
Despedidas
—¿Hina, Emma? —pronuncio al verlas, separándome de ti.
—Así que aquí estabas —Emma suspira, aliviada al verme—. Mikey estuvo buscándote mucho tiempo.
—Lo sé, disculpen —sonrío apenado, luego sintiendo tus manos rodear mi cintura, ya no estando sobre el vehículo de dos ruedas.
—Bueno, nosotras seguimos, no lleguen muy tarde a casa eh —la rubia toma del brazo a la de cabellos rosa, y hablando de ella, su mirada sorprendida no se aparta de ambos.
—Eso debería decir yo —le regañas, viéndoles marchar, la chica soltando una carcajada.
—Tranquilo, pronto estaré en casa.
Cuando les perdemos de vista, estoy a punto de hablar, pero tus labios me impiden hacerlo, rozando los míos suavemente, yo sonrío genuinamente al sentirte.
—¿Ya avisaste a los demás de que estoy contigo?
—Ya lo hice —respondes, recostándote sobre la motocicleta mientras me atraes hacia ti con tu brazos.
—Siento de verdad no haberte avisado, Izana...
—Tenía que ser él —ruedas los ojos, apegando tu frente a la mía, ambos suspirando allí.
—No hizo nada, es mi culpa. No te dije nada. Luego le acompañé a una reunión de Tenjiku.
—¿Fuiste a una de sus reuniones? —mi miras con sorpresa, yo asiento—. Note hicieron nada, ¿verdad?
—No, estoy bien —niego con la cabeza, escuchándote suspirar, luego el mundo borrándose de nuestro alrededor cuando siento tus labios moverse lentamente sobre los míos.
—No jodas, ¿Izana, estás borracho? —escuchamos la voz de Kakucho, separándonos para verles, el chico sosteniendo al de piel más oscura, apoyándole sobre su hombro para evitar que se cayese.
—Claro que lo está, ¡se quería comer el puto billete! —exclama Kokonoi, poniendo los ojos en blanco mientras señala el papel en sus manos.
—Lo voy a matar —dices de pronto, haciéndome a un lado mientras te acercas a él, yo te detengo de inmediato sosteniendo tu brazo.
—Cálmate —pongo los ojos en blanco también, luego escuchando la voz de Souya y su hermano despidiéndose de nosotros.
—Adiós.
—Hasta pronto, Rin- ¡chicos! —corrige el de cabellos azules, sus mejillas ahora estando rojas mientras escucha las carcajadas de Nahoya y el Haitani menor.
Ahí hay, o habrá algo. Y mi instinto nunca falla.
Kokonoi y los Haitani se van juntos, ya que sus casas quedan cerca. Yo me subo a la parte trasera de tu motocicleta, entonces escuchando a Kakucho hablar.
—¡Pero no te sueltes, idiota! —el de cabellos negros intenta sostener de pie al de ojos lila, este pareciendo estar demasiado aturdido como para pensar correctamente.
—¿Lo vas a llevar? —preguntas, recibiendo un asentimiento de cabeza como respuesta.
—Sí. Yo, amm, lo llevaré a mi casa —dice, casi en susurro, yo aguanto una leve carcajada escondiendo mi rostro en tu espalda, pero tú la dejas salir, riendo y haciéndole sonrojar.
—Vale, nos vemos —dicho eso, nos marchamos de allí, avanzando con rapidez por la calle mientras mis brazos se aferran a tu cuerpo, sintiéndome tan cálido ahí.
—¿Crees que Izana esté bien? —digo, viendo cómo te bajas, luego observándome.
—¿Por qué mejor no me besas?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro