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✦╭ᵒ❧ Capítulo VIII: Si hay cenizas, entonces todavía hay amor. ✦╭ᵒ❧

—¡Oh, Dios mío! ¿Qué diablos estás haciendo aquí, A-Yi? —escandalizada, Lu En Jie se volvió hacia él, sobresaltada y con sus redondos ojos marrones saltando hacia arriba de sus cejas, sin dar crédito a lo que veía.

Yibo rodó los ojos y se internó en la lujosa cocina sin prestar demasiada atención a la mirada juzgadora de la chica. Él mas que nadie sabía que no debía estar allí, el médico mismo se lo señaló con una helada autoridad que le hizo temblar y apretarse contra el tonificado y masculino cuerpo de Xiao Zhan, que le sujetaba delicadamente el brazo en ese momento como si fuese él un anciano débil y moribundo, sin embargo.

Quedarse quieto y sin poder mover un solo dedo no era algo que Wang Yibo haría, ni siquiera estando al borde de la mismísima muerte.

Así que allí estaba, rompiendo a su palabra al presentarse con obstinación a su trabajo a las siete de la mañana y tan puntualmente como acostumbraba serlo.

—Trabajar ¿Qué mas si no? —dijo en un tono irónico que no le hizo la menor gracia a su acompañante. 

Lu En Jie agitó impetuosamente la cabeza como si hubiese escuchado la mayor de las locuras en su corta vida, trémula de furia pura.

En silencio, y con los labios demasiado apretujados que Yibo casi temió que se rompiera la mandíbula, la observó alargar una de sus delgadas manos y tomar un paño echo bolita sobre el fregadero, secándoselas en un silencio amenazador y asfixiante mientras le fulminaba con la mirada a la distancia.

El Gamma inhaló y exhaló hondo, permitiéndose cerrar los ojos por una corta —muy corta— fracción de segundo y no descargar toda su inconformidad y aura negativa en una violenta ráfaga que no podía detener, ni tratándose de ella. Más que agradecido debió estar por tener en su pequeño círculo de amigos a alguien que demostraba auténtica preocupación por él; el sentimiento casi podía ser comparado al de una madre disgustada con su hijo después de que éste se desplomara a la mitad de la calle, fuese hospitalizado y, posteriormente, se rehusase a seguir las recomendaciones del médico yéndose al trabajo al día siguiente como si nada hubiera acontecido.

Si no se presentó el día anterior fue únicamente porque el reloj no estuvo a su favor, estaba mental y físicamente exhausto y tenía mucho sueño que lo único que quería era desplomarse sobre su cama y olvidarse del mundo.

No lo hizo.

Además, la exagerada y molesta presencia de Xiao Zhan hasta muy entrada la noche en su habitación, vigilándolo muy de cerca con ojos intensos y críticos como si fuese un prisionero de alto riesgo que al mínimo descuido le clavaría un cuchillo en la yugular, y él su estricto y guapo carcelero le imposibilitó escapar e irse a cumplir una de sus tantas responsabilidades como la cabeza de la familia Wang.

Menos mal que madrugó y burló la vigilancia de Fan Xing en un segundo de vacilación antes de que Xiao Zhan llegase para cuidar de él y los mellizos como lo prometió la noche anterior, cuando se despidió de él con un casto y presionando beso en su frente.

Un beso que le paralizó y le entumeció la lengua, cortando todo rastro de articular una palabra en represión por ese arrebato de confianza suya.

Una confianza que no le dio.

—Escúchame bien, Wang Yibo, porque no pienso repetirlo dos veces —demandó enfurecida la Beta, aproximándose a él como una leona decidida a domar a su cachorro desobediente a costa de todo—. Vas a dejar esos platos allí donde los encontraste, darás media vuelta sin chistar ni hacer uno solo de tus infantiles berrinches y, eventualmente, saldrás por esa gran puerta derechito a tu casa a descansar ¿Lo captas?

—No. Y no puedo hacer eso —puntualizó él con una expresión inflexible.

—¿¡Qué no puedes!? —Lu En Jie soltó una risa sarcástica y escalofriante que el Gamma se estremeció ligeramente— ¡Veremos si continuas actuando tan neciamente después de que te de mil azotes en el trasero por insensato!

Yibo arrugó la nariz y giró sobre sus talones de golpe, centrando su pesada y desorbitada mirada en el rostro rojo de furia de su mejor amiga, que un ágil movimiento, atrapó entre sus manos una escoba.

Demostrándole así que ella no jugaba.

Su lobo rugió dentro de su pecho, colocándose en una posición intimidante, sus fauses abriéndose y cerrándose con demasiada violencia y sus caninos a fuera que por un segundo creyó estar viendo rojo.

—No te atrevas —le advirtió con dureza y un atisbo de frialdad.

Sus puños se sacudieron a los costados de su cuerpo y su animal interno se asomó en sus pupilas, calculando el terreno y mas que dispuesto a saltarle encima si continuaba hablándole con esa impertinencia que repudiaba con creces.

—¿O si no qué, Wang Yibo? —inquirió con un aura altanera, levantando en lo alto el mentón, objetando a bajar la cabeza aunque la perdiese en el proceso— ¿Me golpearías? ¿Te atreverías?

Horrorizado, y pálido como un muerto, Yibo cayó en cuenta de la gravísima situación en la que se sumergían casi sin notarlo. Lu En Jie, al ser una Beta, no poseía las habilidades que las otras jerarquías al tener el olfato desarrollado por la carencia de un lobo; y no tenía forma de saber que estaba en celo si no se lo confiaba el mismo.

Pero... ¿Porqué hacerlo?

Era bien sabido por todos —excepto por los Betas— que a un Gamma no se le molestaba ni se le ponía al brinco jamás en aquella etapa de insoportable calor, porque indudablemente éste le respondería de una manera completamente opuesta a la esperada.

Lu En Jie desconocía tal información, así que no podía culparla y aferrarse a ese infantil desacuerdo, descargando toda la ira, impotencia y miedo que Xiao Zhan implantó en el como veneno corriendo por sus venas.

Suspiró, bajando el puño que, inconscientemente, levantó en contra de su mejor amiga, su consejera y su paño de lágrimas.

—Lo siento. —Bajó la cabeza, demasiado avergonzado con ella y consigo mismo por esa pérdida de control que por poco se le fue de las manos sin darse la menor cuenta—. Lo siento, Ji'er.

Lu En Jie torció la boca y, todavía con el coraje haciendo mella en su cuerpo, ahogándola lentamente, le dio la espalda y dijo entre dientes:

—Métete tus disculpas por donde mejor te acomoden. Si no quieres entender que lo que digo es únicamente por tu bien, es cosa tuya.

—Sé. Y lo lamento mucho, te prometo que...

La Beta levantó una mano en el aire, instándolo a callarse.

Lo hizo aún si no lo deseaba, obligándose a serenarse y a aplacar a su salvaje lobo mientras rechinaba los dientes por el debate interno que atravesaba.

—¡Silencio!

Las horas transcurrieron con una lentitud que acongojó el corazón adolorido de Yibo. Su mejor amiga no le dirigió la palabra otra vez y él se quedó con un sabor amargo en la boca y una capa de arrepentimiento cubriéndole entero.

Quizás Lu En Jie se sintió lo suficiente herida como para cerrarse y enfrascarse en su propio mundo, eludiendo una realidad de la que no podría huir por mucho.

Entendía que arrevasó todo límite permitido, así que se tragó sus disculpas aún si quería soltarlas, se enguajó sus lágrimas, e hizo su trabajo en un silencio tenso e crispante.

Recibiendo una indiferencia que le calaba hondo segundo a segundo.

—¿Qué estás haciendo aquí, Xiao Zhan?

Sosteniendo la puerta principal con un hastió y un desagrado imposible de evaporarse, el Gamma se mantuvo erguido y rígido con la frente apoyada sobre sobre la fría y dura superficie de acero.

—No, Yibo. La pregunta aquí es; ¿qué mierda haces tú aquí? ¿No te dijo acaso el médico que te mantuvieras en reposo durante un mes completo? No lleva mas que un día que fuiste dado de alta junto a los niños y ya estás aquí, aparentando estar tan fesco como una lechuga cuando cabe la alta posibilidad que en cualquier instante te desplomes. Y encima te tragiste a los niños sin notificarle nada a tu hermano y mucho menos a mí.

Yibo apretó los labios, furioso y cansado te tener que soportar a alguien tan molesto como el Alfa.

Nunca nadie le reprendió en el pasado, ni siquiera sus padres. Tampoco le mantuvieron a raya y, mucho menos, se le exigió cuentas de nada.

Que precisamente Xiao Zhan viniera y se creyese con el maldito derecho de sermonearle después de que solo habían pasado dos días de su reencuentro le hizo explotar.

—¡Basta, Xiao Zhan! ¡Estoy harto! Harto de ti y esa absurda afinidad en querer controlarme. No eres nada, no eres nadie, al menos, no eres nada mío como para creerte con el maldito derecho de intentar controlar cada uno de mis pasos. Y si se trata de lo que pasó hace casi dos días, despreocupate y ahorrate tu puto interés en mí, porqué tus acciones y tu falsa preocupación no cambiarán las cosas entre nosotros —reprochó mientras temblaba como una hoja a días de llegar el crudo invierno.

Tomó una larga bocanada de aire y continuó gritándole sin darle oportunidad de abrir la boca.

—Así que mantente al margen y no me digas lo que tengo que hacer ¡Se cuidarme solo! Soy un adulto con una vida de mierda, pero sigo siéndolo, así que deja de tomarte atribuciones que no te corresponden y actúa como quien realmente eres ¡Nada más! Gracias.

De pronto, Yibo se sintió mas ligero ante ese arranque de cólera; se había desahogado innegablemente en el acto, expresando una pequeña parte de lo mucho que le exasperaba y fastidiaban las acciones del Alfa, sobre todo, cuando ellos no tenían una relación amorosa salvo que estaban unidos a velar por la seguridad y las necesidades de sus cachorros.

No existía otro motivo.

Y Xiao Zhan necesitaba entenderlo de una puta vez.

—No pensé que te enojara tanto —manifestó con sinceridad Xiao Zhan, siendo mantenido fuera del interior de la mansión por un Gamma exaltado que le miraba todavía con ojos asesinos y heridos.

Yibo chupó su labio inferior con más fuerza de la requerida, la tranquilidad no le duró mucho y comenzó a menguar mas rápido de lo previsto. Una inmensa ola de furia, tristeza, soledad y resentimiento le asaltó y le hizo deformar el rostro.

Enloquecido.

—¿¡No pensastes!? Mierda, Xiao Zhan, ¿tú siquiera eres capaz de pensar correctamente? Por que... ¡Dios! Desde que decidiste aparecer de nuevo y encapricarte con algo que no va a pasar tú perdiste todo signo de lucidez ¿¡Qué malditamente ganas con tomar un papel que no te corresponde¡? ¿¡Eh!? —le exigió saber, recio a quitar el dedo del renglón y calmarse hasta no oír una respuesta sensata de su parte.

Fuese o no una puta mentira como todo lo que su mentirosa boca dice, sopesó con los ojos ardiendo, y reteniendo el llanto que retumbaba en su pecho.

Xiao Zhan suspiró con pesadez, arrepentido de haber actuado como un loco sin pensarlo antes y arrinconar a Yibo a un punto demasiado crítico que el pobre chico no le quedó otra alternativa mas que descargar todas sus emociones conjuntadas contra él cual torbellino.

Siendo él el fidedigno responsable de su tormento y sus noches de desvelo, aunque no lo sepa.

—Soy el padre de esos niños, Yibo. Creo que ya lo olvidaste, así que te lo estoy recordando ahora, no tengo malas intenciones, solo trato de cuidar de tu salud como corresponde. Después de todo, se trata de la madre de mis hijos ¿O no?

Yibo hizo una mueca desagrado, como si recordarle que frente a él estaba el Alfa con quién se metió a la cama en un efímero momento de locura haya sido una bofetada directa en la cara y un tormento más para si.

—No me digas así.

Xiao Zhan enarcó una ceja, sus dedos retorciéndose en el interior de su gabardina negra, queriendo romper la brecha y disipar todo el dolor, odio y amargura que el corazón del Gamma albergaba con ahínco y una necedad abrumante después de todo lo que le hizo vivir.

Objetando a desprenderse de una carga pesada que, indudablemente, iba a enfermarle más pronto de lo que imaginaba.

Quizás hasta le inundara de resentimiento y acabase por alejar a todas las personas a su alrededor que en verdad lo estimaban, y que solamente deseaban ayudarlo a salir de ese abismo sin fondo en el que estaba recio a ver la luz de la resignación y el perdón.

Marchitándose como una etérea flor luego de ser lastimada por el potente sol y aplastada por quién más amaba.

—¿De qué hablas, Yibo? —cuestinó en un hilo de voz, haciendo retroceder el cúmulo de lágrimas amenazando con desbordarse como una cascada fluyente por sus mejillas heladas.

Yibo ladeó la cabeza, escondiendo su rostro en el borde de la puerta, pero aunque se ocultara de él, el Alfa percibió el adorable rubor que pintó sus mejillas, haciéndolas arder al rojo vivo.

Escondió una sonrisa, temiendo que el azabache se fastidiara y le agarrase como saco de boxeo.

De nuevo.

—Yo... —carraspeó, con la mirada en el piso—. Me disgusta e incómoda que me coloquen esa estúpida etiqueta, sobre todo, cuando pese a ser un Gamma, también soy un hombre después de todo.

Xiao Zhan abrió la boca sin saber que palabras seleccionar a continuación. Yibo se apreciaba tranquilo, el tornado de rabia pareció no mostrar signo alguno de volver, y lo agradeció infinitamente.

—Oh. Entonces, te prometo que de ahora en adelante cuidaré del papá de mis hijos como el mayor de los tesoros —aseguró, esbozando una nerviosa pero firme sonrisa y, cuando el contrario subió su rostro y sus ojos conectaron, esperando por algo más, asintió—. Claro, sin llegar a ser un grano en el trasero.

Yibo se soltó a reír, y aunque su risa no duró mas que un cuarto de minuto, fue melódica y hermosa.

Muy hermosa.

El rostro de Xiao Zhan se tornó rojo como una cereza madura, incluso más rojo que el del propio Yibo.

Comenzaba a congelarse, no sentía las extremidades y a duras penas podía articular palabra, pero no se quejaría con el Gamma, al menos, no cuando estaba viviendo un lindo y mágico momento después de mucho tiempo.

Tanto que los tormentosos vestigios se volvían nítidos con el pasar de los años.

Eran contadas las situaciones en las que tenía la satisfacción de admirar ese bello rostro pintarse de una dulce y fresca timidez... Una timidez que extrañaba y le producía nostalgia.

—Ya lo prometiste, Xiao Zhan. No quiero que mas tarde te eches para atrás —aseveró, separándose de la puerta y abriéndola. 

El Alfa anhelaba pasar y calentar su cuerpo, pero no quería ser inoportuno y tomarse muchas atribuciones.

Lo hizo una vez, y Yibo ya se lo había echado en cara a gritos.

—Yibo.

—¿Si?

Dudó, pero el frío se volvió mas intenso y castañeó los dientes, abrazándose así mismo casi sin percibirlo.

—¿Puedo... pasar?

Yibo borró toda amabilidad y soltura de su expresión, pero un atisbo de diversión bailó en sus ojos negros. Los mismos ojos negros que le tenían de un ala.

Enamorado, si.

Y malditamente colado hasta la médula por alguien que alejó y ahora quería de vuelta.

—Es lo que te estoy tratando de decir inútilmente —expuso con una mirada afilada que Xiao Zhan no fue capaz de mover un solo músculo.

Yibo chasqueó la lengua, alargando un brazo y envolviendo un trozo de tela del abrigo del Alfa entre sus largos y tibios dedos.

Sus rostros quedaron a milímetros, sus respiraciones se mezclaron y el corazón de ambos dio una pirueta dentro de sus pechos, eufórica. Ambos tenían sentimientos encontrados y no sabían que hacer con ellos.

Emoción.

Ansiedad.

Nerviosismo

Miedo.

Indecisión.

Xiao Zhan mantenía las manos posadas sobre los delgados hombros del Gamma, apreciando cada delicado razgo y cada minúsculo lunar en una distancia que nunca imaginó volver a estar. La primera vez que lo besó en contra de su voluntad y de una forma impulsiva después de no verle casi en dos años no hubo espacio para detallar ese bonito rostro que se grabó en su mente desde el día en que le conoció; adhiriéndose a su piel y corazón como un tatuaje personal, especial, único e imborrable. 

No obstante, la oportunidad se le obsequió en el momento menos esperado, y no puede estar más dichoso de ella mientras su aliento golpetea contra los trémulos labios voluptuosos de Yibo y sus miradas se entrelazan en la otra; prendadas y anhelantes, antes de descender y caer en los recovecos de sus húmedos y tentadores labios.

¡Oh, Yibo! Quiero besarte... Quiero besarte y perderme en tu exquisito aroma que voy a volverme loco si no lo hago, casi lloriqueó.

Yibo estaba inmóvil, su interior era un huracán de sensaciones y su lobo un traicionero que no tardó en comenzar a saltar y empujarlo a los brazos de Xiao Zhan.

No, a sus labios.

Las puntas de sus orejas se pusieron rojas, la boca se le secó y sintió que su estómago podía ser comparado con un zoológico en estos instantes. El retumbar de su corazón se sincronizaba con su ferviente deseo en borrar la distancia y apoderarse de esos finos y sensuales labios hasta embriagarse y perder la cabeza.

Parpadeó, y el miedo a confiar de nuevo en el Alfa ganó terreno y le hizo apartarse de golpe, asustado.

—En... Entremos —bisbiceó, cohibido y sin darle cara.

Xiao Zhan, decepcionado por ese casi beso, asintió en un movimiento robótico.

—Entremos.

La puerta se cerró, así como las esperanzas de recuperar ese dulce momento; pero ya no importaba, porque aunque algo dentro del Alfa dolió por ese evidente rechazo sutil, él no iba a detenerse hasta conquistar el corazón de Wang Yibo como una vez lo hizo.

Y esta vez, se aseguraría de conservarlo.

Siempre.


¡Hola queridos lectores! Lo prometido es deuda, así que aquí está el capítulo que corresponde a la semana.

¿Qué les pareció? No hubo beso, pero si un efímero momento mágico que me dejó sonriendo como loca 🤣

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma»

🌙Yessie.

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