004
Mᴀᴛᴛʜᴇᴡ Cᴀᴍᴘʙᴇʟʟ
ᴀɴᴅ
Asᴛᴏʀɪᴀ Gʀᴇᴇɴɢʀᴀss
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—Matthew Campbell
Hogsmeade estaba particularmente tranquilo ese día. Las nubes grises colgaban bajas, dejando una brisa fría que calaba más de lo usual. Hermione nos había citado y no sabía exactamente qué quería decirnos, pero considerando que Umbridge estaba enloqueciendo cada vez más, no me sorprendía que estuviera llamando a varios.
Luna y Esme iban delante de nosotros, caminando como si fueran las únicas personas en el mundo. Luna hablaba sobre criaturas invisibles —que sólo ella parecía ver—, mientras Esme asentía, con una sonrisa que sólo alguien como ella podía mantener: un equilibrio entre la diversión y la ternura. Ambas iban tomadas del brazo.
Yo iba un poco más atrás con Pansy. Su brazo estaba entrelazado con el mío, y su mano libre descansaba en la mía. Siempre tenía una forma peculiar de caminar; como si intentara mantenerse erguida y distante, pero a mi lado se relajaba. Sin embargo, hoy no podía ignorar que algo la estaba molestando.
—¿Estás bien? —le pregunté finalmente, rompiendo el silencio entre nosotros.
Ella bufó, un sonido breve, cargado de frustración.
—No, no estoy bien. ¿Cómo podría estarlo con ese idiota de Blaise fastidiando todo el tiempo?
Me detuve un momento, obligándola a girarse hacia mí.
—¿Qué hizo esta vez? —pregunté, aunque ya tenía una idea. Zabini siempre tenía el talento de decir lo incorrecto en el momento menos adecuado.
Pansy suspiró y empezó a hablar, las palabras saliendo de su boca como un río desbordado:
—Es un imbécil, Matt. Siempre tiene algo que decir sobre Luna. Que si es rara, que si no encaja, que si vive en su propio mundo… ¡Y me tiene harta! ¿Quién se cree que es para juzgarla? Claro, como si él fuera el modelo perfecto de cómo comportarse. Yo siempre la defiendo, y siempre terminamos peleando por lo mismo.
La veía morderse el labio, un gesto que hacía cuando intentaba no perder el control por completo.
—¿Y sabes qué? —continuó, ahora levantando un poco la voz, como si Zabini pudiera oírla desde aquí—. Es un grandísimo imbécil, ¿sabes? ¡Un estúpido que no entiende nada de nada! ¿Cómo alguien puede ser tan cerrado de mente? Luna es... ¡Luna! Es especial, y no en el maldito sentido condescendiente de la palabra. Tiene una manera de ver las cosas que ni Blaise ni el resto de los idiotas que lo siguen podrían soñar con entender.
Tuve que morderme la lengua para no reír, no porque no tomara en serio su enojo, sino porque verla tan apasionada siempre me hacía sentir algo cálido.
—Honestamente, no sé por qué sigo peleando con él. Es como tratar de explicarle matemáticas a un sapo. ¡El idiota no entiende nada!
No pude evitarlo; me reí.
—¿Matemáticas a un sapo? Eres más creativa insultándolo de lo que yo podría ser.
Pansy me miró de reojo, una sonrisa casi imperceptible asomándose en su rostro.
—Es que es tan desesperante, Matthew. Es como... como si estuviera convencido de que su opinión es la única que importa.
—Bueno, para ser justos, probablemente él crea que lo es —respondí, encogiéndome de hombros.
Ella bufó de nuevo, sacudiendo la cabeza.
—Es que es tan... ¡Ugh! A veces quisiera darle un puñetazo en la cara. Y no me importa si después me castigan, sería completamente satisfactorio.
Me detuve de nuevo, obligándola a mirarme.
—¿Sólo uno? Yo le daría tres. Uno por cada vez que me ha fastidiado en las últimas semanas.
Pansy soltó una risa inesperada, ligera y genuina, como si hubiera estado guardándola durante horas.
—¿Tres? Eres muy generoso, Matt.
—No, soy justo —dije con una sonrisa—. Zabini es como un trol que aprendió a hablar, pero nunca aprendió a usar su cerebro.
Ella rió de nuevo, más fuerte esta vez, y sentí su cuerpo relajarse un poco junto al mío.
—Gracias por eso —dijo finalmente, en un tono más tranquilo—. Realmente lo necesitaba.
—Para eso estoy, ¿no? —respondí, encogiéndome de hombros. Pero luego agregué, más serio—: Mira, Pansy, sé que Zabini te saca de quicio. Y con razón; el tipo tiene el talento de ser molesto. Pero no puedes dejar que te afecte tanto. No es tu trabajo enseñarle a apreciar a Luna o a cualquier otra persona. Si él no lo ve, ese es su problema.
Ella me miró, sus ojos oscuros estudiándome con intensidad.
—Entonces, ¿qué se supone que haga? ¿Simplemente dejarlo ser un imbécil?
—Básicamente, sí —dije con una sonrisa. Pero luego añadí—: Mira, Zabini es como un cuadro feo en una galería. Puedes señalar lo mal hecho que está, pero al final del día, sigue siendo un cuadro feo. No importa cuánto te esfuerces, no va a mejorar. Así que déjalo colgado en su pared y enfócate en lo que realmente importa.
Pansy me miró, parpadeando un par de veces antes de soltar una carcajada inesperada.
—Eres un idiota, ¿sabes?
—Tal vez, pero soy un idiota sabio.
Ella negó con la cabeza, pero seguía sonriendo.
—Gracias, Matt. Eres el único con quien puedo hablar de estas cosas sin sentir que estoy siendo una loca irracional.
—Eso es porque yo también pienso que Zabini es un idiota —respondí, apretando su mano suavemente—. Pero, ya en serio, Pansy, no dejes que te arrastre. No vale la pena.
Ella asintió, su mirada más suave ahora.
—De acuerdo. Pero si algún día le doy ese puñetazo, quiero que seas testigo.
—Hecho. Incluso te aplaudiré.
Ella rió de nuevo, y seguimos caminando, acortando la distancia con Luna y Esme, quienes seguían inmersas en su propio mundo.
[ • • • ]
La reunión con Hermione había sido intensa. Aunque empezamos con el habitual caos y pronto quedó claro por qué nos había convocado.
Estábamos reunidos en Cabeza de Puerco, lejos de los oídos indiscretos o eso creía Hermione, quién había hablado con determinación, explicando la necesidad de crear un grupo para prepararnos contra la amenaza que representaba Voldemort y, más inmediato aún, la incompetencia de Umbridge.
El plan era simple: Harry daría clases de Defensa Contra las Artes Oscuras en secreto. Pero no era suficiente sólo con hablar de ello; Hermione quería asegurarse de que todos estuviéramos comprometidos. Por eso había traído un pergamino en el que todos firmaríamos, sellando nuestra lealtad al grupo.
Al principio, no estaba seguro de cómo reaccionarían los demás. No era un movimiento pequeño, y había mucho en juego. Pero, sorprendentemente, no hubo objeciones. Incluso Pansy, que normalmente era la primera en cuestionarlo todo, parecía convencida.
—Muy bien —dijo Hermione, sosteniendo el pergamino con ambas manos mientras sus ojos recorrían la habitación—. Esto es completamente voluntario. Si alguien no está seguro, puede marcharse ahora. Pero si firmas, te comprometes.
El silencio llenó el espacio por un momento, roto sólo por el sonido del viento afuera. Nadie se movió.
—Perfecto —continuó Hermione, un atisbo de satisfacción en su tono—. Harry, ¿quieres decir algo?
Harry, que había estado de pie en una esquina con los brazos cruzados, se adelantó.
—Sé que no soy la persona más calificado ni nada por el estilo —dijo, con una mezcla de seriedad y humildad—, pero si algo he aprendido en los últimos años es que a veces la teoría no es suficiente. Necesitamos estar preparados, no sólo para pasar los exámenes, sino para sobrevivir. Si ustedes confían en mí, prometo dar lo mejor de mí.
Un murmullo de asentimiento recorrió la habitación, y Hermione desenrolló el pergamino sobre la mesa más cercana, junto con una pluma.
—Entonces, sólo queda firmar.
Luna fue la primera en acercarse, su rostro sereno mientras tomaba la pluma y garabateaba su nombre en el pergamino.
—Esme siempre dice que soy demasiado impulsiva —dijo Luna mientras se apartaba—, pero creo que esto es lo correcto.
Esme se rió suavemente, tomando la pluma después de ella.
—Tú impulsiva; yo práctica. Es un buen equilibrio, ¿no crees?
Pansy y yo intercambiamos una mirada mientras los demás seguían firmando. Finalmente, ella dio un paso adelante, arrastrándome con ella.
—Si vamos a meternos en problemas, prefiero hacerlo contigo a mi lado —me dijo en voz baja, una sonrisa ladeada asomando en su rostro.
—Siempre es un placer, Parkinson —respondí, devolviéndole la sonrisa mientras firmaba mi nombre en el pergamino.
Cuando fue el turno de Pansy, ella escribió su nombre con un trazo decidido, y luego añadió, en voz lo suficientemente alta para que los demás escucharan:
—Si Blaise se entera de esto, probablemente diga que estamos locos. Y, por primera vez, estaría de acuerdo con él.
Eso arrancó unas risas de los presentes, incluso de Hermione, que normalmente no se dejaba llevar por comentarios sarcásticos.
Finalmente, todos habíamos firmado. Hermione enrolló el pergamino con cuidado, como si fuera el objeto más valioso del mundo, y lo guardó en su bolsa.
—Bien —dijo, con una firmeza que parecía darle más peso a la palabra—. Ahora somos oficialmente un grupo. Este es nuestro secreto, y no podemos permitir que nadie, especialmente Umbridge, se entere.
Harry asintió, dando un paso al frente de nuevo.
—Nos reuniremos pronto para la primera clase. Prometo que valdrá la pena.
Hubo un murmullo de asentimiento y aprobación antes de que Hermione anunciara que era hora de irnos.
Pansy, que había vuelto a entrelazar su brazo con el mío, rompió el silencio.
—¿Sabes? Por más que odio admitirlo, estoy un poco emocionada.
—¿Por aprender algo útil o por tener otra excusa para insultar a Zabini cuando esto salga mal? —pregunté, sonriendo.
—Ambas cosas, supongo —respondió ella con una risa ligera.
No pude evitar sonreír.
Mientras Harry hablaba con Hermione sobre los detalles de la próxima reunión, mis ojos comenzaron a seguir los suyos, y no tardé mucho en notar hacia dónde iban: Cho Chang, quien estaba a unos pasos de él, jugando distraídamente con la pluma que había usado para firmar.
—Mira eso, Parkinson —murmuré, inclinándome hacia Pansy—. Nuestro querido profesor ya está enseñando una lección: cómo ser obvio.
Pansy levantó una ceja, siguiendo mi mirada.
—Por Merlín... Podría ponerle un letrero en la frente que diga: “Cho, por favor, dame la hora”.
Ambos nos miramos y tuvimos que reprimir las risas, aunque estoy seguro de que un par de personas notaron nuestras miradas cómplices. Esme, en cambio, estaba callada. La vi de reojo, con la cabeza baja, observando la mesa como si fuera lo más interesante del mundo.
—¿Estás bien, Esme? —pregunté suavemente.
Ella levantó la mirada por un momento, pero luego negó con la cabeza, como si quisiera evitar el tema.
—Estoy bien, Matt. No es nada.
Pansy me dio un codazo antes de que pudiera insistir más.
—Déjala. Ya sabes cómo es —dijo en voz baja. Luego añadió con un susurro que sólo yo podía escuchar—: Aunque si me preguntas, debería estar enojada. Ese idiota de Potter sigue haciendo lo que quiere, como si el resto no existiera.
Asentí, sintiendo un calor creciente en el pecho. No podía soportar ver a mi hermana así, especialmente por alguien como Harry. No es que fuera una mala persona, pero su indecisión con Cho y las miradas a Esme eran como cuchillos para mí.
Cuando la reunión terminó y empezamos a salir, me acerqué un poco más a Harry. Estaba justo en el lugar perfecto: distraído y al alcance de mi mano. Por un segundo, imaginé lo satisfactorio que sería darle un buen golpe en la cara, sólo para enseñarle que no debía jugar con los sentimientos de mi hermana.
Pansy, que siempre parecía leerme como un libro abierto, notó lo que estaba a punto de hacer y me dio un tirón del brazo.
—Matthew, no seas idiota. No vale la pena —me susurró, aunque en su tono no había mucha convicción.
—¿No vale la pena? Mira cómo la está dejando. Si alguien se merece un puñetazo, es él —respondí entre dientes, con la mandíbula apretada.
—¿Qué estás diciendo? —La voz de Luna cortó nuestra conversación como un cuchillo. Nos giramos para verla, con sus ojos amplios y su expresión de desaprobación.
—Estoy diciendo que Harry necesita una lección de modales —contesté, todavía furioso.
—Matthew, no puedes ir por la vida golpeando a las personas sólo porque no hacen lo que tú crees que deberían hacer —dijo Luna, con una calma que de alguna manera se sentía como un regaño.
—No se trata de lo que creo, Luna. Es sobre lo que está haciendo. Está confundiendo a mi hermana.
—¿Y qué crees que solucionará eso? ¿Un golpe en la cara? —preguntó ella, inclinando ligeramente la cabeza.
—No sé, tal vez lo haga pensar dos veces antes de seguir ilusionándola. Y quizás sus neuronas se acomode.—repliqué, cruzando los brazos.
Luna suspiró, luego se giró hacia Pansy, quien, para mi sorpresa, estaba tratando de contener una sonrisa.
—Y tú tampoco ayudas, Pansy. Animarlo no lo hace mejor.
Pansy levantó las manos, fingiendo inocencia.
—¿Qué? Sólo estoy aquí para disfrutar del espectáculo.
Luna negó con la cabeza, pero había una leve sonrisa en sus labios.
—Escuchen, no somos perfectos. Todos cometemos errores, incluso Harry. Pero no es nuestro lugar juzgar a los demás tan duramente, mucho menos basándonos en lo que creemos saber. Si quieres proteger a Esme, Matthew, lo mejor que puedes hacer es estar ahí para ella, no arremeter contra Harry.
Las palabras de Luna me golpearon más fuerte de lo que cualquier puñetazo podría haberlo hecho. Bajé la mirada, soltando un largo suspiro.
—Tienes razón —dije finalmente, aunque no fue fácil admitirlo.
—Siempre la tiene —murmuró Pansy, rodando los ojos.
Luna no dijo nada más. Simplemente nos dio una sonrisa ligera y se adelantó para caminar junto a Esme.
Pansy y yo nos quedamos atrás, en silencio por un momento, antes de que ella hablara.
—Debo admitirlo, Luna es rara como ella sola, pero tiene sus momentos.
—Sí, y justo ahora desearía que no los tuviera —respondí, con una sonrisa torcida.
Seguimos caminando detrás del grupo, dejando que la brisa fresca de Hogsmeade disipara un poco la tensión. A pesar de todo, algo en mí sabía que Luna tenía razón. A veces, proteger no significa atacar; significa estar ahí cuando realmente importa.
[ • • • ]
—Astoria Greengrass
Estaba sentada en uno de los sofás de la sala común de Slytherin, mi pergamino desplegado sobre la mesa frente a mí mientras repasaba las notas que Matthew me había dado durante nuestra última asesoría. Su letra era un desastre, pero tenía sentido, al menos para mí.
Sin embargo, no importaba cuánto tratara de concentrarme, las voces de los chicos y mi hermana no dejaban de interrumpirme.
—Es ridículo. ¿Pansy, defendiendo a Lovegood? —Blaise prácticamente escupió el nombre como si le dejara mal sabor de boca. Estaba sentado en el sillón frente a mí, con una expresión de disgusto.
—No me sorprende —dijo Draco, recostándose con una arrogancia casi ensayada—. Pansy siempre tuvo inclinaciones extrañas, pero esto es demasiado. Luna es la definición de una lunática. Y ahora Pansy está revolcándose con muggles. ¿Qué sigue? ¿Hacerse amiga de Hagrid?
Mi pluma se detuvo a mitad de una palabra, y apreté los labios. Por Merlín, la cantidad de idioteces que podía salir de esa boca en un solo día era abrumadora.
—Draco, deja de hablar estupideces. Nadie puede ser tan idiota —dije, sin apartar los ojos de mi pergamino.
—¿Te refieres a mí o a Pansy? —preguntó con una sonrisa que probablemente pensó que era encantadora.
—A ti, por supuesto —respondí, levantando la mirada sólo para dejar claro que no era un cumplido.
Draco pareció ofenderse por un segundo, pero pronto volvió a su actitud despreocupada, como si no pudiera entender que alguien no se sintiera atraído por él.
Mientras tanto, Blaise no dejaba de quejarse.
—Es una traidora a la sangre, así de simple. No hay otra manera de verlo. Juntarse con esos dos muggles, Matthew y Esme... Ni siquiera sé qué es peor, si su traición o su falta de criterio.
Daphne, que estaba sentada junto a él, asintió con una leve sonrisa.
—No entiendo qué le ve a esa gente. Siempre pensé que Pansy tenía más sentido común, pero supongo que me equivoqué.
Blaise frunció el ceño, pero no dijo nada. Algo en su expresión me hizo sospechar que, aunque decía esas cosas, tal vez no las pensaba del todo. Sin embargo, no era mi problema.
Theodore, que hasta ese momento había estado en silencio, finalmente habló:
—Pansy no es idiota. Pero sí tiene una debilidad por causas perdidas. Y eso es lo que son esos muggles: una causa perdida.
Yo bufé y volví a mi pergamino, tratando de ignorarlos de nuevo. La paciencia no era mi fuerte, y estar rodeada de esas conversaciones era agotador.
Draco, por supuesto, no perdió la oportunidad de volver a intentar algo conmigo.
—Astoria, ¿por qué pierdes el tiempo con esos muggles? Podrías aprender más conmigo que con alguien como el sangre sucia.
Lo miré de reojo, mi paciencia al límite.
—¿Tú? ¿Enseñarme algo? Draco, por favor, apenas puedes mantenerte despierto en Pociones sin la ayuda de Theodore.
El comentario provocó una risa ahogada de Theo, mientras Draco me miraba con una mezcla de sorpresa y molestia.
—Sólo digo que deberías elegir mejor tus compañías —replicó, tratando de recuperar algo de dignidad.
—Y yo digo que deberías elegir mejor tus palabras. —Mi tono fue lo suficientemente frío como para que finalmente se callara.
Daphne, que parecía disfrutar del espectáculo, decidió intervenir.
—Astoria, ¿de verdad te caen bien esos dos muggles?
La pregunta me tomó por sorpresa, pero no me molesté en mentir.
—Matthew sabe más de Defensa Contra las Artes Oscuras que cualquiera aquí, y Esme es una de las personas más educadas que he conocido. Así que sí, me caen bien.
Hubo un silencio incómodo después de eso, pero no me importó. Estaba acostumbrada a ser la oveja negra en esta sala llena de serpientes.
Blaise finalmente rompió el silencio, aunque su tono era más tranquilo esta vez.
—Pansy no debería defender a Lovegood. Es raro. Pero... supongo que no es tan malo. Sólo es diferente.
Lo miré con curiosidad, preguntándome qué lo habría llevado a suavizar su postura. Pero no dije nada. Preferí guardar ese pensamiento para mí misma y volver a mis notas.
Mientras ellos seguían discutiendo entre murmullos, yo me sumergí de nuevo en las enseñanzas de Matthew. Dejé que su letra desordenada y sus explicaciones claras ahogaran las voces alrededor. Al final del día, lo que ellos pensaran no importaba. Yo sabía a quién valía la pena escuchar. Y ellos, claramente, no estaban en esa lista.
Mi pluma rasgaba el pergamino, trazando con precisión lo que había aprendido en la última asesoría con Matthew. Pero no importaba cuánto intentara concentrarme, sus voces seguían cortando mi paciencia como cuchillas.
—Astoria, de verdad, deberías considerar lo que te digo. Draco es un Malfoy. Es lo mejor que podrías conseguir, y no te hagas la difícil, porque tarde o temprano tendrás que aceptarlo —insistió Daphne, su tono altivo e irritante. Estaba sentada con las piernas cruzadas, como si fuera la reina de la sala común.
No levanté la vista. No lo necesitaba. El veneno ya estaba acumulándose en mi lengua.
—¿Por qué no te casas tú con él, entonces? Al menos Draco tendría a alguien que lo soportara.
La sala quedó en silencio por un instante. Blaise soltó una risa ahogada, pero Daphne no pareció encontrarle la gracia.
—Estoy hablando en serio, Astoria. Algún día tendrás que dejar de ser tan infantil y aceptar que no puedes vivir haciendo lo que quieras.
Esa fue la gota que colmó el vaso. Dejé caer mi pluma y me levanté del sofá.
—¿Dejar de ser infantil? ¿Tú, diciéndome eso? Daphne, lo único que haces es fingir que tienes todo bajo control mientras te aferras a Theodore como si el de verdad te amara. ¿Sabes qué es infantil? Fingir que no sabes que te engaña, sólo porque tienes miedo de que, si lo enfrentas, te deje y te quedes sola como la pobre niña insegura que siempre has sido.
Daphne se quedó helada, su rostro pálido como un fantasma. El silencio fue tan pesado que casi podía escucharlos respirar.
Draco, con su sonrisa arrogante de siempre, intentó interrumpir.
—Astoria, no hay necesidad de ser tan cruel.
Lo miré con una sonrisa fría.
—¿Cruel? Draco, lo único cruel aquí es tu existencia. No sé cómo no te das cuenta de que lo único que tienes es tu apellido y el dinero de tu padre. Eres tan inútil que ni siquiera puedes hacer un hechizo avanzado sin la ayuda de Theodore. Eres un niño mimado que cree que el mundo le debe algo, cuando en realidad no eres más que una versión barata de lo que tu familia quiere que seas.
Draco abrió la boca, probablemente para soltar algún comentario ingenioso, pero levanté una mano para callarlo.
—No te molestes. Ya sé lo que vas a decir, y, sinceramente, no me interesa.
Blaise, que hasta ese momento había estado observando con una sonrisa cínica, decidió unirse.
—Astoria, tal vez deberías tomarte un momento para reflexionar. Al final, Pansy es la que está perdiendo el rumbo, no nosotros. Juntarse con muggles… Es una traición a la sangre, y tú lo sabes.
Me volví hacia él, mis ojos fulminantes.
—¿Y tú qué sabes de lealtad, Blaise? Hablas de traiciones como si fueras el defensor de las tradiciones, pero la verdad es que sólo eres un cobarde que cambia de bando según le convenga. Pansy tiene más valor en un solo dedo que tú en todo tu cuerpo. Al menos ella no vive con la cabeza metida en el trasero como tú.
Blaise me miró con una mezcla de furia y sorpresa, pero no dijo nada. Quizás porque sabía que tenía razón.
Finalmente, me volví hacia Theodore, que había estado en silencio todo el tiempo, con una expresión aburrida en el rostro.
—¿Y tú? ¿Qué tienes que decir, Theodore? Nada, ¿verdad? Porque nunca dices nada. Prefieres vivir como un fantasma, fingiendo que no te importa nada, mientras juegas con los sentimientos de Daphne. Sabes perfectamente lo que haces, pero eres demasiado cobarde para admitirlo. ¿Quieres saber lo que realmente pienso? Eres patético. Engañas a mi hermana y luego actúas como si no pasara nada, como si tu falta de lealtad fuera algo normal.
Theodore alzó una ceja, pero no respondió. Como siempre, prefería el silencio a enfrentarse a la verdad.
Miré a todos por última vez, mi corazón latiendo rápido, pero no por miedo. Era pura adrenalina.
—Ustedes son patéticos. Cada uno de ustedes. Siempre hablando de pureza, de tradiciones, como si eso los hiciera mejores. Pero lo único que son es un grupo de serpientes arrastrándose entre el barro, incapaces de ver más allá de sus propias miserias. ¿Y sabes qué, Daphne? Prefiero quedarme sola toda mi vida antes de terminar con alguien como Draco, que no sabe nada más que inflar su ego y ser un cobarde cuando las cosas se complican.
El silencio que se instaló era incómodo. Finalmente, Draco habló, lleno de esa arrogancia que tanto detestaba.
—Astoria, tal vez deberías calmarte. No tienes que hacer esto tan personal.
Me reí, una risa amarga que resonó en la sala común.
—¿Personal? Esto es personal, Draco. Es mi vida, y no voy a dejar que ninguno de ustedes me diga cómo debo vivirla
Recogí mis cosas con movimientos rápidos y me dirigí a la salida de la sala común. Antes de cruzar la puerta, me detuve y les dediqué una última mirada.
—Disfruten su miseria. Yo tengo cosas más importantes que hacer que perder mi tiempo con ustedes.
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Lune_black
HOLAAAA, VOLVII
amo a Matt y Pansy💕
recuerden que esto es una duologia con lvprongs y la historia en donde nos muestra desde la versión de Esme, ya está publicado
Byeeeeeeee
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