11. Marca familiar.
( Necesitabas una razón
para sentirte en casa. )
❝ HERMANA ❞
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EL TRÍO SE ENCONTRABAN FELIZ MIENTAS MIRABAN los fuegos artificiales hasta que escucharon un disparo y los gritos de los civiles.
Ambos se vieron preocupados y dejaron encerrado al pequeño con seguro.
—No irás. —La detuvo, tomándola gentilmente de su mano.
—¿Por que? Necesitan ayuda.
—Quédate con el pequeño, iré yo. ¿De acuerdo? —La castaña suspiró para luego sonreír.
—Din, sabes que él estará bien aquí. Y si llegara a estar en peligro, yo lo sabría. —Silencio—. No hay tiempo.
Sin más fue hasta las gradas, en su mano tenía su blaster. A pesar de tener un vestido, no la limitaba para usar un blaster o correr.
—¿Que sucede? —La ojiazul se acercó a su amigo, alarmada.
—No lo sabemos, fue un disparo al aire. Pero no descartamos la idea de que aún sigue allá afuera.
—Iré yo, puede ser un francotirador.
La castaña asintió, viendo como el mandaloriano caminaba con precaución por las calles. Además de ver por las terrazas de las casas, quería encontrarlo.
—¿Están todos aquí? —Asintieron—. Cierren la puerta y vayan con el pequeño, por favor.
—Si, claro. —Jaír sin más se fue, iría a cuidar al bebé.
Sentía como su intuición le decía que había peligro, específicamente en el mandaloriano que ya iba caminando. Se quitó los tacones y fue hasta el, corriendo.
—¡Din! —Salto sobre el, logrando que el disparo no le diera.
Ya que iba directo a su cuello.
—¿Estás bien? —Estaba encima de él pero rápidamente se quitó y disparó a una casa.
Le había dado al sujeto. Pero seguía vivo, así que tomó la mano de Din y lo levantó para que pudieran perseguirlo. Corriendo llegaron hasta la casa y solo vieron un rastro de sangre azul.
—Está cerca.
Din se adelantó y con su casco siguió el rastro de sangre y calor. Hasta que ya no había nada, confundido volteó a ver hacia la castaña y ella estaba igual de confundida. Pero cerró los ojos, tratando de ubicarlo.
Pero habían llegado a una nave.
Algo que dejó confundida a Violette ya que tenía una marca conocida para ella. Hasta que sintió un disparo. Alarmada volteó a ver, encontrándose con el cuerpo del cazarrecompensas en el suelo y a Din con su blaster.
—Trae un fobs.
—Debemos irnos. —Fue lo único que pudo decir, estaba aturdida—. Ese es el menor de nuestros problemas.
—¿Por que?
—¿Miras la marca de esa nave? —Asintió, acercándose a ella y ponerse a su lado.
—Es la marca de mi familia. —Silencio—. No solo viene por la recompensa, viene por parte de mi familia.
—¿Debemos preocuparnos?
—Ya no estamos seguros aquí. —Vio al cielo y negó frustrada—. Regresemos y arreglemos nuestras cosas.
No dijo nada más y se fue de ahí, tenía años de no ver esa marca y sentía como varios recuerdos llegaron a ella. Sabía que era una advertencia. No solo que sabían donde estaban, si no también que estaban yendo tras de ella.
Y es que le daba igual los cazarrecompensas, pero su familia era importante para ella que no sería capaz de pelear.
Todos los ciudadanos estaban a salvo y ya habían regresado a sus hogares, solo que ahora Jaír y Jafet se encontraban afuera del palacio junto con el trío. Tenían todas sus cosas listas, era hora de marcharse.
—¿Están seguros? —Asintieron—. Bueno, si quieren volver. Pueden hacerlo, lo recibiremos con los brazos abiertos a Balmorra.
—Gracias Jaír, fueron muy generosos con nosotros y sobre todo con la nave.
El grandote dio un último brazo al trío, llorando con su despedida. Pero se alejó al sentir el golpe de su compañero.
—Hasta pronto.
Grogu se puso en el hombro del mandaloriano, viendo hacia sus amigos y elevar su manita para despedirse. Logrando que lloraran un poco al ver tremenda escena.
El resto del camino nadie dijo nada y no era cómodo. Ya que Din no sabía que estaba sucediendo o como debía actuar para ayudarla, sabía cosas gracias a que ella le dijo, pero pensaba que faltaba algo. Quizá había algo más en su preocupación.
—¿Estás bien?
No respondió, estaba metida en su mente y se mordía las uñas.
—Violette.
Volteó a verlo sonrojada, disculpándose de su actitud y hablarle de su siguiente destino. Pero nada convencía al mandaloriano por su forma de hablar.
Din puso el código para bajar la rampa, pero noto como la castaña miraba para todos lados, hasta que bajo la rampa tomó su mano, llamándola para que entrara al Razor.
—Dame al pequeño, yo arreglaré las cosas mientras enciendes la nave. —Sonrió nerviosa dejando la bolsa en la mesa.
Pues sus amigos les habían proporcionado muchas cosas del planeta, entre ellos perfumes, jabones, algunas frutas entre otras. Además de la ropa que les habían dado por su ayuda en esos días.
El Razor Crest ya estaban volando para salir del planeta, pasando por el bosque donde habían asesinado al cazarrecompensas y donde estaba la nave, sin notar como había una persona encapuchada viendo el cuerpo sin vida del hombre.
—Sabía yo que era una mala idea mandarlo a él. —Suspira, tomando el fobs que estaba en el suelo y guardarlo.
꒰ 🧿 ꒱
El dúo ya había en la cabina y ninguno sabía que decir, era incómoda la situación y Din no quería incomodarla.
—Dilo.
—¿Que? —Se volteó para verla, confundido.
—Se que tienes preguntas, así que dilas.
—¿Que carajos está sucediendo? ¿Por que... Te pusiste así de mal allá? Era solo una nave.
—Sentía... Sentía la presencia de mi hermana. —Suspira, cerrando los ojos y recostarse en la silla.
—¿Y eso es malo? ¿Ella puede hacerte daño?
—No sería capaz de atacar a mi propia familia, Din. Y menos a mi hermana, sentía... —Silencio, se mordió el labio nerviosa.
Ella había sentido odio y venganza dentro de su hermana, su simple presencia le advirtió que se estaba acercando. Incluso creyó haberla escuchado hablar en su mente, y eso le aterraba. Nunca le temió a nada, pero ahora le daba terror tener que enfrentarse con su familia y sobre todo a su hermana.
Supone que solo está queriendo hacer justicia con sus propias manos por haberlos traicionados. Por haberla dejado sola.
—Quiere matarme.
Se había vuelto más fuerte, más hábil y rápida. Casi igual a sus habilidades.
—Escucha, ella no logrará hacerte daño. ¿De acuerdo? —Din la tomó de los hombros, regresándola a la realidad.
Si hubiera sido por ella misma. Se hubiera quedado ahí parada esperando su llegada, pero no temía por su vida, no tenía miedo de morir. Si no por las personas que amaba y esos eran en Grogu y Din. No quería que la lastimaran de esa manera, no a través de ellos. Tomó la decisión más sana y coherente.
Pero sabía que no podía estar huyendo toda su vida. Ya lo había hecho más de diez años, debía parar y afrontar la verdad.
Debía dar un alto para que dejaran de perseguirla a ella y al pequeño.
—Iré... Iré a darme una ducha. —Se levantó de su silla y se fue de la cabina, dejando preocupado al mandaloriano.
Nunca la había visto en esa situación.
¿Debería ir tras de ella y abrazarla? ¿Debería solo estar en silencio? ¿Debía darle su espacio? No sabía que hacer, estaba indeciso y sabía que era tarde cuando escuchó la ducha.
Quería hacerla sentir bien, que supiera que estaba estable estando con él.
Entonces sin más puso el piloto automático y fue hasta la cocina improvisada que le habían puesto en Balmorra por petición de la ojiazul. Tomó algunos productos y comenzó a cocinar.
Quería hacer algo tradicional, algo de él que pueda compartir con ella para que se sintiera en casa.
'Casa.' Sonrió para sí mismo, pensando en ellos tres en una cabaña alejada de todo y todos.
Tendría que esperar media hora, entonces decidió perder el tiempo con el niño, estaba despierto y jugando en su hamaca, la habían hecho con Violette para que él pudiera dormir y tenerlo cerca por si llegase a pasar algo.
Claro, siempre se rotan para dormir con el. Además que Violette tenía una pequeña habitación solo para ella, para que pudiera cambiarse y tener su espacio para meditar. Algo que hacía demasiado para encontrar "respuestas"
—¿Te sientes cómodo en esa cama? —Chilla emocionado el niño dando vueltas en la colcha.
Agradecía internamente a Jafet y sobre todo a Jaír por darle dos colchas para poder dormir, además de todo lo que le regalaron para que pudieran sentirse más en casa en el Razor.
Escuchó los pasos de Violette en la parte de arriba, de seguro iría a su habitación.
—¿Crees que debería ir a hablarle? —Le preguntó indeciso, viendo al techo.
—¿Gam-mm? —Negó, dejando al pequeño en el suelo.
Fue de nuevo hasta la cocina y apago el horno, ya estaba listo. Podía escuchar los pequeños pasos del pequeño siguiéndolo a todas partes.
Había preparado un postre que una vez le hizo su madre cuando era niño. Era de leche de bantha y naranja. Carajo, si le había costado conseguir la receta por muchos años, hasta que la encontró en un planeta sobrepoblado de la República. Nunca lo preparo, pero creía que era el momento.
Espero paciente hasta que ella saliera pero no lo hacía, angustiado le sirvió un poco al pequeño y lo dejó en su cama, para ahora si ir con un pedazo y un poco de agua. Sabía que podía haberle salido horrible, pero quería devolverle el favor.
'Tú puedes... Tú puedes hacerlo.' Se estaba motivando así mismo hasta que llegó a la habitación, la puerta estaba cerrada.
—Mierda. —Susurro, tragando saliva y pensar que decirle.
Hasta que la puerta se abrió, encontrándose con Violette sudada y sonrojada. Se notaba más sorprendida.
—Mando... Que susto, justo iba a ir con el pequeño. —Sonrío, tratando de calmarse—. ¿Que traes ahí?
—Es... Es para ti.
Al escucharlo decir eso se puso más roja, tímida aceptó el pastel. Se olía rico y por las quemaduras se enterneció. Él se lo había preparado específicamente para ella y sobre todo se lo trajo hasta su habitación.
—Gracias, lo apreció demasiado. —Con cuidado se acercó a él y le dio un beso donde se supone que estaba su mejilla.
No respondió, solo asintió y le dio espacio para que pasara. Sentía que si hablaba solo diría tonterías o cosas sin sentido. Solo esperaba que le gustara.
—¿Donde lo aprendiste? —Preguntó ya una vez estando en su mesa.
—Cuando era pequeño mi madre me preparó un pastel, creí... Que necesitabas una razón para sentirte en casa.
—Lo estoy. —Era perfecto, tenía el sabor equilibrado.
Sabía que Din no era experto en la cocina y que nunca se preocupó por eso, lo noto cuando quiso cocinar algo y solo encontró comida congelada. Y agradecía el gesto, disfrutando cada pedazo que tomaba.
—Me siento en casa.
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