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𝟑


<<𝐃𝐞𝐜𝐞𝐬𝐨>>


Hospital General Bethesda, Bahía Aventura (CA).
Noviembre 14, 2021

14:01 PM

El quitanieves se detuvo, aparcando entre dos vehículos. Pero antes de que Marshall Smith pudiera bajarse, su pareja, Everest Volkova, se apresuró y le cogió del collar. Aquello le oprimió el cuello. Y el dálmata lanzó un gemido ahogado. 

Extrañado, se volvió hacia la fémina, quien le miraba tiernamente. Luego, le robó un beso. Marshall correspondió el acto. Colocó un pata sobre la mejilla derecha de Everest, sintiendo la suavidad de su pelaje.

<<Qué agradable>> —pensó él.

Treinta segundos después, sumado a la falta de aire, ambos cachorros se separaron. Un hilo fino de saliva unía sus hocicos. Seguidamente, el dálmata esbozó una sonrisa y dijo:

—Aún no puedo creer que seas mi novia.

—Y yo aún no puedo creer que seas mío —agregó Everest, para luego, robarle un segundo beso al dálmata—. ¿Sabes? Me duele mucho tener que hacer esto a escondidas.

—A mí también....—convino Marshall. Se dio media vuelta y descendió del quitanieves—. Pero descuida.......—añadió casi en voz alta—. En cuanto llegue el momento, le diremos al resto de los cachorros sobre lo nuestro.

—¿Ah, sí? ¿Y cuando llegará ese momento?

—Jeje. Ya muy pronto, Evi. Muy pronto —respondió. Miró su reloj y, rápidamente, volvió a mirar a Everest—. Bueno, si me disculpas, debo irme. El doctor no tolera los retrasos. Y hasta el momento, no he arruinado mi puntualidad perfecta —resaltó orgullosamente. 

—Jeje. Tú y tu puntualidad —rio ella—. Eso es lo que más me agrada de ti. Bueno, no te distraigo más. Hasta luego, Marshall.

—Hasta luego, Evi. ¿Nos vemos esta noche?

—¡Por supuesto que sí! —afirmó la fémina con alegría—. ¿En el mismo lugar de siempre? —inquirió con picardía, moviendo la cola.

—Jeje. Sólo si vistes esa linda vestimenta que te compré —respondió él en el mismo tono. La husky sonrió, guiñándole un ojo. 

Por consiguiente, encendió su quitanieves, dirigiéndose ahora hacia la montaña de Jake, lanzando al aire un aullido eufórico. Marshall, por su parte, giró en redondo y, velozmente, procedió a ingresar al edificio que yacía atrás suyo.

Se trataba de un edificio de cuatro pisos. De casi 300 000 metros cuadrados. De aspecto casi moderno, y con grandes ventanales en la cara anterior del edificio. Un cartel (situado por encima de la entrada principal, y con un marco de neón) ponía lo siguiente:


HOSPITAL GENERAL BETHESDA

"TU SALUD ES NUESTRA PRIORIDAD"


Como cada Domingo, Marshall Smith dedicaba su único día libre semanal en hacer un voluntariado de 6 horas completas en el Hospital General Bethesda, trabajando principalmente en el área de Pediatría. Un hecho que enorgullecía tanto a sus compañeros rescatistas como a cierta cachorra siberiana.

Tras ingresar al lugar, y dirigirse a su área correspondiente —llegando allí en menos de dos minutos, por cierto—, se apresuró en marcar su tarjeta de llegada.

<<Justo a tiempo>> —pensó satisfactoriamente.

Luego, saludó a sus colegas, siendo en su mayoría jóvenes enfermeras y practicantes universitarias caninas. Tras colocarse su bata blanca, se apresuró en atender a los que llegaban al lugar.

.............

—¿Sabes? —comenzó a decir Jessica Milles, una niña pelirroja de 5 años—. Luego del accidente con mi bici, creí que me pondrían un yeso.

—Por suerte, tu lesión no fue bastante seria como para utilizar eso —respondió Marshall mientras vendaba la muñeca izquierda de la pequeña—. Tuviste suerte de sólo sufrir un esguince. Pero descuida......—agregó al terminar—, el vendaje te ayudará. Sólo evita emplear esa mano por lo menos una semana.

—Jeje. Entendido —dijo la niña, para luego levantarse de la silla y volver con su madre, quien le estaba esperando en el área de recepción—. Adiós, Marshall.

—Adiós, Jessica

Poco después, mientras el dálmata procedía a guardar el paquete de vendajes, ambas puertas de la entrada principal se abrieron estrepitosamente. Causando un fuerte estruendo. Algunos de los allí presentes se sobresaltaron.

Seguidamente, el Osado Danny X ingresó al lugar.

Marshall le vio y quiso saludarle. Pero en cuanto le clavó la mirada, y tras estudiar (simultáneamente) el extraño andar del joven temerario, supo que algo no andaba bien con él. Se veía desorientado, casi fatigado. Al mismo tiempo, comenzó a toser con brusquedad. Pero lo que más despertó la consternación del manchado, fueron los hilos finos de sangre que desprendían tanto de las orejas como de la nariz de Danny.

Sucesivamente, éste último se desplomó y cayó al suelo.

—¡Traigan una camilla! —exclamó Marshall mientras corría hacia Danny. Una enfermera (rubia y veinteañera) se apresuró en acatar la orden—. Danny,......—dijo tras llegar donde el menor—. ¿Qué te sucede? ¿estás bien? ¿Puedes escucharme? ¡Contéstame, Danny!

Con dificultad, el joven temerario levantó —a medias— la cabeza y, con una voz casi carrasposa, respondió:

—Es Osa....Osado Danny.......X.

Posteriormente, el chico guardó silencio. Y en cuanto su cabeza aterrizó nuevamente sobre el adoquinado y lustroso suelo, cerró los ojos. Pero ni la epistaxis, ni la otorragia cedieron. Poco después, un par de suspiros pesados comenzaron a hacerse audibles.

En ese momento, la rubia enfermera regresó con la camilla. Y tras colocar a Danny sobre esta última, procedió a trasladarlo al área de Emergencias. Marshall le siguió el paso.

.............

Ya dentro de la habitación (cuya estancia yacía en el lado este del Área de Emergencias), el Osado Danny fue colocado sobre una cama y, posteriormente, le abrieron la camiseta. Sobre su torso desnudo, fueron colocados un par de electrodos. En un monitor cercano, podía apreciarse los signos vitales.

—¿Cuál crees que sea la causa de sus hemorragias? —inquirió la enfermera mientras colocaba el último electrodo.

—Lo averiguaremos, pronto —respondió Marshall—. Pero primero, hay que.......

Por consiguiente, la alarma de ritmo cardiaco comenzó a titilar. Tres segundos después, los picos de la línea de la actividad cardiaca desaparecieron, y esta última se volvió plana en su totalidad. 



—¡Está sufriendo un infarto! —exclamó la rubia enfermera.

—Yo me encargo —dijo Marshall mientras se colocaba una mochila. Luego, se subió sobre la cama dónde yacía Danny, quedando a su lado derecho—. ¡Ruff! ¡Rufff! ¡Paletas! —Y así, de su mochila salen dos paletas. Marshall las cogió. Y tras soltar un tercer ladrido, el motor de su desfibrilador móvil se encendió—. ¡Descarga! —añadió, Y aplicó la primera corriente eléctrica sobre el pecho de Danny, no hubo respuesta—. ¡Descarga! —mismo resultado. Y así siguió tres veces más.

Para el último intento, Marshall miró el monitor. Y al no ver ningún sólo cambio en la línea de RC, se dio por vencido.

—¡Ruff, Ruff! Apagar desfibrilador —ladró y ordenó casi en voz baja. El aparato obedeció—. Lidia......—dijo volviéndose hacia la enfermera rubia, que yacía a su izquierda, mirando con desconcierto al occiso—. Anota la hora de la muerte........yo, llamaré a los de la morgue.......tenemos que averiguar lo que pasó aquí.

—Marshall......—musitó ella—. ¿Estás bien?

No hubo respuesta. Sólo se quitó la mochila y se bajó de la cama de Danny. Dirigiéndose, pausadamente, hacia la salida.

—¿Marshall? —insistió ella casi en voz alta. Pero el manchado le ignoró. Y continuó con su trayecto. Cabizbajo y con la cola entre las patas.

.............

Media hora después, el médico forense (el Dr. Joseph Davis) y su asistente, arribaron al área de Emergencias. Mientras este último procedía a colocar a Danny dentro de una bolsa negra, para luego, colocarlo sobre una camilla y llevarlo fuera del hospital, Davis, por su parte, interrogó a Marshall sobre los acontecimientos previos a la muerte del Osado Danny.

—....y eso fue todo —Marshall terminó de narrar—. No pudimos hacer más. Apagué el desfibrilador y le pedí a mi colega que anotara la hora del deceso. Luego, lo llamé a usted.

El doctor Joseph D. asintió, mientras terminaba de anotar todo en una libreta.

—Q-Quisiera pedirle un favor.........—agregó Marshall casi en voz baja.

—Por supuesto —confirmó él tras cerrar su libreta y guardarla en su maletín negro—. Dime ¿de qué se trata?

Marshall se irguió y suspiró.

—Q-Quisiera acompañarle en la autopsia Y.......

—Oh, claro que no —interrumpió J.D tan rápido en cuanto escuchó la petición del can—. Lo lamento, Marshall. Pero no puedo dejarte hacer eso.

—Por favor.......—insistió el manchado, haciendo un esfuerzo por retener las lágrimas. Dejando escapar una sola—. Se trata de mi amigo. Y quiero respuestas.

—Y ten por seguro que te las daré, no te preocupes —sumó Davis en un tono comprensivo. Luego, se puso de cuclillas y le limpió la lágrima a Marshall—. Sólo cálmate, ¿vale? Sal y toma un poco de aire. Y si es posible, dale la vuelta al hospital. Eso te ayudará. Ya hiciste lo que tenías que hacer. Ahora me toca a mí.

—Pero......

—Descuida —le interrumpió nuevamente—. Ten por seguro que tu amigo estará en buenas manos. Y en cuanto descubra algo, te avisaré. ¿Vale?

No hubo respuesta. 

—¿Marshall?

—Vale —respondió finalmente—. Y muchas gracias por el consejo.

—No hay de qué, hijo. Para eso estamos, para apoyarnos entre sí.

.............

Tras darle la vuelta completa al hospital, Marshall se sintió un poco más aliviado. Sus sentimientos de tristeza se habían disipado, aunque no del todo en su totalidad. Y para cuando regresó al área de Pediatría, quedó perdido en sus pensamientos, como resultado, no se fijó y, seguidamente, acabó chocando contra Katie, la mejor amiga de su jefe.

Ambos cayeron al suelo.

—Lo lamento, Katie —dijo Marshall mientras se levantaba del suelo.

—No hay problema, Marshall —dijo ella tras ponerse de pie—. Vaya......—agregó al ver el uniforme blanco que vestía el manchado—. Déjame adivinar. Es aquí en donde haces tu voluntariado, ¿no?

—Exacto —confirmó. Y sonrió levemente—. Para ser específico, estoy asignado justo aquí. En el área de Pediatría.

—Increíble —sumó—. Has de atender a muchos niños.

—Si, y ni te imaginas cuantos vienen por aquí. Jeje

—Jeje —convino—. Y bueno, ya que estás aquí. ¿Puedes ayudarme?

—¿A ti? ¿Pero qué te sucede? ¿Te sientes mal?

—Jeje. Yo no, Marshall —respondió—. Yo me encuentro super bien. Pero mi hermano, bueno......

—¿Hermano? Espera un momento, ¡¿tienes un hermano?!

—Ehhhh.... Sí, de hecho sí. Lo tengo. Y no sé por qué tanto asombro. Tener un hermano no es algo de otro mundo.

—Ou, es sólo que pensé que eras hija única, Katie —añadió Marshall, y sonrió—. Y bueno, ¿en dónde está tu hermano?

—Por allá —dijo señalando a su derecha, hacia las bancas azules pegadas al muro de concreto, sobre la que yacían sentados un inexpresivo chico de 15 años y una durmiente Cockapoo de 5.

—Hmmmm, esa cachorra, me parece familiar.......—comentó mientras se acercaba a ellos.

—Es la hermana de Skye —confirmó Katie—. Está de visita y......

—Un momento ¡¿Skye tiene una hermana?!

Tras oír esto, Katie estrelló una mano sobre su sien.

—Y aquí vamos de nuevo.

.............

En cuanto terminó de medirle la presión al joven Lloyd Preston, Marshall despegó el brazalete y, posteriormente, lo enrolló, guardándolo dentro de un estuche negro de cuero. Luego, retiró la campana del estetoscopio del brazo del chico. 

Cogió su portapapeles, y tras anotar (y revisar) los valores adquiridos en una hoja, miró a Katie y dijo:

—Su presión está bien. Al igual que sus respiraciones y latidos. La temperatura, por otro lado está un poco alta. Pero nada que un buen medicamento y reposo pueda manejarlo. Fuera de eso, no tiene nada más.

—Pero, ¿por qué no habla y ni se mueve cuando le llamo? —inquirió Katie con cierto grado bajo de consternación—. De seguro debe tener algo malo.

—O tal vez sólo está cansado —teorizó Marshall—. Después de todo, trabajar en un veterinario puede ser estresante para algunos.

—Ufff. Ni que lo digas —comentó Jenny entrometiéndose en la conversación, para luego, esbozar una sonrisa—. Debiste ver a Katie esta mañana cuando no pudo encontrar los shampoos para gatos. El caos que estalló fue........

—Shhhhhh.......—le interrumpió la rubia—. Jenny, prometimos que eso quedaría entre nosotras —agregó en susurro.

—Upps, lo había olvidado, Katie —musitó—. Jeje. Lo siento.

—Y bueno.......—dijo Marshall nuevamente, adquiriendo así la atención de ambas féminas—. Si Lloyd sigue actuando así.......deberás traerlo aquí para revisarlo nuevamente. Eso sería todo, Katie.

Gracias por todo, Marshall

—No hay de qué.

—Esperen un momento ¿Así que tú eres el famoso Marshall? —inquirió Jenny con asombro, levantando las cejas y quedando boquiabierta. Marshall le miró , y sólo asintió—. Wow. Es increíble. Es un placer conocerte por fin —dijo alargando la pata, siendo estrechada por el dálmata—. Mi hermana habla mucho sobre ti. Bueno.....de ti y de sus otros colegas en realidad.

—Jeje, ¿en verdad?

—Sipi.

—Y de casualidad, ¿también te habló sobre......

—......qué eres algo torpe? —completó la incógnita—. Y ¡Sipi!

<<Rayos>> —pensó él. Frunciendo el ceño.

—Pero no debes enojarte por eso —agregó la fémina canina, notando la expresión del can—. Después de todo, es parte de tu personalidad. Y sumado a tus ciennnntos de cualidades que estoy segura que posees, al igual que tu trabajo como rescatista y a tu voluntariado en este hospital, le agradarías a muchas cachorras. ¡Sí que sí!

—Wow, Jenny, eso fue......muy lindo y emotivo.

—Al igual que alentador —comentó Katie.

—Jeje. Gracias. Y por cierto......—pausó. Centrándose directamente en el dálmata, sin dejar sonreír—. Si quieres, puedo ponerte en contacto con algunas de mis amigas. Son solteras. Y de seguro, serías un buen partido para alguna de ellas.

En cuanto Marshall oyó eso, se sonrojó y, simultáneamente, comenzó a rascarse la nuca.

—Agradezco eso, Jenny. Pero.........debo decir que no.

—Perfecto. Llamaré a mis amigas y.........—se congeló, y su sonrisa desapareció casi al instante—. Un momento, ¡¿me pareció o dijiste que No en realidad?! —inquirió con sorpresa, en un tono casi agudo. Katie y Marshall se taparon sus respectivos oídos cada uno—. Jeje. Lo siento. Pero ya en serio........—dijo volviéndose hacia Marshall, mirándole seriamente—. ¿Por qué no quieres conocer a mis amigas? ¿Acaso no quieres tener novia?

—Nada de eso —respondió cortésmente—. Es sólo que yo ya tengo nov.......¡Digo! ¡Digo! Eh........Es sólo que........tengo.......mucho trabajo. ¡Sí, eso es! Estoy tan ocupado con el trabajo que.......jamás se daría tiempo para.........tener............una novia........jeje.

La Cockapoo le miró. Y sonrió. Y junto a Katie (quien también comenzó a sonreír), dedujeron que Marshall estaba mintiendo. Este último lo notó. Y como resultado, tragó saliva. Sabía muy bien lo que vendría a continuación.

Pero antes de que pudiera ser interrogado a profundidad por ambas féminas. Su collar se encendió, y una voz dijo:


"Cachorros, llamada de alerta"


—¡Ryder nos necesita! —exclamó Marshall, poniéndose de pie instantáneamente—. Lo siento, chicas. Pero debo irme.

Ellas sólo asintieron. Más no dejaron de sonreír. Sólo se miraron entre sí. Y así sin más, el dálmata abandonó el lugar.

.............

En cuanto giró en redondo, tomando el pasillo derecho, acabó chocando contra un hombre fornido, cuya cara estaba parcialmente cubierta por una desgastada gorra de beisbol azul.

—Discúlpeme —dijo Marshall poniéndose de pie, para luego, retomar su trayecto.

El hombre fornido, por su parte, se dirigió hacia el área de emergencias. Luego, se acercó hacia las bancas de la sala de espera. Se sentó. Y antes de que pudiera sacar su BlackBerry de su bolsillo derecho, al lugar comenzaron a llegar un par de personas.

Se trataba de un par de jóvenes. Argumentaban terribles dolores de cabeza y dificultad para respirar. Sucesivamente, y para sorpresa del personal médico, algunos de los recién llegados comenzaron a sangrar por la nariz, los oídos y los ojos.

El hombre fornido vio suficiente.

Discretamente, sacó su móvil. Y comenzó a tomar un par de fotografías de la terrible, y escalofriante escena. Luego, abandonó el lugar. Y mientras se dirigía hacia la salida principal, tomando un largo pasillo por el área Este, procedió a buscar un número entre su pequeña lista de contactos.

Tras hallarlo, le envió a dicho número las fotografías que capturó.

Treinta y cinco segundos después, el hombre fornido llegó a su auto: Un viejo sedan americano, de color azul agua marina. Ingresó en él, pero antes de que pudiera encenderlo, su BlackBerry sonó.

—¿Has visto las fotos?

—Sí —afirmó el interlocutor.

Ya comenzó a propagarse —añadió el hombre fornido—. Tenemos que actuar en seguida.

Es un hecho que sí —convino—. Ya sabes que hacer —y colgó.

El hombre fornido ingresó a su correo. Y tras localizar la dirección de correo del director de SNA (Agencia de Seguridad Nacional), y tras presionar la Opción de "Enviar mensaje", agregó las fotografías al asunto y, subsecuentemente, procedió a escribir el siguiente mensaje.



[2703 PALABRAS]

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