Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✦╭ᵒ❧ Capítulo XXXIV: Traumas. ✦╭ᵒ❧

Repulsión.

Náuseas.

Impotencia.

Odio.

Mil y unas sensaciones desagradables arañaban su pecho sin piedad alguna, hiriéndolo tan gravemente por dentro que rendirse no era siquiera una estúpida opción. Las inmensas ganas de llorar como si no hubiera un mañana únicamente incrementaba su sufrimiento, y es que mostrar miedo o debilidad a un Alfa cómo Yang Yang era hasta risible para él mismo.

Una gota de agua cayó sobre su rostro, sin embargo, no se trataban de sus lágrimas, si no de las goteras que el techo viejo y mohoso filtraban en el interior. Su mirada, ida y endurecida por la injusticia yacía fija sobre el techo oscuro y opaco en tanto sus uñas se incrustaban sin piedad en las palmas de sus manos, definiendo finas líneas carmesí a las que ni siquiera les prestó atención.

No era justo.

Nada de esto era justo pero, lo cierto era que estaba pasando. ¿Por qué? No lo comprendía, él nunca le dió motivos a Yang Yang para que se creyese con el derecho de poseerlo en cuanto se le apeteciera pero, lo curioso es que estaba a nada de lograrlo para su horror y desdicha.

—Relájate, cariño. Así dolerá menos —le aconsejó el desgraciado infeliz mediante un susurro sucio y asqueroso en su oído izquierdo mientras se acomodaba en medio de sus muslos desnudos y le sonreía con esa misma sonrisa socarrona y triunfadora que tantas ganas tenía de borrar de un puñetazo.

Apretó los dientes con tanta furia que la sangre se filtró rapidamente en sus papilas gustativas.

—Vete al infierno, Yang —fue todo lo que pudo gesticular acompañado de una mirada cargada de odio absoluto y una sed insaciable de venganza que únicamente podría saciarse con la muerte de su verdugo.

—No gracias, a quién tendré el placer de llevar al infierno es a otro, ¿qué opinas, Yibo?

No respondió. Para que iba él a gastar saliva con alguien decidido a ultrajarlo en contra de su voluntad y que no se iba a detener a menos que se lo pidiera pero, si lo hacía....

Cerró los ojos con dolor y se dijo que por los seres que más amaba en este mundo debía soportarlo todo.

Incluso algo tan traumático y aberrante como esto, pensó con dolor.

—Te pregunté, ¿qué opinas, Yibo? Bien sabes que es cuestión que digas que no para que me detenga, aún que.... —acarició su mejilla con una dulzura que le hizo rechinar los dientes mientras se rehusaba a verlo—, ya sabes quiénes van a hacerse cargo de las consecuencias de haberteme negado.

—He dado mi palabra, Yang Yang. ¿No te basta? —escupió con veneno. Deseaba tanto transformarse y arrancarle la garganta de un furioso mordisco pero, las cadenas en sus muñecas y tobillos habían sido diseñadas para evitar precisamente la transformación.

El maldito sabía que perdería en su forma animal, no era ningún tonto.

—Eso no es suficiente para mi, no hasta que seas completamente mío.

—Te odio.

—Auch. Rompes mi corazón, Yibito, porque yo a ti te deseo, y mucho —acto seguido, se lanzó vorasmente sobre sus labios maltratados de tantos mordiscos que se había dado con tal de no salir huyendo.

Sintió un intruso violento y decidido cerca de una parte muy oculta de su cuerpo pero se dijo que por primera vez en su vida, no había escapatoria para él. Y mientras un sollozo ahogado retumbaba dentro de su pecho, Yang Yang liberó un jadeo de gozo y triunfo en cuanto estuvo finalmente dentro de aquel Gamma obstinado que tarde o temprano iba a terminar poseyendo.

Y efecto, lo estaba siendo.

No obstante, antes que siquiera tuviera la oportunidad de iniciar el calvario del Gamma, unos insistentes golpes en la puerta pusieron de un agrio malhumor al Alfa, por lo que, retrocediendo con rabia, salió velozmente fuera de la oscura habitación dando un portazo que hizo que Yibo saltara y reaccionara.

¿Qué había sido eso? A juzgar por la manera tan violenta y eufórica que Yang Yang salió, únicamente quería decir un par de cosas; o alguien finalmente había llegado a su rescate y al de sus cachorros, o Yang Yang tenía una nueva jugada maestra entre los dedos.

Se hizo un ovillo en medio de la cama, y por primera vez en su vida, comenzó a llorar con tanta desesperación y fuerza que se ahogaba, con un único deseo en mente; que pudiese hallar una forma de escapar de ahí, cuál sea.

Él la tomaría sin chistar.

—¿Se puede saber que diablos haces aquí, Wang Zhuo Cheng? La última vez que te llamé solo para ponerte al tanto de las buenas noticias me mandaste al infierno ¿A qué se debe este cambio repentino? —ladró hoscamente Yang Yang con un aspecto que definitivamente evidenciaba lo que había estado haciendo. El aroma personal de Yibo impregnado en su cuerpo.

Zhuo Cheng se tragó las ganas insoportables de matarlo allí mismo, pero por el bienestar de Yibo, se abstuvo a cometer una estupidez y arruinarlo todo. El juego había comenzado y retirarse en este punto solo le haría perder mas de lo que ya había arriesgado.

—Libera a Wang Yibo ahora mismo —le ordenó con una seriedad nunca antes vista mientras se ponía en pie, haciendo reír a Yang Yang.

—¿Disculpa? ¿Quien te crees que eres tú para darme órdenes a mi? No eres más que un perro de Reba a la que, por cierto, no me interesa volver a ver —le recalcó con una determinación que hizo apretar los labios al Delta.

—Ella te ama.

—¿Acaso te lo dijo? —enarcó una ceja con diversión pero un muy sutil interés que rápidamente desechó. Se encaminó a una pequeña mesita de noche y cogió con irritación una botella de Whisky para seguidamente servir dos copas.

—No, pero la conozco lo suficiente para saberlo —respondió con seguridad trás rechazarle el trago.

No obstante, lejos de aumentar la furia de Yang Yang por su desaire, únicamente provocó su burla.

—Pues entonces no la conoces tanto, Zhuo Cheng. Quién ama no traiciona, y menos con su mejor amigo —le fue inevitable no mostrar su resentimiento. Un resentimiento que se había convertido en odio cuando él y Dilireba, la mujer que amaba, lo habían traicionado cruelmente frente a sus narices no solo en su juventud, si no también hace un año.

—¿Así que lo sabías? —suspiró con alivio. Después de todo, la culpa no abandonaba su mente desde ese día, el día en que destruyeron al Yang Yang compasivo y amoroso.

—No soy ningún estúpido —rodó los ojos y se llevó a los labios el segundo vaso de Whisky—, sin embargo, no estás aquí para hablar de Dilireba, ¿O sí?

—No —respondió con una determinación que atrajo la curiosidad inmediata del Alfa—. Estoy aquí para proponerte un cambio.

El interés pronto se hizo notar en la expresión facial de Yang Yang.

—Te escucho.

Xiao Zhan se estaba volviendo loco, sin embargo, las voces e imágenes en su cabeza no podían ser producto de su imaginación derivada por los celos. Si, celos de saber a Yibo haciéndole lo mismo que él recién había descubierto a boca de Dilireba que había hecho.

La imagen era clara, no, esa no podía ser una imagen, si no una especie de horrible realidad. Un individuo que bien conocía tenía encadenado a una cama a Yibo, completamente desnudo, acariciándolo y tocandolo en contra de su voluntad, después...

El vaso de agua que estaba a punto de tomar resbaló de sus manos y se estrelló en el piso, produciendo un ruido sordo que hizo que las ganas de matar a Yang Yang se activaran como una especie de bomba a punto de explotar. El odio y la sed de sangre se adueñó completamente de su cuerpo y de su mente, y con la aprobación de su animal interior salió corriendo de la habitación de hotel en la que se hospedaba convertido en un enorme y furioso lobo negro.

Sus veloces patas y su magnifico olfato pronto lo guiaron a un vecindario de mala muerte en el que no dudó un segundo en entrar y saltar en el aire para horror de las personas que allí habitaban, simples Betas incapaces de detenerlo.

—¿Estás en tus cinco sentidos, Zhuo Cheng? Porque definitivamente esto es algo que nunca harías. —Yang Yang esbozó una sonrisa repleta de burla.

—Lo haría por alguien que en verdad me importa.

—Oh, es así. Vaya, no me extraña que hayas perdido el interés por Reba tan rápido, Yibo es mil veces mejor que ella así que no te culpo por obsesionarte con él. Si quieres, podemos compartirlo —la sugerencia llenó de completo horror al Delta.

—Estas completamente loco si piensas que voy a participar en algo tan repugnante y vil como eso —gesticuló con la sangre caliente y los caninos asomándose entre su boca, listo para transformarse y arrancarle la cabeza. Respirando hondo, se obligó a serenarse, después de todo quién estaba frente a él alguna vez fue su mejor amigo. Un amigo que ya desconocía—. Pero claro... —continuó con desilusión—, que puedo decir a tu favor; tú nunca has sentido amor sincero por nadie, así que mucho menos vas a entender mis sentimientos por Yibo.

—¿Crees qué tus palabras infantiles me duelen? —se carcajeó de una manera que erizó la piel de Zhuo Cheng—. No me conoces, así que más vale que te largues rápidamente de aquí con ese Omega insípido y te calles la boca a no ser que quieras que algo le ocurra a tu protegido y sus mocosos.

—¿Realmente no te interesa este Omega?  —le preguntó por segunda vez, incapaz de creer que alguien como Yang Yang se atreviera a rechazar a alguien que le era servido casi en bandeja de plata.

—Ni un solo poco —contestó muy seguro de si, dándole la espalda, irritado y más que dispuesto a echarlo a patadas con tal de regresar nuevamente a la cama con Yibo dónde definitivamente lo tomaría hasta hacerlo llorar y suplicar por más.

Poniéndose en pie fingiendo aceptación, Zhuo Cheng se encaminó a la puerta y antes de que sus dedos tocaran el pomo y lo girarán para salir, comentó deliberadamente:

—Cambiaría algo si te digo que es virgen.

Las fosas nasales de Yang Yang se abrieron interesadas, su cabeza obligó a su cuerpo a girar abruptamente y su parte inferior se endureció como una roca.

—¡Debiste empezar por allí desde el principio! —gritó con la respiración acelerada mientras se apoyaba en el escritorio, mirando la espalda del Delta.

—Eres un asqueroso, Yang Yang —dijo con desagrado, aún sin volverse.

—Gracias —lo tomó como si le hubieran dicho el mejor de los cumplidos. Su humor inclusive mejoró favorablemente—. Toma asiento y hablemos de negocios —ofreció con amabilidad y una copa de whisky que empujó hacia él.

El estómago se le revolvió a Zhuo Cheng, pero si quería salvar a Yibo y los mellizos debía hacer un pequeño sacrificio. Y por el momento nadie más era más perfecto que Wang Fang Xin.

Lo siento, Fang Xing, se disculpó con él en su mente mientras tomaba nuevamente asiento y evitaba mirar al Omega amarrado y amordazado que hacía inconsciente en un viejo y pequeño sillón a su derecha.

Cuando Fang Xing recobró la conciencia parpadeó aturdido. La cabeza le escocia, sentía una especie de dolor sordo que le impedía moverse, asustandose por las mil y un posibilidades aterradoras en que pudiese estar metiendo, abrió la boca decidido a gritar pero, en cambio, solo un débil jadeo pudo oirse. Con los ojos ya húmedos, la respiración inestable y un pánico abismal dominandolo, lo intentó de nuevo pero fracasó.

—Es inútil, él ha inducido en tu cuerpo una especie de droga que desconozco completamente. Además, gritar no servirá de nada, nadie vendrá —una voz gruesa y abatida, viniendo de alguna parte de la pequeña habitación le indicó que no estaba solo.

Alerta, y temblando como un animal recién nacido, giró la cabeza en dirección al dueño de aquella voz. Una voz que no le era desconocida. Allí, encadenado a un grueso barrote y sentado en el suelo con un golpe terrible en la mejilla y sangre en la boca se hayaba el hombre en quién más confiaba después de su propio hermano.

—Cheng-ge —las lágrimas se filtraron finalmente fuera de sus ojos cuando obligó a sus cuerdas vocales a regenerarse. La desilusión brillando en su mirada como una estrella comenzando a apagarse—. ¿Por qué?

La pregunta, lejos de hacer sentir bien a Zhuo Cheng, lo embargó del más tormentoso sentimiento; la culpa. Su esfuerzo no había servido de nada, el plan que creyó trazar a la perfección se había caído sin él darse patéticamente cuenta.

¿En qué momento se le ocurrió tal locura? No lo sabe a ciencia cierta, solo imaginó que, por primera vez en la vida, él podía salvar a Yibo y sus hijos antes que el inútil bastardo que ya suficiente lo había herido.

Al final, nada funcionó y acabó atrapado también, solo que arrastró a alguien completamente inocente y ajeno a todo.

—Dime, Zhuo Cheng-ge, ¿Porqué me hiciste esto? —a punto de hiperventilar, sintiéndose defraudado y tonto, Fang Xing posó su mirada en su cuerpo mayugado y desnudo, visiblemente con signos de un encuentro sexual que ni siquiera recordaba.

Bajando la cabeza como si quisiera tirarse un tiro allí mismo y pagar por lo que había hecho, Zhuo Cheng apretó los puños con tanta fuerza que las cadenas sonaron con vehemencia.

—Lo siento —el tono en su voz dejaba ver lo desdichado y culpable que se sentía. Si no hubiera sido por él, Fang Xing ni siquiera estaría en esa cama, ultrajado—. Realmente yo, lo siento mucho —una lágrima se deslizó de su ojo derecho, seguida de otras más—. Solo quería ayudar a tu hermano y los mellizos a salir de aquí pero, jamás creí que Yang Yang...

La boca de Fang Xing se abrió perpleja, incapaz de comprender de demonios sucedía allí.

—¿Qué tiene que ver el señor Yang en todo esto? ¿Qué acaso no fuiste tú quién se acercó a nuestras vidas con tal de aprovechar el momento indicado para secuestrarme y violarme? —atacó ciego de odio.

Zhuo Cheng levantó la cabeza como un resorte, pálido y consternado con la conclusión a la que el menor había llegado.

—Fang Xing, no fui yo quién abusó de ti —la verdad heló la sangre del Omega, quién recuperó la movilidad y se incorporó en la cama desarreglada, cubriéndose con la sábana mientras se rehusaba a aceptar la cruda realidad.

—¿Qué estás tratando de...?

—Fue Yang Yang —admitió Zhuo Cheng, temblando de ira al recordar ese momento—. Abusó de ti, frente a mi.

Fang Xing se llenó de horror. Esto no podía ser cierto, no podía.

—¡Mientes! —réplico, sintiéndose asqueado y sucio mientras lloraba con fuerza.

—Créeme que yo más que nadie desearía que fuese una mentira, pero no lo es —le dijo él, suspirando con desazón.

Durante un largo período de tiempo, tal vez lo que parecieron horas, el Omega expuso ante el su dolor, ira y sufrimiento. La sensación de haber sido untrajado sin siquiera esperarlo desestabilizó los sentidos y emociones del adolescente quién se creía estar viviendo la más horrible pesadilla en su vida. Mientras que Zhuo Cheng sabía que merecía estar oyendole llorar amargamente, ese era una parte de su largo castigo.

—¿Y sabes qué es lo peor de todo? —Fang Xing sorbió sobre su nariz una vez pudo tranquilizarse. Quizás no recordar lo que sucedió era lo mejor, de lo contrario, se volvería loco de dolor.

—¿Qué?

—Estoy a punto de entrar en celo —reveló, y para conmoción de Zhuo Cheng, éste se empezó a reír sin parar.

No obstante, Zhuo Cheng sabía que existía una posibilidad muy grande que Fang Xing pudiese escapar. Yang Yang le había recalcado mientras abusaba de él que un virgen solo le interesaba una vez, contrario a Yibo, a quién aseguró llevárselo a otro país donde nadie pudiera encontrarlo. Si sus palabras eran ciertas entonces lo dejaría escapar fácilmente.

Pero si Fang Xing entraba en celo, y sin supresores al alcance, le esperaba un martirio mucho más atroz al salir; los Alfas en la calle al olfatearlo no iban a dudar en tomarlo aún si se oponía. Y no, él no iba dejar que eso pasara.

—Tenemos que salir de aquí —la determinación en la voz del Delta hizo que la piel de Fang Xing se erizara, y cuando su espalda se arqueó, su zona íntima empezó a chorrear lubricante y él gimoteó sobre la cama con la mirada ya puesta en el único hombre disponible y capaz de llenarlo y anudarlo, el sudor resbaló por la frente de Zhuo Cheng y contuvo la respiración. Su lobo arañó dentro de su pecho y aulló cuando éste empezó a aproximarse hacía él tirando la sábana al piso y descubriendo frente a él su desnudez, entró en pánico—. Ahora.

Cediendo el control absoluto a su animal interno producto del celo, Fang Xing se subió a horcajadas del Delta y, posando un dedo sobre su labio mallugado mientras sonreía de una manera que nunca éste le había visto, ronroneó.

—No, no tenemos porque salir. Eres tú quien tiene que estar dentro de mi, ahora.

Tragando saliva con fuerza, Zhuo Cheng se echó hacia atrás y rezó a los cielos porque Fang Xing recobrará la razón, pero no lo haría, no a menos que le diera lo que quería.

Cuando la puerta se abrió de nuevo, Yibo se echó hacia atrás, escandalizado, temiendo que esta vez Yang Yang lo tomara como tanto lo anhelaba, sin embargo, la persona que entró no era otra más que...

—Xiao Zhan — gesticuló con la voz en un hilo y los ojos nublados por las lágrimas de felicidad que empapaban su rostro.

De todas las personas que imaginó que lo rescatarán a él y a sus hijos, estaba él, su Alfa, el mismo Alfa que no solo lo defraudó si no también rompió en pedazos su corazón por segunda ocasión. Pero ahora, al verlo allí, con los cachorros en ambos brazos no pudo evitar querer abrazarlo y no soltarlo nunca. Más que por amor, por gratitud, una gratitud que no podría pagarle nunca con nada.

—Yibo. He venido por ustedes —anunció Xiao Zhan con una seriedad imperturbable a la que no le tomó demasiada importancia.

Estaba desnudo y con un aroma que no era el de su Alfa, además de encadenado, era lógico como se sentía éste.

—Eso veo pero, ¿cómo nos encontraste? —quiso saber, movido por la curiosidad.

Con el ceño fruncido y dejando a los cachorros en la cama —y quienes milagrosamente estaban despiertos pero en silencio, como si supieran la situación—, cogió su nuca y plantó un fuerte beso en su frente.

—Es una larga historia, mi amor. Ya habrá tiempo para contarla, por ahora, necesito sacarte de aquí —le dijo entonces, mirándolo a los ojos con sentimientos encontrados.

Yibo se rió amargamente y alzó los brazos, evidenciando lo obvio.

—Estoy encadenado, Xiao Zhan, y no con cualquier tipo de cadenas, si no con unas que son casi imposibles de romper. —Trás terminar de decir eso, y con un poco de fuerza, las cadenas legendariamente indestructibles cayeron a la cama echa pedazos—. ¿Pero como...?

—No soy cualquier Alfa, Yibo. Soy un Alfa puro, ¿lo olvidas?

Asintiendo llenó de gozo trás verse libre, observó a sus cachorros con infinito amor y los abrazó como si temiera por un segundo no volverlos a ver.

—Gracias, Xiao Zhan.

—No agradezcas, mejor agradecele al destino por hacernos pareja destinada —añadió mientras lo ayudaba a vestir con premura y un semblante sombrío.

Yibo sacudió la cabeza sin hacerle mucho caso a sus palabras, según él, delirantes.

—Salgamos de aquí —se puso en pie con ambos niños en brazos, pero antes de cruzar la puerta, Yang Yang hizo aparición.

Xiao Zhan se colocó frente a él y sus hijos, cubriéndolos con su cuerpo.

Yibo, retrocede —le ordenó con su voz de mando, inesperadamente éste acató la orden, pero no porque su orden influyera en él, si no por el arma que Yang Yang sostenía en su mano.

Todo sucedió en cuestión de segundos, Xiao Zhan se transformó y saltó sobre Yang Yang dispuesto a matarlo por todo lo que le había echo pasar a su familia, pero calculó mal y éste le apuntó con el arma pero no disparó, en cambio, se movió tan rápido que lo burló y llegó hasta Yibo dónde hizo lo que jamás nadie imaginó que haría.

—¡Yibo! —El grito lleno de terror de Xiao Zhan retumbó en todo el lugar, sin embargo, este ni siquiera escuchó.

Yibo solo atinó a sonreírle a Xiao Zhan, el amor de su vida y el padre de sus hijos con la boca llena de sangre, un fino hilillo salpicó la alfombra y fue entonces que empezó a caer aferrándose con todas sus fuerzas a ambos mellizos. Xiao Zhan llegó rápido y evitó que estos cayeran, pero no evitó que Yang Yang preso de lo que hizo escapara.

—Z...Zhan.

—No, no hables mi amor, tienes que ser muy fuerte y guardar energías. Te llevaré al hospital ahora mismo —sintiendo un gran hueco en su corazón y una enorme desesperación al saber que lo perdía, Xiao Zhan lo cogió en brazos.

—No podrás, los niños, ellos no... —No puedes llevarme a mi sin tener que dejarlos a ellos aquí, eso quería decirle Yibo.

Pero para su sorpresa, Xiao Zhan le respondió.

—Wang Zhuo Cheng se encargará de ellos, si no lo hace, lo mato.

¿En qué momento llegó Cheng-ge aquí? Espera, ¿acaso la voz que se oía a la lejanía no era la de su hermano?, pensó, desconcertado.

—Zhan yo... —apenas y pudo hablar, la sangre escurriendo a borbotones fuera de su boca y manchando el pecho desnudo de su Alfa—, lo siento.

Y la oscuridad lo envolvió, oyendo de fondo los constantes gritos de Xiao Zhan porque despertará, porque luchara como siempre lo había echo y resistiera un poco más. Pero incluso el propio Xiao Zhan sabía que estaba siendo injusto, le estaba pidiendo demasiado a su pareja, después de todo, la mordida fresca y que no paraba de desangrarse impresa en el cuello de Yibo evidenciaba lo que estaba por suceder.

Wang Yibo moriría producto de la mordida de un Alfa que ni siquiera era él.

Finalmente pude traerles este capítulo después de tanto tiempo. Y como recompensa, también el final y un pequeño epílogo. Disfruten.

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma».

🌙Yessie.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro