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✦╭ᵒ❧ Capítulo XX: El Pasado siempre regresa. ✦╭ᵒ❧

—Podrías dejar de ser un maldito desconsiderado y detenerte de una buena vez. —Yibo relentilizó sus pasos, tenía los pies hinchados y la espalda adolorida, a tal punto que ya no los sentía del todo. Bao Ming se había vuelto muy pesado este último mes y comenzaba a dificultarsele tenerlo en brazos. Por un instante, casi se lamentó no haberle echo caso a la sabia recomendacion del Alfa y traer su cangurera consigo, pudo mas su enojo—. Estoy agotado, Zhan.

Puchereó y puso esa misma expresión lamentable que infinidad de veces hizo a Xiao Zhan ceder a todo lo que saliese de su boca, pero, por supuesto, eso no iba a funcionar otra vez con él.

Casi podía decirse que el antiguo Yibo era lo suficientemente crédulo y puro como para siquiera darse a la penosa tarea de manipularlo con tal de salirse con la suya, él no poseía maldad alguna en su corazón y, en su lugar, Xiao Zhan siempre temió corromperle de alguna u otra manera, sin embargo. Este nuevo Yibo que no paraba de quejarse y soltar maldiciones por lo bajo, si que podía hacer lo que antiguamente no tenía el poder ni la valentía justa de hacer. Debía ser tan inteligente y astuto como él y no dejarse engañar fácilmente o desde luego que su poder como Alfa sería catálogado solo como un adorno... un adorno sin usar escondido en el ático.

Aunque lo amo, no puedo dejarle hacer su santa voluntad, concedió con resignación. Una vez ya le di demasiado espacio y al poco tiempo acabó en el hospital por mi falta de autoridad.

Xiao Zhan inhalo hondo, le miró por sobre su hombro izquierdo y agitó la cabeza con una sonrisa forzada, el Gamma necesitaba aprender a respetar los límites de una relación, y aunque su pecho dolía, la decisión parecía ser la mejor opción.

—Lo que sea que estés tratando de hacer no va a funcionar, Yibo —aseguró con ojos duros, volviendo su atención a los coloridos estantes—. Además, recién acabamos de llegar, así que no me vengas con ese cuento porque te lo advierto, no me harás dar la vuelta y regresar a casa con las manos vacías.

Yibo frunció la nariz y bufó con fuerza, claramente indignado por su desconfianza y su falta de empatía. Sí, aceptaba que tal vez exageraba un poquito, solo un poquito, pero él realmente si se sentía sin fuerzas para continuar avanzando, no estaba actuando del todo pero eso el Alfa lo ignoraba o sencillamente no lo quería reconocer.

Trastabilló en su afán de tratar de avanzar y seguirlo si no quería perderse en una gran ciudad a la que no acabó de conocer en su totalidad. Suspiró aliviado cuando logró detenerse a tiempo y sostenerse del borde de uno de los estantes de juguetes, recio a seguir o terminaría por colapsar con todo y Bao Ming encima, solo era cuestión de tiempo.

—¿De qué hablas? —apenas logró balbucear, más concentrado en tranquilizar su agitado corazón si no quería morirse del susto y, de paso, comprobar si su hijo estaba bien. 

Y lo estaba, solo así pudo soltar todo el aire que, sin saber, retuvo preso del pánico. El grueso abrigo color marrón que el Alfa le prestó y que innumerables veces rechazó, pero al final acabó usándolo, comenzaba a sofocarlo. Extraño, porque la temperatura rozaba los diez grados.

—Sabes de lo que hablo, Yibo —dijo con desinterés mientras alargaba una mano y agarraba algo del estante más alto sin necesidad de ponerse de puntillas, sus ojos emitieron un destello cuando observaron el pequeño auto de juguete en su mano para, seguidamente, arrojarlo al interior del carrito sin dudarlo.

—En realidad no lo sé —repuso con convicción, dándole suaves palmadas a Bao Ming quien abrió los ojos y observó asustado a su alrededor, y cuando su pequeña boquita se frunció con claras intenciones de soltarse a llorar, actuó rápido y lo arrulló—. No estoy dentro de tu cabeza para saber lo que piensas.

Lanzándole una mirada tan poco creíble, el Alfa suspiró exasperado al divisarle mas lejos de lo esperado y en medio de un tumulto de enardecidas personas que, al igual que él, se habían dado a la tarea de salir de casa y aprovechar las ofertas de año nuevo. Quizo creer que se alejó de su lado en un intento de tranquilizar a su cachorro que comenzaba a ponerse rojo, señal que nada de lo que Yibo haga funcionaría.

—Wang Yibo, ven acá —le llamó, temeroso de que se perdiera, acto seguido, se masejeó las sienes en tanto sus ojos cayeron sobre los cristalizados de Bao Yu que colgaba de la cangurera en su pecho. Cerró los ojos con horror y se preparó para el eminente escándalo del que no tenía el poder de hacer mucho— ¡Oh, Dios mío! ¿Porqué me pasa esto a mí?

No obstante, el lloriqueo jamás llegó a su oídos, así que abrió lentamente un ojo y casi se atragantó con su saliva al sentir el aroma dulzón del Gamma golpeado intensamente en su nariz, abrió la boca para pedirle que no tenía motivos para hacerlo, pero la cerró al percatarse de sus intenciones.

Yibo únicamente trataba de brindar confort y seguridad tanto a sus hijos como a él liberando un poco de su aroma, y eso no podía reprocharselo.

Jamás.

Así que contrajo la mandíbula y reprimió los celos que burbujeaban en su pecho al darse cuenta que la mayoría de los Betas miraban a su pareja con enfermo interés.

—Calma, Zhan. Ya puedes respirar, ella ha vuelto a dormir —le hizo saber con una sonrisa divertida, tomando su mano derecha y entrelazándola con la propia como modo de decirle que estaba allí para ayudarle siempre que lo necesitase.

Xiao Zhan parpadeó, aturdido con lo que sucedía—. ¿Pero como es que ella...?

—¿Durmió tan pronto? —Terminó la pregunta y él asintió mudo, perdido en el brillo burlón de sus enigmáticos ojos negros—. Ella suele hacer eso todo el tiempo, se despierta entre sueños pero casi inmediatamente vuelve a dormir, no es como A-Ming que así como puede dormir largos períodos de tiempo también puede ser un dolor de cabeza cuando ya no quiere hacerlo más, como ahora ¿Verdad, mi príncipe? —le preguntó al cachorro en un tono infantil que lo hizo sonreír y enseñar sus encías.

Adorable, pensó Xiao Zhan. Malditamente adorable.

Su pecho se derritió de amor y una sensación de creciente poder lo invadió al apreciar la hermosa familia que construyó y eligió sobre la suya.

No cabía duda que había echo la mejor de las elecciones al fijar sus ojos en el hermoso Gamma hace mas de dos años; y aunque no estuvo con él el día que se enteró de la llegada de los mellizos, ni en sus consultas mensuales y mucho menos el día de sus nacimientos, no está triste, quizás algo melancólico. Se perdió de tantas cosas a su lado pero, desde que se enteró de su desconocida paternidad, comenzó a atesorar cada uno de esos lindos momentos en su mente y corazón.

—Yibo.

—¿Hm? —No levantó la vista, demasiado concentrado apreciando las angelicales rostros de sus hijos para prestarle un poco de atención al Alfa, pero cuando no recibió más que silencio de su parte se inquietó, y al sentir una mirada pesada incrustada en él, subió sus ojos—. ¿Qué...?

Antes de qué Yibo siquiera terminase, el Alfa inclinó la cabeza y atrapó los gruesos y aterciopelados labios entre los suyos. Jadeó de la impresión, no esperaba esta muestra significativa de afecto precisamente ahora que están en un lugar público pero, extrañamente, descubre que le fascina y le emociona este nuevo lado atrevido de Xiao Zhan a partes iguales. Y haciendo oídos sordos a los despectivos comentarios a su alrededor, sonrió en medio del beso y se aferró a su hombro luego de verse en necesidad de soltar su mano, tratando de no presionar demasiado o va a aplastar con su peso a sus hijos.

Los labios de Yibo están calientes y saben tan bien que Xiao Zhan envolvió una posesiva mano alrededor de su cintura y gruñó cuando sus labios comenzaron a moverse en sincronía, buscando todo tipo de ángulo que haga que sus labios encajen a la perfección, y al hacerlo en cada movimiento, sisearon y respiraron con fuerza al sentir el magnetismo invisible que parecía unirlos con fuerza e impedirles que se separaran.

Así que no lo hicieron y siguieron besándose con dulzura y amor, disfrutando, inmersos en su mundo de vívidos colores y mariposas revoloteando en sus estomagos, el corazón latiendo dichoso.

Xiao Zhan deseaba tanto comerle la boca hasta el punto de hacerle desfallecer, pero no es el sitio más apropiado para llevar las cosas a un nivel más alto con sus hijos encima, así que se conformó con el ritmo lento y armonioso que han marcado en un principio.

—¿Qué ha sido eso?

Yibo aún se siente muy mareado para abrir los ojos y despertar de este maravilloso sueño, el mundo no deja de girar a su alrededor y su lobo aulla de euforia en su mente, así que eligió recargar su cabeza superficialmente en una parte libre de su pecho y embriagarse de su aroma que parece impregnarse en todo su cuerpo a una velocidad abrumadora, y no se queja.

De echo, le encanta oler aun más al Alfa y perfunarse mutuamente, así todos se enteran que se pertenecen y que nadie será capaz de separarlos, han pasado por mucha para hacerlo sin dar batalla.

Los delgados y brillantes labios de Xiao Zhan por el reciente beso se curvaron con cierta timidez, una de sus manos libres acarició de arriba a bajo la espalda de su acompañante y éste ronroneó de gusto.

—¿Fue demasiado?

—No, en lo absoluto —confesó Yibo con las mejillas y orejas ardiendo—. A decir verdad, me tomaste con la guardia baja —acarició con la punta de su nariz la de Bao Yu y se rió entre dientes cuando la cachorra abrió un ojo y lo volvió a cerrar al darse cuenta de la identidad del responsable que osaba perturbar su sueño.

Soltando una baja risita nerviosa, Xiao Zhan se encorbó debido a la diferencia de estatura y susurró en su oído—: Me asustaste, pero confieso que es algo nuevo y, ¿porque no? Muy excitante.

El Gamma se mordió los labios, reprimiendo la estruendosa carcajada que anhelaba escapar de su boca, se apartó todo sonrojado y le regaló una fuerte y merecida palmada en la frente.

—Descarado.

Xiao Zhan no tardó en quejarse y armar su mismo teatro de siempre.

—¡Hay, hay, hay! —dramatizó entre falsos quejidos que, inesperadamente para Yibo, atrayeron mucho la atención y los pusieron en el blanco de severas y graciosas miradas—. ¿Porqué me maltratas, Wang Yibo? ¿Acaso no te enseñaron a respetar a tus mayores? He sido muy considerado contigo y así me pagas.

—Cállate —gruñó abochornado de la atención indeseada que recibía por culpa del Alfa, sujetó con más fuerza a Bao Ming y giró sobre sus talones, alejándose de allí.

—¡Hey, Yibo! ¿A dónde estás yendo? —gritó Xiao Zhan tomando el carrito y siguiéndolo apresurado, ganándose insultos de los que no tomó la debida importancia por casi derribar a más de una persona— ¡Detente ahí!

Creyó que se echaría a correr, pero contrario a lo que pensó, el Gamma se detuvo y se volvió hacia el con un gesto que denotaba problemas.

—¿Podemos irnos a casa? —Curiosamente, su voz se oyó tan pacífica que desconcertó a Xiao Zhan.

¿Yibo estaba o no enojado con él? No lo sabía, pero no era nada extraño, los Gammas tendían a fastidiarse con las aglomeraciones y, por un segundo, se avergonzó de no tomar en cuenta ese dato.

Maldijo para sus adentros, últimamente no podía hacer nada más que enfurruñarlo y sacarlo de quicio.

—¿Porqué?

—Estoy cansado, Zhan. Quiero irme ahora —lo miró con ojos desesperados, y allí supo que no mentía.

Asintió débilmente.

—De acuerdo —el alivió embargó a Yibo, aunque no por mucho—, pero con una condición.

Enarcando una ceja y acabando por rendirse, inquirió seco—. ¿Cual?

—Necesito que llames un taxi por mi mientras pago todo esto—solicitó con una sonrisa apenada, señalando con la mirada el carrito repleto de diversos juguetes. Su emoción por darle montones de regalos a sus hijos fue tanta que acabó por olvidar marcar a un taxi con antelación.

Yibo torció la boca y extendió su palma izquierda sin borrar su expresión irritada.

—Tu teléfono.

—¿Qué? —No supo a lo que se refería, o quizá, solo se hayaba desconcertado por aquella demanda.

—Dame tu teléfono, Xiao Zhan, o te juro que no llamo a una mierda y tendremos que regresar caminando —amenazó con brusquedad, perdiendo el último porcentaje de su paciencia.

Agarrándose el cabello con fuerza, Xiao Zhan gruñó por su actitud y extrajo de su bolsillo trasero su móvil.

—Lo siento, creí que tenías uno —se disculpó, notablemente sonrojado, entregándole con dedos trémulos uno de los modelos más recientes y caros del mercado. 

El oxígeno se atascó en la garganta del Gamma, eso definitivamente había sido un golpe bastante bajo. Muy dentro de él sabía que las intenciones de Xiao Zhan no eran ofenderlo u hacerle sentir un fenómeno que ni siquiera tenía su propio movil, pero es que realmente le parecía indispensable a estas alturas de su vida.

Pensar que años atrás mi mundo entero giraba en torno a este aparato ¡Ja!, se dijo con ironía. Es de risa como ahora las cosas cambiaron drásticamente y soy muy capaz de vivir sin él.

Sonrió con desinterés y se dio la vuelta con el móvil en la mano.

—Descuida, nunca lo necesité a partir de que los niños nacieron, mi principal objetivo siempre fue darles lo mejor —comentó con firmeza y una alegría floreciente en sus ojos—. Además, mis necesidades pasaron a un segundo plano y, la verdad, no me importó menos. Aprendí a vivir así.

—¿Desconectado del mundo?

—Se podría decir, que si.

Eventualmente, sin importar la seguridad y resignación con la que hablaba, Xiao Zhan se sintió lo suficiente mal porque debido a su irresponsabilidad como padre él tuvo que pasar carencias solo, mientras que él solo tuvo que esmerarse en ser un excelente hijo.

Demasiado fácil y demasiado injusto, pero el pasado ya no podía ser retrocedido, si no afrontado y corregido.

—Yibo, ¿si quieres yo puedo..? —intentó negociar, pero éste levantó una mano en el aire, invitándolo a cerrar la boca o se arrepentiría de ser así de solidario.

Wang Yibo no creía en la solidaridad de las personas, y a menudo las identificaba como lástima.

Seca e interesada lástima, todo con tal de salvar sus almas podridas y sentirse menos miserables de lo que ya eran.

—Basta. Si te atraves a decirlo me veré obligado a regresar a Luoyand, si no lo he echo es por nosotros. Nuestra relación todavía está caminando sobre arena, y al más mínimo desacuerdo o riña podría inclusive desmoronarse en segundos, y créeme que apiadandote de mi miseria lo hará. Así que, por favor, no te entrometas en esto, si decidí vivir así fue porque así lo preferí, y no es necesario que me compres nada porque no te lo estoy pidiendo —alegó sin expresión alguna en su hermoso rostro.

—Yibo —con los ojos húmedos, extendió una mano y tocó su hombro izquierdo, queriendo confortarle, pero no pudo hacerlo ya que se alejó—. Por favor. No deberías ser tan orgulloso, todos nos vemos orillados a ceder alguna vez por determinadas situaciones, tú no serás la excepción así que no deberías sentir que estás siendo un aprovechado y...

—Te veo afuera —le cortó fríamente, alejándose a grandes zanjadas y perdiéndose entre el tumulto de gente con Bao Ming en los brazos.

Agitó la cabeza con los dientes apretados.

—Si piensas que esto acaba aquí estás pero muy equivocado, Yibo. Ya hablaremos otra vez tú y yo sobre este asunto —prometió con una determinación que asustaría a cualquiera.

Tomó el carrito y lo empujó por el pasillo, listo para incorporarse en las largas filas y regresar a casa de una buena vez.

Yibo decidió a último minuto que salir de las cálidas instalaciones no parecía ser la mejor opción, quizás en otra circunstancia a él no le hubiese importado un comino salir de aquel lugar sin dar explicaciones y dejar al Alfa a su suerte, sin embargo. En sus brazos tenía la gran responsabilidad de cuidar de uno de sus más grandes tesoros, y aunque todo lo que quería hacer ahora era huir lo más pronto posible, no iba a poderse.

Observó con angustia a través del empañado cristal de las compuertas principales el como la nieve caía cada vez con más intensidad y furia, pintando las calles de blanco y acrecentando el frío. El cielo era gris cenizo y el ambiente nublado comenzó a espantar a las personas, las calles se fueron vaciando al igual que la juguetería, se mordió el labio con impaciencia ante la tardanza de Xiao Zhan.

—Diablos, ¿cuanto más piensa tardarse? —se preguntó, y estuvo dispuesto a ir a buscarlo él mismo y traerlo de una oreja si eso garantizaba que se marcharían antes de que una tormenta de nieve los sorprendiera.

—¿Yibo? —dijo una conocida voz detrás suyo.

Giró de golpe y sus oscuros ojos, incrédulos, se encontraron con quien creyó no volvería a ver jamás.

—¿Yu Bin? 

El aludido sonrió ampliamente y rodeó su cuello sin un ápice de vergüenza, como si de alguna forma hubiese perdido la memoria y no recordara su falta de responsabilidad en el trabajo... un trabajo que le otorgó aún en contra de las reglas y el mismo que dejó tirado sin algumentar una palabra.

—¡Cielo santo! Por fin te encuentro, no imaginas lo que tuve que pasar para llegar hasta aquí con tal de verte.

Yibo estaba petrificado, pero logró que sus cuerdas vocales funcionaran.

—Yu Bin, ¡¿qué carajos haces tú aquí?! Creí que te había tragado la tierra cuando no volviste al trabajo y nos dejaste a Ji'er y a mi a nuestra suerte —aseveró, iracundo con su desfachatez.

—Ya te lo dije —se rió y, desconcertando aún mas al Gamma, liberó un poco de su aroma y se frotó contra él—, vine por tí.

—¿Por mí? —repitió, rígido como una tabla—. De qué hablas, ¿acaso te volviste loco?

Negó sin borrar esa extraña sonrisa de su rostro.

—Eso quisieras, pero no.

—¿Entonces? —aguardó por una respuesta, pero como no llegó, se hartó y le empujó con fastidio lejos de él—. Estoy esperando una explicación, Meng Yu Bin ¿Y qué es eso de andarme asfixiando? Que recuerde, yo jamás te di esas confiancitas.

Yu Bin se rascó la nuca y sus ojos negros —un tono más claro que los suyos— cayeron sobre el regordete y despierto cachorro que le fruncía el ceño desde los brazos de su papá, analizándolo y, según él, retándolo a dar un paso más.

—Eso es... —parpadeó, tragando saliva, pálido como un muerto.

Yibo rodó los ojos, sacudiéndose la ropa y la de Bao Ming como si el joven Alfa los hubiese ensusiado.

—Se llama Bao Ming, y es mi hijo.

—¡Oh! —su boca se abrió— No tenía idea que tenías un hijo.

—En realidad tengo dos —comentó para sorpresa de Yu Bin que desconocía aquel dato de su vida.

—¿Dos? Pero si tú...

—¿Yo qué? —musitó mordaz. 

—Bueno —desvió la mirada, sus mejillas se sintieron muy calientes de pronto—, te ves muy joven para tener dos hijos ¿Qué edad tiene el otro?

—¿Porqué te importa? —chasqueó la lengua e hizo oídos sordos a los comentarios a su alrededor.

—Solo tengo curiosidad —aceptó Yu Bin, calentando sus manos frías con su aliento—, pero no te voy a obligar a hablar.

Finalmente, sabiendo que estaba haciéndole sentir que no confiaba en él, Yibo exhaló una bocanada de aire y abrió la boca.

—Hace algunos días ambos cumplieron once meses.

—¿Gemelos?

—No, son mellizos —aclaró mientras apartaba sus ojos de ciervo del joven Alfa y se centraba en su cachorro que le sonreía, extrañamente no estaba llorando.

Recordó que era Bao Yu la que odiaba a los extraños y no Bao Ming, el pequeño solo escuchaba atentamente y no causaba problemas como su hermana si.

—Oh. —Fue todo lo que pudo decir, aun shockeado.

—Al grano, Yu Bin ¿Porqué estás aquí?

—Yo... Tal vez quise saber si tenía aún una oportunidad —expresó con cierta timidez, pero esa timidez no representó un obstáculo para dar un paso adelante y colocar ambas manos en sus hombros.

Yibo se mordió el carrillo y posó una palma en su fuerte pecho, abochornado de aquella fugaz etapa de su vida.

—Yu Bin, no por favor —protestó cuando el Alfa quizo atrapar su barbilla y hacer que le mirase a los ojos—. Eso quedó en el pasado.

—No, Yibo. No lo hizo —refutó con determinada seguridad—. Si no hubiera sido por culpa de tu amiga tu y yo estaríamos juntos.

Con el alma en un hilo, Yibo volvió a negar y tratar de alejarlo. No pudo hacerlo, el Alfa impuso más resistencia.

—En Jie aún te ama, y tu y yo no compartimos nada más que uno que otro beso furtivo.

—Escuchame bien, Wang Yibo, Lu En Jie no siente nada más que atracción momentánea por mi, mientras que yo... —sujetó la mano que descansaba en su pecho y la ubicó sobre su corazón—. Yo en verdad te amo.

Rió, sarcástico.

¿Eato no estaba pasando? ¿En que jodido lío se había metido por culpa de su penosa soledad? No va a negar que sí, en efecto, unas semanas después de la incorporación de Yu Bin al trabajo él se vio tentado a buscar la compañía que solo un compañero le podía dar. Joven, ingenuo y con las hormonas todavía alborotadas, el Alfa cayó en sus pies más pronto de lo esperado pero, sus constantes demandas en querer llevarlo a conocer a su única pariente viva, su hermana mayor, Meng Zi Yi, acabaron por hcaerle entrar en razón.

Él estaba ilusionándolo como una vez Xiao Zhan lo hizo, y aunque Yu Bin sabía de su verdadera naturaleza, no estaba dispuesto a romperle el corazón. Quería a alguien con quién pasar el rato, no a alguien que creyera que lo que lo que tenían era serio. Así que le pidió, no, le exigió que guardase sus distancias y no le volviese a hablar.

Yu Bin cumplió, pero ahora él llega y le habla de amor.

¿Amor? ¿En verdad Yu Bin conoce el amor?, sopesó pensativo.

Y no, él no podía.

—No.

—Sí, Yibo. Te amo tanto que soy perfectamente capaz de aceptarte con los niños.

—¡Perdiste la cabeza! —bramó con los ojos encendidos.

—Te amo, Yibo. Lo que sea que En Jie te haya dicho, es mentira.

Se rió.

—¿Tambien es mentira que te revolcaste con la señora Yang?

—Eso... —se apreció conmocionado de que lo supiera—. Nunca lo hice.

—Yu Bin.

—Ok. Ok. Sí, iba a hacerlo, me propuse arrancarte del corazón pero no pude hacerlo al final —a juzgar por su expresión, Yibo le creyó.

—Así que solo decidiste desaparecer como un cobarde. Que estúpido.

Sabiendo que el tiempo se le agotaba, el Alfa se desesperó y liberó un poco más de su aroma pero, quizás, olvidó que nada de eso funcionaría con él. Era un Gamma dependiente de sus acciones y no un Omega que a la más mínima oportunidad aprovechaba para enlazarse con tal de no estar soltero.

—No, Yibo. Estúpido es que te hayas burlado de mí.

—Vete al demonio, Meng Yu Bin. No te puse una pistola en la cabeza, así que asume las consecuencias de tus actos y no me eches a mi toda tu mierda.

Yu Bin no respondió.

Y antes de que él pudiese reaccionar y apartarse, Yu Bin tomó su barbilla y lo besó con los labios entreabiertos. Un agudo chillido escapó desde el fondo de su boca y al fin tuvo la fuerza para mandarlo lejos cuando, por el rabillo del ojo, captó el rostro desfigurado por los celos y la incredulidad del padre de su hijos.

—Zhan, esto no es lo que...

Pero Xiao Zhan no le hizo el menor caso y, en cambio, se dirigió hasta el Alfa que no paraba de mirarlo con odio
Y con Bao Yu encima, lo golpeó en la cara, derribandolo al instante.

Le agarró con una mano del abrigo rosa brillante que vestía y lo alzó lo suficiente para susurrar una amenaza en su oído—: No te vuelvas a acercar a él, o te juró, que te la cortaré y se la daré a los perros de la calle.

Un escalofrío atravesó la espalda del Alfa castaño que asintió robóticamente, horrorizado. Xiao Zhan podía olfatear su miedo y una sonrisa que denotaba superioridad curvó sus delgados labios.

—¿El gato te comió la lengua?

—N.. No, señor.

—Esfumate —lo echó a un lado, y Yu Bin no perdió tiempo en huir despavorido sin atreverse siquiera a mirar al Gamma—. Camina, Wang Yibo, ¿o acaso te quieres quedar aquí?

—Pero, Zhan, yo...

—En la casa me das explicaciones, aquí no —espetó con una indiferencia que hizo sentir mal a Yibo—. Y si abres otra vez esa boca, créeme que cometeré una locura.

Xiao Zhan salió en silencio y con la mandíbula demasiado apretada para su bien, Yibo olvidó llamar a un taxi así que tuvo que hacerlo él mismo, pero éste no se disculpó.

¡Qué esperara sentado porque él no había echo absolutamente nada!

Hola queridos lectores, la semana pasada no pude subir capítulo pues la familia está pasando por muchos problemas. Saben, uno de mis primos tiene cáncer y mi mamá y mis tías están haciendo lo posible para recaudar dinero y llevarlo a México a su tratamiento que aún no empieza, y es que también su mente esta siendo afectada y tiene crisis.

Esperamos que todo vaya bien y pueda curarse, pero su tratamiento se posterga más y más por lo mismo del covid-19.

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma».

🌙Yessie.

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