
Capitulo 7
La prisión estaba en caos. Gritos, disparos y explosiones rompían la aparente tranquilidad que el grupo había logrado construir. El Gobernador había regresado, con un tanque a su mando y una determinación sangrienta en sus ojos.
Daryl se movía entre los escombros y el fuego, su ballesta firme en las manos, su mente dividida entre proteger a los suyos y la rabia que hervía dentro de él. Y entonces lo vio.
Viktor.
Estaba de pie junto al Gobernador, como una sombra elegante e imponente, observando la escena con una calma casi poética. Su rostro mostraba una leve sonrisa, como si disfrutara del caos que ayudó a sembrar.
Maldito... estás aquí.
El odio lo consumió al instante. Todo el dolor de perder a Merle, la humillación de aquella última pelea, y el odio acumulado hacia Viktor se encendieron como un fuego incontrolable.
Daryl comenzó a moverse hacia ellos, esquivando disparos y explosiones, sus ojos fijos en su objetivo. No le importaba el Gobernador, ni siquiera el tanque. Solo quería llegar hasta Viktor.
Finalmente, se encontró cara a cara con él. Viktor lo vio acercarse y su sonrisa se ensanchó. Era como si hubiera estado esperándolo.
— Daryl Dixon. Siempre tan... apasionado. — dijo Viktor con un tono calmado y burlón.
— ¡Voy a matarte, maldito hijo de puta! — gritó Daryl lleno de furia.
Sin esperar respuesta, Daryl se lanzó hacia él, su ballesta olvidada mientras lo embestía con toda su fuerza. Ambos cayeron al suelo, con Daryl golpeando a Viktor con puños llenos de rabia.
— ¡Esto es por Merle! ¡Por todo lo que hiciste!
Viktor, aunque cubriéndose como podía, no parecía asustado. De hecho, seguía sonriendo débilmente, incluso mientras la sangre comenzaba a brotar de su labio.
— ¿Eso es todo, Daryl? ¿Eso es todo lo que tienes? — dijo Viktor jadeando, pero burlándose.
La provocación solo lo enfureció más, pero antes de que pudiera hacer algo más, un disparo cercano lo obligó a retroceder. El Gobernador había alzado su arma, apuntando directamente a Daryl.
Daryl se levantó rápidamente, tomando su ballesta de nuevo y retrocediendo un paso, pero su mirada nunca dejó a Viktor.
Viktor se incorporó lentamente, limpiándose la sangre del rostro mientras sonreía con calma.
El sonido de explosiones cercanas interrumpió el momento, y Viktor y el Gobernador comenzaron a retirarse, desapareciendo entre el caos. Daryl se quedó allí, con el corazón latiendo con fuerza y el odio aún ardiendo en su interior.
Sabía que esto apenas era el comienzo. Y no descansaría hasta ver a Viktor muerto.
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La prisión estaba en ruinas. Los muros que alguna vez ofrecieron seguridad ahora yacían derrumbados, escombros desperdigados por todas partes. El tanque del Gobernador había dejado su huella, y los gritos de los sobrevivientes resonaban entre el caos. Fuego, humo, y sangre pintaban el escenario de la desesperación.
Daryl se movía entre los restos, con su ballesta lista. Su mirada estaba fija en un objetivo: Viktor. El hombre que había destruido tanto. El hombre que lo había despojado de su hermano. Ahora era su oportunidad de terminar con él.
Desde la distancia, Daryl lo vio. Viktor estaba allí, con su figura imponente e intocable, moviéndose con elegancia entre el caos como si el pandemonio no lo afectara. Pero no estaba solo. Frente a él estaba Beth, temblando, con los ojos llenos de terror.
Daryl sintió que su corazón se detuvo. Su instinto fue alzar su ballesta y apuntar directo al corazón de Viktor. Este era el momento. Podía terminarlo todo. Podía vengar a Merle, salvar a Beth, y deshacerse de aquel monstruo de una vez por todas.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de disparar, algo inesperado sucedió.
Uno de los hombres del Gobernador salió de entre los escombros, su arma apuntando directamente a Beth. Daryl sintió el pánico invadirlo; sabía que no llegaría a tiempo. Pero, antes de que pudiera reaccionar, Viktor se movió.
En un giro rápido y mortal, Viktor desarmó al hombre con una precisión casi artística, clavándole su cuchillo en el cuello. El atacante cayó al suelo, y Beth, aunque aterrorizada, seguía intacta.
Daryl bajó ligeramente su ballesta, confundido. Sus ojos se entrecerraron, tratando de entender lo que acababa de presenciar.
Viktor no parecía estar amenazando a Beth. Por el contrario, su postura era tranquila, sus movimientos lentos, casi calculados, mientras se agachaba para ayudarla a levantarse de entre los escombros.
— Tranquila, no te haré daño. Estás a salvo conmigo. — dijo Viktor con voz suave.
Beth lo miraba con miedo, pero también con un destello de esperanza. Viktor extendió una mano, su expresión era sorprendentemente sincera, casi amable.
— Los hombres del Gobernador no tendrán piedad, pero yo no soy como ellos. Confía en mí, Beth. — dijo Viktor mirándola a los ojos.
Daryl, observando desde la distancia, sintió que su furia se transformaba en confusión. ¿Qué estaba haciendo Viktor? ¿Por qué hablaba así? Su instinto le gritaba que disparara, pero sus manos temblaban. Algo en la escena lo hacía dudar, y eso lo enfurecía aún más.
Beth, aún temerosa, tomó la mano de Viktor. Él la ayudó a ponerse de pie, y luego la guió hacia un rincón protegido de la prisión.
— Quédate aquí. No hagas ruido, y estarás bien. — dijo Viktor sonriendo suavemente.
Beth asintió lentamente, sus ojos aún llenos de desconfianza, pero algo en la forma de hablar de Viktor la hacía querer creerle.
Daryl, apretando los dientes, salió de su escondite y apuntó su ballesta directamente a Viktor. Su corazón latía con fuerza, la ira y la confusión chocando dentro de él.
— ¡Aléjate de ella, maldito!
Viktor se giró lentamente hacia él, sus ojos verdes brillando con una mezcla de burla y calma. Levantó las manos en señal de rendición, pero su sonrisa persistía.
— Relájate, Daryl. Solo estaba asegurándome de que tu pequeña amiga estuviera a salvo. — dijo Viktor en tono tranquilo.
— ¡Cállate! ¿Qué demonios estás haciendo?
— Sobrevivir. Y, en el proceso, proteger a alguien que te importa. ¿No es eso lo que harías tú?
Daryl dudó, su mirada alternando entre Beth y Viktor. La rabia aún ardía en su interior, pero algo en las palabras de Viktor lo hacía titubear.
— Él... él me salvó. — dijo Beth mirando a Daryl, en un susurro.
Esa frase fue como una daga en el corazón de Daryl. ¿Viktor, el hombre que había destruido todo lo que amaba, salvando a alguien de su grupo? No tenía sentido. Nada de esto tenía sentido.
Viktor dio un paso hacia Daryl, aún con las manos en alto.
— Si quieres matarme, Daryl, adelante. Pero recuerda esto: no soy tu enemigo. Al menos, no hoy. — dijo Viktor con una sonrisa calculadora.
Daryl apretó el gatillo de su ballesta, pero no disparó. Su mano temblaba demasiado. Viktor lo miró fijamente, y por un instante, hubo algo en sus ojos que lo descolocó. Algo que no era miedo, sino curiosidad.
El humo era denso y el calor del fuego comenzaba a ser insoportable. Los caminantes se acercaban con sus gruñidos guturales, atraídos por el caos de la prisión. Viktor se mantenía sorprendentemente sereno, de pie junto a Beth, mientras Daryl lo observaba con el ceño fruncido y la ballesta aún firme en sus manos.
— No sé ustedes, pero no creo que quedarnos aquí sea una idea sensata. — dijo Viktor mirando hacia los caminantes.
— ¡Nadie te pidió tu opinión, bastardo! No vas con nosotros.
Beth, nerviosa y temblando, miró a Daryl y luego a Viktor. El fuego crepitaba más cerca, y los gemidos de los muertos vivientes parecían multiplicarse.
— Daryl, no podemos quedarnos aquí... — dijo Beth en un susurro, mirando a Daryl.
— Tienes razón, Beth. Pero parece que tu amigo aquí prefiere discutir mientras los muertos se acumulan. — dijo Viktor dando un paso adelante, alzando las manos en un gesto de calma.
Daryl se giró hacia Viktor con los dientes apretados, acercándose con pasos firmes.
— ¡Cierra la maldita boca! No vas con nosotros, no después de todo lo que hiciste.
— ¿Qué hice, Daryl? ¿Salvar a Beth? Porque, que yo recuerde, eso es exactamente lo que hice. — dijo Viktor con una sonrisa sarcástica.
Daryl levantó su ballesta, apuntando directamente al pecho de Viktor, pero Beth se interpuso entre los dos, extendiendo las manos como una barrera.
— ¡Daryl, basta! Él me salvó. No importa por qué lo hizo, pero lo hizo. Ahora necesitamos salir de aquí. — pidió Beth desesperada.
Daryl respiraba agitadamente, sus ojos fijos en Viktor. Cada parte de su ser quería apretar el gatillo, acabar con él en ese mismo instante. Pero Beth tenía razón; estaban perdiendo tiempo valioso.
— No voy a justificarme ante ti, Daryl. Sé que me odias, y créeme, lo disfruto. Pero ahora mismo, si quieres proteger a Beth, tienes que admitir que estoy en mejor posición para ayudarlos a salir de aquí vivos. — dijo Viktor con voz tranquila, pero firme.
— ¿Por qué demonios querrías ayudarnos?
— Quizá porque salvarte la vida será mucho más satisfactorio que simplemente verte morir aquí como un perro rabioso.
El comentario encendió más la furia de Daryl, pero Beth lo interrumpió nuevamente, con lágrimas en los ojos.
— Daryl, por favor. Tenemos que irnos.
Daryl apretó los puños, su cuerpo temblando de ira. Finalmente, bajó la ballesta, pero no dejó de mirar a Viktor con absoluto desprecio.
— Un movimiento en falso, y te atravieso el corazón. — dijo Daryl señalándolo con el dedo.
— Como quieras, Daryl. Pero primero salgamos de aquí antes de que el fuego o los muertos lo hagan por ti. — dijo Viktor con una leve sonrisa.
Con el sonido de los caminantes cada vez más cerca y las llamas extendiéndose por los restos de la prisión, Daryl, Beth y Viktor comenzaron a moverse, dejando atrás el caos. Daryl caminaba al frente, con Beth siguiéndolo de cerca. Viktor, a propósito, se mantenía detrás, disfrutando del constante vistazo de odio que Daryl le lanzaba por encima del hombro.
Esto apenas comienza.
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