13.| 𝐕eintiuno
A L I C E
✈︎CUMPLIR 21 DEBERÍA DE SER DIVERTIDO, y hasta ese momento lo estaba siendo. La fiesta que su familia le había hecho estaba siendo bastante entretenida, debía de serlo porque no la veían desde hacía más del año, y siendo una familia tan unida y que verdaderamente se querían entre sí, todos se desvivían por hacer que la fiesta de Alice fuera divertida. Además, Alia le había enviado un mensaje unos días atrás advirtiéndole que iba a estar en Sierra Nevada dentro de unos días para tomar unas fotos con su equipo de trabajo, y aunque Alice no iba a estar ahí, quería que Lia conociera a sus amigos.
Estaban en un pequeño rancho alejado de la sociedad, todos se conocían entre todos y Alice era feliz porque no tenía que socializar con gente que no conocía. Aún así, prefería esconderse en la habitación de su abuelo para hablar con su prima favorita: Berenice.
Bere era dos años menor que ella, y era su prima favorita porque, en una casa rodeada de hombres, una chica que te entendiera y con quien pudieras estar cuando ya no soportas más a tus primos varones, era lo mejor que le podía pasar a Alice.
Le contaba todo, ella era su mejor amiga, como su hermana pequeña. La había enseñado a guardar secretos, a lidiar con en coraje y la tristeza (aunque ella misma no recordara cómo hacerlo), le había enseñado también como sobrellevar lo frustrante de esos días que todas odiaban, y lo que le había ayudado a ella a dejar de sentir tanto dolor. Al menos esa era la ventaja de llevarle dos años.
Así que fue una de las primeras personas a las que les contó cuando se enamoró de Juani.
—¿Y? ¿Qué onda con Juan? —preguntó Berenice volviendo a sentarse en la cama mientras le extendía un vaso con refresco.
Alice se tiró a la cama con una sonrisa. —Pues no me ha dicho nada, pero es que... Me parece curioso cuánto me mira, ¿Te acuerdas del juego que tenía con Yahir en el que le pisaba los zapatos? —preguntó esperando a que Berenice asintiera. —El otro día estábamos en el set, me llevé unos tenis nuevos y Yahir me los pisó, y Juani preguntó sobre nuestro juego.. ¡Y empezó a hacerlo conmigo! —exclamó, sintiendo como el recuerdo se volvía bueno, Juani la había abrazado. —Y me quiso detener, porque obviamente yo se la regresé, ¡Y me abrazó! Y desde ahí, siempre jugamos así, ya no soy tonta y llevo tenis blancos, claro, pero... Es un juego que solo tenemos él y yo, y es increíble... —suspiró.
Berenice la miraba sorprendida. No decía mucho, pero la escuchaba atentamente.
—Y también... No sé, me mira mucho, insisto... Es tan... Lindo —murmuró soltando un suspiro y volviéndose a sentar para beber de su refresco. —¿Y tú cómo vas con... Yahel? —preguntó haciendo una mueca un tanto pícara.
Berenice rio y negó. —Terminamos —respondió. —Fue algo muy estúpido, pero descubrí que su amor platónico de la primaria regresó y él volvió a hablarle como si nada, así que... Habíamos acordado exclusividad, pero no parecía eso, y terminamos —relató sin darle siquiera la más mínima importancia.
Alice mentiría si dijera que no quería la seguridad de Bere. Cierto que a veces veía a Juani reírse con Sara y Valentina, pero, ¿Qué podía hacer ella si no habían "acordado exclusividad" con él? Soltó un suspiro y negó.
—Bueno, ¿Sabes qué? Quiero arreglarme, ¿Qué te vas a poner? —preguntó Berenice levantándose de la cama y acomodándose para sacar su ropa de la mochila.
Alice se miró a sí misma y su camiseta de Hogwarts, alzó los hombros y dijo: —Pues así...
Berenice la miró como si juzgara el peor crimen del mundo. —Alice Mora, ni se te ocurra... ¿No tienes otra cosa? —preguntó.
Alice negó. —Todas son playeras temáticas —murmuró sintiéndose regañada.
Berenice rodó los ojos y se rio de ella. —Wey, a ver, ven, deja te presto algo más bonito —dijo sacando un par de pantalones y una blusa azul floreada. —Te vas a ver preciosa con esto y tus tenis blancos... —le extendió la ropa y la dirigió al baño. —Apúrate porfi
Alice miró la ropa y después se miró al espejo. No sabía si ella iba a entrar en eso. Sacudió su cabeza intentando que su ansiedad no hablara por ella, recordando que quería ser feliz en su cumpleaños.
Para su sorpresa y felicidad, sí le quedó la ropa. Bere la miró con una sonrisa complacida y la tomó de la mano para sentarla en la cama. —Te ves hermosa, pero, ¿Me dejas maquillarte un poco? Solo poquito para que se realce lo hermosa que eres, por favor...
Alice no sabía decir que no, mucho menos a Bere. La miró y asintió resignada, no podía ser tan malo.
No sabía qué era lo que Berenice hacía, sentía las cosquillas de la brocha en su rostro y luego un pellizco en su párpado de el enchinador. ¿Así sentían Juani, Pipe, Enzo y Andy cuando ella los maquillaba?
—¿Ves? Dios, te ves el triple de bonita... —halagó Berenice extendiéndole un espejito.
¿Quién era ella? El reflejo debía ser una fotografía de alguien más, porque esa no era Alice. Al menos eso le decía su corazón, pues su parte racional sabía que no era así.
Lo peor de todo fue que le gustó. No era ella, y eso le gustaba muchísimo más.
Recibió tantos halagos por parte de su familia que comenzó a creerse que era bonita. Jamás se lo decían, nadie lo hacía, y le costaba creerse todo lo que estaba escuchando.
—Ándale, Alice, sopla las velas que se me acaba la pila —le ordenó su hermana que estaba grabando. Alice soltó una risa. Por primera vez en mucho tiempo se sentía bonita sonriendo.
Pero no sopló la vela, no hasta que pensó en un gran deseo. Le tenía toda la fe del mundo a aquella vela que se extinguía conforme los segundos pasaban. «Quiero ser Feliz...»
La sopló y todo el mundo aplaudió. Lucas, su pequeño primito sentado en sus piernas la miraba y aplaudía como sus manitas le dejaban. Alice sonrió y pronto comenzaron a repartir el pastel.
Estaba en México, su familia la amaba, Lucas estaba con ella y la quería, no le importaba cuanto comía, no se enfocaba en lo que el reflejo de el espejo le mostraba. Era feliz en México.
No quería que esa felicidad terminara, así que apagó y escondió su teléfono lejos de ella. No iba a ver ningún mensaje, ni tampoco quería saber como estaban las cosas de su trabajo en España. Estaba feliz en México y no parecía ni siquiera que la ansiedad existiera en su persona.
Su familia la llenó de regalos, y al día siguiente no parecía que aquello hubiera sido solo por su cumpleaños. ¡Ahí la amaban tal y como era!
Estaba en un pequeño ranchito alejado del mundo, no había wi-fi, la gente se movía a caballo, parecía como si viajara en el tiempo y se sentía una niña de nuevo jugando con sus primos a 4 bases en el pequeño llano frente a la iglesia. Todos tenían veinte o veintiún años, su primo Dylan cumpliría veintiséis dentro de cuatro días, pero volvían a aquel ranchito a ser unos niños de cinco años.
El veintitrés era el cumpleaños de su tía, y para contrarrestar el calor de la tarde habían hecho raspados. Sus ojos se aguaron cuando se dio cuenta de que el atardecer comenzaba a caer. No quería que eso terminara, no ahora. No cuando más feliz estaba siendo.
—Bere, necesito que me enseñes a maquillarme —pidió Alice la mañana del veinticuatro a su prima ni bien despertaron y se sentaron a desayunar.
Su abuelita les servía un par de huevos guisados y frijoles. Les desmoronó el queso en el plato y miró a Alice. —Hija, ¿Quieres tortillitas en tus frijoles? —preguntó amablemente. Alice asintió rápidamente. Era una niña jugando a ser un adulto, pero se sentía a salvo con su familia materna.
Mientras su abuela les hacía las tortillas en pedacitos sobre el plato, Berenice accedió a la propuesta de Alice.
—Pero tenemos que ir a buscar maquillaje de tu tono... —aclaró media adormilada su prima, su cabello chino estaba completamente enredado y ella aún parecía no estar consciente. Alice asintió mientras se apuraba a desayunar.
Notó la mirada de su abuela. —¿Qué pasa, Mami Vita? —preguntó.
—Nada, hija... Si van a salir regresen temprano, por favor, el último camión acuérdense que es a las siete de la plaza para acá... —aconsejó poniendo su mano sobre el hombro de la chica.
—Entonces apúrate, Bere, son como dos horas de camino de aquí para allá —apresuró Alice.
Tan pronto como estuvieron listas salieron hacia la plaza comercial en el centro de la ciudad. Era enorme y bastante cara. Alice no disponía de demasiado dinero, pues estaba ahorrando para comprarle algo a sus "madres" como ella las llamaba, además solía enviarle dinero a sus padres constantemente para que siguieran construyendo la casa, le cumplía cualquier capricho que podía a sus hermanos...
A pesar de que con Bere nunca dejaban de hablarse, el ambiente estaba callado y bastante tenso. Alice no entendía qué pasaba, pero su prima tenía una mirada triste.
Escogieron los básicos, un blush, corrector, polvo con color, un rizador, máscara de pestañas y un labial bastante bonito. Después fueron a comprar ropa. Alice estaba enamorada de una blusa rosa con flores bordadas y un short de mezclilla azul clarito con flores. Estaba segura de que amaría el conjunto, aunque fue débil y a pesar de las advertencias de Berenice, se compró una blusa más de Spiderman que más tarde combinaría con un biker short... Ahora que se sentía un poco más segura de sus piernas.
—¿Qué tienes? —preguntó Alice cuando iban de regreso en el camión.
—Nada, quería regresar un poco más temprano, nada más —murmuró Bere mirando por la ventana que se le caían pedacitos del polarizado.
—Perdón, no quería tardarme tanto —musitó sin mirarla.
Berenice la miró ahora a ella. —Alice, ¿Sabes qué día es hoy? —preguntó.
—Eh... ¿Miércoles? —titubeó Alice.
—Miércoles veinticuatro de noviembre, ¿Te suena de algo esa fecha? —volvió a preguntar Berenice, se podía notar por el tono de voz cada vez más elevado que estaba molesta.
Alice entró en pánico, ¿Algún cumpleaños que habría olvidado? Casi llegaban a la parada donde debían bajar. ¿Alguna ceremonia? Berenice se levantó. ¿Algo importante? Ambas bajaron y su prima comenzó a caminar más rápido que ella.
—¡Ey, espérate, no vas sola! —le gritó Alice que se había quedado bastante atrás.
—¡¿Sola?! ¡Alice, he estado sola desde ese primero de marzo que fui a buscarte a tu casa! ¿¡De verdad no te suena de nada el primero de marzo y el veinticuatro de noviembre!? —reclamó Berenice dándose la vuelta.
Sí le sonaban. Pero se hizo la loca y lo negó. No quería pensar en eso.
—Ay, deja te doy una pista —dijo Berenice sarcásticamente. —¡Mi papi Chendo se murió! ¡Y tú solo quieres ir a comprar maquillaje! ¡Ni siquiera te acuerdas! España te ha cambiado mucho...
Y antes de que Alice dijera algo, Berenice volvió a caminar.
Alice iba detrás de ella cada vez más lento sobre el pastizal del llano donde el día anterior estaba jugado, donde se había vuelto a sentir una niña.
Ahora era de nuevo esa niña corriendo de la casa de su abuela mientras el cuerpo de su abuelo era velado solo para escapar un segundo de aquello. No era real, no estaba muerto, no le había dado un infarto, el de la caja no era su abuelo... No su otro papá... Él se levantaría y le diría que todo era una broma y se pondría a contarle cuentos...
Pero aquel veintiséis de noviembre de hacía diez años, mientras veía que la caja bajaba tres metros adentro de la tierra, mientras veía que las personas lanzaban puños de tierra y rosas, mientras veía a su primo Dylan llorar en su cumpleaños mientras enterraban a su abuelo... Lo supo. Se enteró entonces de que su abuelo había muerto ese día.
Por eso no lo recordaba, no quería acordarse de ello. Para Alice, su abuelo había fallecido el veintiséis, y no el veinticuatro. Por eso su abuela estaba tan triste en la mañana.
Entró a la habitación de su abuelo y cerró con seguro, lanzándose a la cama para llorar. Antes en esa habitación no había puertas, las sábanas desprendían un olor a ungüentos de antaño que a veces mareaban sus sentidos, había un mosquitero y un interruptor hundido que daba toques cuando intentabas meter el dedo para encender la luz y se debía usar la tela de la cortina para cortar la electricidad. Esas cosas habían marcado su niñez.
Recordaba cuando jugaba verdad o reto con sus primos y se retaban a electrocutarse con el interruptor sin medir los riesgos, porque ¿Ansiedad, tristeza, miedo? ¿Qué era eso y con qué se come? Recordaba a su abuelo advertirles que eso era peligroso pero vigilarlos constantemente por cualquier cosa. Recordaba que el mosquitero la asustaba un poco porque se sentía atrapada y no sabía como salir de ahí y su abuelo iba por ella a ayudarla. Recordaba perfectamente quedarse dormida al lado de su abuelito junto a sus demás primos en la cama del mayor mientras él les contaba su versión de Los Tres Cerditos, que para ella siempre había sido la mejor y la única verdadera.
Recordaba a su mamá regañándola por hacer tiradero en esa misma habitación de las pequeñas virutas de las guayabas recién cortadas que su abuelo abría para comprobar que no tenía gusanos, y después él le decía a su madre: —Tranquila, hija, yo le dije que se viniera pa' acá porque allá hay perros...
Pero claro que no podía recordar su voz. Mucho menos el día que había fallecido.
Entonces la puerta de la habitación se abrió. Bere había entrado con la llave que dejaban en el mueble de su abuelo, donde estaba la tele.
—Perdón, yo no quería hacerte sentir mal —murmuró la menor, sus ojos también estaban cristalizados.
—Vete, en serio, ahorita no —pidió Alice.
—Alice...
—¡Que ahorita no, Berenice! —chilló escondiendo su cara en la almohada.
Las dos estaban sensibles, las dos eran las niñas de los ojos de su Papi Chendo.
—¡Mejor dime que no me quieres en tu vida, Alice! —exclamó Berenice. —¡¿Tú crees que estoy de buen humor ahorita, Alice?! ¡De hecho ni siquiera quiero verte!
Las palabras de su prima favorita le cayeron como mil cuchillos al corazón. Miró a su prima, se veían destrozadas.
—Me abandonaste, Alice, un día te busqué y no estabas, fui a verte porque sé que el cumpleaños de mi papi Chendo no es fácil para ninguna de las dos desde que no está, te llevé papitas y chocolate, pero cuando mi tía abrió la puerta y me dijo que no estabas, no sabes cómo me sentí... Y jamás me mandaste mensaje... Me alegra saber que soy tu prima favorita, porque no quiero saber como la han pasado Hugo y Joel... —recriminó molesta.
Berenice tenía razón en eso. Le dijo de su trabajo en España hasta dos meses después.
Alice la miró con los labios entreabiertos. —Te necesité tanto esos meses que rompí con Yahel, pero tú no contestabas ni siquiera los mensajes hasta dos semanas después, ¡Me dejaste abandonada, Alice! Peor que un jodido perro...
—Bere, yo...
—¡Nada de "Bere, yo...", Alice, eres mi hermana de otra madre, mi mejor amiga y confidente! —exclamó Berenice molesta. —Y ni siquiera me contestabas los mensajes... Ali, te extraño, extraño estar contigo...
Alice se acercó a abrazarla mientras las lágrimas de su prima caían una tras otra y los sollozos de sus labios se convertían en quejidos. Acarició sus marcados chinos una y otra vez. Era una mierda de persona.
Se suponía que debía ser divertido cumplir 21 años...
Holisssss, Buenop, ando subiendo capítulos porrrrrrque como ya no tengo tiempo ni de respirar, aprovecho los fines de semana para publicar jsjsjsjs
Antes de cualquier otra cosa, quería comentarles que estoy vendiendo 2 boletos para el evento del conversatorio de La Sociedad de la Nieve en la ciudad de México el 21 de Noviembre. Son de los VIP con M&G, si les interesa, mandenme mensaje a mi insta, porfi, me urrrge venderlos porque no puedo ir a esa fecha, necesito cambiarlos a los del 19 en Guadalajara...
En fin, sigamos jiji
Puede que parezca capítulo de relleno, pero esto es importante para los siguientes dos o tres capítulos
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Todos viendo el drama familiar de la Ali:
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Ali cuando Bere le preguntó que qué día era:
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Ali y Bere al inicio de cap // Ali y Bere 5 minutos después
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Mi niña no es tan santita como parece, a veces se le sale lo pendeja y sí me dan ganas de darle un zape...
Pero anyway, ¿Qué les pareció el capítulo de hoy? Les dije que las cosas se le iban a empezar a poner feas a la Ali, y esto a penas va empezando 👀
En fin, espero que les haya gustado y nos vemos despuesssss 🫶🏻
FÁTIMA FUERA 🤎
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