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⏳CAPÍTULO CUATRO⏳

Hoy, bajo el manto de la luna, me siento entristecido a escribirte estas palabras. No es fácil, pero sé que debemos enfrentar la realidad con valentía. Nuestro tiempo juntos ha sido un torbellino de emociones, un viaje que me ha llevado a las alturas más exquisitas y a los abismos más oscuros.

Recuerdo cómo nuestras risas resonaban en las noches estrelladas, cómo tus ojos se iluminaban al verme, y cómo tus labios encontraban los míos en un baile de pasión y ternura. Pero también recuerdo las lágrimas que compartimos, los silencios incómodos y las dudas que se aferraban a nuestros corazones.

No puedo negar que hay un abismo entre nosotros. Un abismo que se ha ido ensanchando con el tiempo, como si la monotonía y las circunstancias conspiraran para separarnos. A veces, el amor no es suficiente para mantenernos unidos. A veces, debemos tomar decisiones difíciles.

Así que aquí estoy, escribiendo esta carta de despedida. No porque quiera alejarme de ti, sino porque creo que es lo correcto. No quiero ser egoísta ni retenerte en un amor que ya no puede florecer como antes. Ambos merecemos la oportunidad de encontrar la felicidad, incluso si eso significa caminar por senderos diferentes.

Lamento que me tenga que ir en estas circunstancias, que te tenga que dejar justo ahora que te han dado un mal diagnóstico. Pero no puedo sostener la relación y mucho menos fingir que todo está bien cuando hace unas horas te he fallado.

Mi Jimin, anoche te traicioné, anoche dormí con Changbin. Soy la peor basura y no te merezco.

Prometo recordarte con cariño, con gratitud por los momentos compartidos. No importa dónde estemos, siempre llevaré un pedacito de ti en mi corazón.

Adiós, mi dulce amor eterno.

Cuando Jungkook se fue, también se fueron todos mis deseos de vivir. Incluso mi cuerpo lo resintió, pues el cáncer que ya estaba en su máximo apogeo, comenzó a presentar síntomas más fuertes y debilitantes. Me sentía como si mi alma se hubiera desvanecido, como si mi corazón se hubiera roto en mil pedazos. Taehyung y Yoongi, mis amigos más cercanos, me llevaron a internar en contra de mi voluntad, intentando mantenerme vigilado y alejarme de la oscuridad que me consumía. Pero yo sabía que era inútil, que mi destino estaba sellado. Aún así, no me sometí a quimioterapias, porque era absurdo hacerlo, ya que de todos modos moriría.

Mi cuerpo estaba condenado, pero mi corazón ya había muerto.

Quisiera decir que morí a causa del cáncer, pero no fue de esa manera.

Yo morí a causa de un corazón roto, de la pérdida del amor de mi vida.

El día era perfecto y soleado, incluso pude escuchar a las avecillas afuera de la ventana del cuarto de hospital cantar y revolotear, como si se burlaran de mi sufrimiento. Mis dos amigos jugaban al uno frente a mí, intentando distraerme de mi dolor, pero yo había perdido dos rondas atrás, y no solo en el juego. Sonreía con melancolía y con mirada perdida, sabiendo que mi tiempo se acababa. Pronto sentí frío, un frío que calaba hasta los huesos, y les pedí ayuda para cubrirme. Yoongi pareció notar el halo de muerte en mi espalda, pues dejó de jugar para sentarse a mi lado y sostenerme la mano, como si intentara retenerme en este mundo. Pero era demasiado tarde, mi hora había llegado.

—Tae, llama al médico —ordenó, la preocupación se notaba en su voz.

—Yoongi... —musité—. Dile a Jungkook que lo amo.

Fueron mis últimas palabras antes de soltar mi último aliento.

Lo amaba tanto, con la misma fuerza y el mismo deseo de venganza. ¿Cómo era posible eso?

Aquel día, Yoongi dejó un mensaje de texto que me destrozó el alma, diciéndome que Jimin había muerto. ¿Por qué murió tan pronto? Le habían dado tres meses de vida y murió dos semanas después de que me fui de casa, dejándolo solo en su momento más difícil. Me sentí como si me hubieran golpeado con un martillo en el pecho, como si mi corazón se hubiera detenido. Me tiré en el piso de la habitación del hotel que estaba alquilando, llorando de tristeza, arrepentimientos, odiándome a mí mismo por haber abandonado a mi querido amor en su momento más difícil. Me sentía como una rata cobarde, sin valor para enfrentar la realidad, sin valor para estar con él en sus últimos momentos.

¡¿Por qué fui una rata cobarde?! ¡¿Por qué lo abandoné?!

—¡Llévame a mí y tráelo a él de regreso! —grité en medio del llanto, como si mi dolor pudiera despertar a los muertos—. ¡Jimin, lo siento tanto!

No fui al velorio, no tenía cara para hacerlo, no tenía valor para enfrentar a nuestros amigos y familiares, no tenía valor para enfrentar mi culpa. Pero estuve presente entre las sombras durante la sepultura, escondido atrás de un árbol, observando desde lejos, sin poder acercarme.

Cuando todos se fueron, me acerqué a la lápida, y el cielo, testigo de mi dolor, comenzó a llorar conmigo cuando caí de rodillas frente a los restos sepultados de quien fue el amor de mi vida. Me sentí como un cobarde, como un traidor, como un ser sin alma. Me quedé allí, llorando, gritando, pidiendo perdón, pidiendo una segunda oportunidad, pero sabía que era demasiado tarde.

Yo era un puto cobarde y vivir con arrepentimientos era mi castigo.

DUELE, QUEMA, LÁSTIMA

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