Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✦╭ᵒ❧ Capítulo XII: Una Pieza Rota. ✦╭ᵒ❧

En Jie no podía creer lo que escuchaba. La conmoción se apreciaba en todo su rostro, ¿pero qué otra reacción pudo tener si no esa? El mundo si que era muy pequeño.

Demasiado, quizás.

—¡Oh, Dios mío! ¿Me estás diciendo que ese guapo y imponente Alfa que te salvó la vida a ti y a los cachorros es el mismo que te rompió el corazón y que te embarazó? —exigió una confirmación más, demasiado exaltada y demasiado shockeada con los recientes sucesos que se había perdido para creer de buenas a primeras que lo que le decía su mejor amigo era una fidedigna realidad.

Y todo se debía a su orgullo herido tras la pelea suscitada días atrás. Confiesa que le dolió mucho su trato brusco e hiriente, tanto que camufló con la ira el miedo que sentía al verle así; fuera de control y no siendo realmente él. 

Yibo suspiró con pesadez, sosteniendo la aspiradora con dedos tremúlos y sudorosos, dominado por la incertidumbre de no saber como tomarse las cosas con el Alfa a partir de ahora mas que por las intensas demandas de la Beta.

Las manecillas del reloj de oro empotrado en una de las paredes blanquecinas del living marcaban las 9:15 am. Una nueva semana laboral iniciaba, si, pero su mente atravesaba un estado crítico desesperante, siendo un verdadero caos en estos momentos que sencillamente no podía pensar en nada más que en ver de nuevo a Xiao Zhan. El día anterior se marchó muy pronto y, en vez de sentirse feliz, una impetuosa decepción le abrumó a tal punto que estrujó su pecho en un puño y terminó llorando en silencio en su almohada.

No obstante, aunque se lo pidió con cierta —y, quizás, no suficiente— amabilidad, pizoteando su propio orgullo en el intento, Xiao Zhan se disculpó con él, sonriendo forzadamente y marchándose en menos de media hora. Al final, había sido él quien terminó por alejarle con su temperamento cerrado y hostil; así que no podía reclamarle nada por que el único culpable era él y no el Alfa.

—Se llama Xiao Zhan, y sí. Aunque me dolió su rechazó y por algo tan estúpido y superficial como que no soy un Omega, he dejado enterrado ese tema, sin embargo. Él es el padre de mis hijos, y aunque no niego que aún existe un poco de resentimiento en mí, estoy dispuesto a darle una oportunidad por los cachorros. 

Atragantándose con su propia saliva, En Jie jadeó llena de horror por lo inseguras y temerosas que sonaron sus palabras.

—¿Estás bien, A-Yi? —La preocupación se vio reflejada en sus grandes y redondos ojos marrones.

Yibo asintió despacio, evadiendo su inquieta mirada, lo que hizo que ella no le creyera en lo mínimo y solo reafirmara sus sospechas.

Se pasó una mano por el pelo, tratando de no perder la calma, y una vez mas tranquila, continuó:

—Mira, sé de tu propia boca lo difícil y complicado que fue salir adelante solo, sobre todo, después de que tus padres se fueron y una enorme responsabilidad que no esperaste cayera sobre tus hombros. Tu estado emocional era delicado, y enterarte más tarde de tu embarazo solo hizo que todo se volviera en tu contra y las escazas ganas de salir adelante se vinieran abajo en un segundo. Así que no finjas que estás bien porque sé que no lo estás. No tienes que mentirme, ni a mi, ni a nadie más, porque al único que le mientes es a ti mismo, y no está bien.

Sonriendo débilmente por su preocupación, Yibo agitó la cabeza, presagiando lo desdichado y frágil que debía lucir. 

—Ji'er, descuida. Ya no soy ese adolescente crédulo y soñador que existió en el pasado. He madurado, la vida me hizo hacerlo a punta de golpes, y aunque mi comportamiento inflexible y evasivo con casi todos, excepto un reducido grupo de personas, incluyéndote, me haga parecer un engreído, lo que pasé jamás se me va a olvidar.

—A-Yi, por favor. No trates de aparentar que no pasa nada, porque nadie puede eludir del todo los problemas por mas que lo intenten. Es practicante imposible —expusó sabiamente y con una expresión inobjetable.

—Lo que tú digas, Ji'er. Ahora, es mejor que nos pongamos a trabajar si queremos terminar a tiempo, aunque al paso que vamos, lo dudo mucho —ironizó con una sonrisa de medio lado, pero a juzgar por sus ojos opacos, la Beta comprendió que no estaba dispuesto a seguir tocando el tema.

Asintió, decidida a darle su espacio, eso si, no le quitaría el ojo de encima a partir de ahora.

—Está bien. De momento, yo me ocuparé de las habitaciones de la planta superior y, por favor, si terminas pronto, vas y me echas una mano. Ya sabes lo tedioso y agotador que se vuelve limpiar y ordenar quince habitaciones seguidas, incluyendo los baños  —le pidio con las manos juntas y un tierno puchero que derritió el corazón de Yibo y le hizo soltarse a reír sin dar lugar a falsedades.

—¡Ni que lo digas! —exclamó completamente abrumado por el arduo trabajo que aguardaba por ellos. Y eso que ni habían iniciado—. Pero pierde cuidado, dame solo diez minutos para dejar impecable aquí e ir a auxiliarte con las malditas habitaciones del demonio.

En Jie sonrió complacida por, al menos, lograr que se distrajera y dejara de martirizarse con sus indecisiones.

Al menos, el trabajo le ayudará a mantenerse ocupado y no pensar demasiado, pensó.

—¿A qué esperas entonces para limpiar, niño? O diez minutos no te bastaran para nada; recuerda que mientras los cachorros duerman, tienes mayores posibilidades de acabar mas pronto e irte a casa con ellos —señaló En Jie con un entusiasmo que contagió al Gamma.

—¡Ya voy, ya voy!

Pronto, el suave y, quizás, fastidioso ruido de la aspiradora llenó el ambiente, y Yibo se permitió relajarse y vaciar su mente durante el tiempo que durara esa calma. Al menos, sus hijos tardarían en despertarse en un buen rato; tenía solo tres, solo tres preciadas horas para avanzar y hacer que aquella mansión fría y gigantesca brillara.

El tiempo se fue prácticamente volando; entre risas, bromas y peleas de escoba y jabón, su trabajo quedó casi completado. Y allí estaban, desparramados en uno de los cómodos sillones de la pequeña pero no menos estrecha sala instalada en la última de las habitaciones.

Exhaustos, sudorosos y con un dolor de espalda insoportable.

—A-Yi ¿Cuánto nos falta? Siento que ya no doy una más. —En Jie dejó caer su cabeza en el vacío, su cuerpo, flácido e inerte, recio a cooperar con ella, sus músculos demasiado adoloridos y entumecidos para continuar unas horas más siquiera.

Volviendo sus ojos en su dirección, Yibo se echó a reír como un niño al encontrarse con su rostro, comúnmente pálido, enrojecido hasta la punta de las orejas a causa de la sangre que se le había subido y acumulado en la cabeza, haciendo presión en esa determinada zona debido a la posición incorrecta en la que estaba.

No, estaban. Así que él no podía estar en mejores condiciones.

Indignada por ser el blanco de burlas, En Jie frunció la nariz y torció la boca.

—¡A-Yi, por favor! ¿Podrías dejar de burlarte de esta pobre JiêJie y ayudarle a levantarse? ¡Cielos, siento que voy a desfallecer! —chilló con dramatismo y, en un ágil movimiento, Yibo se incorporó y tiró de sus brazos, haciendo que la sangre estancada volviese a circular en su cuerpo—. Gracias, pero no había necesidad de ser tan brusco.

Se masajeó las muñecas y tronó su cuello, dándole una mirada represora. Lista para lanzarse sobre él y comenzar a darle unos buenos golpes por su falta de amabilidad con una mujer, sin embargo.

El conocido sonido del tiembre resonó por toda la casa. La Beta pataleó haciendo berrinche, consciente que por mas pucheros y revoloteos de pestañas hiciese, Yibo no iba a ceder y auxuliarla esta vez.

—Te toca —apuntó Yibo, soñoliento, cerrando los ojos y acomódandose en el sillón, mas que decidido a descansar, al menos, por unos cinco minutos.

En Jie bufó, envidiando su suerte, poniéndose en pie como le fue posible y saliendo de la habitación profesando una sarta de insultos en contra de los déspotas de sus jefes por no pagarles más cuando el personal doméstico se reducía a; Yibo, Yu Bin (quién no se dignaba aún a presentarse), dos Betas más que, como el Alfa, parecían haber dejado tirado el trabajo, y ella, claro. Menos mal que contaban con un jardínero, guardias de seguridad y chofer.

Si no, si que acabarían locos.

—¿Quién era? —Trató de investigar Yobi luego de que su mejor amiga no subiera en quince minutos y se viera obligado a bajar las escaleras a como pudo, y en búsqueda de una respuesta a su tardanza.

—Nadien de importancia —respondió En Jie en un tono plano y sin darle cara, introduciéndose en la cocina para evadir sus preguntas.

Extraño.

—¿Ahora qué le pasará? —se preguntó, pero el timbre volvió a sonar y una innegable euforia le asaltó de pies a cabeza, haciéndolo saltar en su sitio.

Sus ojos volaron hacia la puerta principal, ansiosos.

Respiró hondo, controlando sus emociones o de lo contrario se delataría él mismo y luego se reprendería con mayor severidad de lo permitido.

—Hola, Yibo ¿Ya almorzaste?

Pasó saliva con fuerza, sintiéndose de pronto muy nervioso para verle a los ojos, por que allí, frente a él, estaba el culpable de sus noches de desvelo y la principal razón de sus temores.

—Hola, Xiao Zhan. No, todavía no he comido ¿Porqué la curiosidad? —quizo saber, recargando su frente en el borde de la puerta, sus labios resecos y rígidos. 

—¿No es acaso obvio? —Xiao Zhan se rió, levantando algo en sus manos.

Confundido, no le quedaron mas opciones que subir su mirada y encontrarse en el camino con unos ojos chispeantes de emoción. El corazón le dio un vuelco y las conocidas mariposas en su estómago revolotearon de gozo, fue entonces que lo comprendió.

Él nunca olvidó al Alfa, y el amor que le profesó y que se empeñó en matar estaba allí, vivo. Más vivo e intenso que la primera vez, listo para amar y ser amado con la misma intensidad y fuerza.

Sudó frío y empujó en el abismo de su ser las ganas de volverse violento y hacerle las cosas difíciles a Xiao Zhan. Con esa actitud lo único que probaba es que la madurez de la que hablaba no existía; porque estando cerca del Alfa el mundo entero se detenía y el doloroso e inconcluso pasado resurgía furiosamente solo para recordarle lo mal que la pasó por su causa.

Ya no quería amargarse más, tampoco quería cansarlo, ni mucho menos, ser el responsable directo de que se marchara, y esta vez, para siempre. El simple pensamiento le aterrorizó tanto que lo asió de uno de sus brazos y lo introdujo al interior de la mansión con premurosa violencia.

—Tú en verdad quieres romperme un hueso, ¿cierto? —Yibo no supo que argumentae a su favor—. Yibo, Yibo, Wang Yibo. Soy consciente que puedo parecer irresistible para cualquiera pero, ¡demonios! No se me pasó un segundo siquiera por la cabeza que estuvieses incluido en el paquete —bromeó, las comisuras de sus delgados labios curvándose hacia arriba.

Sonrojado hasta las orejas por dejarse llevar por un impulso pasional, el Gamma caraspeó para disipar la atmósfera incómoda, acto seguido dio un paso atrás y le liberó de su agarre.

—Lo siento. Prometo no ser tan efusivo la próxima vez —balbuceó, sus ojos escocieron y las lágrimas no tardaron en aglomerarse, decididas a desbordarse.

Notó como la garganta se le cerraba, cortándole la respiración cuando su lobo se desestabilizó en el peor momento y, como consecuencia, feromonas de pánico y desconsuelo llenaron el recinto en menos de un minuto.

—¡Oh, Dios mío! Ven acá, Bo-di —A Xiao Zhan no le importó que las bolsas de comida que traía en ambas manos cayesen al piso, lo único que fue de su interés es que Wang Yibo se tranquilizara y dejara de llorar de esa forma tan quebradiza y deshecha—. Esto es culpa mía, y no intentes negarlo porque no voy a creerte —demandó con la vista borrosa y el pecho oprimido.

—Zh... Zhan-Ge.

Los finos y frágiles hilillos de su voz se rompieron en miles de pedacitos, su cuerpo vibró y se sacudió en erráticas sacudidas contra el alto y tonificado cuerpo del Alfa. Éste le apretó contra su pecho como quién atesora la joya mas valiosa y preciada incluso a costa de su vida; sus cortos dedos se encargaron de trazar sutiles caricias a lo largo de su espalda, reconfortándole y haciéndole saber que estaba allí, y que no pensaba irse sin él.

Jamás.

—Calma, Bo-di. No existen razones para que te disculpes, lo dije una vez y lo vuelvo a repetir; aquí, de entre los dos, quien debe disculparse y ganarse con inagotable esfuerzo la confianza del otro soy yo. Tú no tienes necesidad de —le recordó, empleando un tono moderado para no alterarlo más.

Yibo asintió, aferrándose a su estrecha cintura y empujando su rostro lloroso contra el tibio pecho de Xiao Zhan, humedeciendo su ropa; recio a apartarse cuando la sensación de estar presionado y protegido entre sus brazos era increíblemente maravillosa. Podía sentir el latir de sus corazones bombeando en una misma sincronía que una sueve y tierna calidez le envolvió y le hizo cerrar los ojos, gustoso y féliz.

Su hogar era allí, con Xiao Zhan, un Alfa.

Su Alfa.

—Zhan-Ge ¿A qué has venido?

—Humh... Bueno, si te digo que los extrañaba no me creerías —vaciló, conteniéndose tanto como pudo para no enterrar su nariz directamente sobre el cuello de Yibo, mas específico, donde su glándula olfativa decidía.

—Te creo, Zhan-Ge —musitó por lo bajo Yibo, rojo como una cereza madura, y para su gran alivio, Xiao Zhan no pudo tener una buena vista de su rostro cohibido, así que disipando sus inseguridades, continuó—: Confieso que desde el día en que te apareciste en esa puerta por una razón que todavía desconozco, pero tengo curiosidad, no he dejado de pensar una sola vez en ti.

La manzana de Adán en la garganta del Alfa subió y bajó, aturdido con lo que oía.

—Yibo, por favor. Aún es muy pronto para sentir apego y dependencia el uno del otro, además, aunque esta en nuestra naturaleza, eso es algo tóxico, si no es que, muy tóxico —explicó Xiao Zhan, reprimiendo la emoción, sus dedos hormigueaban y anhelaban algo que no iba a permitirse por mas que se muriese por hacer.

Yibo era una pieza rota a la que debía buscar sus pedazos, juntarlos y, posteriormente, pegarlos para que el brillo que apagó cruelmente de sus profundos y hermosos ojos negros como una noche de luna llena regresara y remplazara de una vez por todas esa oscuridad tenebrosa y desesperanzadora en su mirada marchita.

—Puede, pero Zhan-Ge. Hemos perdido mucho tiempo ya, a este paso, creo que nuestra pequeña familia jamás tendrá la dicha de estar unida—se lamentó, frotando una de sus mejillas en el abrigo del Alfa, ronroneando como un tierno gatito cada vez que su amo llegaba de trabajar—. Bao Ming y Bao Yu merecen tener de vuelta esa familia que nosotros le privamos en un arrebato de egoísmo e insensibilidad; inmersos en prejuicios tontos, rencores y miedos.

Los ojos de Xiao Zhan se abrieron de golpe, sus iris temblaron y la verdadera perplejidad decoró en un paso veloz su expresión facial. Incapaz de digerir lo que, con sus palabras aparentemente firmes, el Gamma a quién abrazaba insinuaba entre líneas mudas.

—Me parece que no estás pensando correctamente, Yibo —aseveró, notando la forma abrupta en que éste se tensaba.

Por supuesto que él añoraba esto, porque, ¡Dios! Desde su reencuentro inesperado y la confirmación de que tenían una familia juntos estaba decidido a redimirse y recuperar lo que era suyo. Nada le gustaría más que reparar el terrible daño que le hizo a Yibo, pero bien sabía que éste podía no estar del todo seguro de sus palabras y que solo expresaba un anhelo interno.

Nada más.

Sacar ventaja de su disposición a reparar lo que dañaron sería aprovecharse de su buena fe. Y lo que menos quería era causarle mas daño del que ya le había infringido.

—Estoy pensando correctamente, Xiao Zhan, así que no cuestiones mis decisiones por que yo no cuestiono las tuyas —le reprochó, inhalando una larga calada de su aroma a Vodka y lluvia antes de apartarse con un gesto decidido.

Xiao Zhan suspiró frustrado, a sabiendas que si no cedía, Wang Yibo indudablemente lo alejaría como si tuviese la peste.

—De acuerdo. No lo haré nunca más —prometió, con una sonrisa que gritaba: «Vas a arrepentirte muy pronto de tus palabras, lo sé».

El Gamma bufó y, girando sobre sus talones, soltó en un tono burlesco—: Haré como que te creo, Xiao Zhan.

—¡Āiyá! ¿Vas a empezar otra vez? Estábamos yendo excelente, que me llames por mi nombre completo hace que parezcamos desconocidos —se quejó Xiao Zhan.

—Deja de quejarte, pareces un cachorro de cinco años —dijo entrecerrando los ojos y volviéndose hacía él. Xiao Zhan iba a refutar eso, pero un conocido llanto se escuchó justo en ese momento—. Y ve moviendo el trasero, Xiao Zhan, te concederé el honor de calmar y hacer que A-Yu vuelva a dormir, mientras tanto, reanudaré mi trabajo que de por si ya me quitaste el tiempo.

—Eso dolió, Bo-di ¡Que desconsiderado eres con tu gēge, el padre de tus hijos y el amor de tu vida! —le echó en cara con fingido lamento.

—¿Qué dijimos de las bromas y el drama, Xiao Zhan? —recriminó con las manos en jarra, enarcando una ceja en dirección a los ojos de perrito regañado del Alfa—. Aish, me da igual. Solo encárgate de A-Yu y, por favor, vigila a A-Ming, aún tengo que darle de comer y no se despierta.

Algo común suyo, si. Pero si su hijo no se despertaba en una hora a mas tardar él tomaría medidas. Bao Ming necesitaba aprender las reglas y llevar una rutina sana; dormir como un oso desde las nueve y media de la mañana hasta las tres y poco mas de la tarde no era algo que le permitiría a un largo plazo. 

—No te preocupes, ahora hago que se despierte —informó Xiao Zhan recogiendo las bolsas que dejó caer antes y que, milagrosamente, seguían intactas.

Yibo, a punto de marcharse a la cocina y ayudar a En Jie abrió los ojos con horror. Casi olvidó que últimamente perturbar el sueño de su príncipe se pagaba caro; largas noches de insomnio.

¡Mierda, no!, lloriqueó, pálido como un papel e inaginando una noche más sin poder descansar adecuadamente. 

—Ni se te ocurra, Xiao Zhan —amenazó en un tono mordaz que hizo estremecer al nombrado.

—Está bien. Y ten esto, necesito que te alimentes, de lo contrario, no podrás alimentar a nuestros hijos con el estómago vacío. —Xiao Zhan empujó las dos pensadas bolsas de comida contra su pecho y Yibo ahogó un jadeo de incredulidad.

—Que... considerado, señor Xiao.

—Señor no, por favor. Zhan suena mejor —le guiñó un ojo, coqueto.

Yibo se rió.

—Buen intento, pero, por lo pronto, continuarás siendo Xiao Zhan, ¿es suficiente para ti? —le hizo saber sin dar entrada a objeciones.

Desilucionado, pero con una enorme sonrisa de conejo, el Alfa asintió.

—Lo es, por ahora —susurró para si mismo lo último.

Cuando Xiao Zhan se hubo marchado, Yibo fue capaz de sonreír bobaliconamente, su corazón brincaba y sus pulsaciones estaban disparadas a la cúspide por el bonito gesto que el Alfa tuvo con él. Al mirar entre las bolsas, un delicioso olor inundando sus fosas nasales le recibió, de la mano de una agradable vista.

—Oh, Zhan-Ge. Esto es... —sus ojos brillaron llenos de nostalgia.

Xiao Zhan le trajó Chow Mein, sopa de pollo, arroz, fideos y Xiaolongbao, su comida favorita. En el pasado, el Alfa tendía a mimarle justamente cocinando para él y preparándole todo eso, instándolo a comer hasta el último grano de arroz aludiendo que si se lo comía todo se pondría mas lindo por que sus mejillas crecerían.

¡Y Dios! El Gamma sabía lo mucho que éste amaba picarle las mejillas.

Se disponía a llevar la comida a la cocina y servirla entre En Jie, Xiao Zhan y él porque obviamente era demasiado, pero ni bien puso un pie en el humbral un grito estridente y asemejado al alarido de un animal herido resonó fuertemente, taladrando sus oídos y haciendo que el corazón le saltara del susto.

—Es A-Ming, ¿verdad? —No hizo falta que la Beta se lo dijera. Yibo conocía a sus hijos de pies a cabeza, y ese berrinche no podía ser de nadie mas que de Wang Bao Ming—. Lo mas probable es que se haya asustado, después de todo, no conoce muy bien a su padre.

Su rostro se coloreó de un potente y explosivo escarlata, sus puños se apretaron a los costados de su cuerpo y la mandíbula por poco se le quiebra de lo fuerte que la apretó en un vano intento de no estallar.

Pero fue inútil y si, estalló y vibró de furia pura cuando el llanto de Bao Yu se sumó al de su hermano y la mansión se llenó de los lamentos de un par de cachorros que exigían la atención de su papá, porque al parecer, un Alfa tonto los asustó.

—¡Te mataré, Xiao Zhan! —gritó encolerizado, entregándole los alimentos a su mejor amiga y yendo a trompicones al encuentro de sus hijos.

Mas que dispuesto a enseñarle a Xiao Zhan una lección que no iba a olvidar.

Oh, si, prometió malvadamente.

Hola queridos lectores. Aquí está el otro capítulo. Espero que les haya gustado, estoy intentando hacer que estos dos se vayan acercando, pero con la larga jornada de Yibo se complica 😣. Así que tendremos mas visitas de Xiao Zhan a éste y sus hijos en el trabajo.

Pd: Lo que le espera a Xiao Zhan con los cachorros y un enojado Yibo porque le despertó abrutamente a A-Ming y ahora no lo dejará dormir y encima lo asustó junto a A-Yu 😹

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma»

🌙Yessie.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro