Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9.

Sus ojos se abrieron de par en par, tuvo que parpadear varias veces para lograr recuperarse pues, no veía más allá de su nariz. Raymond observó los ojos azules de la niña, eran demasiado profundos y estaban perdidos en algun punto que ella intentaba ver con claridad. El dolor fue mucho, mucho más de lo que pudo soportar, tal vez demasiado.

Jezabel se sentó de golpe, asustada, temblando de miedo. Llevó sus manos a la cabeza, apretándola y tirando de sus cabellos rojizos, le dolía. Sentía un terrible escozor en sus manos, miró hacia éstas pero no tenía nada.

—¿Qué sucedió? —preguntó desorientada sin poder recordar.

—Casi pierdes tus manos... —comenzó a explicar el anciano y ante la mirada horrorizada de la niña, continuó—... pero no te preocupes, no ha sido nada que con un poco de magia no pudiera sanar. Te dolerá, pero estarás bien.

—¿Por cuánto tiempo me va a doler? —preguntó.

Raymond dudó en responder, su magia ya no era tan precisa como antes—Puede durar días, semanas, años o incluso para siempre. Cuidate, Jezabel, porque cada dolencia que tengas a partir de ahora, la sentirás como si fuese recién hecha.

—¿Por qué, Ray? —lloriqueó.

Raymond la ayudó a ponerse de pie—Así aprenderás a ser más fuerte.

—¡Yo no pedí serlo! —gritó.

—No se trata de si lo has pedido o no, Jezabel —habló—. Es tu destino como futura Luna Roja.

—¿L-luna Roja? —preguntó calma, sintiendo como sus lágrimas caían paulatinamente.

—Te contaré una historia, pequeña —respondió Raymond, suspirando y sintiendo como se le estrujaba el corazón al recordar aquel pasado que lo atormentaba—. «Hace muchos años atrás, existía un joven. Impulsivo y ambicioso. Al joven, le atraía mucho la magia pero no poseía tales dones. Pasó sus mejores años en busca de aquel que lo ayudara y, cuando creyó que debía rendirse, la conoció a ella, una mujer que irradiaba un brillo especial. Una bruja de origen desconocido para todo aquel que no perteneciera a su especie.

Ambos sintieron una conexión especial desde la primer mirada, vivieron un romance envidiable, en ellos se encontraba, la escencia pura del amor. Al poco tiempo después, decidieron tener hijos.

Pero antes, el joven, que ya se había hecho un adulto, se decidió por preguntarle a su esposa sobre la magia.

—Es peligrosa, no cualquiera puede poseerla... —dijo ella—... sea magia de la buena o de la mala, no todos cuentan con lo necesario para cargar semejantes dones.

—Pero si quisiera... ¿podría intentar ser merecedor? —preguntó él.

Ella pareció dudar por un instante—Hay una forma, pero te lo advierto, cariño... —llevó su mano a su pequeña barriga abultada—... la magia suele ser engañosa y peligrosa, no importa de dónde provenga.

—Quiero intentarlo —dijo decidido. Ella suspiró—. Por favor —suplicó—, dime como hacer.

La mujer chasqueó sus dedos haciendo aparecer, un pequeño cofre frente a sus ojos. Lo tomó en manos y lo abrió revelando un pequeño manuscrito empolvado— Aquí encontrarás las verdades, sabrás como llegar al templo —su esposo estiró la mano intentando tomarlo pero ella lo apartó—. Te lo advierto, será un viaje largo y una vez allí, deberás ofrecer algo a cambio, de lo contrario, las puertas del templo jamás se abrirán para ti.

—Volveré pronto, Saray ... —murmuró depositando un casto beso en su frente.

La pelinegra cerró sus ojos dejando escapar un suspiro y se aferró al brazo de su esposo—Se inteligente.

Y así fue como aquel hombre, emprendía nuevamente un viaje hacía su deseo más grande: poseer magia.

Atravesó bosques frondosos, laberintos de piedras, montañas y lagos hasta que por fin, luego de casi dos semanas de viaje, llegó a su destino. Un lugar remoto, lejos de toda persona cuerda, por allá, entre las montañas que eran rodeadas de espesa neblina.

Frente a él, se encontraban infinidades de escalones de piedra y cuatro grandes pilares con símbolos destellantes que no comprendía. A lo lejos y entre el espeso humo, visualizó a tres figuras humanas.

—¿Qué deseas? —preguntó una de las siluetas, en cuanto el hombre pisó el primer escalón. La voz se oía lejana pero aún así, sentía una presencia detrás de él.

—He realizado un viaje muy largo en busca de un deseo, un anhelo de mi corazón —respondió.

—Acércate —ordenó, lo que a su parecer, fue la voz de una mujer.

Él obedeció pero solo pudo llegar hasta la mitad del recorrido, se detuvo justo frente a los pilares. La luz que desprendían los símbolos extraños se intensificó.

—¿Qué nos ofreces? ¿Cuál es el precio máximo que estás dispuesto a pagar? —le preguntaron las tres figuras a la vez.

—No tengo mucho que ofrecerles, nada de valor... —dijo sincero—... tomen de mi, lo que deseen.

Hubo un gran silencio por parte de los tres y en un abrir y cerrar de ojos, tenía en frente a las tres figuras. Primero centró su atención en aquella que tenía a su derecha. Era la silueta de una mujer, de exuberantes curvas y cabello tan largo que se encontraba reposando varios escalones por sobre ella. Su piel era escamosa y sus ojos violáceos con destellos dorados. Se encontraba desnuda, siendo cubierta con su propio cabello y sobre su brazo izquierdo,  se encontraba una serpiente enroscada, bañada en plata y con piedras preciosas del color de sus ojos.

Ahora miró a su izquierda, otra mujer. De pronunciadas curvas, como la anterior, y de piel grisácea y ojos color carmín con destellos dorados también. Tenía el cabello largo como la anterior, pero en vez de blanco, era de color negro azabache. Iba acompañada de un bastón de oro negro, con dos serpientes de plata que se enroscaban a lo largo hasta alcanzar una extraña piedra roja que no dejaba de emitir una tenue luz y a su alrededor, suspendidas en el aire, giraban pequeños fragmentos de diamantes rojos y negros.

Por un momento, el hombre creyó estar en algún sueño, tal vez, en realidad nunca logró su cometido y realmente, se encontraba tirado en el bosque, agonizando, a punto de morir. Era demasiada belleza, demasiada perfección en cada uno de sus rasgos.

Su mirada se elevó, frente a él, varios escalones por encima, había un hombre.

No supo si su altura se debía a su posición en la escalera o si realmente tenía una altura descomunal. Poseía músculos pronunciados y extrañamente, era una combinación de ambas mujeres, justo a la mitad. Una de sus manos era negra, como el carbón y se extendía hasta su antebrazo dónde su piel era gris y en su otra mano, tenía la piel escamosa y blanca. Ambos ojos dorados pero en cada uno había un destello distinto de color. Tenía unos grandes cuernos, uno quebrado, negro y el otro blanco, acompañado de una flama violácea.

Retrocedió dos escalones.

—Has llegado hasta aquí creyendo que eres merecedor de nuestros dones —habló firme el hombre—. ¿Estás dispuesto a pagar el precio?

—Si —dijo sin titubear.

Ambas mujeres se aproximaron, cada una tocando uno de sus hombros.

—Azazel —mencionaron ambas—, este hombre realmente te lo ofrece todo.

—Nyneve —llamó Azazel, mirando a la mujer de piel escamosa—, Asenath —ahora miró a la de piel grisácea. Ambas mujeres se dirigieron escaleras arriba, posicionándose al lado de Azazel—. Ellas han visto a través de ti, dicen que me lo darás todo a cambio de ser merecedor de tales poderes. Una vez comience, no habrá vuelta atrás.

—Lo entiendo —respondió el mundano.

Siendo así, las tres criaturas cerraron sus ojos y al abrirlos estaban en blanco, el hombre se asustó, algo temeroso retrocedió más escalones hasta que una fuerza mayor no le permitió seguir. Sintió comezón en sus brazos, una luz salió desprendida del cuerpo de aquellos seres mágicos y casi al instante, se dio cuenta de que aquella comezón, era la misma luz, introduciéndose en su cuerpo.

Sintió que se ahogaba, comenzó a toser.

De pronto, se hizo el silencio, ellos ya no decían palabras en un idioma extraño, solo lo miraban atento.

—Te hemos otrogado lo que tanto anhelabas en tu corazón....

—M-muchas gracias... —susurró interrumpiendo.

—El precio, serán tus hijas.

—¿Qué? —preguntó sin comprender.

—Como ha dicho Azazel, el precio que deberás pagar, será el futuro de tus hijas —continuó Nyneve.

—Tu corazón está envenenado con tanta avaricia y egoísmo. Para ti, es más importante el poder antes que tu familia —continuó Asenath—. Tu primogénita me pertenecerá, tu segunda hija será de Nyneve. Cargarás en tus hombros, por el resto de tu vida, una enorme culpa.

—Tus hijas serán maldecidas y no hay encantiento que pueda contra la maldición —dijo Azazel—. A partir de ahora, declaro que el alma de tus hijas me pertenecerá. Les otorgo el poder suficiente para derrotar a un ejército de hombres, tendrán inteligencia y belleza, pero su condena será el poder sentir. Sentirán mil veces más que cualquier ser humano y sus sentimientos las guiarán hasta la muerte. Serán Lunas Rojas o mejor conocidas como Lunas de Sangre, se destacarán por ser  mujeres en cuyas manos correrá la sangre de miles de seres mundanos o sobrenaturales, inocentes o no. No tendrán escrúpulo a la hora de matar»

La niña permaneció en silencio, intentando asimilar todo, atando los cabos sueltos. Abrió sus ojos de par en par—Eres tú, Raymond... —el anciano asintió—... ¿Qué sucedió después? ¿Cómo es que aún sigues aquí?

—He tenido que arrebatar muchas vidas, Jezabel. A lo largo del tiempo, tras la muerte de Gefion y Evilyn, descubrí que parte de sus almas, vagarían por la tierra buscando a la próxima elegida. De eso de trataba, Azazel no quería poseerlas, él quería utilizarlas como una herramienta, para buscar a la próxima elegida y así, con todas las demás —explicó—. No podía morir, debía permanecer de pie, acompañándolas. No puedo deshacerme de esta culpa, la cargaré por siempre.

—¿Por eso es que, te has resignado? ¿Por eso las ayudas? —preguntó con sus ojos llorosos—Ray, tu no quieres eso realmente, solo buscas acabar con lo que comenzaste. No estás aquí para asegurarte de que me encuentren, estás aquí para ponerle fin a todo esto. Quieres acabar con los monstruos que has creado por una falta tuya.

El anciano no pronunció palabra alguna, solo se dedicó a mirar en otra dirección, sumido en sus pensamientos. No lo afirmaría ni lo negaría.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro