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✦╭ᵒ❧ Capítulo II: Una Vida Difícil. ✦╭ᵒ❧

Una mueca de enojo se adueñó de su cansado rostro, la enorme pila de platos sucios amontonados y con restos de comida escurriendo de entre los bordes le hizo cerrar los ojos por unos segundos.

Suspiró hondo.

—¿A dónde se ha ido Yu Bin? —preguntó masajeándose las sienes. Tenía jaqueca, y lo único que deseaba ahora era llegar a casa, darse una ducha bien fría y echarse sobre la cama. Lastimosamente, él no podía hacerlo, no antes de cumplir con su trabajo—. No me digas que otra vez se ha mezclado entre los invitados de la señora Yang para huir de sus responsabilidades.

—En lo absoluto, A-Yi. Me temo que está vez ha cruzado mas que un poco la línea —comentó con evidente preocupación Lu En Jie, su compañera de trabajo, y quien se había vuelto su mejor amiga hace poco más de seis meses.

Se llevó los dedos al puente de la nariz, irritado de siempre ser quien lidie con alguien tan molesto y desobligado como Yu Bin.

—¿Qué ha hecho está vez?

Yu Bin se unió al trabajo hace mes y medio, y desde entonces, se encargó cuidadosamente de joderle la paciencia. Estaba muy desesperado cuando acudió a la entrevista de trabajo, rogando con el rostro empapado en lágrimas por una oportunidad. Al inicio, se negó rotundamente a ceder y darle a un joven Alfa el empleo, sobre todo, cuando el régimen dictaba estrictamente que no se permitía la contratación ni de Betas y Deltas hombres, como tampoco de Alfas de ambos sexos en el área de trabajo, algo que no era una sorpresa para nadie a juzgar por la poca decencia que tenía Yang Mi, la señora de la casa.

Además, ¿qué Alfa podría desear ocuparse del trabajo doméstico a cambio de unos cuantos yuanes que apenas y cubrían lo necesario para subsistir por algunos días?

Exacto, nadie.

Sobre todo, cuando los Alfas podían conseguir los mejores empleos en un chasquido de dedos y sin el menor esfuerzo, su simple rango les hacía superiores a todas las jerarquías y una máquina de poder en todos los lugares, sin embargo.

Yu Bin era un Alfa diferente, pero a final de cuenta, un Alfa en los plenos veinte; alguien carente del sentido de la responsabilidad y que rompía las reglas sin importarle los sermones que le lanzaba una y otra vez.

—Ha subido a la recámara de la señora Yang —se inquietó la Beta, sus manos hundidas entre abundante espuma y agua con restos de comida. Tomó un plato más de la hilera interminable y frotó suavemente con la esponja.

Yibo apretó los labios en una tensa línea. Ese remedo de Alfa va a pagármelas, sopesó.

—Lo mato —dijo girando sobre sus talones, dispuesto a subir a la segunda planta y traerlo de una oreja si así era necesario—. Juro que lo mato.

Sus puños, tensos a los costados de su cuerpo se sacudieron conforme avanzaba, pero Yibo no esperó ser detenido por su mejor amiga ni bien atravesó el umbral de la cocina.

—Es mejor que no subas ahora —aconsejó En Jie apresándole de su muy delgado brazo.

Se volvió en su dirección, confundido—: ¿Por qué no lo haría? —quiso saber.

En Jie ejerció una fracción más de presión en su brazo, reprimió una mueca de dolor.

—Él está, ya sabes… — susurró, mordiendo su labio inferior y bajando la cabeza, parecía apenada.

No estaba entendiendo nada de la conversación, así que colocó una mano sobre la muñeca de En Jie y tiró hacia abajo, queriendo liberarse.

Y lo hizo fácilmente.

En Jie era una chica menuda, no pasaba el metro sesenta, a duras penas y alcanza el metro y cincuenta y dos. Con su diminuta —y enternecedora— estatura, no podía hacerle competencia a su metro y ochenta y uno de ningún modo, así que ella no podía retenerlo por mucho tiempo más.

Y ella lo sabía muy bien.

—Lo siento, Ji'er, pero tengo demasiada prisa. Ese mocoso va a escucharme esta vez —recitó con los ojos encendidos en desaprobación y una pizca de decepción.

Lo sentía mucho por Yu Bin, pero tendría que prescindir de sus servicios laborales antes de lo acordado. Y era una pena, el chico solo estaba allí por un poco de dinero como todos.

No obstante, la pelinegra le volvió a atrapar el brazo, esta vez con mayor insistencia.

Bufó.

Estaba exhausto de estar todo el día de arriba y abajo limpiando aquello y acomodando lo otro. Simple y sencillamente no daba para más ese día, su malhumor comenzaba a hacerse presente ante la objeción de En Jie en retenerlo allí con deseos de que no avanzara más.

Continuó—: ¿Qué te sucede, Lu En Jie? Solo quiero ir a buscarlo y darle una bien merecida lección. Ese mocoso necesita aprender lo que significa el sentido de la responsabilidad.

De pronto, En Jie levantó la cabeza y le miró directamente a los ojos. Su bonito y algo maltratado rostro por el desgaste de trabajo día tras día se coloreó de un rojo brillante.

Enarcó una ceja. Y antes de volver a cuestionarla, ella comenzó a hablar por si sola.

—No puedes ir a la habitación de la señora Yang precisamente ahora —puntualizó En Jie aferrándose a su ya entumecido brazo, y cuando estaba por exigirle una respuesta ella soltó—, porque Yu Bin y ella están en la cama.

Yibo se puso blanco como un papel.

—¿Qué?

—Como lo oíste. Hace poco le vi subir detrás de ella, y tontamente pensé que le había llamado la atención por andar bailando con los invitados, pero estaba equivocada —negó amargamente—. Decidí seguirle y mirar un poco, estaba preocupada de que algo malo fuese a pasar; tal vez la señora había notado su falta de compromiso, o sólo descubrió su oculta naturaleza. No estuve siquiera preparada para lo que presencié después.

—¿Qué viste?

Los cortos dedos de En Jie enroscados sobre él temblaron ligeramente.

—Él la besó y, después... después pasaron a arrancarse la ropa.

Asintió apretando la mandíbula.

—Eso es suficiente, Ji'er. —Su mejor amiga se estaba rompiendo y lo sabía, era fácil percibirlo, por lo que llevó un par de dedos a sus húmedas y cálidas mejillas, retirando el rastro de una traicionera lágrima—. Lo siento.

En Jie sacudió la cabeza en un movimiento algo violento, un río más de lágrimas se abría paso por su rostro.

—Descuida, A-Yi. Me merezco esto por estúpida —se culpó, ahogando los sollozos inútilmente—. Él nunca me dio siquiera una oportunidad de acercarme de más.

—Yu Bin es un imbécil, Ji'er. No merece una sola de tus lágrimas, así que, por favor, deja de llorar por alguien que no vale un poco la pena y mejor sonríe —le pidió tomándola de los hombros.

—A-Yi.

—¿Si, Ji'er?

—¿Me abrazas?

Una punzada de dolor se incrustó en su pecho al ver la forma en que su mejor amiga sufría producto de una decepción amorosa. Su corazón estaba roto por alguien que no la merecía, pero así era el amor, siempre eligiendo a la persona equivocada.

Si lo sabré yo, recordó tristemente.

—Ven acá, Ji'er. —El Gamma extendió los brazos y le permitió ocultarse en su pecho, sintió su delgado cuerpo vibrar y sacudirse producto del llanto mismo.

Le acarició la espalda, brindando tranquilizantes caricias que parecían que le estaban ayudando por la forma en que los espasmos se fueron mitigando.

—Gracias, A-Yi —agradeció con la voz gangosa, distanciándose y limpiando con ambas manos su rostro lloroso.

—Para eso están los mejores amigos, ¿cierto? —le dio un golpecito en la nariz que la hizo reír como una niña pequeña. Sonrió—. Ahora, hay que terminar de una vez con eso —apuntó con los ojos la pila de platos sucios.

—De acuerdo.

Una hora más tarde, al culminar su jornada laboral y limpiar todo el desastre de la corta reunión con los amigos de la señora ambos abandonaron la mansión Yang. El agotamiento físico saltaba en sus rostros, pero, aun así, hicieron un último esfuerzo para subir al metro y dejarse caer contra el asiento.

Cuando llegó su parada, Yibo se despidió de una medio dormida En Jie y se arrastró cual zombi hasta su pequeña y hogareña casa.

—Que bueno que estés aquí, gēge. La pequeña A-Yu no ha dejado de llorar desde hace algún rato, intenté de todo, pero nada funcionó —informó Fan Xing, su hermano menor con la angustia plasmada en su cara.

—Gracias, FanFan. Ve a descansar, se nota que te hace falta —bromeó mientras se ponía las pantuflas detrás de la puerta—. Yo me encargaré de ella.

—No, gēge, tú estás muy cansado para hacerlo ¿Qué te parece si yo me encargo de ella un par de horas más mientras tú te metes a la ducha y descansas un rato? Prometo que también haré la cena —sugirió Fan Xing con una sonrisa amable.

Yibo negó.

—De ninguna manera —dijo seriamente, adentrándose al estrecho pasillo de las únicas dos habitaciones.

—Pero... —intentó convencerle, pero su hermano mayor era terco como una mula.

Una vez se halló frente a su habitación, se volvió hacia el Omega de dieciocho años y le colocó una mano en el hombro.

—Agradezco la ayuda desinteresada que me brindas día a día, FanFan. Pero está es mi responsabilidad y de nadie más.

Fang Xing bajó la cabeza, derrotado.

Lo que decía su hermano era cierto, pero, era tan injusto ver la forma en que todos los días llegaba a casa más apagado y agotado que nunca. Se empeñó en siempre ser su mano derecha, ayudarle a cuidar a sus pequeños sobrinos mientras le aligeraba un poco la carga como jefe de la pequeña familia que eran.

—Sé, pero cuidar a mis sobrinos es algo que me gusta hacer —confesó con los ojos cristalizados.

Sentía impotencia por la situación que atravesaban, nunca había dinero suficiente y por ello Yibo se mataba trabajando incluso cubriendo horas extras a pesar de estar a un paso del desgaste físico.

—Lo sé. Pero no es tu deber, es mío —señaló con el timbre de su propia voz quebradiza.

—Gēge.

Fan Xing comenzó a liberar feromonas de tristeza, y Yibo alcanzó a percibirlas, se le formó un nudo en la garganta que se apretaba más y más.

—Comprendo cómo te sientes, FanFan. No obstante, este es mi asunto y debo solucionarlo solo.

Fan Xing levantó la cabeza de golpe.

—Ya no... ¿No quieres mi ayuda? —sus pupilas temblaron, atónicas.

Yibo exhaló hondo, reuniendo las palabras correctas en su cerebro.

—No es eso. Mira, FanFan, éstos últimos meses han sido verdaderamente difíciles, entre cuidar a los cachorros y trabajar como empleado doméstico ha sido una ardua y casi imposible tarea, pero curiosamente, y para mi gran alivio, allí estabas tú, a mi lado. Siempre deseando ayudar, no reprochándome nada mientras dedicabas tu vida entera a cuidar de A-Yu y A-Ming, sacrificando inclusive tus horas de sueño y las salidas con tus amigos.

—Me gusta estar con ellos; cuidarlos, darle su papilla, cambiar sus pañales y cantarles para que se duerman —enumeró con una enorme sonrisa cansada, a su vez, lágrimas de felicidad descendían por sus mejillas.

—Lo siento mucho, FanFan —balbuceó, envolviendo sus brazos en torno a su pequeño hermano—. De ahora en adelante ya no tienes necesidad de hacerlo. Ellos son mis hijos, mientras que tú eres su único tío —brindó caricias relajantes en su cabeza. Fan Xing se aferró a él, buscando consuelo, buscando alivio—. Un tío muy joven que necesita descuidarlos un poco y centrarse en los estudios.

—¿Cómo lo supiste? —inquirió enterando la cara en el cuello de su hermano mayor.

Fan Xing inhaló su rico olor a peonías y durazno, embriagándose con la sensación de paz y seguridad que le transmitía.

Cada que estaba triste, abatido o se sentía muy perdido debido a su situación financiera recurría a él, restregándose en su cuerpo como si todavía fuese un cachorro y necesitara de los mimos y caricias de su dulce madre.

No obstante, su madre había muerto hace dos años y su padre le siguió dos meses después. Ambos se fueron, dejándoles solos y desprotegidos, su única herencia material fue esa pequeña y —algo— vieja casa, nada más. En ese entonces, Yibo tenía solo veintidós años, estaba estudiando la carrera de artes en la mejor universidad de Shanghái a causa de una beca completa que obtuvo por sus altas habilidades en el baile.

Lamentablemente, todo quedó atrás, el sueño dorado de su hermano mayor de algún día no muy lejano ser uno de los mejores bailarines de China, e incluso, proclamarse el menor, quedó olvidado por la tragedia. 

—No olvides que el hermano de Ji'er es uno de tus mejores amigos, le contó lo que sucedía contigo y no pudo evitar comentarme muy preocupada por tu futuro —manifestó en medio de un suspiro culpable—. Así que a partir de ahora no quiero que le prestes la más mínima atención a tus sobrinos. Es más, ¡ignóralos!

Fan Xing se soltó a reír, enterrando la nariz en su glándula de olor. Yibo le dio dos suaves palmadas en la espalda, invitándolo a soltarlo.

Y lo hizo.

—No puedo, son muy hermosos y a cada que los miro a los ojos me vuelvo muy manipulable.

—¡Tonterías! Usted, jovencito, necesita ponerse a estudiar y recuperar esas excelentes calificaciones que una vez obtuvo y que fueron el orgullo de nuestros padres —dictaminó Yibo con la mano en forma de puño suspendido en el aire.

Un sentimiento de nostalgia se apoderó de ambos hermanos, pero no derramaron una lágrima. Ese era el arduo proceso de salir del luto; debían avanzar, no retroceder.

—De acuerdo, gēge ¿Qué va a pasar con mis sobrinos? ¿Quién va a cuidarlos? —El instinto maternal de su Omega salió a relucir, desde el primer instante en que los mellizos vieron la luz del mundo, Fan Xing cayó irremediablemente enamorado de ellos.

Se preocupaba hasta de las cosas más insignificantes.

Yibo rodó los ojos.

—¡Por supuesto que yo! ¿Quién más si no?

Divertido, Fan Xing asintió con una sonrisa burlona.

—¿Te olvidaste acaso de tu trabajo? —le recordó. El Gamma tragó duro—. No podrás llevarlos contigo ni aunque quieras, ellos no te dejaran siquiera lavar un plato.

Buen punto, se dijo. Pero no hay de otra.

—Fan Xing.

Su hermano continuó hablando—: Así que será mejor que olvides esa tonta idea, mientras tanto, ve al darte una larga y merecida ducha que mucha falta te hace.

—Fan Xing —rechinó los dientes. 

En ese momento, un agudo y fuerte llanto se escuchó.

Era su cachorra.

—Ándale, ve. De momento, yo me ocupo de tranquilizar a A-Yu —sentenció, pero antes de que abriese la puerta, Yibo se coló dentro de la habitación y le dejó fuera— ¡Wang Yibo! —golpeó indignado.

—Gracias por todo, Wang Fan Xing ¡Vete a tu habitación a estudiar! —le ordenó, besando la carita dormida de su hijo, Wang Bao Ming, que dormía como un angelito en el centro de la cama— ¡Ya, bâobâo! Bàba está aquí.

Se abrió los primeros botones de su camisa y limpió con una toallita húmeda su hinchado pecho, se acomodó sobre el borde de la cama y le dio de comer a su cachorra. Wang Bao Yu lo tomó todo, hambrienta y contenta de ser alimentada por su madre.

Dos horas más tarde, cayó dormido, totalmente rendido. El pomo de la puerta giró y Fan Xing entró con un plató de sándwiches y un vaso de leche.

—Gēge, es hora de... ¡Oh, se durmió! —depositó la cena sobre la mesita de noche, corriendo a arrodillarse en el suelo y extender la mano hacia la mejilla de su sobrina—. Veo que tú también te dormiste, A-Yu.

Se puso de pie, apagó la luz y se dispuso a cenar en su habitación luego de besarle las mejillas a sus sobrinos y acariciar el cabello de su hermano. Dio un rápido vistazo al oxidado reloj en la sala y comprobó que era muy tarde.

11: 40 pm.

Sí, era demasiado tarde. Cenó solo y se durmió quince minutos después.

El sol había salido, era todavía miércoles y Yibo sentía que colapsaría allí mismo.

—Debiste escuchar al pequeño Fan Xing, mira cómo estás ahora. Pareces un loco que escapó del manicomio. —En Jie se burló, agarrando la escoba, dispuesta a comenzar a barrer.

—Gracias por el cumplido, Ji'er. —Se pasó las manos por el pelo y alisó su arrugado y sucio uniforme, mojado de lo que parecía ser leche materna.

A-Ming dormía como siempre —en la habitación de invitados donde los había metido secretamente—, pero A-Yu era muy llorona y se despertaba gritando a cada rato por estar en un lugar extraño.

—No hay de qué.

Yibo chasqueó la lengua. Alguien tocó el timbre.

—Ve a ver quién es —indicó.

—¿Puedes ir tú? No quiero pasar por lo de la última vez —pidió En Jie con cierta timidez, recordando la vez que un Beta llegó buscando a la señora Yang e, impresionantemente, la piropeó antes que intentase besarla.

Asintió.

—Voy yo. —Abrió la puerta y se preparó para decir la misma frase de siempre—. Buenos días, la señora Yang no está, ¿gusta dejarle algún reca... —le miró— do?

Frente a él, estaba un Alfa alto y de esbeltas piernas largas, cabello castaño, ojos cafés claros y labios curvados y decorados por un lunar seductor bajo el labio inferior izquierdo.

Se quedó echo piedra.

—Yibo ¿Qué haces aquí? —preguntó el desconocido con evidente desconcierto y una capa de incomodidad en su gesto.

Los labios le temblaron.

—Xiao Zhan.


¡Hola! Aquí está el segundo capítulo, ya sabemos un poco de la vida de Zhan y también de Yibo, así que el destino de nuestros protagonistas comenzaran a cruzarse 😍

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma».

Publicado: 18/Mayo/2021.
Editado: 28/Agosto/2021.

🌙Yessie.

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