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018.
























❛ 018. Vida en Irlanda ❜
























Para Olympe tomar un jet privado totalmente sola hacia Irlanda era lo mejor. No porque estuviera volviendo a su país natal o después de tantos años podría ver a su familia. No, era porque estaba totalmente sola y podría prepararse mejor mentalmente para lo que se venía.

Pensó en lo que estarían haciendo sus amigos. Luke probablemente estaría yendo a realizar los asuntos que le dijo. Annabeth ya estaría en la casa de su padre, intentando adaptarse. Grover en la búsqueda de Pan. Y su nuevo amigo, Percy, estaría con su madre en New York.

Olympe tenía sentimientos encontrados hacia Percy. A ver, si, habían pasado por una misión que podría haber desatado la tercera guerra mundial ¿Y? Percy seguía sin agradarle del todo, le parecía alguien tonto, impertinente, sarcástico, irresponsable, irrespetuoso, atrevido y muchas cosas más. Simplemente había algo que hacía que a pesar de considerarlo su amigo, no podía terminar de agradarle.

De pronto, mientras Olympe miraba por la ventana del avión, pensó en su familia, ya saben, de parte paterna. En su abuela, su abuelo, su tío y por último, para su mala suerte, su padre. Él era lo que muchos querrían de pareja proveniente de una familia muy importante, gracioso, guapo, caballero, humilde, con talento, inteligente y amable, todo lo que una persona desearía. Olympe en cambia sabia que él no era la mejor persona del mundo, lo sabía porque lo vivió en carne propia, para ella no era más que un tipo que se lucía con su imagen perfecta pero que resultaba ser arrogante, imbecil, un padre irresponsable, mujeriego, prefería pasar en fiestas que con su hija, desinteresado, mal hijo y Olympe podría seguir y seguir.

No recordaba mucho de sus abuelos, solo recordaba que ambos no pasaban tanto tiempo en casa, lo que sí recordaba es que eran los mejores, siempre complaciéndola. Tampoco recordaba mucho de Mathéo, su tío—con quien solo se llevaba un año—, solo que ambos solían jugar cuando eran niños.

Empezaba a arrepentirse. Podría haberse quedado en la comodidad de su cabaña o haberle rogado a Luke que la llevara con él, pero no, ella decidió seguir el estupido consejo de Percy.

Estupido Perseo.

Tal vez podría rogarle a Zeus que tire su avión y así no tendría que volver a Irlanda y tener que encontrarse con su familia, o mejor dicho con su padre, aunque no esperaba que él estuviera ahí para su llegada.

Bufo aburrida, eran seis horas y media hasta llegar a Dublín, Irlanda, no sabía cómo aguantaría. Su déficit de atención la estaba volviendo loca, contando el hecho de que no había mucho para hacer en un avión.

                                         •[💌]•

Olympe empezó a sentir como la sacudían del hombro levemente.

—Señorita—abrió los ojos con pereza y se encontró a la auxiliar de vuelo—. Señorita, llegamos. Ya llegaron por usted.

—¿Que?

—Si, la están esperando abajo, sus cosas ya están en el auto.

Olympe se encontraba tan desorientada que simplemente asintió y dio las gracias mientras se levantaba del asiento.

Empezó a caminar totalmente nerviosa por encontrase nuevamente a su familia, no sabía qué diría o que dirían ellos. Ojalá te enseñaran en el campamento que hacer en caso de encontrarte muchos años después con tu familia de la cual tú misma escapaste.

Cuando llego a las escaleras del jet sintió como los nervios desaparecían. Abajo al lado de un auto negro de lujo con los vidrios polarizados, no se encontraba su familia, como ella pensó, se encontraba un hombre algo alto, de cabello oscuro y vestía ropas negras.

Aunque Olympe no lo admitiría nunca, sintió una leve decepción al no encontrarse a nadie que se le haga mínimamente familiar y que solo hubiera un tipo cualquiera.

Bajó hasta llegar en frente de él. Se quedó mirándolo totalmente quieta, tanto así que el hombre carraspeó incómodo antes de hablar.

—Buenas Tardes, señorita. Soy Braian, me mandaron a retirarla y llevarla hasta su hogar, sus pertenencias ya se encuentran en el maletero.

—Es un gusto.

Olympe ni siquiera dejó de que le abriera la puerta cuando ya se encontraba cerrando la de los asientos traseros. Apoyo su cabeza en la ventana mientras veía el exterior del aeropuerto, a la vez que escuchaba como la puerta de Braian se cerraba.

Sin darse cuenta mientras avanzaban por Dublín, Olympe se encontraba embobada mirando todo. Cada edificio, persona que pasaba, monumentos. Todo.

Con Luke, Annabeth y Thalia habían recorrido todo Estados Unidos—más con Luke que con ellas— y siempre le pareció todo magnífico. Pero esto... esto no se compraba. Toda la arquitectura magnifica que había, Annabeth se moriría si lo viera, le encantaría.

Por un momento sintió tristeza, le hubiera encantado estar conociendo Irlanda junto a Luke, sabia que a él también le encantaría todo lo que ahora ella se encontraba viendo.

Vio que el auto empezaba a dirigirse fuera de la ciudad hasta llegar a una ostentosa entrada de lo que parecía ser un barrio privado.

El auto se detuvo en la entrada, por la ventanilla de donde estaba un guardia de policía, quien miró al hombre que conducía y pareció reconocerlo, lo que daba entender a Olympe que él debía ir hacia ese lugar muchas veces.

El oficial miró hacia los asientos traseros encontrándose con la mirada de Olympe, al instante miró al conductor impresionado, quien le devolvió la mirada asintiendo como si dijera ≪Si, hermano, es ella≫.

—Esto... pueden pasar.

Mientras el auto más avanzaba Olympe podía ver costosas mansiones con enormes entradas.

Siguieron avanzando hasta que llegaron a unas rejas negras elegantes, en los pilares de las rejas se leía con letra pequeña, elegante y dorada  ≪Callaghan Manor≫. Entraron cuando las rejas se abrieron solas, a los lados del camino había césped con arbustos, ambos perfectamente cortados. Siguieron hasta llegar y Olympe sintió que se le iba a caer la mandíbula de la impresión.

Delante de sus ojos había una enorme mansión blanca, en el medio había un jardín perfectamente podado con una fuente de agua de marmol blanco con igualmente en la punta un ángel, pero eso no era lo impresionante. Lo impresionante era la enorme mansión con apariencia de haber sido construida hace años pero en perfectas condiciones.

El auto se detuvo en la entrada, frente a unas gloriosas puertas negras. No se dio cuenta de cuánto tiempo llevaba viendo la entrada con nervios, que ni siquiera reparo en que la puerta del auto ya estaba abierta y el hombre la esperaba a su lado con sus dos bolsos.

—¿Señorita?—Olympe sacudió la cabeza levemente para despabilarse y lo miró—. Cuando se sienta lista puede bajar.

Olympe respiró profundamente antes de bajar, él le abrió una de las puertas y Olympe pasó con una extraña timidez para nada digna de ella. Al entrar se encontró con un salón enorme una gran escalera que llevaba al segundo piso, todo parecía ser de mármol blanco y oro. Delante de la escalera se encontraban tres personas, su abuela; con un traje gris elegante que parecía de trabajo, un cabello rubio lacio—teñido probablemente—, una gran sonrisa y sus ojos verdes chispeantes de la alegría. A su lado se encontraba su abuelo; llevaba un traje negro completo de oficina, un cabello perfectamente cortado y rubio oscuro con algo de canas, tenía una pequeña casi imperceptible sonrisa. Y por último estaba su tío, Mathéo; llevaba un sweater negro con unos jeans oscuros y la veía con impresión, como si le pareciera totalmente loco que ella estuviera viva.

Pero faltaba alguien, no había ni rastro de su padre. Bah, Olympe lo sabia, sabia que el muy cara dura no se presentaría ni a escupirle la cara. De igual, forma se sentía algo decepcionada, aunque ella no quisiera aceptarlo.

Olympe se quedó quieta a unos metros de ellos, sin saber que hacer, hasta ese momento reparaba en que su abuelo tenía un ramo de flores en su mano y su tío una caja de chocolates.

—Oh, Olympe. Estas tan grande, yo... —su abuela se acercó con los ojos lagrimosos y movió las manos como si quisiera abrazar a Olympe pero no sabía si sería correcto o no. Hasta que decidió que no le importaba y le dio un suave abrazo.

Olympe seguía totalmente callada y quieta en su lugar, pero no pudo soportarlo y las lágrimas salieron mientras rodeaba el cuello de su abuela, sintiendo el aroma de su perfume caro.

Cuando se separaron, Olympe vio que su abuela tenía tenía su maquillaje levemente corrido.

—Olympe, tienes que contarnos todo, empezando en por que hiciste tal cosa como escaparte. Dios santo, enserio eso que si que estuvo mal y...

—Rose, por favor, estas atosigando a Olympe—interrumpió su abuelo con voz seria en imponente, antes de acercarse a Olympe con una sonrisa—. Es bueno tenerte en casa otra vez, Olympe.

Olympe le dio una pequeña sonrisa tímida mientras aceptaba el ramo que su abuelo le extendía. Hasta ese momento no se había dado cuenta que estaban hablando en irlandés y que ella los entendía perfectamente. A ver, habían pasado años desde que ella había hablado y escuchado hablar irlandés, pensó que ya habría perdido casi todo el conocimiento de ese idioma, pero no.

Vio a Mathéo acercarse de manera tímida. Era un año mayor que Olympe, tenía un cabello rubio tirando a rubio oscuro, los mismo ojos azules que Olympe y su abuelo y la cara algo pecosa.

—Hola.

Olympe hubiera bufado si no se sintiera de la misma forma que su tío, él le extendía la caja de chocolates con una suave sonrisa.

—No sabes lo mucho que estaba esperando que llegues, pensaba que estabas muerta, pero no, te ves muy viva.

—¡Mathéo!

Olympe sonrió con diversión.

—Si, creo que por el momento sigo viva.—dijo en irlandés con algo de dificultad al no estar acostumbrada a hablarlo.

—Ay, Olympe, no digas eso. ¿Que te parece conocer un poco la casa? Estoy segura que no debes recordar nada de este lugar y de paso conocerás tu habitación, mandamos a remodelarla cuando nos contestaste.

Empezaron a caminar mientras su abuelo ponía una mano es su hombro y Mathéo llevaba sus bolsos, escuchando a su abuela hablar sobre la casa como una vendedora que intentaba convencer a Olympe de comprarla.

                                         •[💌]•

Cuando volvieron al recibidor, ya se había hecho de noche.

Olympe ya había conocido casi toda la casa, la mejor parte fue cuando vio la parte trasera donde se encontraba la piscina—tan grande que estaba segura le encantaría a Percy—, la cancha de tenis, básquet, futbol y también vio lo único que recordaba de ese lugar de cuando era pequeña, el laberinto de rosas. Era un laberinto totalmente hecho de rosas, recordó que su abuela le dijo que Afrodita lo hizo crecer el día del nacimiento de Olympe, con unas rosas especiales y únicas.

Algo que llamó la atención de Olympe fue el cementerio familiar, había algo ahí que le llamó la atención. El cementerio se encontraba mucho más alejado de la casa, demasiado, sus abuelos no la llevaron a verlo, solo desde lejos le dijeron lo que era.

El interior de la casa tampoco perdía protagonismo, todo gritaba que eran una familia antigua y con demasiado dinero. Había una sala de cines con sillones de cuero y al frente unos largos sillones que simulaban camas, ¡Hasta había una sala de bowling!

Cuando vio su habitación sintió ganas de llorar de la emoción. Era una habitación enorme en tonos claros, blanco y rosas pasteles, con una mini sala, un gran tocador y dos puertas, una doble que daba hacía el armario más hermoso que jamás haya visto Olympe. Y la otra era de un lujoso baño que ella se moría de ganas de probar.

Ahora mismo se encontraban en el comedor, donde había una gran mesa de lo que parecía ser una madera muy cara, al igual que los asientos.

Estaban esperando que el mayordomo, quien Olympe recordó vagamente —y que parecía tener una amabilidad demasiado forzada—, llamado Bertram, trajera la comida. Era un hombre calvo, llevaba chaleco, camisa, pajarita, pantalón de trabajo negro con rayas oscuras y zapatos negros.

—Olympe, lamentamos que tu padre no esté presente, le informamos que hoy llegarías, pero me imagino que debes recordar cómo es él, un tipo vago e impertinente, y muy... —su abuela se detuvo cuando escucho la puerta de la entrada cerrarse y unos pasos acercarse.

—¿Muy que, madre? Por favor, continúa, nos morimos de ganas por saber que es lo que piensas de mi.

—Estoy seguro que tú madre se refería a muy irresponsable, Elysian. ¿Por que no estuviste para la llegada de Olympe?

Olympe miró a su padre por primera vez desde que hizo acto de presencia. Era un tipo atractivo de cabello rubio y los mismo ojos de Olympe, ambos se parecían tanto que ella deseó no haberlo mirado, también porque él no le regresó la mirada.

—Sabes que odio que me llamen así. No vine antes porque tenía asuntos del trabajo que resolver, lamento por dedicarme a lo que amo.

El ambiente empezaba tensarse por lo último dicho de parte de él.

—¡Pero bueno! Si es la linda Olympe, no sabes cuánto te hemos hachado de menos ¿Me recuerdas? apuesto a que si.—un tipo de cabello oscuro con mechones morado interrumpió y se acercó a Olympe con una gran sonrisa, era uno de los que entraron con su padre, tenía tatuajes por todos lados.

—No creo que se acuerde de tu cara de idiota...—escucho como su abuela lo reprendió, tenía el cabello azul turquesa y también muchísimos tatuajes. Se acercó a Olympe con una sonrisita— ...lo siento, señora, pero Olympe estas enorme, la última vez que te vimos eras una pulguita.

Olympe no dijo nada.

—Olympe—la llamó su abuela—. Ellos son los... compañeros de banda de tu padre, Mark—apuntó al de cabello azul—, Shane—apuntó al de morado—Y Joe.—tenía el cabello castaño oscuro con con las puntas rojas— Siéntense, iré a decirle a Bertram que tendrá que preparar para tres más.

Shane y Mark se sentaron a cada lado de Olympe, ella claro que los reconoció de las infinidades de posters que había de ellos. Su padre y Joe se sentaron a un lado de Mathéo quedando frente a ella, sus abuelos en cada punta.

Todos quedaron en silencio, Olympe no se animaba a levantar la vista de la mesa. Se sentía como cuando se encontraron con Medusa, pero en este momento no tenia a sus amigos.

Joe interrumpió el silencio, mirando con curiosidad a Olympe:

—Bueno... es increíble que estes aquí, como tus tíos te vamos a consentir muchísimo.

Olympe seguía sin decir una palabra.

—¿Crees que sea muda? Porque la última vez que la vimos yo si recuerdo que hablaba.—le dijo Shane al de cabello azul, como si ella no estuviera ahí en medio de ambos.

—Si hablaba, imbecil, pero tal vez esta tan traumada que se quedó muda.

—Elysian, controla a tus amigos y a las impertinencias que dicen.—su abuelo hablo con su voz tan seria e imponente, aparentemente ya acostumbrado a ellos.

Su abuela ya había vuelto y miraba con reproche a Mark por decir imbecil.

—Es obvio que no es muda, simplemente no quiere hablar.—hablo el rubio con aburrimiento mientras miraba su vaso con agua como si fuera más interesante— De igual forma tengo curiosidad ¿Donde estuviste todo este tiempo?

Olympe se sobresaltó al darse cuenta que le hablaba a ella.

—Yo...

—¡Elysian! No es el momento, estamos en la mesa.

—¡Bien! Vayamos afuera, da igual.

—Olympe llegó hoy, no es momento para presionarla a hablar.

—No la estoy presionando, simplemente le hice una pregunte, ella tiene que decidir si contestarla ¿no?

Alenxandre y su madre empezaron a discutir, su abuelo simplemente se agarró el puente de la nariz mientras cerraba los ojos, buscando paciencia. Mark, Joe y Shane se miraron cansados como si eso fuera normal, mientras que Olympe y Mathéo estaban callados.

—¡Ya basta!—todos miraron a Olympe en silencio, impresionados—. ¿Querías saber donde estaba? Estaba en el único lugar seguro para gente como yo, antes de eso estuve en la calle. Listo.

Bertram entró con la comida sin darle tiempo a nadie a decir algo y aunque hubieran tenido tiempo de igual forma no iban a emitir palabra, se encontraban enmudecidos.

                                         •[💌]•


Bueno la cena no estuvo tan mal.

Luego de que bertram dejara la comida y se fuera, la mesa quedó en absoluto silencio. Cuando terminaron de comer, sus abuelo se despidieron, los amigos de su padre le dieron una sonrisa y se fueron detrás de Alexandre que ni siquiera le dirigió la palabra.

Solo quedaron Mathéo y Olympe. Hasta que él le deseó buenas noches y le dijo que ya se acostumbraría.

Ahora Olympe se encontraba tirada en su enorme cama, en una enorme habitación en silencio. Totalmente sola con sus pensamientos, para su mala suerte.

Tal vez había sido una mala idea ir, su padre parecía que hubiera deseado que ella se quedara en el campamento. Todo le estaba saliendo terriblemente mal.

Simplemente le gustaría saber que es lo que tenia de mal para que él la odiara. Si, ella no fue planeada, pero Percy tampoco y aún así si madre parecía adorarlo más que a nada en el mundo.

Entonces ¿Por que a ella no? ¿Que tenía de malo ella para que su padre ni siquiera la mirara a la cara? ¿Por que ella tenía que ser el problema?

Su padre nunca la busco, nunca le envío ni una mísera carta, no como hizo el padre de Annabeth que al menos lo intento.

Sin darse cuenta, se durmió preguntándose qué problema había en ella.

En su sueño se encontraba en un templo griego, uno que conocía muy bien.

Avanzó hasta que vio a su madre sentada tomando el té. No se sentía especialmente feliz de verla, desde la vez que la vio en el olimpo nunca más apareció, pero sí que se apareció para ver a sus hermanos.

—¡Oly! Que lindo verte, ven siéntate.

Olympe se sentó, no se sentía de ánimos para hablar con Afrodita, o con nadie. Solo quería descansar e intentar olvidar que tomo la peor decisión.

—Me enteré de que por fin estás en casa de tu padre-Afrodita suspiró embelesada, como si le encantara pensar en Alexandre—. Dime, cuéntame que tal todo.

—Horrible. Quiero volver al campamento.

—Ay Olympe no pudo haber sido tan malo.

—Me odia y... ni siquiera sé por qué.

Afrodita se puso seria mientras miraba a Olympe con sus ojos cambiando del azul al verde de manera tan rápida que Olympe ni siquiera podía distinguir los colores.

—Olympe, tienes que entender a tu padre, darle una oportunidad. Para él no es fácil esto.

Empezaba a enojarse.

¿Por que tenía que darle una oportunidad que él ni siquiera parecía querer?

—¿Para él no es fácil? ¿Y que hay de mi? ¿Creen que si es fácil para mi?

—Olympe...

—¡No! No fue fácil cuánto tenía cuatro, no fue fácil decidir venir y mucho menos es fácil tener que soportar su odio hacia mi.

Olympe tenía los ojos llorosos del enojo, simplemente quería dormir, no quería hablar sobre si tenía que rogarle o no a su padre para que fingieran tener una relación padre e hija.

—Olympe, se que para ti no es fácil pero luego lo entenderás.

—No... no... no quiero entenderlo luego, yo... yo solo... por favor, solo quiero descansar.

A Olympe le costaba respirar y ya no podía aguantarse las lágrimas.

Afrodita suspiro con apariencia triste y antes de que Olympe se diera cuenta, se despertó sobresaltada.


                                         •[💌]•


Ya habían pasado tres semanas de su llegada y vaya que cambiaron las cosas.

Alexandre y sus amigos no aparecieron más que una ocasión donde él y Shane buscaron algo en el estudio de grabación que había en la casa, él no le dirigió la palabra, solo Shane le preguntó cómo estaba y que tal le estaba yendo adaptándose a Irlanda.

Sus abuelos sólo estuvieron presentes las primeras dos semanas, la habían llevado a conocer lo que era Disneyland en la segunda, fue divertido. Dijeron que era mejor en esa semana porque luego empezarían las clases. Luego de esa semana no aparecieron más, parecían en constantes viajes por sus trabajos.

También le entregaron un brazalete de oro al estilo Cartier Love que tenía grabado Callaghan y un grueso anillo de oro como un sello con el escudo Bellemort, todos los miembros de la familia los llevaban.

No se equivocaba cuando pensó que la amabilidad de Bertram era demasiado fingida, su actuación solo duro las semanas en la que estuvieron sus abuelos. Parecía odiar su trabajo y a los niños, incluso a Alexandre—Olympe entendía que lo odiará—, era vago y parecía tenerle un gran cariño a los aparatos de cocina. Olympe una vez le pidió un vaso de licuado y él le dijo que ella tenía manos y podía hacerlo sola. Mathéo le dijo que era normal.

Mathéo. Gracias a él su estadía no fue tan mala, pasó tiempo con él y aún que dudo al principio, le contó que era una semidiosa, que se mostró emocionado preguntándole demasiadas cosas. Bertram también parecía saberlo, al igual que Joe, Shane y Mark, lo cual fue un alivio para Olympe ya que así al menos podría entrenar un poco en el gimnasio había en la casa sin recibir preguntas.

Lo peor de todo no fue las veces que tuvo que quedarse en su habitación totalmente sola porque Mathéo se dirigía a sus prácticas de rugby. No, lo peor era cuando llegaba el momento de dormir y de soñar.

Sus sueños eran raros, hasta para un mestizo. Soñaba con cosas rarísimas, como lugares que ella desconocía o personas que ella desconocía, aveces hasta llegó a pensar que escuchaba cosas. Lo más raro de todo es que hubo una vez que soñó con el cementerio de Callaghan Manor, hasta intento ir ahí pero Bertram ni siquiera dejó que se acercara.

Pero hoy era el día. Mathéo estaba en sus entrenamientos de rugby y Bertram estaba durmiendo, lo que significaba que tenía toda la libertad de ir a saciar su curiosidad y luego ir a ver Gossip Girl.

Empezó a caminar con paso acelerado hacia el cementerio, con cada paso se sentía más decidida y más atraída hacia allí, simplemente quería dar un vistazo, saber que había tan interesante ahí para que soñara con ese lugar.

Se estaba acercando y casi deseaba darse un golpe en la frente, claro, había una reja cerrada con candado, cerradura y pasador. Para mala suerte de sus familiares, a ella la crió un hijo de Hermes.

Cuando llego a la reja se sentía extasiada y liviana, tenía la mente en blanco como si ya ni siquiera tuviera control sobre su cuerpo y en lo único que pensaba era en entrar a ese lugar, vio a través de la reja no parecía ser un lugar enorme.

Saco su cuchillo y lo puso el candado para abrirlo, lo logro; luego lo intento con la cerradura, era un poco más difícil, y cuando sintió que estaba a punto de lograrlo, la tomaron del brazo fuertemente y la hicieron darse la vuelta, su cuchillo se cayó de la mano de la impresión.

Era Alexandre.

—¿Que estás haciendo aquí? ¿Acaso no te habían dicho que esta prohibido venir?—parecía enojado y mucho. Empezó a tirar de Olympe hacia la casa.

—¿¡Que te pasa!? ¡Suelt...

—¡No! ¿¡Que te pasa a ti!? Se te dijo que no fueras ahí pero lo mismo lo hiciste ¿Por que?

—Esto... ¡No te interesa!

Estaban llegando a la casa y cuando entraron Alexandre empezó a tirar de ella hacia la habitación de Olympe.

—Estas castigada.—dijo cuando metió a Olympe a la fuerza.

—¿!Que!?

—Si, no saldrás de esta habitación hasta mañana. Le diré a Bertram que te traiga la comida, pero no saldrás.

—¡No puedes hacer eso!—Olympe se sentía totalmente indignada ¿quien se creía que era?

Alexandre se acercó a ella y se agachó a su altura.

—Oh claro que puedo y lo voy a hacer.—sin más salió de la habitación y Olympe escucho como trababa la puerta.

—¡Te odio!

—¡Bien!

Se tiro en su cama a llorar. Se sentía totalmente frustrada, esto no era lo que ella quería, solamente quería saber que había ahí nada más.

Odiaba estar ahí, odiaba haber tomado esa estúpida decisión y aún más odiaba a Alexandre Bellemort, su maldito padre.


                                         •[💌]•


Habían pasado unos días, su castigo sólo había durado ese día, pero la seguí irritando recordarlo.

Ahora quería clavarse uno de los cuchillos de cocina de Bertram. No encontraba su cuchillo, el que Luke le había regalado. Su déficit de atención no le ayudaba, su dislexia no era tan fuerte pero se lo pagaba con una gran déficit de atención y ahora no recordaba dónde están su cuchillo.

Sin su cuchillo estaba muerta, lo único bueno era que en todo ese tiempo no la había atacado ni un monstruo pero igual, lo necesitaba.

Tampoco podía acercarse a buscarlo cerca del cementerio. Vio cómo instalaron unos sensores de movimiento cerca de las rejas, lo que significa que apenas respirará cerca de ese lugar se darían cuenta.

Se encontraba sentada en su cama, con las manos en la cabeza. No sabía dónde más buscar, se volvería loca sin su cuchillo y tampoco podía ni quería pedir ayuda, ella misma tenía que encontrarlo.

Tocaron la puerta.

—No tengo hambre.

Escucho como se abría su puerta.

—Pues eso es malo, porque Bertram parece feliz, lo que significa que va a cocinar algo rico.

Olympe ni siquiera miró a Alexandre, de solo escucharlo hablar escucharlo hablar sentía irritación, por nada en el mundo lo miraría en ese momento.

—Pareces preocupada por esto.—dijo luego de suspirar con cansancio.

Olympe lo miro.

En su mano tenía el cuchillo de que Luke le había dado.

—Dámelo—Olympe de lo quito rápidamente de la mano antes de que él pudiera reaccionar—. ¿Donde estaba?

—Estaba donde tienes prohibido ir, lo dejaste caer la vez pasada.

Olympe no dijo nada, siguió sentada mientras miraba su cuchillo. Escucho a Alexandre sentarse en su cama a una distancia considerable.

Ambos estaban en silencio. Olympe decidió que no se aguantaría más, Luke le diría que lo enfrentará y era lo que haría.

Ahora o nunca.

—¿Por que me odias?

—¿Que?

—¿Por que me odias?

Alexandre no dijo nada, solo siguió mirando la foto de Luke y Olympe que ella tenía en su mesita de luz.

—No te odio.—dijo luego de un silencio mientras se preguntaba quién podría ser el rubio de la foto.

—Si, claro. Y ahora me dirás que tienes una forma rara de demostrar amor.

—No, la verdad que no.

—¿Entonces? ¿Por que nunca demostraste que al menos estabas algo feliz de tenerme en tu vida?

—Olympe... Enserio no quiero tener esta conversación...

—Ahí está. Estas huyendo de esta conversación porque tengo razón, jamás me amaste ni me amaras y me odias, pero... yo solo quiero saber el porqué.

—No te odio, Olympe. Eso es todo lo que tienes que saber...

—Por la forma en que te comportas es difícil creerte.

—...pero tampoco creo amarte.

Alexandre suspiro de manera cansada cuando vio la mirada rápida y dolida que Olympe le dirigió, desde el momento en que vio a Olympe totalmente ida caminando hacia el cementerio se dio cuenta que todo empezaría en cualquier momento y quisiera o no, él tendría que estar para Olympe.

No le gustaba pedir perdón, pero era ahora o nunca y luego de millones de regaños y charlas emocionales con sus amigos, era ahora o nunca.

—Perdón, Olympe, si esto te dolió. Quise morir de amor pero no me salió, quizás solo pienso en mi y en mi bienestar y sea solo eso lo que me impide amar ¿No puedo amar? o solo no amo como los demás. Como sea tienes que entender que no justifico nada, si te hice sentir mal quiero que sepas que lo lamento.

—Lo que digas me da igual. Tu no me amas y yo a ti tampoco, no hace falta que te hagas un monólogo.

Alexandre miró la espalda de Olympe, no la amaba, es cierto, pero tampoco la odiaba. Es cierto que no se emocionó cuando ella nació, pero no porque sea su hija la va a amar y más aún si ella es prácticamente como una desconocida, así como él era como un desconocido para ella. No se conocían, no sabían si tenían algo en común aparte de lo mucho que se parecían físicamente. Iba a ser difícil para ambos, los dos ya tenían una imagen de ambos que sería difícil de cambiar.

—Y yo ahora quiero que me cuentes todo.

—¿Que?—Olympe miró confundida a Alexandre, aún con lágrimas en los ojos.—¿Todo?

—Si, desde que te fuiste hasta que llegaste hasta casa, quiero que me lo digas. No digo que de ahora en más seamos padre e hija y que te llevaré a acampar o a hacer estupideces que hagan las personas normales que claramente no cumpliría, solo quiero saber y seguiremos ignorándonos mutuamente porque a los dos nos funciona eso.

Olympe pensó seriamente, realmente se estaba cansando de la presencia de Alexandre y necesitaba tiempo a solas, pero algo le decía que él no la dejaría en paz hasta que ella hablara.

Y lo hizo.

—Esta bien.

Olympe le contó todo, desde que se escapó hasta la parte donde se despedía de Percy, claramente sin dar detalles en lo que ella no creía necesario. Alexandre se pasó todo el tiempo en silencio, reaccionando con el rostro pero no con su voz, y cuando Olympe terminó de hablar parecía haber perdido la capacidad de hablar y para la sorpresa de él con una gratitud hacia cierto rubio que siempre estuvo para su hija.


                                         •[💌]•


14 de febrero había llegado, el cumpleaños de Olympe.

No estaba muy acostumbrada a la gran cosa, normalmente algunos de sus hermanos—Silena—volvía al campamento para ese día, se despertaba con bolsas de regalos que les mandaban sus hermanos y un desayuno preparado por Luke y Annabeth, durante ese día no haría nada, pasaría tiempo con Luke y comerían comida de Mcdonald que Luke le pedía a los Stoll, listo, nada más.

Por esa razón no se esperaba despertarse con su cuarto totalmente decorado con globos rojos en forma de corazón, un gran ramo de rosas rojas y varias cajas de regalos.

Esto era demasiado, no estaba acostumbrada a todo eso, si, Luke se encargaba de que lo pasara bien, pero esto era demasiado, más que demasiado.

Entraron en su habitación sus abuelos, Mathéo y Bertram, este último cargando una bandeja de desayuno y el rubio con una bolsa de regalo.

—Pero miren la cumpleañera ya está despierta.—antes de que Olympe pudiera evitarlo, su abuela le estaba dando un abrazo mientras le daba un beso en la mejilla.

Bertram dejó el desayuno de Olympe en su cama y tras desearle un feliz cumpleaños se fue. En la bandeja había wafles en forma de corazón y varias fresas—Olympe agradeció que no hubieran arándanos, habían descubierto que ella era alérgica a ellos—, jugo de naranja, un café con leche y un tazón de cereales.

—Feliz cumpleaños, Olympe. No se cumplen 13 dos veces disfruta tu día.

Olympe simplemente dijo un gracias de manera suave a su abuelo, se sentía algo abrumada por todo esto a pesar de ya estarse acostumbrando a la vida Bellemort.

—Feliz cumpleaños, Oly. ¿Por que no abres tus regalos y luego salimos?

—Mathéo tiene razón, Olympe. Abre tus regalos y luego pueden pedirle a Braian que los lleve a donde quieran.—Braian era el nombre del tipo que había retirado a Olympe del aeropuerto, conoció que él ya llevaba años trabajando en su familia.

Se sintió levemente decepcionada.

—¿No se quedarán?

—Lo lamentamos, Olympe pero tenemos mucho trabajo. Igual hoy a la noche te llevaremos a cenar. ¿Te parece?

Olympe asintió a lo que dijo su abuelo viendo como ambos se levantaban para irse, aunque no pudo dejar pasar el hecho de que se veían tensos, y sabía que no podía ser por algo de sus trabajos.

—¿Y bien? Abre tus regalos, me da curiosidad saber que tienes ahí, pero primero abre el mío.

Olympe miro a Mathéo con diversión, estar con él era agradable. Era amable, aveces demasiado para Olympe, caballeroso y en ocasiones algo ñoño.

Abrió la bolsa que él le entregó y cuando lo abrió quiso dar un salto de la felicidad, era una cartera pequeña de Chanel.

Se pasaron la mañana abriendo regalos y comiendo el desayuno de Olympe, recibió todo tipo de cosas de parte de sus abuelos, los amigos de Alexandre, sus compañeros y compañeras de curso—si, ya había empezado el colegio en uno privado y súper caro que se enteró era para gente Elite, el mismo al que iba Mathéo—. Se sintió emocionada cuando recibió una carta de parte de Annabeth, Quirón y Percy.

Había hablando con ellos por medio de cartas durante mucho tiempo y que Percy recordará su cumpleaños le alegró un poco, solo un poco.

Ya había terminado de ver todos sus regalos y las dedicatorias de sus flores.

—Olympe te falto esto.

Mathéo le mostraba una caja mediana negra con un lazo blanco. Al abrir la caja lo había dentro eran todos los dulces favoritos de Olympe y encima de ellos una pequeña nota.

Cuando Olympe la leyó sintió ganas de llorar y estaba segura que ya debía tener los ojos llorosos.

Feliz cumpleaños, Meli.

No puedo creer lo mucho que estás creciendo, enserio que el tiempo pasa rápido. Lamento mucho no estar ahí, se que te dije que te visitaría pero realmente estoy ocupado y eso hizo que se me hiciera imposible ir, te envío estos dulces como una pequeña disculpa.

Espero que te guste, te amo tres millones.

Luke C.

Luke le había mandado un regalo, por un momento pensó que tal vez no le mandaría ni una carta pero ahí estaba, si lo había recordado. Olympe se pasó todo el tiempo pensando en él y se entristeció cuando en ningún momento él fue, pero estaba tan feliz que le haya mandado algo.

—¿Que es?

Se encontraba tan ensimismada que había olvidado que Mathéo debía estar muriéndose de la curiosidad.

—Es un regalo de... Luke, me mando dulces.

—¿Luke? ¿El tipo genial del que tanto hablaste?

—Sip, ese mismo. Ahora vete a cambiar y déjame que haga lo mismo, luego iremos a decirle a Braian que nos lleve y haga cerrar el Esmerald Park.

—¿Harás que cierren el parque solo para nosotros? ¿Que hay de las personas que quieran entrar?

—Es mi cumpleaños puedo hacer lo que quiera.



                                         •[💌]•



Se encontraban de vuelta en la casa, ya estaba por anochecer.

Olympe tuve uno de los mejores días de su vida, uno de los mejores cumpleaños de su vida. Intento pensar en qué Alexandre ni siquiera se apareció ni a la mañana ni a la tarde cuando estaban en el parque, básicamente no apareció. Por ella estaba bien, desde la charla que tuvieron él solo aparecía muy pocas veces y solo era para ir a hacer sus cositas de cantante al estudio, se saludaban y hasta ahí.

Cuando entraron escucharon risas en el living, se miraron confundidos, cuando se fueron no había nadie más y sus abuelos regresaban a la noche.

En el living desparramados por los sillones se encontraban Shane, Mark, Joe y Alexandre, los cuatro con ropa elegante. Cuando entraron sus risas se detuvieron.

—Oly-Oly, feliz cumpleaños a la niña más linda del mundo.—Olympe empezó a darse cuenta como era cada uno, Shane era el más efusivo y energético de los cuatro.

—No pongas esa cara de idiota. Feliz cumpleaños, Olympe, espero que mi regalo te haya gustado.—Mark era un poco más serio pero se le notaba la chispa juguetona en sus ojos.

—Feliz cumpleaños, Oly, espero la estes pasando bien.—Joe era el que mejor le caía a Olympe, era calmado y amable, además de que parecía mantener en raya a los demás.

—Gracias a todos, sus regalos me encantaron.

—La mocosa cumple 13 años, que ternura.—y Alexandre era un idiota.

—No dejarás de ser un imbecil ni siquiera en su cumpleaños.

—Cállate, mocoso. Ahora vayan a ducharse y prepararse, rápido.

—¿Para que?

—¿No es tu cumpleaños hoy?

—Si

—Pues te llevaremos a comer estás flaca, algo elegante así que vayan rápido.

Cada uno fue a su habitación a prepararse.

Cuando Olympe salió de bañarse decidió que se pondría uno de los vestidos que le regalaron además de unos zapatos ballerinas, igualmente regalados.

Cuando estuvo lista se miró al espejo. Llevaba puesto un vestido negro acampanado Dior y los zapatos negros, su cabello estaba suelto pero peinado. Su cuchillo estaba escondido bajo su vestido, mejor prevenir.

Miro sus manos. Desde lo que pasó en el Gateway Arch no volvió a usar el regalo de su madre, ni siquiera sabía cómo usarlo. Empezó a intentar que volviera a ocurrir, al menos un mínimo destello, simplemente quería verlo. Logró ver como en la palma de su mano se forma una pequeña esfera de energía rosa, del tamaño de una perla.

La miro impactada, hasta que escucho pasos acercándose y rápidamente se deshizo, y lo hizo justo a tiempo cuando tocaron la puerta de su habitación.

Al mirarse al espejo tenía la frente levemente perlada en sudor.

—¡Pase!

Era Alexandre.

—Te vez sospechosa ¿Que hacías? Estas sudando.

—Nada, solo hace mucho calor.

Se miraron unos momentos en silencio.

—No te creo, pero bueno. Vamos, tus abuelos ya están esperando en el restaurante.

Olympe asintió mientras tomaba la cartera qué Mathéo le había regalado, guardando dentro su nuevo espejo.

Salió antes que Alexandre y dejó que él cerrara la puerta.

Cuando todos se encontraron reunidos abajo, el rubio hablo con ironía;

—Muy bien vámonos, la realeza odia esperar.



                                         •[💌]•


Llego del restaurante totalmente exhausta y llena. Para su suerte, sus abuelos y Alexandre no pelearon, tampoco hablaron pero al menos no hicieron un escándalo y supieron comportarse. Aún que si se dio cuenta que parecían algo tensos igual que esta mañana.

Cuando entro a su habitación vio en su cama una caja mediana y delgada color blanco, al abrirla supo de inmediato de quien era. Dentro había una camiseta negra de la banda de los chicos unos talles más que el de Olympe, para que le quedara suelta, y un perfume con el frasco cuadrado y la tapa de cristal con un nombre grabado en oro en el medio, Olympe.

Al olerlo supo de inmediato de que era su aroma. Era un perfume hecho con las rosas del laberinto que hizo crecer su madre.

Sintió como sus la alegría revoloteaba en su corazón cuando vio una pequeña nota.

feliz cumpleaños, enana.

Se fue a dormir sintiendo que fue el mejor cumpleaños que haya tenido.

Cualquiera pensaría que yéndose a dormir feliz soñaría algo bueno, algo lindo, para Olympe no fue el caso.

Se encontraba en un salón, lo recordaba, ahora lo recordaba. Era el mismo salón con el cual había soñado luego del encuentro que había tenido con Medusa, todo seguía igual, y de la misma forma que la vez pasada, estaba sola.

Miró cada uno de los asientos con aspecto de trono. Cada uno parecía ser de alguien en específico con las características de ese alguien, le hizo recordar a las cabañas del campamento.

Empezó a escuchar voces, pero no como si vinieran de otro lado, era como si le estuvieran susurrando algo al oído. Captó que era en irlandés y parecían susurrar nombres, pero no lograba entenderlo.

Hasta se volvió cada vez más fuerte, ya no era un susurro, estaba en su cabeza y no era una sola voz eran varias. Le estaba reventando la cabeza, no entendía nada de lo que decían y no quería hacerlo.

Se llevó las manos a los oídos totalmente histérica, mientras cerraba los ojos.

—¡Basta!

Se detuvieron.

Al abrir los ojos se asusto, en los asientes antes vacíos se encontraban ocupados por mujeres totalmente escalofriantes. Eran nueve, cuatro a cada lado y una en el extremo que parecían ser de diferentes edades, todas con el cabello blanco abundante y los ojos negros con la esclerótica rojas y con venas oscuras sobresalientes alrededor de los ojos.

Todas miraban a Olympe de manera fija, excepto dos. La del lado derecho tenia su cabello en una trenza despeinada y miraba la mesa completamente seria. La otra no miraba fijo a Olympe porque no podía, no tenía ojos.

Olympe se encontraba paralizada sin emitir palabra además de esas mujeres, hasta que la que se encontraba en el extremo de la mesa habló.

Bienvenida, Olympe.

Despertó.

Se encontraba sudada y respiraba agitadamente por el sueño que tuvo pero eso no era lo peor, lo peor era que se encontraba dentro del cementerio en medio de la madrugada, frente a nueve tumbas.

Gritó.

Estaba segura que su grito por el miedo se podría haber escuchado a kilómetros.

Estaba segura que sus abuelos y Alexandre la escucharon salir de la casa y la siguieron, porque llegaron increíblemente rápido. Cuando llegaron a la parte donde ella se encontraba, la vieron parada llorando.

Su abuela se acercó rápidamente mientras su abuelo la miraba preocupado, Alexandre se pasó las manos por la cara.

—¡Olympe! ¡Oh, dios mío!

La abrazo y aún así Olympe no detenía su lloriqueo, se sentía asustada, eso no era lo que esperaba en la noche de su cumpleaños.

Su abuelo se acercó y le acarició la espalda.

Alexandre empezó a caminar, aparentemente histérico como si él hubiera despertado en medio de un cementerio a la madrugada.

—Mierda, mierda, mierda. ¡Mierda! Yo sabia que esto pasaría, yo sabia y se los dije.

—No se podía evitar.

—Pero se podía retrasar.

—Sabes que no, Elysian.

—¡No perdíamos nada intentando!

—Elysian, cálmate. No ganamos nada alterándonos y alterando a Olympe.

Para la sorpresa de ella, sus abuelos parecían exactamente saber de que hablaba Alexandre, lo que la enojó. Era obvio que estaban hablando de ella y no la incluían.

—¿¡Que está pasando!? Ustedes parecen saber que es lo que pasa.

Se miraron, tensos.

—Olympe, hay algo que debes saber...


































wandi's notes

FUERON 7100 palabras QUE
en esa bueee
era que ayer iba actualizar pero no lo hice porque desaprobé matemáticas

yo ayer:




BUENO se vinieron cosas picantes ahre lpm escribí una banda no voy a poder volver a escribir en cuarenta años

les quería decir que lo del escudo no me convenció.

ustedes que dicen

lo saco o lo dejo


Obvio ese no es su aspecto en si pero me gusto como quedó. ACLARÓ: alexandre no es tan así y es más delgado

que piensan de chico lachowski como alex?

xoxo

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