipo de servicios, se les da las gracias a quienes te tienen como invitada.

Asentiste con la cabeza, no ibas a causar una discusión, hasta para comer había reglas, el sonido era tan absurdamente extrañado por tí que hasta una tos sería de ayuda no siquiera un estornudo que no tenga que ver con las crías que tienes que tener o como iba el matrimonio, ya eran tan monótonos, una sonrisa se poso en tu rostro al recordar a tu madre animar la cena con ciertos chistes o incluso con televisión, o cuando preparabas tus caramelos de mantequilla, esos sencillos bocadillos alegraban a cualquiera, la risa de tus hermanos, nunca habías estado tan separada de ellos.

Esto te empezaba afectar lentamente.

Mecias de un lado a otro tu cuchara contra la cena de esta noche, una crema de vegetales, no era de tu agradó, te repugnaba de solo ver el tazón, tu apetito era algo que había aumentado considerablemente, en este momento querías pollo y tal vez un refresco a pesar de haber comido hace dos horas un pay de limón tu sola, tu tenías la teoría de que comías por estrés.

—T/n —fuiste llamada por el señor Hantengu, el simple hecho de escuchar su voz logró irritarte— no haz probado siquiera la comida, llevas medía hora moviendo la cuchara de un lado a otro.

Levantaste la mirada incomodamente, los ojos de la familia se posaron en tí, no te gustaba.

—No es nada señor...—tranquilizaste volviendo a bajar tu vista hasta el asqueroso plató de crema.

—Si deseas puedo hacer que órdenes algo más, hoy tuviste un día pesado. —se notaba hipócrita, esperando a que comas—  pero realmente me encantaría que siquiera lo probaras, es algo que da muchas proteínas.

Te quedaste callada, ya te sabías su técnica de primero decirte lo delicioso que era y persuadirte, querías conversación pero que está no se basará sobre si comías o no.

—Creo que no tengo hambre, perdón —te disculpaste, tal vez bajarias a la cocina mínimo por uno de los deliciosos bolillos que viste hace un rato.

—Es algo que nosostros tenemos como tradición cada mes nos guste o no —elevó la voz Urogi, te sorprendió que te hablará aunque bueno, sea para hacerte comer.

—Si, eso lo hacemos desde hace unos años —apoyó Sekido dirigiendo su mirada a tí, es como si insultaras algún ritual— al menos pruebala, ni siquiera la has tocado, solo estas jugando con la cuchara.

Una vena se te marcó en el puño bajo la mesa, miraste el tazón era una crema gris que al tenerla en la cuchara parecía un especie de hongo con consistencia mocosa.

—No tengo hambre, no es que no me guste de hecho...se ve increíble —nunca creíste tener que mentir por algo tan ridículo.

Pero esa mentira no pareció convencer a nadie, de hecho con esto sentiste miradas recriminadoras.

—Linda —llamó Karaku— solo comete eso y yá, no es necesario que mientas más.

Ibas a obedecer pero forzaste tu mirada.

—Dije que no quiero comer —lo repetiste lento para que lo entendieran de una vez.

Tu mirada se posó en la del señor Hantengu quien miraba la crema y su mirada te busco a tí.

—Esta cena es tributó a la muerte de mi hermano durante un encuentro armado—Esas palabras te pegaron como un balde de agua fría— era su comida favorita, toda la familia la come una vez al año.

—<<Demonios, que hice>> —pensaste  sin saber cómo responder, eso te hizo sentir incómoda.

—Tienes la obligación de comer, así que agarra la cuchara y hazlo —ordenó esta vez en un tono brusco— no cabe duda que eres una irrespetuosa.

Tomaste la cuchara y tomaste un poco, se veía asqueroso, estaba frío ahora te daba asco de solo verla, realmente no podías y soltaste la cuchara.

—¿Ahora qué? —cuestionó Sekido elevando la voz.

—Por cuarta vez, he dicho que no tengo hambre —Elevaste la voz tu también, finalmente ya harta te levantaste de la silla y empezaste a irte, apenas ibas a alejarte a un metro cuando solo cerraste los ojos y tus pies  no aguantaron más tu peso.

[...]

De inmediato el escándalo de los seis se alertó, Sekido corrió de inmediato hacía su esposa intentado moverla de un lado a otro, simplemente se había desplomado en el suelo.

—¿Qué diablos paso? —Sekido tocó la mejilla repetidas veses— carajo T/n respondeme.

—¡Sekido no la muevas así! —exclamó Aizetsu queriendo apartarlo.

—Ella estaba bien —contradijo él sin soltarla.

—Llamen a un doctor, rápido —ordenó el señor Hantengu acercándose a su nuera para comprobar si es que no fue dormida por un dardo o una bala— Sekido, no está muerta.

Él par de Karaku y Urogi miraron la escena con una sonrisa en los labios, cosa que captó la atención del menor quien no se había acercado por el hecho de que la rodeaban.

Pero el hecho de que Karaku iba a tomar una foto lo enfureció, le arrebató el celular y lo estrelló contra la pared más cercana.

—¡¿Qué mierda te pasa mugre mocoso?! —Gritó Karaku queriendole saltar encima a su hermano menor.

Sin embargo el dejor no lo dejó y en cambio lo empujó contra Urogi quien se reía de la "cómica situación"

—Ella no se acuesta con ustedes inútiles, no les habla, siquiera siente atracción por ustedes malditos poco hombres —Eso llamó la atención de toda la familia con la determinación del menor quien parecía más furioso con cada cosa que decía— ES ESTÚPIDO QUE LA ODIEN POR ÉL HECHO DE NO TENER UN CUERPO QUE PARA USTEDES NO ES AGRADABLE.

La habitación quedó en total silencio eso fue un balde de agua para muchos de allí, Zohakuten nunca imagino volver a defender a una mujer...solo porque le agradaba, extrañamente a pesar de siempre tener él control de sus palabras está vez no pudo.

Sin decir nada, se retiró de allí con un nudo en la garganta a punta de zancadas.

Sekido en cambio miro fijamente a su hermano quien subía las escaleras  con un deje de sospecha miro a su esposa en brazos y la cargo con facilidad para llegar a un sillón a esperar que viniera un doctor.

[...]

Estaban en la sala de un hospital Sekido apretaba la pelota entre sus dedos, su padre lo intentaba calmar, se sentía culpable en cierta parte por querer obligarla a comer, era una mentira eso de que el hermano de su padre estaba muerto.

El doctor que había llegado reportó que no estaba bien y que algo andaba mal con su esposa.

—Familiares de la Señorita Hantengu T/n —llamó un doctor.

Sekido y su padre se levantaron de inmediato al doctor quien se acercaba con una tabla para escribir, su rostro parecía decir muchas cosas.

—Somos nosotros, es la esposa de mi hijo —contestó Hantengu— ¿fue solo un simple mareo verdad? Esta exagerando con eso de análisis.

—No, de hecho no —siguió el doctor quitándose el cubre bocas— tengo tres noticias.

—Digalas ese es su trabajo —interrumpió Sekido con irritación.

—La más suave es que, ella esta embarazada de un mes —esa noticia fue una maravilla para el señor Hantengu quien iba a celebrar pero no pudo— lo realmente malo es que consta de una anemia muy mal tratada.

—¿Qué? —preguntó Sekido— es imposible que tenga anemia, come bien, hace actividades diario es blanca desde que nació.

—Señor con todo respeto —mostró la tabla a él con cierta molestia— el historial clínico de la señora dice una cosa totalmente diferente, ya ha venido varias veces a lo largo de los años obviamente en otras instituciones por desmayos pero nunca se hace tratamientos, es común en las embarazadas pero esto podría dañar el embarazo.

En la tabla se podría apreciar las diez veces que terminó allí, cosa que los padres de ella jamás revelaron.

—Siendo sincero —prosiguió— los síntomas cada vez son más notorios, la examinamos y vimos que tiene varios hematomas, su palidez parece normal pero no lo es, sufre también una leve desnutrición pero ahora lo que realmente quiero hablar es, sobre sus cortadas,

—Cortadas? Ella no tiene cortadas ¡¿De donde mierda saca usted eso?!  —Apeló Sekido confundido, si bien era busco con ella, la mayoría de veces la veía con la luz apagada nunca noto eso, la noticia del embarazo no le causaba emoción para este punto.

—Señor, las tiene, algunas parecen provocadas con las mismas uñas, nos preocupa mucho el estado de la señora, puesto que ahora su salud mental es un peligro para el bebé ¿Sabe si toma algún anticonceptivo? Eso puede afectarla también —El señor Hantengu estaba callado junto a Sekido.

—Ella no toma nada de esas cosas —respondió Sekido cruzándose de brazos— ¿Qué necesita para que se mejore?

—Necesita comer comida nutritivo en hierro, a este paso si no se trata la salud de la señora, me temo decirle que hasta podría perder al bebé.

—No se preocupe por eso, recibirá toda la atención que pueda requerir pero no va a perder a ese bebé —hablo el señor Hantengu, la necesitaba preñada si o sí.

—Nomas le digo algo —sonrió ligeramente el doctor— ese bebé corre mucho riesgo si es que la madre no pone de su parte, por causas accidentales o a propósito en cualquier momento con el estado de la señora, ciertamente no tiene un futuro asegurado.

[...]

Unas horas más tarde.

Eran las dos de la mañana, tocabas tu vientre sabiendo la horrible noticia, no sonreiste siquiera, ni siquiera una pizca de emoción apareció en tu corazón.

Te habían desnudado y traias una bata de hospital empezabas a abrir los ojos con dificultad, no sabías que hacer, estabas sola en la habitación.

Entonces ahora conocen tu anemia, en la adolescencia la habías desarrollado...mas bien cuando nacieron tus hermanos.

Miraste la ventana de la habitación cuando captaste. Que estabas fuera de la mansión, ibas a aprovechar cuando la puerta fue abierta por nadie mas y nada menos que por tu esposo quien te recorrió con la mirada con severidad, sus gélidos ojos rubí eran como una navaja en estos momentos.

—¿Por qué no me contaste sobre todo eso? —interrogó filosamente acercándose hasta tu rostro— es desagradable enterarme de todo esto en base a un desmayó, traerte al hospital y ser visto por un estúpido por no conocer las desgracias de mi esposa.

—Entonces a la otra no me vuelvas a traer si tanta molestia te causa, yo no te voy a juzgar por eso —no le dirigiste la palabra.

—¿Y no enterarme de tus jueguitos esos de cortarte de niñita estúpida con problemas de atención? —repelo frunciendo el ceño— encima enterarme de que todo este tiempo sabias que la anemia podía haber lastimado a mi hijo en algún punto.

Te quedaste sin palabras y solo negaste con la cabeza.

—No te incumbe y si tanto te afectan mis cosas "Estúpidas" tan fácil como un  divorció ya no vincularte a estas y dejarte al... Bebé contigo —elevaste la mirada desafiante.

Sus ojos rojos rojos se abrieron de sorpresa con tal declaración, tomó bajo la almohada un puño de de tu cabello jalando de tal forma que fue doloroso pero soportable, rasguñaste sus manos pero era imposible, cerraste los ojos con fuerza esperando otro golpe, que nunca llegó.

—Estas realmente loca si crees que te daré algo como eso —dijo entre dientes, la sangre le hervía— soy tu esposo, me incumbe hasta quien diablos te miro ¿Así de fácil crees deshacerte de mí?

—Tu guardas tus cosas, yo las mías y si tanto quieres aceptar ese rol de responsable esposo atento, mínimo no me lo recrimes en la cara como si te lo estuviese rogando.

Soltó su cabello de manera suave pero se mantuvo cerca, se tenía que callar para no llamar la atención.

—¿Entonces porque diablos te haces esas idioteces? Si no te desplomabas hoy, siquiera me hubiera enterado de la anemia, tienes hasta desnutrición, creme que eso no alegra a nadie, hiciste que la noticia del embarazo sonará patética a lado de toda esa información.

Término esperando tu respuesta.

Tus ojos se cristalizaban lentamente con cada palabra, tu corazón se encogia con cada insultó, intentabas manejar la situación, pero todo fue como una puñalada, te sentías estúpida con cada palabra que decía, cuando finalmente no pudiste mas y entraste en llanto.

Para él fue extraño se sobresalto notoriamente cuando finalmente comenzaste a llorar como si de una niña se tratase, iba a negarse cuando quisiste enredar tus brazos en su cuello pero vió que él llanto incrementó, simplemente no pudo siquiera negartelo o siquiera hacerte quedar mal.

—<<Dios y apenas es el primer mes>> —pensó besando tus labios de manera suave para calmarte.

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