
Escapando
Nuestras narices se rozan por unos segundos, pero instintivamente me muevo hacia atrás, ambos sorprendidos por el momento. Sin embargo algo me intriga, ¿por qué tú no te has apartado?
Nuestras miradas se conectan y mi corazón se ha acelerado, sin embargo desvías tu atención hacia tu hermana, esa que saluda alegremente desde la lejanía.
—¿Debería ir? —dices, levantándome de tu lugar bajo mi mirada curiosa, hemos estado a solo unos centímetros, ¡maldita sea, debí no haberme apartado!, ahora solo miro tus lindos labios y...
Vale, me calmo.
—Supongo que sí, pero si no te sientes cómodo no lo hagas. Aunque, ¿tu hermana no sabe nada?
—Claro que no, ni va a saber —dices con rapidez, de pronto te has puesto nervioso, como si fuese el mayor pecado del mundo enamorarte, ¡vamos, que te entiendan!
—Entonces ve, se dará cuenta de no ser así —aconsejo, y miras hacia allá, pensativo, luego te giras hacia mí y sonríes ampliamente.
—Gracias, Micchi.
Demonios, no sonrías por costumbre.
—No te preocupes —niego con la cabeza, dedicándote una sonrisa leve.
—¡Al fin vienes!, ¿qué tanto hablaban? —la rubia de ojos miel me dedica una mirada curiosa, desde arriba a abajo, ¿cuántos defectos ya me habrá visto?—. Hola, ¿nos conocemos?
—No, soy Hanagaki Takemichi, un gusto Emma.
—Un gusto Takemichi, ¿sabías mi nombre? —dice algo risueña, parece ser muy buena persona.
—Jeje, Mikey me habló de tí.
—¿En serio?, es que mi hermanito bello me ama —dice mientras se cuelga de tu cuello, con sus mejillas rojas en una gran sonrisa que hace relucir sus dientes.
Oh no, tu mirada es neutral, sin embargo, ¿por qué veo tanta culpa en ella?. ¡No quiero verte así!
¡Te odio, Emma!
—Te recuerdo que soy el mayor.
—No importa, sigues siendo mi hermanito.
—Ya suéltame —te safas de ella con desgano, pero la sonrisa en sus labios no se va, ¿es que está acostumbrada a ese trato?, la verdad me esperaba que fueras diferente en ese aspecto, conmigo eres tan dulce...
Draken apenas habla, o te dirige la mirada siquiera.
El ambiente es muy tenso ante el silencio que se ha formado, te observo de reojo, y lo que ven mis ojos me sorprende demasiado.
Tu expresión sigue siendo fría, sin embargo el borde de tus ojos...
Oh no.
No, no, no.
No llores.
—¡Bueno!, debemos irnos, ¿cierto, Mikey? —tomo tu muñeca con una sonrisa finjida, y tras una pequeña despedida, nos encontramos a mitad de la calle, es silencioso, lo único que se escucha son tus quejas.
¿Por qué soy yo quien tiene que verte llorar?
¡Es injusto!
¡Que tú llores es injusto!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro