Luego de hablar un poco más, yo diciéndote palabras lindas para calmarte, que la verdad estoy rojo de la vergüenza al sobrepensarlo. No sé cómo ha pasado, pero te has quedado dormido.

La imagen delante de mí es realmente hermosa, tu expresión es tan serena, tu cabello está revuelto y estás hecho bolita debajo de las mantas que te he puesto encima, luciendo realmente adorable.

No aguanto ni un minuto más, y por fin la tentación me vence, acerco mis manos sigilosamente, y aunque son solo unos segundos, disfruto de tu piel tibia, pues aún tienes las mejillas rojas luego de tanto llorar.

Me levanto despacio y te observo, listo para irme.

—Hasta mañana, Mikey —me despido aún sabiendo que no me escuchas, entonces camino a la salida, deteniéndome en el comedor y dejando tus cuadernos allí, sonriendo, pues había venido a traértelos y terminé haciendo otra cosa, lo había olvidado por completo.

Tomé una hoja y te dejé una nota:

"Aquí están tus cuadernos, en un inicio vine por eso, los habías dejado en mi mochila cuando bajaste del tren. Espero estés bien, y no vuelvas a llorar, nos vemos mañana.

Atte: Takemichi."

El día siguiente transcurrió normalmente, o eso diría cualquier persona en mi lugar. Pero yo no, porque: ¡no te he visto en ningún lado!

Comienzo a preocuparme, ni siquiera te ví cuando salimos de la prueba de matemáticas, que por cierto, hice muy fácilmente gracias a tu ayuda con mis estudios.

Lo que si me sorprende es ver a Draken en el comedor, está con una chica realmente hermosa, su cabello es rubio, con ondas a todo lo largo, sus ojos son color miel, y trae una ropa casual, definitivamente no es de la escuela.

—¡Compañero! —escucho resonar en mis oídos una voz conocida, me volteo, es mi mejor amigo, Chifuyu.

Mis ojos se iluminan de inmediato.

—¡Chifuyu! —le sonrío, de pronto cambio de parecer—. ¡Tú, dime dónde está! —lo sarandeo mientras falsas lágrimas bajan por mis mejillas, él me ve sin entender, le estoy preguntando aún sabiendo que ni te conoce.

—¿De qué hablas? —detiene mis movimientos para verme a los ojos.

—¡De Mikey!

—¿Uh? —escucho a Draken, se ha volteado para verme, creo que he hablado demasiado alto.