
✦╭ᵒ❧ Capítulo V: Recuerdos que Queman. ✦╭ᵒ❧
Wang Yibo tomó su abrigo negro con gran dificultad y se lo colgó en el antebrazo izquierdo en un movimiento algo violento. Se encargó de cerrar la puerta principal tras de sí luego de que prácticamente su mejor amiga le arrebatara a la pequeña y dormida Bao Yu de una de sus ocupadas manos. Quiso agradecerle el gesto, sobre todo, cuando al igual que Fan Xing, cuidar de los mellizos no era una responsabilidad para ella.
Se volvió hacia En Jie con una expresión seca y amargada, mirándola sostener el portabebés con una adoración infinita; sus rasgados y redondos ojos marrones resplandeciendo enigmáticamente al observar el rostro dormido de su cachorra.
De pronto, una sensación desagradable se sitúo en la boca de su estómago, tan desagradable e insoportable que las tripas se le retorcieron, sus extremidades vibraron y su lobo se asomó por entre las rendijas de sus ojos, dispuesto a atacar.
El Gamma se obligó a sí mismo a inhalar y exhalar un par de veces, trayendo calma a su inquieto sistema. Bien conocía que sus celos eran infundados, En Jie no iba a robarse a Bao Yu después de prácticamente arrebatársela.
No.
Y las verdaderas razones por la que estaba tan intranquilo y con el miedo brillando en sus poros se debía a la abrupta reaparición de Xiao Zhan, aunado a sus palabras ensayadas que, por un instante, le tuvieron donde el Alfa mentiroso y astuto quiso.
Sus labios se apretaron en una línea tensa al recordar la posición íntima en que le encontró con su estricta y peculiar jefa.
—Vamos, Ji'er —dijo llamando su atención finalmente—. No podemos perder el tren a casa.
Lu En Jie asintió despacio, enfundándose en su gran abrigo rosa, siseando de gusto al encontrar el calor necesario para no morirse de frío o enfermar. Yibo siguió sus pasos, solo que con una exasperación y molestia que provocó que la Beta arqueara una curiosa ceja en su dirección.
—¿Me contarás lo que te sucede?
Yibo no respondió, solo frunció la nariz, sumergiendo una fría y pálida mano en el bolsillo delantero de su —muy— gastado abrigo, soltando un pesaroso suspiro en el aire frío. La tela roída le arañó la palma, pero no expresó queja alguna; no cuando el abrigo había sido uno de los pocos obsequios que conservaba, y que su padre le dio cuando aún vivía. Al menos, cuando todavía eran la familia unida y feliz que alguna vez fueron.
Sintió un grueso nudo cerrase en torno a su garganta, asfixiándolo sin intenciones de matarlo. Parpadeó con rabia, alejando el cúmulo de lágrimas que se asomaban por entre el borde de sus ojos negros, aguardando por un momento de fragilidad.
No obstante, él dejó de ser ese Gamma “frágil” e “inútil” que alguna vez su abuela paterna nombró, avergonzada de tener que compartir lazos sanguíneos con alguien repudiado y marginado por la sociedad desde los tiempos más antiguos por el solo hecho de no ser Alfa u Omega
¡Vaya!
«Un simple y manejable Beta hubiese estado mejor que un salvaje Gamma», fueron las tajantes e hirientes palabras de su abuela materna. Pero se presentó como uno, y ni su aroma tan parecido al de un hermoso y educado Omega iba a cambiar las cosas.
Cuando se sentía perdido y las ganas de seguir luchando se venían abajo como un edificio desplomándose a mitad de un terremoto, recordaba el rostro sonriente y los brillantes ojos negros de su padre a cada que les miraba a Fan Xing y a él.
—Bàba ¿Por qué siempre nos miras de ese modo a FanFan y a mí? —Fue la pregunta que un inocente Gamma de doce años le hizo a su progenitor, movido por la espinita de la intriga.
El señor Wang alargó una de sus manos y la posó sobre su pequeña cabeza, acariciando sutilmente la mata de cabellos azabache de su hijo mayor que comenzaba a cerrar los ojos, regocijado ante la muestra de afecto.
—¿De qué modo, A-Yi? —dijo él, esbozando una cálida sonrisa y picándole las mejillas con la punta de la nariz a un Fan Xing de seis años que se encontraba trepado en su regazo, meciendo sus cortas piernas en el vacío. Y que, por supuesto, no tardó en carcajearse.
Yibo abrió uno de sus ojos, y cuando el Alfa estuvo a punto de retirar su mano de su cabeza, puchereó, desconforme.
La sonrisa de su padre se ensanchó, su vástago pedía por su atención y él iba a dársela. No por nada su esposa le echaba en cara y entre bromas constantes lo sensible y manipulable que era con sus hijos pese a su carácter frío y serio. Y un Alfa que solo ella tuvo la suerte de atrapar y convertirle en el padre de sus hijos.
—Bueno... —inició una vez tuvo de vuelta la gran mano en su cabeza, jugueteando con sus finas hebras sin llegar a ser brusco. Algo que Wang Yibo odiaba en ese tiempo, y que continúa haciéndolo, es que le revuelvan el cabello y arruinen su precioso peinado—. Mamá y tú siempre nos observan como si fuéramos sus mayores tesoros. Y no lo entiendo.
—¿Por qué no lo entiendes? —quiso saber, acomodándose a su hijo menor en su regazo y quien, al parecer, se había aburrido de estar sentado en las piernas de su padre sin hacer nada.
Sus redondos ojos negros iluminándose como estrellas al captar su cochecito rojo volcado sobre la enorme pila de juguetes regados alrededor de su hermano mayor, siendo Fan Xing el auténtico terremoto que puso la casa patas arriba en menos de dos horas.
—Gēge ¡Mi juguete! —gritó Fang Xing con su infantil voz chillona, extendiendo sus manos mientras las abría y cerraba, ansioso de tener su juguete de vuelta.
Cuando su padre suspiró resignado, rindiéndose a tener al cachorro suelto y haciendo más desastre en la casa, Yibo agitó la cabeza. A tientas, logró apoderarse del carrito rojo que tanto exigía su hermano menor, reconociendo el alivio y agradecimiento iluminar fugazmente la mirada de su padre.
—Aquí tienes, Dìdi —se lo entregó y el pequeño cachorro no perdió tiempo para arrebatárselo de las manos de un brusco tirón.
—¡A-Xing! Esas no son formas de tomar las cosas, quiero que te disculpes con tu hermano, ahora —le ordenó con voz dura su padre.
Fan Xing se estremeció, consiente que había actuado como un maleducado, y no solo herido los sentimientos de su hermano mayor, si no también, ofuscado a su padre.
—Lo siento, gēge —las lágrimas brotaron de sus ojos, pero su padre le dio una palmada suave en la espalda y se controló de llorar—. Y glacias pol dalme mi juguete, plometo que no volvelé a hacelo jamás —expresó arrepentido.
A sus seis años, a Fan Xing le costaba trabajo pronunciar algunas letras, pero con esfuerzo y trabajo, indudablemente lo lograría antes de culminar el primer curso en el colegio.
—Sé. No te preocupes, FanFan. Solo estabas muy emocionado —le defendió con una sonrisa.
Fan Xing asintió, tímido.
—Sí. —Escondió su rostro algo lloroso en el pecho de su padre, y éste no tuvo de otra alternativa más que retirar su toque de la cabeza de Yibo y tranquilizar a su pequeño hijo.
Y aunque Yibo no deseaba más que armar un berrinche y empujar lejos a su hermano y tomar su lugar, se contuvo, apretando los dientes e instando a su lobito a guardar la calma. Fan Xing no tenía intenciones maliciosas de llevarse a su padre lejos y esconderlo de él, eso solo eran pensamientos tontos de ser un Gamma.
Su naturaleza posesiva y busca problemas era algo de lo que nunca podría deshacerse.
—A-Yi.
—¿Si?
—Cuando te cases y tengas hijos propios vas a comprenderlo, no desesperes —respondió finalmente su pregunta.
Yibo asintió.
—De acuerdo.
En esa época, era muy pequeño para entender la referencia, pero ahora ya no era ese pre-adolescente cachetón e ingenuo. Y la llegada de Bao Ming y Bao Yu a su grisácea vida, iluminó de vívidos colores su entorno deprimente e infeliz, sobre todo, después de ser humillado y rechazado por quien eligió como su compañero de vida. Sumado a la pérdida de sus padres y la responsabilidad de salir a flote junto a su hermano. Y, después, de sus amados hijos.
Adoración y protección.
Si.
Ahora podía saberlo, y no solo eso, también sentirlo, al menos, cuándo él mismo miraba de ese modo lleno de deleite y dulzura a sus hijos.
Antes de que se viera inducido a un estado de apabullante melancolía por la bruma de hermosos recuerdos —y que con el pasar del tiempo se tornaban borrosos y nítidos—, apretó los párpados e inhaló una honda bocanada de aire, conteniendo el llanto.
En Jie le miró de soslayo, apreciando el dolor y la contención borrar la expresión anterior.
Dubitativa, soltó—: No deberías pensar demasiado, A-Yi. Recuerda que los momentos a lado de ellos no van a borrarse nunca, porque están aquí —señaló su corazón con un gesto de identificación.
Yibo asintió una y otra vez, las lágrimas filtrándose fuera de sus ojos y comenzando a rodar por sus rojizas mejillas, ya sea por el llanto o la baja temperatura de inicios de diciembre.
—Gracias, Ji'er —su voz quebradiza emitió una fuerte vibración rota. Llevando el portabebés a su pecho, protector.
El Gamma se agarró a él como una forma de mantenerse cuerdo y no sucumbir a emociones dolorosas que, indudablemente, acabarían robándole la cordura.
—De nada. Recuerda que, después de todo, nosotros congeniamos por algo —le recordó con un aire de tristeza atravesándole el rostro.
La Beta también perdió a sus padres a temprana edad, obligada por la vida misma a olvidarse de su sueño de ser modelo, y empujada a una sociedad injusta que no reconocía los esfuerzo de los Betas, al menos, no cuando siquiera culminaron la secundaria. Ella tuvo que salir a dar la cara por su hermano menor, trabajando hasta el agotamiento físico desde los quince años con tal de que éste forjara un futuro menos matado y desafortunado que el suyo.
Lu Cheng, también un Beta como ella, era un estudiante de dieciocho años, y quién en compañía de su mejor amigo, Fan Xing —el hermano menor de Yibo—, se esforzaban en dar todo de sí mismos para obtener las mejores calificaciones en la escuela media.
A un minúsculo paso de graduarse e irse a la universidad.
—Sí.
La silueta de la luna se alcanzaba a apreciar a duras penas, el cielo atiborrado de una espesa capa de neblina cubría casi todo el firmamento, tornándolo más frío y oscuro de lo normal. Fue entonces que Yibo cayó en cuenta que debía ser mas tarde de lo previsto, quizás pasaban de las once.
—Tal vez aún podamos tomar el último tren —expuso una optimista En Jie.
Yibo se reprendió mentalmente por hundirse en los recuerdos de un pasado que, aunque hermoso y único, nunca retornaría. Actuó con egoísmo y no pensó en su mejor amiga.
¡Cielos!
Él ni siquiera pensó en sus hijos, quienes, aunque dormidos, agotados y recelosamente abrigados, estaban pasando frío y corrían el alto riesgo de volver a casa muy entrada la madrugada.
Y eso si es que alcanzamos el último tren, pensó aterrorizado.
—Deberíamos comenzar a rezar —soltó sin una pizca de sarcasmo—. Y rápido.
Alargó una mano queriendo tomar de vuelta a su cachorra, pero su mejor amiga se movió rápidamente y con el ceño fruncido.
Su expresión se ensombreció.
Y antes de que dijese una palabra, o más bien, lanzara una amenaza contra la nerviosa Beta, ésta decidió adelantarse.
—Tranquilízate, Yibo. Porque con ese humor, ni loca voy a darte a esta princesa —aseveró con dureza, ladeando el rostro hasta que sus delgados labios cayeron sobre un de las grandes y suaves mejillas de Bao Yu— ¡Dios mío!
La Beta se volvió hacia él y sudor frío recorrió su espina dorsal. Y el Gamma sintió su corazón oprimirse al atisbar preocupación y miedo en su mirada.
—¿Qué está mal con ella? —no perdió tiempo a que le respondiese y, de una larga zanjada, llegó hasta ella— ¡Oh, mierda! —exclamó con horror.
—Debemos apresurarnos, cuanto antes lleguemos a la estación, mejor será para ella —aseguró En Jie.
—De acuerdo. —A punto de llorar, Yibo extendió nuevamente uno de sus brazos, sus dedos cosquillando y su piel trémula por desear tener de vuelta a su cachorra.
Pero En Jie negó con la cabeza, oponiéndose a entregársela.
Al borde de una crisis nerviosa, añadió apretando los dientes—: Es mi hija, Lu En Jie. Tú no puedes negarme que la tome en brazos ¡No tienes derecho!
—Sé.
—¿Entonces? ¿¡Por qué no me la entregas!? —exigió saber, completamente alterado.
Su rostro desfigurado por la latente desesperación y el pánico conjuntados.
Yibo, en un arranque de impotencia, sacó a Bao Ming del portabebés, arrojando el objeto al suelo con violencia. Sus ojos negros echaban chispas, y sus labios se sacudía fervorosamente, su lobo clamaba obtener el poder absoluto y él lo estaba dejando sin notarlo.
No obstante, no estaba ni un poco predispuesto a dárselo. Al menos, no cuando su animal interno se volvía una fiera cuando tenía el control, y lo que menos deseaba era que su mejor amiga saliese lastimada.
No por su mano.
La estimaba lo suficiente como para soportarlo.
—No estás en condiciones —dijo En Jie soltando un suspiro apesadumbrado. Le dolía el pecho, privarle de su madre a la cachorra no estaba bien, pero era lo mejor dadas las circunstancias.
Yibo torció la boca y comenzó a respirar irregularmente.
—¡Es mi hija!
—Puede que lo sea, pero no estás en las mejores condiciones para tenerla ¿Qué no la vez? —La despegó del calor de su pecho y Yibo sintió un pinchazo de remordimiento al mirar su carita toda sonrosada por la fiebre—. Está dormida, y con tu estabilidad emocional por los suelos y tu furia contra mí lo único que vas a lograr es perturbar su sueño y despertarla ¿Quieres eso? —intentó que entrara en razón.
—No me importa. Ella es mía —puntualizó con desesperada obstinación. Su voz rota y sus ojos lagrimosos la hicieron flaquear.
La pelinegra asintió, agotada de razonar con alguien que tenía la cabeza más dura que una piedra.
—Bien. Voy a darte a Bao Yu.
Yibo esbozó una sonrisa de alivio, sus músculos se fueron relajando y su lobo volvió al fondo de su mente.
Pero antes de que tuviese a su hija en sus brazos, En Jie añadió—: Pero tú tienes que entregarme a Bao Ming.
Receloso, el Gamma sacudió la cabeza violentamente, tirando al cachorro que ya mostraba signos de comenzar a despertar contra su cuello. La pequeña nariz de Bao Ming estaba sobre su glándula olfativa, relajándolo enseguida.
—No.
En Jie se pasó una mano por el pelo, sus mejillas rojas por el frío parecieron encenderse todavía más, pero no de frío, si no de cólera.
—¿No? —Yibo no respondió, en su lugar, envolvió sus brazos en torno al cuerpecito de su hijo y le lanzó una mirada de odio— ¡Por Dios, Wang Yibo! Te estás comportando como un cachorro ¿Acaso ya te olvidaste cuántos años tienes?
—Ji'er, para.
—¡Maldita sea! Estás todo allí de posesivo y arisco conmigo, cuando no tienes ningún motivo. O bueno, tal vez sí. Da igual —vociferó, completamente indignada con su actitud desconfiada—. El punto aquí es que pasan de las once o quizás doce de la noche, y parece ser que lo último que a ti te preocupa es tu hija.
El reclamó, lejos de apaciguar a su lobo, solo lo enfureció más. Feromonas agrias sofocaron el ambiente, pero al ser ella una Beta, no podía oler lo furioso que estaba.
—¡Cállate! Tú no tienes ningún puto derecho a echarme en cara si soy o no buen padre —la encaró, apuntándola con el dedo.
Pero ella no se amedrentó por su actitud violenta, todo lo contrario, le dio una mirada de diversión.
—Madre, querrás decir.
—¡Lo que sea!
En un arrebato y al su mejor amiga bajar la guardia, salió corriendo tanto como pudo, aventando el segundo portabebés por los aires.
—¡Wang Yibo! ¡Estás loco! —chilló echando crispas, echándose a correr detrás de él.
No obstante, el peso de dos rechonchos bebés de diez meses hizo tropezar a Yibo, y a media calle, pese a que el semáforo estaba en rojo, un auto apareció de la nada y manejando como un desquiciado por la autopista, amenazando con arrollarlo si no se quitaba del medio.
Pero ya era tarde, demasiado tarde para salir del camino.
Lo último que alcanzó a escuchar el Gamma fue un estrepitoso impacto frente a sus ojos atónicos y desorbitados, una ola de gritos y, después, el mundo entero se desvaneció como arena entre los dedos.
—¡Yibo! —gritó una voz completamente opuesta a la de su mejor amiga.
Silencio. Quieto y escalofriante silencio.
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Hola queridos lectores, les traigo un capítulo mas de esta historia, espero haya llenado un poco sus espectativas. Se que la trama va algo lenta, pero descuiden, muy pronto todo va a encenderse (y no me refiero a Zhan y Yibo en la cama 😂).
Deltas:
Los Delta son básicamente aquellos que se encuentran en un mando casi igual a un Alfa, aunque son muy inestables tanto mental como físicamente. Su celo llega cada dos semanas y se queda por un largo periodo de tiempo, incluso, puede llegar a extenderse hasta una semana entera.
El olor del Delta para los Alfas y Omegas son realmente repulsivos (tienen una combinacion desagradable de vinagre) y por su fuerte temperamento Delta, es casi imposible que un Omega pueda llegar a fijarse en un Delta, son muy agresivos y poco confiables muchas veces. Como esta jerarquía es muy poco tolerable casi siempre son rechazados por las otras jerarquías.
Ahora si hablamos de mujeres Delta, estas son las únicas que poseen fertilidad, pero casi siempre pueden llegar a tener complicaciones en el parto y las crías pueden llegar a morir en cuestión de horas. Y esta es otra razón por la cual son dejadas de lado a la hora de buscar una pareja. En inteligencia, el Delta tiene mas probabilidades de ganar contra un Alfa porque ellos nunca se enlazan, además, no son débiles como un Alfa cuando su Omega está en peligro. Cuando pelean, matan a su oponente, y de alguna forma, le sacia.
Relación adecuada:
Delta-Gamma.
Delta-Beta.
Ando algo enferma 🤧 así que, sin mas, me despido.
Besos.
Y recuerden «No a la lectura fantasma».
☣Publicado: 09/Junio/2021.
☣Editado: 03/Septiembre/2021.
🌙Yessie.
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