𝒐𝒏𝒆. Ferynka.
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
𝐓𝐇𝐄 𝐂𝐑𝐎𝐖𝐍𝐄𝐃 𝐅𝐋𝐎𝐖𝐄𝐑.
Las flores son venenosas, bella.
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
✦
──Recita de nuevo el verso, Fery.
──Es Ferynka, señor ──se atrevió a corregirlo.
──Alto Señor ──repitió el de vetas ambarinas, observándola de reojo.
──Sigue siendo señor, aunque yo no veo la diferencia de alturas ──masculló por lo bajo.
La Corte Solar era un lugar especial, al menos desde que su memoria lograba darle recuerdos bastos luego de aquella habitación vacía, donde el gris era el decorado principal, dejándole en claro que sus pensamientos no importaban, nada en ella tenía valor, solo esos ojos oscuros que la habían nombrado heredera; sus manos se dirigieron por la mesa, otra vez, elevando su voz para recitar un verso corto de ese pesado libro ─uno el cual se le fue confiado desde que nació─, pero más insoportable era el hecho de que Helion la tratara como su hija.
── ¿Lo ves? ──el la animó──. Perfecto, como siempre.
──Cállate. La perfección no existe, es un término sin bases argumentales que convierten a los tiempos en una forma de existencia aburrida. Es imposible que algo sea perfecto.
──Siempre tan inteligente pequeña mía.
──Como vuelvas a llamarme pequeña, Helion ──susurró con aquella esfera de agua aún en sus manos ── me atreveré a lanzarte esto.
El Alto lord le dirigió una mirada que conocía tan bien que era imposible no saber lo que intentaba decirle, aunque sea con su mirada oculta por sus hebras azabaches. Ferynka reconocía a diestra y siniestra lo que estaba haciendo porque sus profundos ónix solamente tuvieron que fijar su mirada en la esfera que fue lanzada sin detenerse en las manos del fae, sino más bien en su cabello dejando clara su molestia entre palabras que no pretendió escuchar mientras tomaba su libro, y se retiraba de allí. En su camino por la propia curiosidad, avanzó hasta el jardín para detenerse delante de un pequeño estanque, al cual sonriendo solo tuvo la delicadeza de enredar sus dedos en aquella mini flor acuática.
──Hola, mi pequeña creación ──sonrío delante de la flor ──. ¿El sol te ha dado suficiente luz hoy?
Como si fuera un arte, el silencio gobernó allí dejando ver finos rayos en aquel complejo el cual estaba habitado por unos cuantos faes con diferentes apariencias o debilidades, sin embargo, un par de alas curiosas se cruzaron en su visión dejando liberar la molestia de ver a un ilirio sobrevolando su área favorita. «La cual no sentía un completo encierro», pero por poco es interrumpida cuando este se atrevió a abajo para tomar una de sus flores, ya que, según sus susurros eran hermosas, pero la corriente de agua lo empapó hasta la cabeza dejándole una sonrisa de satisfacción en su rostro.
──Esa es mi niña, defiende tu territorio de esa alimaña voladora.
Las flores parecían moverse al ritmo de la brisa, seguida de la pequeña flor flotante que intentaba enredar sus tallos en las manos de Ferynka. ──Oh, mi preciosa flor ──le llamó con voz maternal ──. No te esfuerces demasiado, pronto serás hermosa, y entonces cuando tu fruto sea llevado a mi nuevo hogar, podremos discutir sin preocuparnos de que alguien cuente nuestros secretos, es una promesa. Pero primero tenía que controlarlo, controlarse.
──Hasta pronto, mi amada florecilla.
Su adiós fue suficiente para la flor, la cual flotando en círculos volvió a su lugar sin rechistar, ya que, ella era su alma gemela, y pensaba acompañarla hasta que su fruto tocara sus labios y la promesa fuese cumplida con sangre de su ser, porque ella era la única que sería capaz de amarla como lo fue en su momento aquel fae que murió en manos de la propia primavera en persona, dejando el suelo manchado por su sangre cubierta de espinas en esa daga consagrada por las sombras. Ferynka avanzó por el largo pasillo, observando a chicas inmortales sonreír entre si, chicos susurrando como se verían sin prendas ─y otras hablando de como Helion había decidido quedarse con ella, de nuevo─. Odiaba todas las relaciones amistosas, si algo tenía claro, era que todas terminaban en enemistades, sexo, y muchos problemas de los cuales son un gran porcentaje terminaban en darse un tiradito o arreglarse como seres racionales. Aunque ir a la guerra tampoco sonaba tan mal era cuestión de estrategia.
La única soportable, era su compañera de cuarto, Jezebel.
Una hermosa perenne herbácea que siempre lleva vestimentas de colores cálidos, entre tantos, su favorito, el amarillo cadmio. Ella siempre ha sido la fae atractiva que se lleva la cautivadora mirada de los machos del tercer nivel de la Corte, sin embargo, ella solo demuestra un interés demasiado grande por el hijo de los Vanserra, Eris. Nada era un imposible para ella, ya que, al parecer relucía los defectos en cada acción que cometía, seguido de grandes soluciones que dejaban atrás todos sus horribles intentos de parecer desinteresada por la vida.
Afortunadamente, sus pies le guiaron hacia la biblioteca, donde se encontró con otro lado que le hizo rodar los ojos con fastidio, y queriendo provocar un desalojo por su parte, lo único que había obtenido era toparse con su espalda erguida mostrando los músculos de sus alas flexionados, tensos, mientras que los nervios de su nuca atravesaban como agujas, llamando la atención de las coladoras de fondo ─porque para su mala suerte, también utilizaban la biblioteca como centro de placer─. Sus ojos se desviaron a sus vestiduras, cubiertas por una seda violácea que combinaba perfectamente con la camisa blanca que sobresalía de las mangas del mismo abrigo, sin embargo, desviando su mirada, ella se alejó a gran velocidad de allí, concentrándose en su tarea principal.
Buscar una cura.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro