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✦╭ᵒ❧ Capítulo XXXV: Una nueva oportunidad✦╭ᵒ❧

Cinco años después

Los cálidos rayos solares que tímidamente se filtraban por las cortinas levemente entreabiertas del enorme ventanal de la habitación provocaron que un hermoso rubio se removiera en las sábanas, perezoso. La alarma había sonado ya hace bastante rato, sin embargo, la fatiga estaba arraigada fuertemente a su cuerpo que por más esfuerzos pusiera resultaba una verdadera promesa levantarse. No fue si no cuando la puerta se abrió trás un par de golpes y una cabeza castaña se asomó dentro con un marcado seño fruncido.

—Yibo, levántate o llegaremos tarde —reprendió con un atisbo de indignación—. La sesión de fotos es dentro de una hora.

—No molestes, Henry —refunfuñó con un puchero en los labios que lejos de enternecer al mayor, lo hicieron enfadar y adentrarse completamente a la habitación donde le arrebató el edredón a su compañero de forma brusca—. ¡Oye! Estás siendo un verdadero imbécil.

Henry solo se alzó de hombros.

—Y tú un completo holgazán —dijo él con los brazos cruzados, pero al verlo con los cabellos revueltos y un carmín que para nada era de vergüenza en el rostro decidió molestarlo solo un poquito—. ¿O es qué acaso hubo reconciliación ayer y Xiao te ha dejado sin poder caminar?

La almohada voladora que fue arrojada sin piedad en su cara le hizo no solo borrar su sonrisa de burla, si no también, causó que rebotara violentamente hacia atrás y casi se cayera.

—¡Vete al infierno!

Carcajeando sin parar, sobre todo al percibir el drástico cambio de humor de éste en sus feromonas por atreverse siquiera a bromear con eso, Henry solo atinó a levantar las manos en son de paz cuando una avalancha de cosas fueron arrojadas sobre él y a duras penas esquivó.

—Ya, ya, hombre. Lo siento, no debí decir eso con lo histérico que sueles ponerte —a juzgar por la sonrisa burlona que evidentemente no podía ocultar, Yibo intuía que su arrepentimiento era fingido, por lo que le lanzó con todas sus fuerzas el reloj despertador de su mesita de noche a ver si el tonto escarmentaba esta vez—. ¡Wang Yibo, ya basta! —demandó molesto.

—¡No debiste ni siquiera nombrarlo, Henry Lau! —le reprochó Yibo, señalándolo con el dedo con una dureza que hizo suspirar derrotado al mencionado.

No iba a juzgarlo porque él mejor que nadie estaba al tanto del como habían pasado las cosas entre esos dos; hablar del tema se convirtió de un día a otro en un tabú del que Yibo no quería siquiera mencionar, y quién lo intentara ya sea como una simple broma se toparía frente a frente con un animal herido que pretendía simplemente arañar, herir y destrozar a todo aquel que removiera viejas espinas.

Aunque, a decir verdad, Henry empezaba a compadecerse de él y hartarse de esta situación, siempre que alguien del equipo removía el pasado doloroso del más pequeño, el responsable terminaba siendo ignorado durante meses, claro, después de una buena paliza y una acalorada discusión de la que siempre salía vencedor la víctima.

Una víctima que, en vez de avanzar y superar sus traumas, únicamente se empecinaba en avanzar sin importarle nada, ni siquiera su salud mental y física. Alguien debía ponerle un alto y decirle que estaba mal.

—¿Sabes qué, Yibo? Sí, debí hacerlo  —argumentó con una crudeza que dejó perplejo a éste, Henry siempre había sido el más comprensivo de todos, pero resulta que lo llevó a un punto en que se hartó también de él. No iba a culparlo, pero eso no significaba que sería blando con él—, y antes de que vuelvas a esponjarte y seguir actuando como la víctima que si, tal vez eres, pero ya no es psicologicamente sano seguir actuando, te invito amablemente a que abras los ojos y observes el desastre que hay a tu alrededor. Y no me estoy refiriendo a la habitación, y lo sabes.

Adoptando una postura arisca y fría, Yibo arrojó su cuerpo fuera de la cama, dispuesto a despedazar a Henry por atreverse a meter la nariz donde no debía pero, tras pensárselo dos veces desistió y se obligó a guardar la calma. Este enfrentamiento ya lo había vivido antes, y aunque siempre salía victorioso se estaba cansando de todos ellos.

Son unos jodidos metiches, pensó con una mueca de irritación.

—¿¡Y qué quieres que haga!? ¿Qué me trague todo mi sufrimiento y simplemente vaya en su búsqueda como un tonto enamorado? —se burló de si mismo, agitando la cabeza con incredulidad.

¿Quién creía Henry Lau que él era? El cachorro estúpido de Xiao Zhan que perdonaba todo moviendo la cola a su dueño como si nunca hubiese pasado nada. Cómo si el incidente ocurrido con Yang Yang garantizara borrón y cuenta nueva en su relación, definitivamente estaban todos locos si creían que él podía olvidarlo todo así de fácil.

La infidelidad del Alfa, una de las principales razones por la que optó en no regresar a su lado pero no quién lo  impulsó a dejar la codependencia de una pareja amorosa que un día a otro bien podía aburrirse de él e irse con alguien más hermoso y menos tedioso, todavía le calaba el alma durante las frías y silenciosas noches que vinieron después.

Se hizo mil preguntas, pero ninguna de ellas tuvo respuestas.

Volverse a su propio pasado para enfrentarlo, un pasado que si bien era cierto que venía ignorando por demasiado tiempo, le producía escalofríos. Posponer lo inevitable le había servido estos años pero incluso él sabía que continuar haciéndolo se volvía una tarea imposible.

Xiao Zhan no dejaba de insistir, esta vez con mucha más fuerza y energías de la que él podía manejar.

—¿Por qué no? Aún lo amás, y si dices lo contrario te golpeo en la cabeza a ver si dejas de actuar como un inmaduro y te decides a actuar de una maldita vez antes que sea tarde y lo pierdas a él también —la amenaza de Henry lejos de hacerle reír lo puso en un estado agobiante de melancolía. Consciente de que tocó una fibra muy, muy frágil, el mayor de ellos decidió que había sido lo suficiente osado y entrometido, por hoy era suficiente—. Piénsalo detenidamente, y date prisa por favor. Lele nos llevará al estudio.

Cuando la puerta se cerró, Yibo finalmente pudo ser capaz de derrumbarse en el suelo y echarse a llorar mientras se abrazaba a sus rodillas con desesperación. Nadie sabía lo complicado que se había vuelto para él abrir los ojos todas las mañanas y mirar el cielo sin que pudiese evitar llorar amargamente durante horas, deseando retroceder el tiempo o simplemente ser capaz de morir a causa de un accidente o una enfermedad, le daba igual.

Vivir sin una parte importante de su vida y lejos de las personas que amaba se convirtió en un dilema difícil de vencer día tras día, sin embargo, los recuerdos que se encontraban fuertemente arraigados a su mente, tan frescos y vívivos como si todo aconteciera apenas ayer, lo mataban lentamente, convirtiéndose en un obstáculo en su vida.

Dejándose envolver por los recuerdos, cerró los ojos mientras lágrimas tras lágrimas corrían por sus mejillas y el corazón se volvía tan pesado que empezaba a ahogarse con su propia respiración.

Terror. Por primera vez en su vida Wang Yibo podía decir que sentía lo que era el verdadero terror, y lo detestaba. Saberse a punto de morir, sin haber visto a sus hijos crecer y ser felices le pesaba tanto que añoraba abrir los ojos y aferrarse a ellos con todas sus fuerzas, pero estaba tan débil que apenas podía sentir una débil palpitación en alguna parte de su cuerpo. Aún vivía, pero intuyó que no por mucho tiempo, Yang Yang lo había reclamado como suyo de la única manera que un Alfa lo haría por un Omega; Yibo no se asemejaba en nada a un Omega, al menos, no el Yibo real, el adulto de veinticuatro años.

Él era un Gamma, la casta más baja e ignorada de la cadena y lo aceptaba, como también aceptaba su muerte evidente.

Tener que dejar a sus hijos le dolía más que nada en el mundo pero, al menos, tenía la certeza que su padre los cuidaría, sin embargo, el pequeño ser en su vientre no correría con la misma suerte. Si él moría, su bebé también se iría sin la oportunidad de conocer antes el mundo, a sus hermanos y a su padre. Pero no era culpa suya, ni siquiera de Xiao Zhan, era de Yang Yang, el bastardo egoísta que se había obsesionado tanto con él a tal límite de elegir matarlo antes que dejarlo libre.

Pero estaba sucediendo y no existía manera de revertirlo, o eso creyó.

Cuando finalmente pudo abrir los ojos, lo primero que sintió fue el agarre firme y posesivo de alguien a su lado, como primer instinto, olfateó a su alrededor y en dirección a la persona que se aferraba a él pero se encontró desconcertado cuando no pudo oler nada más que medicina y perfume en el aire.

Extraño, pensó mientras parpadeaba y fijaba sus ojos en el hombre que se removía y se decidía también a despertar. Volvió a intentarlo pero fracasó de nuevo cuando sus fosas nasales no se llenaron del conocido aroma casi debajo de su nariz. Jodidamente extraño.

Cuando la cabeza del hombre estuvo erguida y sus ojos café claros se posaron en los suyos, la boca de éste tembló levemente antes de que se arrojase prácticamente a su brazos mientras sollozaba amargamente sobre su pecho.

—¡Oh, por Dios, bâobei! Finalmente despertaste, no sabes lo mal que la he pasado sin ti. Incluso llegué a temer que tú... —la usualmente risueña y serena voz de Xiao Zhan se rompió en medio de un llanto estrangulado que asustó terriblemente a Yibo.

¿Qué sucedía? Porque de pronto todo parecía ser un patético sueño surrealista.

Sus pálidas y huesudas manos volaron en dirección a la mata de cabellos castaños —extrañamente— mal cuidados y ásperos, acariciándolos sutilmente con mil incógnitas en la cabeza.

—Respira un poco, Zhan, y dime que es lo que ha pasado. Es difícil adivinar —su propia voz sonó tan áspera que al Alfa no le quedó de otra que apartarse de su cálido toque y entregarle un vaso con agua fresca—. Gracias.

—Yibo, tú, ¿Acaso no lo recuerdas? —Xiao Zhan lo miró con suspicacia, sin entender a que se enfrentaba a continuación.

Lo peor parecía haber pasado pero, estaba tan traumatizado por los recientes sucesos que pensar positivamente era imposible.

Trás haber hidratado su garganta, Yibo depositó el vaso en la mesita de noche y lo miró con una expresión serena pero esperando respuestas. El corazón del Alfa se oprimió de dolor, inclusive para él, quién se consideraba alguien fuerte y que no flaqueaba casi nunca —excepto por su familia—, lidiar con las consecuencias que Yang Yang había dejado sobre su familia se volvía insoportable. Ni siquiera podía imaginar la reacción de Yibo y el como lo afrontaría, pero desde luego que perdería la cabeza tal como él lo hizo en su momento.

—Lo hago pero, ciertamente no comprendo porque estoy aquí, es decir —suspiró con un deje de incredulidad y pánico compartido—, vivo.

—Es una historia muy triste, Yibo —la forma en que Xiao Zhan evadió su mirada suplicante y cogió su mano con tantas fuerzas que dolió, como si temiera perderlo, esta vez, para siempre, lo inquietó aún más. Algo definitivamente no estaba bien—. No creo que sea conveniente que lo sepas ahora, recién has cobrado el conocimiento y tengo miedo que tú recuperación solo sea efímera y lo último que te lleves de mí sea únicamente resentimiento.

Yibo frunció el ceño, pero no se apartó a sabiendas que el hombre frente a él le había sido infiel con la persona más horrible de todas. Todavía no podía perdonarlo, pero era incapaz de alejarlo, consciente de que, después de haberle gritado que lo odiaba, aún permanecía firme a su lado.

—¿A qué te refieres?

—No voy a hablar sobre eso, Yibo —se rehusó, volviéndose muy serio y distante de repente.

—Zhan.

—No.

—Zhan, por favor —lo jaló cariñosamente de la manga de su sudadera, lanzando un puchero en su dirección y un par de ojos de cachorro.

Xiao Zhan negó con la cabeza, lleno de frustración, y se inclinó para capturar brevemente sus labios, este podría ser, después de todo, su última oportunidad de besarlo. Si Yibo ya lo odiaba, acabaría definitivamente dándolo por muerto de su vida.

Y eso, dolía.

—De acuerdo, de todos modos será inútil ocultarlo si vas a descubrirlo tú mismo tarde o temprano —suspiró derrotado y se puso en pie.

No existía forma que le revelase todo viéndolo a los ojos, y se odió por actuar tan cobardemente, pero no iba a acobardarse.

—¿Por qué dices eso? —le exigió respuestas pero antes y éste abriera la boca, volvió a olfatear y se puso tenso—Zhan, ¿por qué no puedo oler nada?

Abatido por el remordimiento y la desolación, Xiao Zhan le dió la espalda y empezó a contarle todo lo que sucedió después de que colapsara en sus brazos, moribundo.

Los últimos días habían sido como una montaña rusa de emociones; había llorado como jamás lo hizo cuando vió a Yibo a punto de morir más de tres veces en esa horrible camilla de hospital, se emborrachó hasta que quedó inconsciente y Zhuo Cheng tuvo que meterlo a rastras a la ducha con tal de que reaccionara y no se dejase morir por la culpa, le gritó un sin fin de cosas terribles a sus padres de las que ni la mitad de ellas eran responsables, se enfrentó a Yang Mi y le reprochó el no haberle dicho una palabra sobre Dilireba y acabó haciéndola sentir tan responsable de todo que ella no lo soportó y fue a parar a urgencias.

No fue sino hasta hace dos días, una semana después de la horrible pesadilla, que finalmente pudo reaccionar y tomar su papel en la vida de Wang Yibo.

Él era su pareja, el padre de sus hijos y no era ni ético ni humano dejarlo solo en ese hospital en espera de la muerte, sin embargo, la carga emocional se había vuelto un día o otro tan pesada que estaba enloqueciendo.

—Tienes que ir con él, ahora más que nunca va a necesitar tu apoyo, cuando despierte y se de cuenta que el cachorro se ha ido, querrá morir —el consejo lleno de impotencia de Zhuo Cheng, lejos de hacerlo sentir bien, lo hizo sentirse un verdadero miserable.

¿Por qué accedió? ¿Por qué motivo eligió a Yibo sobre su hijo no nacido sabiendo lo mucho que éste amaba a ese niño? No lo sabe con seguridad pero, cuando se abrió la pequeña posibilidad de que Yibo pudiese vivir, no lo pensó dos veces para elegirlo a él sobre su propio hijo.

Ahora se arrepentía, no por privarlo de nacer, si no porque ni haciendo ese enorme sacrificio Yibo daba señales de despertar. Por el momento, permanecía estable, y eso era bueno.

—¿Qué ganas diciéndome todo eso? No que muy enamorado de él, incluso tú estás odiando esta situación demás insoportable —le reprochó, como si no fuese él el responsable auténtico de lo que sucedió después.

Zhuo Cheng sonrió con amargura.

—No gano nada, Xiao Zhan. Solo me di cuenta que al único hombre que Yibo ama es a ti, esta batalla la perdí incluso antes de la guerra ¿No es eso gracioso? —se rió, pero el Alfa ni siquiera pestañó.

—Tal vez.

—¿Y que esperas entonces para ir a su lado?

La mirada de Xiao Zhan se posó en los mellizos, quienes parecían estar jugando muy entretenidos en la alfombra de la casa de los Wang, su tío estaba con ellos.

—Los niños, ellos...

Posando una mano en su hombro, lo apretó con firmeza, tratando de transmitirle algo de valor a ese pobre Alfa desdichado.

—Pierde cuidado, Fang Xing y yo cuidaremos de ellos —lo tranquilizó, pero ellos se habían hecho más responsables que su propio padre así que dudó.

—¿Seguro?

—Date prisa.

—Gracias.

Al llegar al hospital, se encontró con el médico de Yibo dentro de la habitación, y algo en sus ojos, le dijo lo que ya intuía, pero se abstenía a aceptar. Lo siguió a su despacho y luego de tomar asiento, el viejo Alfa se animó a hablar.

—No está funcionando.

El alma de Xiao Zhan abandonó su cuerpo por un instante, al igual que las infinitas esperanzas de que Yibo despertara.

—¿Qué trata de decirme?

—Me temo que prácticarle un aborto no ayudó en lo absoluto, únicamente pospuso lo inevitable —comentó el médico con tristeza.

—¿Él.... morirá? —se le formó un nudo tan grande en la garganta que le quitó las ganas hasta de hablar.

Esto no podía estar pasando, las cosas no podían terminar así después de tantos sacrificios.

—Lo siento mucho, al parecer, su animal interno vio incorrecto perder a su hijo y se está dejando morir lentamente —explicó brevemente, resignado—. Váyase preparando para lo peor.

Conteniendo el llanto y las ganas inmensas de destruir todo a su paso, Xiao Zhan arrojó la silla a un lado y se volvió hacia la puerta temblando de ira. 

—Usted no sabe una mierda. Gracias a Dios, este no es el único hospital en el mundo, se que habrá uno que si me de resultados y no solo respuestas sin sentido —su amenaza, lejos de inquietar al médico, solamente lo hizo negar con la cabeza.

—Tranferir al paciente a otro hospital solo va a acelerar su inevitable destino, sin embargo, es su decisión. Después de todo, el resultado continuará siendo el mismo.

Xio Zhan fingió no escuchar y salió de allí dando un portazo que hizo saltar a más de una enfermera cerca.

A la media noche, el fuerte y aterrador pitido del electrocardiograma a su lado hizo que Xiao Zhan se despertara abruptamente de la horrible pesadilla que lo mantenía atrapado, sin embargo, la realidad era incluso todavía más cruel. Frente a él, el amor de su vida se estaba yendo de este mundo y el no podía hacer nada más que observar la escena como una estatua viviente.

—Señor Xiao no puede estar aquí, salga ahora mismo por favor —le pidió amablemente una joven enfermera pero él ni siquiera pudo escucharla, sus ojos se encontraban fijos sobre el cuerpo pálido y delgado de Yibo saltando en la camilla de hospital una y otra vez. Los intentos del médico por reanimarlo parecían ser solo intentos fallido. Pronto, la habitación se llenó.

—Lo siento mucho, pero tiene que salir —le pidió severamente el médico, pero no reaccionó y tuvieron que arrojarlo prácticamente fuera.

Las puertas se cerraron con tanta fuerza frente a él que se horrorizó en cuestión de segundos, y el miedo y la incertidumbre se adueñaron de él.

Para alguien como Xiao Zhan, tener que estar viviendo algo tan traumatizante como esto amenazaba con derrumbarlo y dejarlo en el suelo. Creció siendo un niño feliz y despreocupado de las cosas que pasaban en la vida, sobreprotegido por ambos padres y su hermana mayor, él nunca tuvo que enfrentarse a algo como esto. Estar a punto de perder a alguien que amaba nunca estuvo en sus planes, y aunque era consciente que sus padres morirían tarde o temprano al igual que Lulú, nunca imaginó que las cosas cambiarían, que el destino girara sus hilos y acelerara el destino.

No el de sus padres y hermana, si no el de Yibo, el amor de su vida. Enfrentarse a una pérdida de tal magnitud era desgarrador, y aunque era duro abandonarlo no figuraba en sus planes. Una noche después, luego que al Gamma le diera un paro cardíaco de nuevo, tres veces el mismo día, tomó una decisión.

—Lo siento, Yibo. Pero si te vas, se que aborrecerías irte con su marca en tu cuello, así que.... perdón. Esto es todo lo que puedo hacer por ti —sujetó su cuello con firmeza y, cuando inhaló su débil y ya escaso aroma, sus ojos se tornaron rojos y sus caninos se asomaron.

Y entonces, desgarró su piel, borrando toda huella de Yang Yang sobre su cuerpo, reemplazandola por su propia marca personal. Una que nunca se atrevió a hacerle, limitado a los régimenes de la naturaleza y sus catastróficas consecuencias.

Esa noche, Yibo pasó, por primera vez, una noche tranquila, pero a la mañana siguiente, tuvo otro paro y preso del miedo a perderlo para siempre volvió a morderlo. Se convirtió en rutina y así fue durante los próximos dos meses, hasta que, una noche, tal como un sueño, Yibo despertó y ambos se aparearon en luna llena.

—Eso pasó ayer. Despertaste y tú... creo que pasaste de ser Gamma a Delta y ahora, creo que te convertiste en un Beta. O eso creo.

A partir de ese momento todo se descontroló. Los médicos estaban impactados por la “resureccion” del Gamma moribundo, quién ya tenía prácticamente los dos pies en la tumba, los medios de comunicación rodearon el hospital luego de oír la noticia del Gamma que sobrevivió a la mordedura de un Alfa y los padres de Xiao Zhan intentaron o mejor aún, exigieron hablar con él a favor del bienestar y felicidad de su hijo.

Yibo no escuchó.

Pero esta vez, cerró su corazón con doble candado y se mudó a Beijing, solo. No había perdido solamente a su tercer hijo, si no también a sus preciosos y amados mellizos que luego de que lo olfatearan y descubriesen su cambio de género lo evitaron como la peste. Tratandolo como un desconocido.

Mientras le sonreía a la cámara y fingía que nada sucedía a su alrededor, Yibo movió la cejas hacia arriba, impresionado con el baile de aquella Omega.

Era hermosísima, lástima que no pudiese responder a sus obvios coqueteos, ni siquiera le interesaba. Y aunque podría negociar un buen polvo con ella al final desistió, hoy no era el día de revolcarse con nadie.

Decepcionado, arrojó su saco color vino por los aires, hacia la multitud enardecida que no paraba de gritar emocionada por un poco de acción.

Bueno, él se los daría.

—¡Vamos, Yibo-ge! Muéstrame lo que tienes. —Cheng Xiao sonrió de medio lado al mismo tiempo que acariciaba sus fuertes brazos por detrás de su espalda.

Lejos de incomodarle su cercanía le devolvió la caricia, adicionado con un beso duro pero fugaz en la boca que volvió locos a todos.

Entonces, tomó posición y respondió a su reto con lo mejor que sabía hacer; bailar. Pronto, los aplausos y halagos resonaron por todo el lugar, sin embargo, su corazón no saltó de felicidad, y lo ignoró, después de su debut como miembro de un grupo de baile callejero hace tres años, nunca nada lo llenó.

Y lo que no le importaba antes, ahora lo hizo y se sintió realmente mal por su actitud, al menos rogaba por que no fuese tarde para repararlo todo.

Con un ramo de margaritas en la mano y un sentimiento de desazón en el pecho, se encaminó en dirección del sitio que ya bien conocía desde hace más de cinco años. La lápida pulcra y con la imagen de un bello angel en reemplazo de un rostro le saludó apenas llegó, se arrodilló y depositó las flores justo cuando sintió una presencia detrás suyo. Y un aroma muy conocido.

—No tienes por qué marcharte, a decir verdad, no me molesta en lo absoluto el que estés aquí —confesó sin animarse a mirarlo a los ojos después de todas las cosas horribles que le dijo.

—¿Está todo bien? —Xiao Zhan no pudo evitar sorprenderse.

—¿Por qué lo dices?

—Bueno, casi siempre que chocamos aquí acabas golpeándome —dijo, para seguidamente, inclinarse y dejar un bello ramo de claveles.

Los ojos de Yibo picaron de pronto.

—Lo siento.

—No tienes porque disculparte, tú no tienes la culpa de nada. Ese soy yo.

—Xiao Zhan —Yibo se puso en pie y se volvió hacia él, pero cuando lo hizo su corazón dió un vuelco de alegría. Tuvo la sensación de no haberlo visto por años, algo estúpido ya que ayer lo vio cuando fue a visitar a sus hijos—. Ya no tienes que martirizarte más, eres un gran padre, me atrevo a decir, que el mejor que pude elegir para mis hijos.

Impactado por aquella confesión inesperada, Xiao Zhan abrió la boca sin saber cómo responder a ello, sin embargo, no fue necesario.

—Mas vale que no te atrevas a objetar mis palabras, Zhan. Soy muy orgulloso para volver a repetirlo, y lo sabes. —Xiao Zhan asintió con las primeras lágrimas de felicidad cayendo cuál cascada por su inmaculado rostro maduro. Yibo rompió la fría distancia que los separaba cuál barrera y lo abrazó por la cintura con una calidez que el Alfa ya había olvidado, calentando su corazón—. Nunca te di las gracias por honrar la memoria de nuestro tercer hijo de esta manera, ahora es cuando tengo la oportunidad.

—Yibo, tú... ¿Me perdonas? —su voz se tornó trémula, y sus propias manos temblaron, incapaces de rodear el cuerpo del hombre que aún amaba por temor a que solo fuese un sueño.

—Te perdoné hace mucho, Zhan, únicamente me cegué tanto a mi mismo que no quise aceptarlo. Pero todo eso ha quedado en el olvido, ahora soy incapaz de continuar viviendo sin ti y los niños, entonces... ¿puedes darme otra oportunidad? —apartó la cabeza de su pecho, pero no sé alejó, en cambio, lo miró lleno de esperanzas. Las mismas esperanzas que él albergó durante todos estos años.

—¿Puedes darme otra oportunidad a mi, bâobei? —contratacó, consciente de que ambos habían tenido parte de la culpa y perdonarse requería de dos, no solo de uno.

Una sonrisa agridulce tiró de los labios de Yibo, al mismo tiempo que su propio rostro se volvía húmedo por el llanto. Al fin lo había entendido, todo se trató de esto; ellos maduraron como personas, juntos. Esta fue su prueba, una muy dura y que dejó cicatrices amargas como recuerdo.

—Por supuesto.

Xiao Zhan devolvió su sonrisa y besó su frente con dulzura, escuchando su hermosa risa de fondo.

—Ya tienes la respuesta.

Y mientras las nubes negras en el cielo se dispersaban y el brillante sol salía de su escondite, dos amantes se abrazaban como si no existiera el mañana. Nunca se sabía, hoy podían estar juntos, al amanecer, quien sabe. La tormenta había cesado, finalmente.

El Alfa tenía de vuelta en sus brazos a la persona que más amaba en el mundo después de sus hijos, con un pequeño cambio; tenía a un Alfa en vez de un Gamma pero, eso era lo de menos.

—Te amo, Wang Yibo. Nunca más volveré a dejarte ir —profesó sobre sus tentadores labios, conteniendo el aliento.

—Tambien te amo, Xiao Zhan —frotó su mejilla contra su cuello y después se colocó de puntitas sosteniéndose de su cabello castaño, embriagandose con su aroma a Vodka—. Tampoco estoy dispuesto a dejarte ir ni compartirte con nadie más excepto conmigo mismo.

—¿Dónde quedan los niños?

—En su habitación, ellos ya te tuvieron todo este tiempo, es mi turno de ser un poco egoísta —movió las cejas con picardía y, a cambio, recibió un pellizco en el trasero que lo hizo brincar.

—¿Un poco?

—Tonto, te extrañé mucho —y sin darle oportunidad al Alfa mayor de hablar, lo besó con necesidad y nostalgia.

Xiao Zhan se derritió en sus brazos y lo hizo girar como una bella bailarina mientras ambos se carcajeaban como si ya nada más importara. Detrás de ellos, un rayo de sol iluminó la lápida donde sin importar que los restos humanos de su hijo no se hallaran, en cada aniversario tenía garantizada la visita de sus padres y, a veces, también de sus hermanos cuando su padre los traía con él.

Agarrados de la mano y abrazados como dos enamorados que habían perdido bastante tiempo separados debido al orgullo y la culpa, se alejaron en dirección a la puesta de sol con un único propósito en mente; ser dichosamente felices.

Xiao Caihong, año 2021.

Con mucho amor, sus padres y hermanos, lo amarán hasta el último día de sus vidas.

Caihong: Significa “Arcoíris en el cielo”.

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma».

🌙Yessie

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