Un manto de estrellas nos cubre, abres la casa totalmente apagada, no hay ni una sola luz encendida. Entras y con desgano comienzas a subir las escaleras, tomas mi mano, pues me he quedado sin reaccionar o saber que hacer unos segundos.

Llegamos a un pasillo, hay dos puertas, abres la de la izquierda y entramos allí, deduzco que es tu habitación, es muy sencilla, aunque hay algo que llama mucho mi atención.

El estampado de dorayakis en las paredes. ¿Te gustan demasiado, no?

-Micchi -llamas mi nombre, me tenso en mi lugar al reaccionar, ni siquiera me he dado cuenta de que te has tumbado en la cama, observas al techo, y entonces sonríes ampliamente mientras tus ojos se cierran en el acto-. Gracias por acompañarme.

-¡N-no fue nada! -me apresuro a contestar, te sientas y siento tu mirada examinar cada parte de mi cuerpo-. ¿Vives solo?

-No, vivo con mi hermana, Emma -dices mientras das pequeñas palmaditas en el colchón, capto la señal, quieres que me siente a tu lado, y es exactamente lo que hago-. Ella, es una chica muy buena, ¿sabes? -tu tono dice muchas cosas, es amargo y doloroso, sin embargo, la sonrisa de tu rostro lo suavisa, pero aún así, está torcida.

-¿Si?, no había escuchado su nombre antes, ¿es de nuestra escuela? -cierta curiosidad ilumina mis ojos, me parecería buena idea conocer la chica de Draken, esa que te tiene sufriendo aún siendo tu hermana.

-No, ella es menor que yo, va a otra escuela, no queda muy lejos de la nuestra -dice, esa sonrisa no sale de tu rostro, maldición, odio verla.

Un silencio se apodera del lugar, la tensión puede cortarse como un hilo, muero por lloverte a preguntas, y tú lo sabes, además, sé que tienes un nudo en la garganta, pues has tragado con dificultad y tus ojos están brillosos.

-¿Desde cuándo estás en esta situación?

Solo fueron esas palabras las que pronuncié, en un segundo te viniste abajo.