
✦╭ᵒ❧ Capítulo IV: Malos Entendidos. ✦╭ᵒ❧
Xiao Zhan sostuvo su cabeza con fuerza, retrocediendo como si lo que recién vio se tratase de un absurdo y complejo espejismo.
Uno que le resulta trabajo digerir con facilidad.
—Tú... ¿Cuándo...? —sus labios temblaron al igual que sus manos, heladas debido al abrupto e inesperado descubrimiento que le cayó como agua helada.
En sus peores pesadillas imaginó que los “supuestos” hijos que Xiao Lu perjuró ver y, los cuales, se vio reforzada a captar en un par de fotografías como una prueba inédita de su increíble hallazgo resultarán siendo hijos de aquel a quien despreció fervorosamente en el pasado. Ahora las dudas se esclarecían, pero esos cachorros no podían pasar del año, porque las fechas no cuadraban.
Yibo suspiró cansado, preparándose mentalmente para explicarle al Alfa algo que, aunque sabe, no debe revelar, una parte suya —su terco lobo— lo insta a hacerlo.
—Sucedió hace casi dos años, mas especifico, hace un año y siete meses —informó con ojos nostálgicos, mirando directamente la espalda del contrariado Alfa tensarse como las cuerdas de un violín.
Xiao Zhan asintió débilmente, tragando saliva ante el olor a leche materna y el aroma del Gamma endulzando el ambiente, atormentándolo de alguna forma u otra. Y, también, recordándole la grave falta cometida. Una que no puede borrar, pero si tratar de reparar, aunque se le vaya la vida entera en intentos fallidos.
Después de todo, Yibo y esos cachorros lo valen, pensó con un grueso nudo apretándole la garganta.
Sintió sus ojos picar, arder y humedecerse lenta y tortuosamente. Empujó esa grieta de quebranto en lo profundo de su ser, reusándose a desmoronarse frente a Yibo de nuevo, porque éste no lo merecía.
No lo hacía.
Jamás le mereció, pero de alguna forma inexplicable, Yibo lo eligió a él como su compañero sin dar lugar a dudas o patéticas objeciones.
Entregándose de lleno a complacerlo y a atraer su atención hacia su persona, seguro de su elección, aún si conocía a la perfección las consecuencias que sus decisiones y acciones repercutirían en él a futuro.
A sus cortos veintidós años en esa época, Wang Yibo podía ser todavía un ingenuo e inexperto adolescente en lo que respectaba a la vida y sus dificultades, pero eso no le hizo un cobarde a la hora de actuar tras encontrar a su compañero —y a quién eligió sin mucha dificultad o tiempo. Bastó una simple mirada cargada de calidez y amabilidad para que el Gamma supiese lo que su corazón y lobo deseaban y, a la vez, gritaban con segura intensidad.
Ellos querían al Alfa Xiao Zhan con irreprimible desesperación, omitiendo el hecho de que no estaban hechos para encajar de ninguna forma.
Alfa y Gamma no estaban hechos para estar juntos.
No obstante, fue esa parte impulsiva y valiente suya la que atrajo a Xiao Zhan como la miel a las abejas, y la misma que le hizo decidirse a pedirle en cortejo días antes de desistir y echarlo todo a perder con sus tontos prejuicios.
Perfectamente consciente de sus limitaciones derivadas de sus estúpidos actos dos años atrás, Xiao Zhan obligó a su enfadado lobo y a él mismo a controlarse y guardar la compostura.
—Y... ¿Quién es...? —se negó a terminar la frase. Una descontrolada posesividad le asaltó las venas y las hizo vibrar y hervir en lava ardiente. La desagradable sensación de estar masticando vidrio molido le inundó y de los celos que le comían vivo, juró estar viendo en rojo.
Sus labios adoptaron una tensa línea recta.
Pero un amortiguado rechinido de dientes y un gruñido estrangulado retumbó fuera de su boca como un animal salvaje manteniéndose a raya, el sonido feroz viajando rápidamente hasta los sensibles y agudos oídos de Yibo, quien se removió en la cama, aturdido y algo perplejo a causa de ese lado oculto que desconocía del Alfa.
Xiao Zhan podía ser muy comprensible y atento muchas veces, tanto que nadie presagiaría jamás que, detrás de esa hermosa sonrisa deslumbrante y personalidad risueña, se escondía un hombre con impresionante autocontrol de sus emociones y acciones, sin embargo.
Reprimirse así mismo por temor a ceder al descontrol total y desatar la ira de su animal interno, llevándolo al límite de lo insano, repercutía daños inimaginables en él. De los cuales, casi siempre lograba mitigar y empujar al abismo de su ser, y en la soledad de una habitación vacía.
A puerta siempre cerrada.
—No tiene importancia —expresó Yibo con un tono suave, acariciando con el dorso de su índice la regordeta mejilla de su atenta y chismosa cachorra.
Bao Yu se alimentaba en silencio, observándole con perezosa relajación y un casi imperceptible destello de intriga en sus brillantes ojos cafés claros, idénticos a los de su padre. Algo extraño y nuevo para quien era su figura materna, ya que la cachorra tendía a actuar muy desconfiada y recelosa de todo aquel que se le acercase a él, a tal punto de reventar sin misericordia más de un tímpano con sus desgarradores gritos y pataletas.
Ella había sido algo —si no es que muy— mimada por su joven tío desde el primer día de su nacimiento, a tal punto de explotar en un llanto fingido para salirse con la suya.
Fan Xing lo repetía la mayoría del tiempo; su sobrina era una «diablilla» muy manipuladora en el cuerpecito de un «ángel disfrazado», y ni se diga de su mellizo, a quien Yibo defendía con uñas y dientes. Creyéndolo un cachorro bien portado y tranquilo cuando no imaginaba siquiera lo que su «príncipe» podía llegar a hacer.
Impresionado de que Bao Yu no comenzara con su escándalo de siempre, ni su ropa estuviese hecha jirones ahora, no pudo más que arquear una ceja en dirección a esa minúscula sonrisa suya.
Su cachorra no soportaba a los extraños —los repudiaba— y hasta cierto punto, el Alfa que parecía congelado y preso en un debate mental a un metro de ellos lo era para ella y Bao Ming, lamentablemente.
Tal vez ocultar su embarazo y acarrear él solo con las consecuencias no haya sido lo mejor y lo más justo, pero no tuvo otra alternativa más que hacerse responsable de su problema. Uno que en un inicio vio como un impedimento para retomar su carrera como bailarín profesional, llamándolos un estorbo en su vida por llegar a estropear sus sueños y su prometedor futuro.
Fue el día del nacimiento de sus hijos que finalmente comprendió que no debía culparlos por algo que ellos no hicieron.
Desde ese día, se entregó en cuerpo y alma a darles todo lo mejor, y a amarlos sin condiciones.
Nadie podría haber adivinado el «hubiera», y el tiempo tampoco pudo ser retrocedido, meditó Yibo con sensatez.
Xiao Zhan agitó la cabeza en un movimiento calmo y de sincera aceptación.
—De acuerdo. No insistiré más si eso es lo que deseas —decretó, girando sobre su eje y dándole cara una vez se hubo controlado.
Observó al Gamma por lo que garantizaron ser largos y cómodos minutos. Ni él ni Yibo demostraron signos de incomodidad, mucho menos, de renuencia a traer a colación un tema que hería al Gamma y, a la vez, le había dado una razón a su caótica vida.
Yibo realmente estaba dispuesto a cooperar con él, lo instituyó en la trasparencia de su fuerte y profunda mirada. Pero no quería ser egoísta otra vez y actuar por un cegador impulso, lo hizo una vez, y eso le sirvió de lección.
Aprendió a no guiarse por una palabra, expresión, circunstancia o género jerárquico, no cuando todos podían ser perfectos mentirosos.
Y no era algo malo.
Más bien, se trataba de un instinto protector.
Después de todo, nadie desea exhibir completamente sus debilidades, Xiao Zhan se recordó con indulgente sabiduría.
—Quiero hacerlo —dijo abruptamente Yibo, sacándolo de sus pensamientos.
Parpadeó innegablemente impresionado, aludiendo se trataba de una cruel fantasía armada por su subconsciente.
Al final de cuentas, Yibo no estaba ni un poco obligado a decir una palabra si no quería. Era su derecho, y hasta ese punto, lo respetaba.
—¿Qué?
Yibo le sonrió con gentileza, pero después, bajó lo suficiente la cabeza como si recién cayese en cuenta de las desfavorables condiciones en las que se encontraba. Y que, a juzgar por su selección equívoca de palabras, daba a entender algo más... sexual.
Su boca se abrió en grande, incrédulo.
Xiao Zhan se resistió al fuerte impulso de soltarse a reír y comenzar a burlarse de él como en los viejos tiempos.
No obstante, una nostálgica y floja sonrisa surcó sus delgados labios y un nítido brillo resplandeció por una fracción de segundo en sus ojos cristalizados.
Tiempo atrás, nada ni nadie le privaría de ir hasta él y picotearle las costillas hasta que Wang Yibo le suplicara clemencia; sus rasgados y alargados ojos de ciervo como una noche sin luna brillando enigmáticamente como si hubiese reemplazado al astro lunar, su cuerpo convulsionado contra el suyo y su radiante risa estallando en un hermoso eco, salpicando de un hermoso y adorable carmín ambos rostros por la cercanía y las imparables risas.
Aunque ahora todo eso pertenecía a una época lejana, y que no regresaría.
—N-No. No es... —tartamudeó, avergonzado de estar exhibiendo una parte íntima de su cuerpo involuntariamente—. No me malentiendas, Xiao Zhan. Esto no estaba en mis planes.
Y no se refería a sus hijos.
Yibo aferró a A-Yu contra su desnudo e hinchado pecho —producto de la lactancia—, la cachorra pataleó unos efímeros segundos, pensando que su madre, quien odiaba ser catalogado así, se iría otra vez a quien sabe dónde y la dejaría a ella y al soñador de su hermano encerrados en esa extraña y desconocida habitación. Solos.
Cuando Yibo la arrulló contra el tibio calor de su cuerpo y liberó un poco su aroma, Bao Yu se tranquilizó y, a cambio, se aferró como garrapata a él, negándose a dejarle ir.
Xiao Zhan se limitó a asentir, comprensivo, observando atentamente cada movimiento que emitían los dos cuerpos sobre el borde de la cama, pero, sobre todo, al rostro sofocado por la inhibición del Gamma y los sonidos de la cachorra al amamantarse.
El corazón le dio un vuelco, las manos le picaron, queriendo romper la barrera invisible que los separaba y le denegaba cualquier indicio de cercanía a ellos. Ansiaba tanto poder unirse a Yibo con el otro cachorro en brazos, besarle en los labios amorosamente mientras ambos arrullaban a cada mellizo, como una familia.
Y la familia que él mismo se privó de tener hace dos años con sus malas decisiones.
Carraspeó, doblando la punta de sus dedos en su pantalón de vestir negro, conteniéndose a unirse a la hogareña y familiar escena cuando él menos que nadie tenía cabida allí, y alimentarse de fantasías no le bastaría a la larga.
—Sé. Y muy a pesar de no desconocer los alcances que podría tener tu belleza, por ningún modo pondrías en práctica un truco tan viejo, Yibo. Así que relájate —le reconfortó sin saberlo.
El Gamma agradeció el voto de confianza internamente.
Que el Alfa creyese en él sin importar lo que sucedió entre los dos le conmovió. A su vez, un agradable calorcito se extendió en torno a su acelerado corazón, y el mismo que parecía querer escaparse de su boca y salir corriendo.
Xiao Zhan, al captar la tímida sonrisa que se dibujó por cuenta propia en su colorido rostro, agregó correspondiendo a la sonrisa—: Jamás dudaría de ti, Bo-di. Y lo sabes.
Yibo no poseyó pruebas que colocasen en un duro cuestionamiento aquello. Así que se quedó callado y se abstuvo a contradecirle.
—Xiao Zhan.
—Si.
Mordió su labio inferior y le miró bajo la sombra de sus oscuras pestañas, abochornado de su propia imagen.
—¿Puedes salir de la habitación un momento, por favor?
Toda chispa de esperanza pareció morir dentro de Xiao Zhan, el color drenándose vertiginosamente de su rostro y la sonrisa amable esfumándose como si fuese humo.
Ilusamente dio por hecho que el Gamma le perdonaría. Al menos, lo estaba pensando por el bienestar de los mellizos.
Cuando llegó a Luoyang, nada le preparó para aceptar la absoluta y confusa verdad. Una verdad que tanto su madre y hermana mayor apoyaron encarecidamente basándose en unas fotografías que no decían mucho.
O eso quiso creer envuelto por la negación, y quien atormentado de vivir con la espina de una intriga que Xiao Lu plantó en él por dos días enteros, no le quedó más remedio que manejar diez malditas horas en auto de Shanghái a Luoyang, enloquecido por la incertidumbre.
—Lo siento —dijo con una expresión devastada, saliendo de la habitación como si le hubiesen dado la peor noticia de su vida.
Yibo le observó desaparecer detrás de la puerta, sintiéndose culpable de alguna forma por no aclararle bien las cosas. El que el Alfa descubriese una verdad que le implicaba, y escondió movido por un arranque de miedo y dolor, le hizo actuar como un indefenso y sumiso Omega, peor aún, que presenciara un momento íntimo entre su hija y él.
Exhaló, deseando serenarse y aplastar el nudo que se cerraba en torno a su garganta, como también, el pánico desatándose dentro suyo cual huracán.
—¡Cielos, bâobâo! ¿Ahora qué voy a decirle a tu estúpido padre? —se inquietó, aferrándose a la cachorra como si temiera lo peor.
Xiao Zhan no sería capaz de arrebatarle a sus hijos, ¿cierto?
No, él no es «ese» tipo de Alfa, quizo creer.
Pero... ¿Qué tipo de Alfa era Xiao Zhan?
—ZhanZhan ¿Qué haces aquí? —indagó la voz confundida de una bella mujer.
Xiao Zhan se volvió hacia ella, sonriendo con genuina felicidad.
—También me alegra verte, Mi-jie —puchereó, cruzándose de brazos con dramatismo.
Yang Mi rodó los ojos, entregándole su exuberante abrigo de peluche a Lu En Jie, quien salió a recibirla rápidamente una vez el tintineó de un juego de llaves resonó por toda la estancia, aunado al peculiar repiqueteo nervioso de unos altos tacones.
—Señorita Lu, ¿podría por favor servirnos unos bocadillos?
La Beta asintió, dando media vuelta, impresionada por la llegada tan pronta de la señora Yang.
Ella comúnmente no se aparecía hasta las siete o nueve de la noche. Y, algunas veces, cuando el señor Yang estaba en un viaje de negocios —como ahora—, ni se tomaba la molestia de llegar a su casa como buena esposa.
Aunque el matrimonio no era el más unido de todos después del trágico e inesperado incidente. Se convirtieron en perfectos extraños, lastimándose con sus actos deshonestos el uno al otro.
¿Dónde te metiste, A-Yi?, se preguntó la nerviosa Beta.
La cocina no era ni por asomo su fuerte, pero sí lo era de su mejor amigo. Uno que vaya a saber dónde se metió, aunque lo más seguro es que haya ido a alimentar a sus cachorros por segunda ocasión. Con ese pensamiento en mente, desapareció en busca de Wang Yibo.
Yang Mi pasó a su lado y, extrañamente, no hubo presencia alguna de su aroma.
Frunció los labios, preocupado con ese afán suyo de ocultar su género de todos, cuando no lo necesitaba estando ya casada y enlazada.
—Mi-jie.
—Sí, ZhanZhan —dijo con un matiz de burla en su tono. Cogió una botella de coñac y se sirvió un poco, pero antes de llenar el segundo vaso, volvió su ansiosa mirada hacia el joven Alfa y le preguntó—: ¿Gustas un trago?
A punto de rechazarla, Xiao Zhan recordó el lío paternal en que estaba metido, y se lo pensó mejor antes de asentir con un hondo suspiro.
—Nada me gustaría más.
Yang Mi agitó la cabeza, llenando la copa hasta el borde con una sonrisa gigante plagada al rostro.
—¿Qué sucede, ZhanZhan? —quiso saber, entregándole la bebida—. No, espera, todavía no me lo cuentes.
El Alfa acarició el borde del vaso con el pulgar, indeciso si tomar un trago o no dadas las circunstancias.
No tenía mucha resistencia al alcohol, y lo sabía, pero estaba tan confundido, triste y desesperado por oír la verdad de la boca del Gamma que los nervios le corroían.
—Ya no soy un cachorro, Mi-jie —le recordó con un gesto apenado. Yang Mi se carcajeó, girando sobre sus talones y yendo a tomar asiento en el sillón de piel más grande—. Así que deja de intentar burlarte de mí.
Yang Mi detuvo su risa, cruzó las piernas con elegancia y palmeó el lugar vacío a un lado de ella— ¿A qué esperas para venir aquí y contarme tus líos amorosos?
Con el rostro rojo como una cereza madura, el Alfa fue hasta ella y se dejó caer cansadamente.
—Yo no estoy en ningún lío amoroso, Mi-jie —puntualizó con un tono grave.
—A mí no me engañas, Xiao Zhan —le advirtió con seriedad y una mirada de miedo.
Xiao Zhan se echó hacia atrás, impresionado y con una sonrisa ladina curvando su boca.
—¡Aiya! No comiences con eso, Mi-jie. Recuerda que solo le temo a una persona, y esa es Xiao Jing Tong, quien lastimosamente es mi madre.
Yang Mi asintió divertida, consciente de lo que aquello significaba para el Alfa.
—Veo que todavía te tiene bajo sus faldas, ¿a qué sí? —insinuó la mujer.
Xiao Zhan torció la boca, y para evitar exaltarse y adentrarse en una discusión sin sentido, echó la cabeza hacia atrás y se bebió hasta la última gota del pequeño vaso de vidrio.
El coñac quemó y raspó su garganta, la cabeza le dio vueltas y la vista se le nubló ni bien el alcohol se deslizó por su garganta.
Con los ojos puestos fijamente sobre su sonrojado rostro por el alcohol, Yang Mi le colocó una mano sobre el hombro y le cuestionó—: ¿Seguro que estás bien? No te noto nada lúcido.
Asintiendo a duras penas, logró girar la cabeza y mirarla a los ojos, aturdido y mareado.
Muy mareado.
—Estoy —le aseguró en un torpe balbuceó que contradecía a sus palabras—. Solo... Ya se me pasará.
—Si tú lo dices —le restó importancia, alzándose de hombros mientras depositaba su confianza en él. A su perspectiva, Xiao Zhan estaba borracho, y le divertía en cierto modo—. Nada más recuerda avisarme si quieres vomitar.
Xiao Zhan ahogó una arcada, sintió que iba a desplomarse allí mismo.
Yang Mi le dio un apretón en el hombro, regalándole una de sus características sonrisas socarronas. Se apartó de él y le miró por el rabillo del ojo, atenta.
—¿Por qué he de hacerlo? —decretó, encajando las uñas en sus pantalones.
Beber era una de las principales razones por la que odiaba embriagarse, por ello, se abstenía a ingerir tan solo una copa, importándole menos si quedaba como un amargado o un cobarde.
Casi siempre perdía el control y acababa arruinándolo todo.
—Ya sabes —comenzó Yang Mi, guiñándole el ojo—, debo avisarle a la fiera y anticuada señora Xiao que su cachorro se embriagó.
Estalló en risotadas.
El alcohol comenzaba a hacer efecto en su sistema. Y aunque ella apenas y probó un par de sorbos, tenía suficiente circulando en sus venas como para comenzar a hacerla comportarse de ese modo.
Lejos de ser tan... ella.
El Alfa inhaló y exhaló, su lobo se asomó por entre las rendijas de sus desenfocados y dilatados ojos, mirando todo más de cerca y a nada de tomar el control.
Tragó duro, sudando nerviosamente. Su aroma se disparó enloquecido y llenó toda la estancia en cuestión de segundos.
Yang Mi olfateó el aire, oliendo nada y a la vez oliendo todo, echó la cabeza hacia atrás, completamente embriagada del delicioso y potente aroma a macho Alfa que se coló en sus fosas nasales casi imperceptiblemente. De pronto, se incorporó y en un ágil e impredecible movimiento que los reflejos nublados de Xiao Zhan no alcanzaron a captar, su rostro estaba tan cerca del suyo que le asustó.
Jadeó lleno de sorpresa.
—Qué... ¿Qué diablos tratas de hacer, Yang Mi? —exigió con voz autoritaria y enronquecida por los efectos del alcohol.
Mierda. No debí beber ¿Ahora como salgo de esto?, se auto-regañó con dureza ¡Joder! No puedo moverme.
Inmóvil, con el cuerpo entumecido y pesado para apartarla, el Alfa estaba en un aprieto terrible.
¡Por Dios! Yang Mi era la mejor amiga de su JiêJie. Y lo más importante, era una Omega casada. Además, ellos no sentían interés romántico ni nada derivado de ello, su relación se asemejaba más bien a un hermano y una hermana mayor. O eso pensaba él.
Todo era culpa de sus hormonas descontroladas.
Sí.
Usualmente, eso sucedía cuando estaba ebrio, comportándose como un cachondo y caliente adolescente en celo, atrayendo tanto a Omegas y Betas con su aroma y gran apetito sexual, aunque a estas últimas, pese a no poder olerlo, parecía despertar un peculiar interés en ellas.
No obstante, todo era instintivo, mas cuestión de su lobo que de él mismo.
—Que guapo te has puesto en estos años sin vernos, Xiao Zhan —ronroneó en su oído—. Es una lástima que jamás me hayas visto como lo que realmente soy, y como lo que tanto fantaseé.
Xiao Zhan parpadeó, incrédulo.
—¿Acaso tú...? —sus pupilas temblaron.
—Siempre te quise para mí —reveló con un brillo peligroso saltando de sus ojos color negro.
Ojos negros, tan parecidos a los de...
—Bo-di —soltó en un último trozo de cordura.
Yang Mi ladeó la cabeza, intrigada.
—¿Quién es? —El Alfa no respondió, a estas alturas, tenía la lengua entumecida y pegada al paladar y los sentidos completamente paralizados—. No me interesa.
Se relamió los labios, irradiaba un aire seductor y atrevido.
Y para conmoción de Xiao Zhan, Yang Mi, a la que veía como una dulce y alegre hermana mayor, le agarró de la camisa y le empujó violentamente contra el sillón. Se le montó encima y, entonces, ella lo besó.
—Señora Yang, aquí está lo que... —La amable voz se cortó de golpe, dando paso a una mudez y una decepción abrumante.
La bandeja con los bocadillos y bebidas se estrelló contra el piso en un ruido lo suficientemente fuerte para que Yang Mi se volviera a su dirección.
—Joven Wang ¿¡Qué está haciendo allí parado como un idiota!? —bramó su jefa, encolerizada.
—Yo... —sus ojos, fijos sobre el Alfa, se humedecieron.
—Yibo. No estarás pensando... —inició Xiao Zhan una vez recuperado sus cuerdas vocales, desparramado aún sobre el sillón con la camisa abierta y jadeando por aire.
Yibo reconoció el miedo en sus ojos, pero decidió que no le importaba.
¡Xiao Zhan, puedes irte a la mierda!, rugió para sus adentros, trémulo de furia pura.
Apretó los dientes con tanta fuerza que la mandíbula le dolió, a su vez, sus puños se sacudieron a los costados de su cuerpo, ansiando encestarle un puñetazo por desleal y mentiroso.
¡Porque lo era!
Ese maldito Alfa del que se fue a enamorar y, más tarde, preñar, era un grandísimo hijo de perra que le envolvió con sus mentiras y su excelente actuación.
—Joven Wang, hágame el favor de retirarse, por favor —solicitó Yang Mi.
Asintió.
—Sí, señora Yang. —El Gamma alcanzó a responder en un delgado y frágil hilo de voz.
Dio media vuelta y desapareció de allí, haciendo oídos sordos a los constantes y rotos llamados de Xiao Zhan.
—¡Vuelve aquí, Yibo! ¡Déjame explicarte! ¡Yibo! ¡Wang Yibo!
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¡Hola queridos lectores! 🤗
Me complace traerles un capítulo mas de esta confusa historia. He de confesar que no me fue fácil escribir el capítulo, a veces tiendo a bloquearme, y así no me agrada ni me siento cómoda escribiendo. Me apasiona sentir mientras escribo, de esa forma, siento que les transmito las emociones y sentimientos.
↙Informacion hasta el momento:
⚜ Yibo es un Gamma que se enamoró de Xiao Zhan hace dos años, su aroma lo hace pasar fácilmente por un Omega, y cuando el Alfa se enteró de su naturaleza, lo alejó.
⚜ Ya sabemos que los mellizos son hijos de Xiao Zhan, ¿pero como sucedió? Aún se desconoce.
⚜ Yang Mi perdió a su bebé, ¿cómo? Tampoco lo sabemos.
⚜ Xiao Zhan llegó a la mansión Yang donde Yibo trabaja porque Yang Mi es la mejor amiga de Xiao Lu, es como una hermana mayor para él.
⚜ Xiao Zhan también piensa que Yang Mi es una Omega, cuando mas bien es una Delta que siempre usa inhibidores (un medicamento) para que nadie descubra su naturaleza, por ello oculta su aroma.
⚜¿Dónde se metió el desobligado de Yu Bin? Ok, no. 🤣
Es todo.
Besos.
Y recuerden «No a la lectura fantasma».
☣ Publicado: 02/Junio/2021.
☣ Editado: 28/Agosto/2021.
🌙Yessie.
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