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🦋𝙋𝙧𝙤𝙡𝙤𝙜𝙤🦋

El joven Jungkook de apenas veintiún años estaba a punto de tirar todo al retrete, cansado de ser exigido en triunfar y sobresalir. Su padre era un hombre millonario y poderoso, dueño de un banco, el más grande. Él, no era ni la sombra de lo que su padre quería que fuera.

Desde pequeño se le había exigido dar más de lo que alguna vez se le exigiría a cualquier niño. El no pudo salir a jugar con la pelota a la calle, en la escuela, nadie se juntaba con él, nunca pudo ir al parque en verano para volar cometas, su padre no se lo permitió porque le exigió ser un niño prodigio. Aunque nunca fue un mal padre, Jungkook esperaba no convertirse en una versión de el cuando su momento de ser padre llegara.

Saliendo de la universidad recibió una llamada de su padre, exigiendo le que regresara a casa lo más pronto posible para que se reunieran con unos amigos que estaban de regreso al país. Poco o nada le emocionaba conocer a esa familia, estaba cansado físicamente porque desde que estaba en la universidad no tenía tiempo para descansar, sus horas de sueño se habían reducido a cinco, cuando tenía suerte, sin embargo, comprendía que se le exigía más al ser el único heredero y sucesor del banco de su padre, desafortunadamente, su madre había muerto al momento de traerlo al mundo, a su padre le había tocado solo la parte de la crianza, pues él aseguraba que ninguna mujer ocuparía el lugar que su madre tenía.

Llego a casa solo treinta minutos luego de salir de la universidad, el tráfico lo había detenido por un momento y por supuesto su padre estaría enojado porque llegaba diez minutos tarde para la hora de la comida.

Cuando cruzo el portal de la gran mansión en la que vivía pudo sentir el olor a comida recién hecha, y dado que no había nadie en la sala de estar, paso al comedor. Distraído camino hasta cierto punto, un punto prudente en el que pudiera decir buenas noches y disculparse por la tardanza.

— Buenas noches — Jungkook saludo con cortesía — lamento la tardanza padre, el tráfico estaba terrible.

Su padre, que estaba sentado en el borde superior de la mesa sonrió hacia su dirección, tratando de no mostrar el enfado que seguro tenía, pues, aunque nunca había sido un hombre temperamental había momentos que consideraba sagrados y la cena a tiempo justo era una de ellas.

— Buenas noches hijo. Pasa a sentarte — para Jungkook no pasó desapercibida la familia visitante, una familia de tres — Saluda a mis amigos, porfavor.

— Lo siento. — se volteó hacia la familia y sus ojos chocaron con el par de ojos más preciosos que alguna vez había visto — Soy Jeon Jungkook, es un gusto conocerlos — pronuncio las palabras sin soltar la mirada atractiva de la chica que estaba sentada.

— Oh, encantada, estábamos ansiosos por conocerte — la pareja ahí sentada lo saludó con cariño y educación, donde le dieron un fuerte apretón de manos — Yo soy Alina, el es mi esposo Yungjae y esta es mi hija Adele — la mujer presentó al resto de su familia.

— El gusto es mío — respondió, aunque le hubiese encantado recibir un apretón de manos por la chiquilla que estaba ahí sentada en silencio pero lastimosamente ella ni se inmutó.

— Bueno hijo, es hora de comer. — su padre había dado la palabra para que siguieran con la cena y en su caso empezarla.

Cenaron en silencio y de vez en cuando le daba miradas a la pequeña chica pálida que comía calladamente, en una de esas, la chica le sorprendió viéndola y Jungkook pudo notar un leve rubor en sus mejillas, «bien» pensó para si.

Luego de la cena, todos pasaron a la sala de estar, seguramente para que su padre y el otro hombre tomaran brandy mientras hablaban de cualquier cosa, él precisamente quería entretenerse observando a la pequeña, bonita y bien dotada, Adele. Lastimosamente, a su madre se le ocurrió hacer una conversación con él.

— Jungkook querido, eres igual a tu madre. — la mujere parecía decirlo con cariño y de reojo vio que su padre sonreía con orgullo.

— Bueno, eso dicen — le respondió Jungkook rascando la parte trasera de su cuello.

— Yo era su amiga, su madre y la mía eran muy amigas y nosotras también — Jungkook escucho atento esas palabras pensando en que de haber estado su madre talvez las cosas serían diferentes — recuerdo cuando nos fuimos a viajar a Grecia, ahí fue donde conoció a tu padre.

— No sabía eso, papá no habla mucho — la señora soltó una risa y le dio un apretón en la mano.

— No te preocupes, ya estoy aquí para contarte. Por si no lo has notado, yo no soy coreana, soy Griega, sin embargo mis padres vinieron a vivir aquí desde que estaba muy pequeña, así fue como conocieron a tu abuela, ella ayudó a mis padres a asentarse aquí y pues inevitablemente tu madre y yo nos hicimos amigas. — Jungkook y todos en la sala estaban ensimismados en la historia — tu madre era muy pasional y aventurera, yo por otro lado era calma como la arena, sin embargo cuando ambas cumplimos dieciocho obligue a tu madre a acompañarme a Grecia, para unas vacaciones. Esas vacaciones se descontrolaron y así fue como conoció a tu padre. ¿Lo recuerdas Minjae?

— ¿Como podría no hacerlo? — Jungkook no podía obviar la sonrisa que su padre tenía en la cara — me la robé por dos días y recuerdo que sus padres casi me matan cuando la encontraron conmigo — todos en la sala soltaron una carcajada.

— Luego de eso los obligaron a casarse.

— Padre, tu nunca dijiste eso — Jungkook estaba sorprendido pues en las historias que su padre le había contado no estaba esa.

— Lo se hijo, pero es que fue un despropósito en ese entonces, tu madre me gustó desde la primera vez que la vi, pero tus abuelos la obligaron a casarse — su padre suspiró — no quería que pensaras que yo también había obligado a tu madre, jamás lo hubiese permitido pero era lo correcto. A pesar de ello, fuimos felices porque me encargué de enamorar a tu madre y no descanse hasta que lo conseguí.

— Minjae fue un excelente esposo, y cada vez que hablaba con tu madre todo lo que escuchaba era que estaba locamente enamorada de él — Alina le dio una mirada de cariño — ¿sabes? Tu mamá era feliz, y estoy segura que de estar viva, lo estaría aún más.

Con eso cerraron la plática y empezaron con otra, luego de ese momento se concentró en la pequeña y bonita Adele que no había dicho ni una sola palabra y que de vez en cuando lo miraba y trataba de resistir su mirada pero terminaba sonrojandose.

— Jungkook, lleva a Adele a un recorrido por la casa — su padre ordenó sin posibilidad de alegación — tendremos platicas de adultos.

— Bien.

Le hizo un gesto a la chica para guiarla atravez de la sala de estar. Cuando estuvieron ya un poco alejados del salón decidió hablar.

— Eres muy callada Adele.

— Bueno, es que el Coreano no es mi fuerte — la chica respondió con timidez y con un pequeño déficit en pronunciación, pero se le entendía claro — mi padre lo hablaba conmigo desde pequeña, pero en casa pasaba más tiempo con mamá y ella hablaba en Griego todo el tiempo.

— Entiendo, si te quedas aquí lo suficiente, puedes mejorarlo — Jungkook seguía guiando la por los enormes pasillos.

— Creo que nuestro viaje es permanente, los negocios de papá en Grecia se han cerrado. — contesto la chica con un poco de tristeza, dejar su tierra no era fácil.

— Excelente. Digo, es difícil dejar tu lugar pero puedes encontrar otro — le comento cuando alcanzo la puerta de la enorme biblioteca que era sin dudas el lugar más precioso de la casa.

— Eso creo. — la chica posó su ojos en lo que tenía en frente y se maravilló.

— ¿Cuantos años tienes Adele? — Jungkook le preguntó con curiosidad.

— Tengo dieciocho, ¿y tu?

— Veintiuno.

— Te ves más joven. Tu cara es de un niño.

— Pues gracias, si era un cumplido — la chica por primera vez sonrió.

Jungkook no estaba ciego, era preciosa o más que eso, no era tan alta, más bien tenía tamaño promedio, tenía la piel súper clara, sus rasgos no eran tan similares a los de su padre, en su rostro dominaba su madre, tenía los ojos como la miel, redondos y bonitos, pestañas largas que parecían besar sus mejillas cada vez que cerraba los ojos, y por supuesto gozaba de una condición física muy admirable, sus pechos se asomaban orgullosamente por la fina camisa de botones que vestía, eran tan grandes que podía jurar que el botón estaba a punto de reventar en su ojo, era delgada, y sus caderas que no eran exageradas parecían haber sido hechas con mucho cuidado, piernas tonificadas y bonitas ideales para todo tipo de propósitos.

Pero sobre todas estas cosas, lo que más predominaba eran esos intensos y rojizos labios que la femenina poseía, eran unas piezas que se encajaban a la perfección con su cara, parecía que las avispas le habían picado y la inflamación no había bajado, probablemente eran el tipo de labios que todo hombre deseaba besar.

— ¿Jungkook? — la voz de Adele lo sacó de sus pensamientos.

— ¿hum?

— Te preguntaba si podía tomar este libro — pregunto agitando el pequeño libro frente a su cara "Platero y yo" — lo devolvere cuando lo termine.

— Sí, claro.

Siguió con el recorrido por su casa, le mostró sus lugares favoritos y Adele parecía escuchar con sumo cuidado cada cosa que tenía por decir, Jungkook la observaba con un brillo inigualable e intenso y ella solo podía perderse en sus palabras y en el sensual tono de voz de aquel chico.

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