Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✦╭ᵒ❧ Capítulo IX: Recuperando a mi Familia. ✦╭ᵒ❧

Yibo miró el sobre amarillo entre sus manos y agitó la cabeza, desconcertado.

—Señora Yang, creo que ha ocurrido alguna clase de error —dijo firmemente. El ceño fruncido y los labios apretados en una rígida línea indicaban lo cabreado que se encontraba en esos momentos.

Sentada con exquisita elegancia en el despacho de su marido, Yang Mi, su jefa, enarcó una de sus delgadas y perfectamente maquilladas cejas en su dirección con un desdén que le provocó intriga. Pero a juzgar por la mueca burlona que se dibujó en su hermoso rostro, él pareció atar cabos y comprender a donde iba en realidad todo ese asunto.

—¿Cree o está completamente seguro, joven Wang? Me conoce lo necesario para saber que no tolero ningún tipo de escándalo. Y el que usted venga aquí sin ser llamado con antelación, me impresiona demasiado. Mas aun viniendo de alguien que se adaptó a las reglas de esta casa desde el primer día de su contratación.

Asintió con la mandíbula demasiado apretada y los ojos ardiendo de rabia pura.

Eso no era justo, él incluso se sobreesforzó aún sabiendo que no podía desempeñar ninguna de sus habituales labores en su grave y preocupante estado de agotamiento; yendo en contra de los consejos de su mejor amiga sin importarle nada mas que su necedad por sentirse independiente. Que su jefa le esté cobrando con mucha mayor rigurosidad el único día que no se presentó a laborar se le hace una injusticia.

Injusticia porque, indudablemente, ella está tomándosela en contra suya por algo que no le concierne.

Mezclando lo laboral con lo personal. 

—Si esto es a causa de lo que sucedió el otro día déjame decirle que…

Yang Mi levantó una de sus finas y cuidadas manos en el aire, cortando con impertinencia todos sus vanos intentos de explicación.

—¿De dónde conoce usted a Xiao Zhan, joven Wang? —indagó ella, sus finas facciones endureciéndose de repente.

Tragó saliva.

No obstante, lejos de permitir que ella le sacase aunque sea una mínima pizca de información, se preparó mentalmente para esquivar su curiosidad y cortarla en pedazos de serle posible.

—Disculpe, señora Yang, pero no estoy entendiendo. Me he visto en la penosa necesidad de venir a usted únicamente porque el pago de mis honorarios no corresponde a lo que debería ser —explicó pausadamente, ahogando el torbellino de rabia dentro de su pecho mientras le mostraba el sobre, exigiéndole una explicación razonable.

No existía forma de perder la compostura con alguien tan fría y superficial, pero era tan complicado, sobre todo, cuando se trataba de su jefa y ésta tenía la completa libertad de echarlo a patadas si así se le apetecía.

Claro, si él se dejaba hacer sin meter antes las manos.

—Le he hecho una pregunta. No me diga que a parte de escandaloso, es usted también un grosero —insinuó con los bordes de sus labios pintados de un rojo brillante curvándose hacia arriba.

Maldita arrogante, se escuchó a si mismo escupir en su cabeza con tanto veneno nunca antes sentido que él mismo se sorprendió.

Controló la agitación en su respiración a duras penas, bajó sus brazos lentamente y retuvo el cúmulo de furia que le inundaba hasta el cuello a causa de aquella mujer infeliz que, por no tener la vida que deseaba, acostumbra a desquitarse contra la primera alma desdichada que se le cruzase al frente.

Sus puños se apretaron a los costados de su cuerpo, el papel entre sus manos se arrugó lo suficiente como para incluso despedazar su importante contenido. Finalmente, los dedos cerrados en torno al sobre, se suavizaron lentamente.

—Mire, señora Yang. No deseo faltarle el respeto de ningún modo, ni siquiera poseo esa intención pero, creo que mi vida privada es algo que solo comparto con los míos y conmigo mismo —le señaló en un tono plano, casi al borde del verdadero caos.

Yang Mi ladeó la cabeza, soltándose a reír por lo bajo como si —de algún modo que no logra comprender— le divirtiera la situación.

—Créame, joven Wang, que con esa indiferente actitud suya, me está faltando el respeto mas que de cualquier otro modo —dijo ella inclinándose hacia adelante y recargando los brazos sobre el impecable y ordenado escritorio de mármol pulido.

Graciosamente, su postura no se vino abajo, permaneció tan recta que incluso el Gamma temió que más tarde le doliese la espalda.

—No fue esa mi intención, pero ya que lo he hecho, no planeo disculparme. Al menos, no cuando quien está siendo una niña caprichosa en estos instantes es otra —señaló entre dientes y sin el menor arrepentimiento. Aguantó demasiado e, indudablemente, acabó por explotar.

La línea de su paciencia había sido probada y, más tarde, arrebasada y arrastrada a un punto donde no existía retorno. Yibo se moría de ganas por dar media vuelta, echar el cerrojo y volverse hacia ella para estrangularla.

Y no exageraba.

Feromonas agrias llenaron el crispado y tenso ambiente, pero eso Yang Mi no logró notarlo producto de los inhibidores de olor en los que se bañaba a diario.

Los instintos salvajes del Gamma estaban a flor de piel; su calor, lejos de menguar, estaba a solo dos días de, tornándolo una auténtica fiera implacable con quien fuera que intentase aplastarle y humillarle. No cuando él podía ser perfectamente capaz de defenderse, tanto verbal, como físicamente.

Él no era débil, y lo demostraba en cada ocasión que se le presentara; orgulloso y, hasta cierto punto, rayando al egocentrismo. Aunque aquello nadie se lo diría a la cara jamás por temor a enrabiarlo y ponerlo nostálgico. 

—¿Perdón? —Atónica, Yang Mi se llevó una mano al pecho, fingiendo conmoción.

Sonrió socarronamente, dando un firme paso al frente y colocando ambas palmas sobre el borde del escritorio, importándole en lo mínimo si cavaba su propia tumba con sus acciones precipitadas y poco educadas.

—Esta usted perdonada, señora Yang. —La burla se impregnó en su tono, y sus ojos negros como la noche, tan similares y, a la vez, tan diferentes a los de su aún jefa, resplandecieron enigmáticamente como los de un león a un segundo de encajarle los colmillos a su presa—. Ahora, si me hace el favor de entregarme el resto del dinero, o esto se puede poner muy feo.

Percibió un tic en el ojo de la Omega, y aquello solo incrementó su valor y las ganas inmensas de cerrarle la boca del mismo modo crudo y vil que ella estaba empleando.

—¿Me está amenazando? —increpó una Yang Mi temblando de cólera.

Sus largos y blanquecinos dedos se apretaron abruptamente en torno a sus palmas trémulas y heladas al estar siendo aplastada y humillada por nada menos que un insignificante Gamma; el mismo Gamma que limpiaba hasta la más recondita mota de polvo debajo de las suelas de sus exclusivas y carísimas zapatillas. La expresión altanera y de suficiencia en su rostro se apagó de una forma terrorífica, al igual que la escaza luz que albergaban sus ojos.

Yibo les encontró una semejanza graciosa a dos bolas de bolos; oscuras, huecas y fastidiosas.

Muy fastidiosas.

Porque aquella mujer bien sabía que con él no podía meterse sin salir con un rasguño. No cuando ella no era quien tenía la última palabra en esa enorme casa bañada en lujo, pero tan hundida en soledad y amagura que asfixiaba.

—Hago, señora Yang —bramó con firmeza y sin una pizca de titubeo.

Enfrascados en un reñido y duro duelo de miradas asesinas, ninguno de los dos se permitió siquiera parpadear, sin embargo. Fue la Omega quien acabó rompiendo el contacto visual para satisfacción del Gamma.

Yang Mi sonrió forzadamente, siendo seguida de inmediato por su fiero acompañante.

—Tendrá ese dinero cuando acabe el día, joven Wang. Mientras tanto, salga por favor y cumpla con sus obligaciones que para eso se le paga —demandó con una sonrisa de odiosa soberbia.

Y esta vez, Yibo no se exaltó, todo lo contrario, se alejó en silencio y con los ojos brillantes, irradiando triunfo.

—Me retiraré por el momento, señora Yang. Solo recuerde cumplir con su palabra.

Yibo deslizó el sobre arrugado sobre el escritorio, le dio la espalda y desapareció detrás de las grandes puertas con la cabeza muy en lo alto. Humedeció sus gruesos labios y el sabor a la reciente victoria adherida a su boca le subió rápidamente el ánimo.

Un tremúlo rayo de sol se asomó por el gran ventanal del living, parpadeando tres veces seguidas antes de apagarse completamente como una vela moribunda, sumiendo el panorama en un estado gris y sombrío. Aun así, la gigante sonrisa plagada a su rostro permaneció intacta, sin atisbos de derrumbarse.

La mañana trascurrió pacífica y lenta —demasiado. Su mejor amiga continuaba recia a escuchar lo que él tenía para decirle en su defensa, y de algún modo, aceptó derrotado que por mas intentos llevase a cabo, En Jie no iba a escuchar ni la mitad de ellos.

—De nuevo tú aquí ¿Qué acaso no te lo he dicho ya? —Yibo suspiró hondo, mirando con ojos cansados la presencia del Alfa en la mansión—. Está no es mi casa —recalcó—, tampoco es un hotel al que puedas ir y venir cuando se te pegue la gana.

Xiao Zhan asintió, regalándole una de esas sonrisas deslumbrantes que, en el pasado, le hicieron doblar las rodillas y perder la cabeza. Y que muy a pesar del pozo de dolor en el que había caído tras su cruel rechazo, aunado a la pérdida temprana de sus padres y la responsabilidad de sacar adelante a su hermano menor e hijos seguía haciendo batir su corazón del mismo modo que antiguamente lo hizo.

Como un tonto e iluso Omega.

De ninguna manera, se dijo con horror. Recio a volver a caer por él y enfrentarse de nuevo al crudo dolor de un corazón roto.

—Sé. Pero Yibo, nosotros debemos hablar seriamente. El que continues con esa actitud agresiva y cerrada conmigo no va solucionar las cosas, solo va a empeorarlas —expresó Xiao Zhan con inteligencia, debatiéndose entre la preocupación, la ansiedad y la euforia por convivir mas seguido con sus hijos y el propio Yibo.

Claro, si éste se lo permitía.

Yibo agitó la cabeza, muy consciente del problema que se empeñó infantilmente en olvidar movido por la conveniencia, y el mismo al que debía dar solución como el adulto que ahora era a la mayor brevedad posible.

—Tienes razón.

Los ojos cafés claros del Alfa se ensancharon, incrédulos ante lo que el otro estaba diciendo.

—Tú... ¿Qué? —logró apenas articular.

Rodó los ojos.

—Deja el drama, Xiao Zhan. Se perfectamente que eludir la situación fue lo mas estúpido y egoísta que pude hacer. Y lo lamento —se disculpó con sinceridad, aceptando lo mal que había estado comportándose durante esos días. Sí, como un cachorro berrinchudo—. Pensé solamente en mí, en mis traumas y miedos; me encerré tanto en mi dolor y resentimiento que me desconecté del mundo entero. No, me desconecté de ti.

—Bo-di.

—No, Xiao Zhan, por favor, no me llames así —le pidió con las manos fuertemente aferradas a la puerta, los nudillos perdieron todo rastro de color, dejando a su vez solo un tono pálido y angustiante—. Duele.

El Gamma inspiró una larga calada de aire, buscando con desespero una calma que ansiaba con creces, porque indudablemente iba a derrumbarse frente al Alfa.

Y no quería.

No.

Mostrar esa faceta frágil y lamentable suya a nadie menos que a Xiao Zhan era lo que menos quería.

El ambiente se sintió tan relajante y casi anestésico que, de pronto, sus sentidos se fueron adormeciendo; sus párpados se cerraron y su cuerpo cayó hacia el vacío, laxo, menos mal que un par de fuertes y cálidos brazos le atraparon a tiempo y le envolvieron protectoramente. Perfumándolo de Vodka y lluvia.

Hmm... Rico

—Hey, Bo-di ¿Qué sucede contigo? —Xiao Zhan le pasó una mano por el pelo, arrastrando el pesado y sedoso flequillo azabache hacia atrás, despejando un rostro exhausto y pálido que su corazón se dobló—. Esto no debería estar pasando. Si tan solo yo nunca...

Un par de temblorosos dedos se apretaron sobre sus labios, silenciándolo de inmediato. Su mirada preocupada recayó sobre aquellos hermosos ojos negros.

Tragó grueso al percatarse de lo concentrado y embelezado que Yibo estaba mirándole.

—Xiao Zhan. —El Alfa hizo un ruidito con la boca, demostrando así que le prestaba atención. Yibo parpadeó y una sonrisa afligida tiró de sus labios— ¿Porqué me haces esto? Sabes, comenzaba verdaderamente a acostumbrarme a tu ausencia, a no embriagarme con tu aroma todos los días, a no no escuchar la dulzura de tu voz ni a disfrutar de tus reconfortables abrazos. Ni que decir de esas sonrisas que me dejaban sonrojado hasta las orejas y chillando como un Omega estúpido.

—Yibo, lo siento tanto. Puedo imaginar lo mucho que debes haber sufrido solo y...

—Shh. No lo sabes, Xiao Zhan, malditamente no lo sabes. Imaginar no es lo mismo que vivirlo en carne propia ¿Tienes acaso una idea de lo asustado que estuve, qué estoy? Tengo miedo.... miedo de permitirte entrar en nuestras vidas y desconocer si fue o no la decisión correcta —confesó en un hilo de voz, inscrustando sus cortas uñas roma en los antebrazos del Alfa.

Éste no emitió queja alguna, pero a juzgar por los músculos de su cara contrayéndose, Yibo sospecho que empleaba mas fuerza de la requerida.

Pasó saliva, y continuó aún si la herida sin cicatrizar en su pecho se abría y latía de agonía.

—Antes me aterroricé cuando te conocí, enterarme que te amaba con inexplicable locura aún cuando todavía eramos prácticamente desconocidos me impactó lo suficiente como para flaquear y negar lo obvio. Te amé aún cuando no sabía nada de ti, y confesarte mis sentimientos me tomó un tiempo, quizás, mas de lo debido.

Los ojos se le cristalizaron, la vista se le empañó por las lágrimas retenidas y el pecho se le hundió, encerrando vigorosamente el torbellino de emociones que retumbaban dentro suyo.

Ahogándolo y lastimándolo.

—No llores, Bo-di. Me duele tanto verte de esta forma tan desecha y marchita que me lástima —dijo en un tono apenas inaudible mientras enguajaba las lágrimas cristalinas que rodaban por las majillas casi huecas del Gamma con su dedo índice.

—Lo siento —musitó, colocando ambas manos en el pecho ajeno, instándolo a alejarse. Una vez la brecha tejiéndose de nuevo a una velocidad abrumante, Yibo le miró directamente a los ojos después de rehuir cobardemente a su mirada—. Lo siento tanto.

Xiao Zhan sacudió la cabeza con violencia y rompió la distancia que, instintivamente, el Gamma impuso entre ellos. Le colocó ambas manos en los hombros y, producto de la diferencia de estatura, se encorvó hasta que sus rostros quedaron a centímetros.

—Escúchame atentamente, Wang Yibo, no quiero que luego lo olvides. —Yibo asintió en medio de sollozos rotos—.  Tú no tienes, de ningún maldito modo, una sola razón para disculparte, cuando aquí quién arruinó las cosas entre nosotros fui yo y solo yo. Estoy tan orgulloso de tí, de lo mucho que creciste y lo fuerte que te obligaste a actuar. Soportaste demasiado, ahora, por favor, déjame cuidar de ustedes y protegerlos en tu lugar. Déjame asumir el rol de padre y Alfa porque si continuas negándome esa oportunidad voy a derrumbarme de la impotencia, la culpa y el dolor.

—No es necesario, Xiao Zhan. Tú no lo sabías, te oculté mi embarazo cuando debí decirtelo apenas me enteré. Era un asunto que nos involucraba a lo dos, pero decidí callarme y sacarte de sus vidas sin antes consultarte.

A ese punto, su rostro se encontraba hinchado, húmedo y rojizo producto del creciente llanto que en vez de ir deteniéndose, solo aumentaba más y más.

El Alfa no estaba en mejores condiciones, él también atravezaba por su propio calvario, quería llorar amargamente por destruir su sonrisa y su luz, pero no podía. Notó como se le cerraba la garganta y las lágrimas se quedaban atrapadas en su pecho.

—Lo es, Yibo. Lo es. Me siento... Me siento un pésimo ser humano. Fui un docente que traspasó la línea con uno de sus alumnos y no le importó; un Alfa ciego por no ver el hermoso ser que me entregaba su corazón sin reservas y acabé destruyendo, y no solo eso, también fui un padre ausente que continúo con su vida como si lo que pasó esa noche realmente no hubiese sucedido.

Tomó una bocanada de aire y continuó aún si se sentía morir por dentro.

—Yo... Se que no estoy en condiciones de pedirte nada cuando no me lo merezco pero, por favor, permiteme arreglar el desastre que dejé y recompensar todo el dolor que te causé con mis acciones —rogó Xiao Zhan acariciando con infinita ternura las esquinas de los razgados ojos de Yibo.

Se produjo un largo y casi eterno silencio en los que el silbido del viento y sus aceleradas respiraciones eran lo único que se escuchaba.

Finalmente, Yibo asintió, derramando mas lágrimas y escondiendo su rostro de los ojos escocidos de tormento y atención del Alfa.

—De acuerdo.

—Yibo, tú... ¿En verdad lo apruebas? Quiero decir ¿Me permitirás acercarme a ustedes y protegerlos como se debe? —le cuestionó, tratando de obtener una clara confirmación.

Yibo volvió a asentir, esta vez, alzando su mirada y sonriéndole débilmente.

—Lo haré. Después de todo, como alguna vez lo dijiste, eres su padre, y no puedo volver a ser tan egoísta e insensible como para privarte de algo que, por derecho, te corresponde —declaró con firmeza, retirando bruscamente la humedad en su rostro.

Xiao Zhan sintió su alma saltar dentro de él, su lobo comenzó a aullar feliz en su mente como si las palabras del Gamma drenaran de su sistema un poco de dolor, trayendo solo alivio y unas inmensas ganas de convertirse en un padre y Alfa digno.

—Te prometo, Yibo, que voy a arreglarlo todo. Compensaré cada una de las incontables lágrimas que te hice derramar, cada gota de energía que te forzaste a triplicar con tal de no colpsar y sacar adelante a nuestros hijos. Está vez no te voy a fallar, no lo haré, lo juró por Dios —prometió mientras se lamentaba.

Tomó sus manos entre las suyas y las besó con fervoroso amor, no le importó que estuviesen llenas de ampollas y ásperas por el trabajo diario.

—Basta, Xiao Zhan. No seas tan efusivo —reprendió con las puntas de sus orejas coloreadas de un lindo rosa.

Xiao Zhan rió.

—Contigo siempre lo he sido, Yibo. Es más, ese lado mío era uno de los que mas te gustaba, ¿no me digas qué ya lo olvidaste? —se burló de él.

El Gamma frunció las cejas, se soltó de su agarre y le empujó fuera de su espacio personal. Y antes de que incluso Xiao Zhan comenzara a preocuparse al haber cruzado la línea y volver a esa atmósfera fría e indiferente de antes, Yibo chasqueó la lengua y le cerró la puerta en la cara sin poder abrir la boca al menos para preguntar que hizo mal.

—Tonto. Si crees que esto va a ser así de fácil espera sentado, ¡ojalá no te aburras! —gritó desde adentro, divertido y siendo un poco malvado con el Alfa. Estaba pegado a la puerta y una bobalicona sonrisa iluminaba su expresión facial.

Se escuchó una risa dramática afuera, y su corazón latió a mil por hora, tal y como cuando se enamoró de él.

—¡No lo haré! Solo espera, Wang Yibo ¡Vas a ver como mas pronto de lo que crees te derretirás en mis brazos!

Carcajeando, dijo de vuelta—: ¡Sigue soñando, Xiao!

Al culminar el día, a Yibo no le sorprendió para nada encontrar a Xiao Zhan recargado contra su nuevo coche, sonriéndole con demasiada seguridad que resopló.

—¿Estás listo? —le preguntó, acercándose a él y arrebatándole de los brazos a sus ahora despiertos cachorros sin poder decirle nada.

—¿Listo para qué, Señor Xiao?

—Auch. Eso dolió, Yibo ¿Tan viejo soy para ti? —fingió que se desmayaba de la impresión.

Yibo le lanzó una mirada amenazante.

—Los tiras, Xiao Zhan, y te despedazo —amenazó con los caninos de fuera y los ojos agigantados en una peligrosa amenaza de muerte.

Xiao Zhan asintió expresando fingido terror.

—Ah, ah, ah —Rió nerviosamente— ¿Serás capaz? Recuerda que soy el padre de estos preciosos cachorros, además, del único dueño de tu corazón ¿Me matarías aún así?

—Imbécil.

—Hey, Yibo ¿A dónde vas? Sube al auto y deja de jugar —le riñó cuando le observó rodear el vehículo con claras intensiones de irse a casa sin él.

Algo que, por supuesto, Wang Yibo no haría eso ni loco, no sin sus preciados tesoros. Es decir, sus hijos.

Sí. Solo sus hijos.

—¿¡Quién mierda está jugando!?

El Alfa le cubrió los oídos a ambos mellizos regordetes y le fulminó con la mirada.

—¡Wang Yibo! ¿Eres siquiera humano? Hay niños presentes, modera ese vocabulario vulgar tuyo, por favor.

—Mira como me importa —se alzó de hombros completamente despreocupado, introduciéndose en el coche antes de que Xiao Zhan continuara actuando como un cachorro— ¿Qué esperas para traer a A-Ming y A-Yu aquí? La temperatura comienza a bajar, así que apresurate si no quieres que se enfermen y te pateé el trasero por payaso.

Obediente, el Alfa les pasó a los cachorros que no dejaban de mirarlo con recelo y curiosidad.

—¿No me acompañarás al frente? —puchereó.

El Gamma le volteó la cara y, con su ayuda, los colocaron en las sillas para cachorros que para sorpresa del primero, estaban instaladas en el coche.

Aguardando por los mellizos.

—No.

—Que malo.

Una vez Xiao Zhan tomó el volante y el motor rugió, Yibo vislumbró a través de la ventanilla el rostro interrogante de su mejor amiga. Le hizo una seña con los dedos que después le explicaría, ella asintió sin entender absolutamente lo que estaba pasando.

—Llévame a casa —le ordenó, recostando su cabeza contra el asiento suave y calientito del auto.

Xiao Zhan le miró por el espejo retrovisor y sonrió en grande.

—Es Domingo, Yibo, son las cinco de la tarde ¡No seas un aguafiestas!

—¿Qué planeas?

Tatareó, sintiéndose dichosamente feliz por la familia que tenía y que, poco a poco, recuperaría.

—Iremos a cenar.

—Xiao Zhan. Es tarde, hace frío, los cachorros deben tomar un baño al igual que yo, alimentarse y, después, irse a la cama —ennumeró algunas de las más importantes razones por las que no deberían ir.

—¿Qué tal si cuando termine la cena yo mismo los arropo y a ti te llevo a la cama? —soltó como si aquello no tuviese otro significado oculto.

Yibo se incorporó de golpe, sus ojos se ampliaron y su boca colgó floja, perplejo a lo que el Alfa insuaba que lograría con eso.

—Tú... ¡Dervergonzado! —bramó con la cara toda roja de vergüenza.

Xiao Zhan volvió a reír como si le encontrase alguna gracia a hacerlo sentir incómodo.

—Lo que digas. Pero Yibo, piensa que esta será nuestra primera cena en familia ¿No te emociona un poco?

El caso es que, sin importar lo sonrojado y acalorado que Yibo estaba al pensar en cosas sucias, Xiao Zhan tenía un punto.

—Sí. Ahora cállate y déjame dormir un poco. —Volvió a acomodarse y cerró los ojos.

—Yibo.

—Silencio, Xiao Zhan.

Cinco minutos después, Wang Yibo se durmió y Xiao Zhan cuidó de él con un cálido sentimiento en el pecho.


¡Hola, queridos lectores! Feliz Domingo.

Les traigo el capítulo de la semana, siendo sincera, me costó mucho escribirlo, pero para mi sorpresa, salió mas largo que de costumbre 😁

Pd: ¡Gracias por los 6.14K de lecturas y los 1.04K votos! No saben cuanto me emociona saber lo mucho que les está gustando esta humilde historia 🙏🏻😍

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma».

🌙Yessie.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro