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CAPÍTULO 5: HOPE

—— HOPE ——

Cuando ya amaneció, el grupo volvió a ponerse en marcha. Claramente con el objetivo de llegar a la mesa de piedra, y es que, cuanto más tiempo perdieran era un tiempo que la bruja obtenía para encontrarlos. Cada escondite, cada árbol, cada lugar, era el indicador perfecto de que podía haber algún enemigo cerca, y el hecho de ir desarmados o sin protección alguna era el creador de un miedo constante a ser encontrados.

—Esto es hermoso.— Murmuró Diana maravillada por las vistas.

—Bien, el campamento de Aslan está al lado de la mesa de piedra, al otro lado del río helado.— Explicó el señor Castor.

—¿El río?— Repitió Peter asustado.

—Oh, no os preocupéis, lleva congelado cien años.— Les tranquilizó la señora Castor con tranquilidad.

—Esta muy lejos.— Insistió de nuevo Peter.

—Es el mundo, querido. ¿Pensabas que sería pequeño?— Preguntó la señora Castor sonriendo.

—Piensa poco.— Alegó Susan sonriendo.

Los seis bajaron de la montaña y comenzaron a traspasar una llanura completamente nevada. En cabeza iban el señor y la señora Castor, después Susan y Peter, y por último Diana y Lucy. La menor de los Pevensie iba atrás debido al cansancio que para ella suponía una caminata así, y para Diana se debía al frío en sí. Desde la mañana, no había dejado de tener frío, de tener la piel extremadamente pálida y una expresión de completo cansancio, a pesar de que ella se sintiera bien. Y eso, muy en el fondo, preocupaba al resto. El día anterior, Diana había estado perfecta, pero no era lo que mostraba en aquellos momentos.

—¡Venga, humanos. Todavía somos jóvenes!— Gritó el señor Castor.

—Como vuelva a decir que aligeremos le convierto en un sombrero despeluchado.— Comentó Peter mientras subía a su espalda a su hermana pequeña.

—¿Estás bien?— Susan miró a Diana, la cual mostraba un aspecto todavía más demacrado.

—Sí, sí. No te preocupes.— Sonrió la chica, mientras Susan y Peter intercambiaban una mirada en la que, claramente, no creían que fuera así. Y lo confirmaba la palidez de sus labios.

—¡Aligerar!— Gritó de nuevo el señor Castor.

—Cada vez está más gruñón.— Murmuró Lucy.

—¡No!— Gritó la señora Castor alarmada. —Detrás de vosotros.— Los cuatro humanos se dieron la vuelta. —Es ella.— Añadió haciendo que todos salieran corriendo. Mientras corrían, Diana tropezó con una raíz, haciendo que cayera de bruces sobre la nieve.

—Vamos.— Peter ayudó a Diana a ponerse de pies, para después salir corriendo reuniéndose con el resto.

—Aquí.— Los seis se escondieron en una pequeña cueva, donde apenas tenían sitio para moverse. Segundos después, la sombra del trineo les indicó que debían de tener cuidado, estaban a escasos metros de ella y solo era cuestión de tiempo que alguno hiciera un sonido y mostrará el escondite.

—A lo mejor se ha ido ya.— Murmuró Lucy.

—Iré a ver.— Dijo Peter con las intenciones de ser el cebo.

—No.— Sentenció el señor Castor. —Muerto no le servirás a Narnia.— Afirmó el animal, dando a entender que sería él quien saldría

—Y tú tampoco, Castor.— Murmuró la señora Castor justamente antes de que su esposo la besara las manos para irse.

—Estará bien.— La tranquilizó Susan, para después observar a Diana la cual intentaba cerrar su abrigo. Aunque era muy evidente, Diana intentaba ocultar lo mal que se sentía.

—Venga, vamos, salid.— Dijo el señor Castor, haciendo que Lucy soltara un grito. —Espero que hayáis sido buenos.— Sonrió, mientras todos salían.

—En la mesa de piedra, ya no es invierno.— Explicó la señora Castor, mientras ayudaba a Diana a salir de la cueva.

Al salir a fuera, observaron que se trataba de un hombre que iba en un trineo, al verle, Diana se quedó completamente sorprendida. Era Santa.

—Feliz Navidad, señor.— Sonrió Lucy al reconocer al hombre.

—Así es, Lucy Pevensie. Desde que tus hermanos y tu llegaron a Narnia.— Sonrió mirando a todos los que allí estaban, y reconociendo a Diana.

—Creíamos que era la bruja.— Comentó Diana mostrando una sonrisa.

—Sí, lo siento mucho, querida. Pero en mi defensa diré que yo conduzco uno de estos antes que ella.— Se disculpó mientras comenzaba a quitarse los guantes.

—Creía que nunca era Navidad en Narnia.— Comentó Susan desconcertada.

—Lo dejó de ser cuando la bruja apareció y nuestra reina se marchó. Pero la esperanza que nos habéis traído, majestades, está empezando a debilitar la magia de la bruja.— Explicó el hombre con una gran sonrisa. —Pero, aún así creo que os vendría bien esto.— Comentó mientras se daba la vuelta.

—¡Regalos!— Gritó Lucy al reconocer lo que iba a suceder, haciendo sonreír a todos.

—Lucy.— Al escuchar su nombre, la aludida se acercó a Santa, el cual extrajo de la bolsa un pequeño frasco de cristal con la cabeza de un león dorado en uno de sus costados y en la tapa, junto al frasco, que estaba en una funda que estaba unido a un cinturón, había una daga, la cual en su empuñadura se encontraba una cabeza de león. —El jugo de la flor de fuego, con una gota cura cualquier herida.— Explicó entrengándola el frasco a Lucy. —Y ten esto, aunque espero que nunca tengas que utilizarlo.— Añadió dándola la daga.

—Gracias señor, pero... creo que seré muy valiente.— Comentó la niña viendo sus regalos.

—No me cabe la menor duda. Pero las batallas son siempre repugnantes.— Añadió mientras se ponía de pies y Lucy retrocedía. —Susan, confía en este arco no acostumbra a fallar.— Explicó entrengándola un arco de madera, con dibujos en dorado, junto con un carcaj de color blanco, con sus iniciales en plateado. En su interior se encontraba una gran cantidad de flechas.

—¿No ha dicho que las guerras son repugnantes?— La chica le miró confundida.

—Y aunque parezca que se te es difícil acerté escuchar, hazlo sonar. Y donde quiera que estés algo acudiría a socorrerte.— La indicó, ignorando la pregunta que está había hecho. Santa, le entregó a Susan un cuerno de color blanco, donde también se encontraba la cabeza de un león. Haciendo que Diana pensará seriamente, en que significando podía tener el león en todo aquello.

—Gracias.— Sonrió la chica.

—Peter.— Santa extrajo de la bolsa una espada, similar a la daga de Lucy; junto a un escudo idéntico al del collar de Diana. —Puede que no tardes mucho en utilizarlos.— Peter desenvaino la espada para admirarla, mostrando un filo brillante y afilado.

—Gracias señor.— Respondió Peter.

—Son armas, no juguetes. Utilizarlos como es debido.— Les indicó el hombre para después mirar a los castores.

—Señor y Señora Castor, cuando vuelvan al dique podrán ver que está terminado y en su interior podrá ver, señora Castor, una máquina de coser nueva.— Explicó Santa, haciendo que los dos animales sonrieran para después mirarse.

—Gracias.— Dijo el señor Castor.

—Diana.— La aludida alzó la cabeza, creyendo que ella no iba a ser nombrada. Al fin de cuentas, ella no tenía ningún destino. —Cuando llegues al campamento de Aslan todas tus preguntas se responderán. Pero, aún así, creo que es necesario que ayudes a los reyes.— Santa extrajo de la bolsa varias cosas. El primer objeto que la dio fueron dos espadas, similares a la de Peter, pero con la diferencia del tamaño, ya que eran más cortas. —Estas espadas, son únicas en todo Narnia. Fueron forjadas a raíz de una estrella.— Al escucharla, Diana le miró sorprendida, para después coger un arco de color negro con dibujos en plateado. —A diferencia del arco de la reina Susan, tu arco no requiere de ninguna flecha, cuando tenses su cuerda una flecha aparecerá.— Explicó sorprendiendo a la chica por sus palabras. —Se que las usarás con sabiduría.— Aseguró mientras cogía el saco y le volvía a poner sobre el trineo.

—Muchas gracias.— Sonrió Diana mientras se colocaba las armas.

—Bueno, mis señores, debo de irme. Cuando llevas cien años fuera el trabajo se te acumula.— Alegó Santa haciendo reír a todos, mientras se subía en el trineo. —¡Larga vida a Aslan y a la reina! ¡Y feliz Navidad!— Gritó justamente antes de arrear a los ciervos para que comenzarán a moverse, dejando a los seis allí, con sus regalos y con la satisfacción de que estaban haciendo algo por Narnia.

—Os dije que existía.— Alegó Lucy mirándo a sus hermanos.

—Ha dicho que el invierno está apunto de terminar...— Comentó Peter haciendo que Diana entendiera lo que quería decir.

—El hielo se descongela.— Término de decir la chica, mirando a los castores. —El río... ¿Seguirá congelado?— Diana les miró preocupada.

—No debes de que preocuparte, querida.— La tranquilizó la señora Castor, mientras volvían a retomar la marcha.

Aunque era cierto que las palabras de la castora iban con buenas intenciones, Diana no percibio lo mismo. No negaba que la había hecho mucha ilusión recibir un regalo, al igual que el resto, pero a diferencia de ellos, ella seguía teniendo frío y tener que atravesar un río helado el cual, posiblemente, podía estar descongelandose no la gustaba mucho. Sobretodo por el insignificante detalle de que ella no sabía nadar.

★★★

Adoro la escena y el capítulo en el que sale Santa. Le da más emoción a todo.

Bueno, retomando lo que es el capítulo, no es muy importante. Solamente por dos detalles, el frío que siente Diana, obviamente esta relacionado con su conexión a Narnia, y porque Santa la reconoce, él sabe quien es.

Al margen de ello, en su anterior versión, las armas de Diana no eran tan fantásticas como éstas, pero creo que hay que tener en cuenta que ella es la hermana de Aslan, y debe de tener algo diferente a los Pevensie.

Pero, retomando con los sucesos, el próximo capítulo es, posiblemente el más esperado y deseado por todos, aunque hay que tener en cuenta una cosa: la acción. Entenderéis todo.

¿Qué os ha parecido el capítulo?

Os leo ❤

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