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Capitulo 20

El cuarto estaba en penumbras, iluminado apenas por una débil lámpara que parpadeaba ocasionalmente. Viktor estaba sentado en una silla con una pierna cruzada sobre la otra, observando a Daryl con una expresión de absoluto control. Daryl permanecía de pie cerca de la puerta, rígido y tenso, como si cada músculo de su cuerpo estuviera al borde de estallar.

— Sabes, Daryl, — comenzó Viktor con su tono suave pero cargado de intenciones —, lo que hiciste anoche... fue más que interesante. Me pregunto si en algún rincón de tu mente estabas buscando esto todo el tiempo.

Daryl apretó los puños, su mandíbula trabajando mientras intentaba ignorar las palabras de Viktor. No le respondía, pero su silencio solo parecía alimentar la satisfacción de Viktor, quien se levantó lentamente de su asiento y comenzó a caminar hacia él.

— ¿Qué pensará Rick de esto? ¿O Michonne? ¿Tu preciosa "familia"? ¿Se lo contarás algún día? —continuó Viktor, inclinándose levemente hacia él, con la clara intención de provocarlo aún más.

— Cállate, — gruñó Daryl, la furia hirviendo en su voz.

Viktor sonrió ampliamente, disfrutando cada segundo de la reacción de Daryl. Dio otro paso hacia él, cerrando el espacio entre ambos hasta que sus rostros quedaron a unos centímetros de distancia.

— ¿Por qué tanto enojo, Daryl? Al final, yo no te obligué. Esa decisión fue toda tuya. Lo interesante es... ¿cuánto tiempo más vas a seguir convenciéndote de que lo hiciste solo por ellos y no por ti mismo?

Antes de que Daryl pudiera responder, un estruendo sacudió las paredes. Se escucharon disparos afuera, seguidos de gritos y explosiones. Era evidente que algo grave estaba ocurriendo en Terminus, pero ninguno de los dos pareció alarmarse. La tensión entre ellos se mantenía tan densa que el caos del exterior parecía inexistente.

— Parece que tus amigos han llegado a su meta, — murmuró Viktor, aunque no se movió ni un centímetro para investigar. — Tal vez debería salir y ver si necesitan ayuda... o tal vez no.

Daryl finalmente rompió la distancia, empujándolo hacia la pared con fuerza, pero Viktor no mostró resistencia. En lugar de eso, dejó escapar una breve risa y lo miró directamente a los ojos, sus manos levantadas como si se estuviera rindiendo, aunque su mirada decía todo lo contrario.

— Ese temperamento tuyo es lo que más me gusta, — dijo Viktor, sus palabras cargadas de desafío. —Adelante, Daryl. Haz lo que quieras conmigo. Después de todo, ahora somos "socios", ¿no?

Los disparos se intensificaron, y un grito cercano hizo eco por los pasillos. A pesar de todo, ni Viktor ni Daryl se movieron. Ambos estaban atrapados en una tormenta de tensión y emociones que no podían controlar, ignorando el mundo exterior que estaba literalmente desmoronándose a su alrededor.

El caos en Terminus se intensificaba con cada segundo. Los gritos, los disparos y el sonido de las explosiones llenaban el aire, pero dentro de ese cuarto apenas iluminado, Daryl y Viktor parecían ajenos al desastre que los rodeaba.

Daryl, con la respiración agitada y la furia grabada en cada músculo, miraba fijamente a Viktor, quien permanecía apoyado contra la pared con su sonrisa habitual, desafiándolo, como si estuviera esperando algo.

— Eres un maldito imbécil, — gruñó Daryl, con la voz cargada de desprecio, pero algo en su tono traicionaba la intensidad de otros sentimientos que no quería admitir.

Viktor arqueó una ceja y se inclinó un poco hacia él, provocador como siempre.

— Por supuesto que lo soy. Pero lo que realmente te molesta, Daryl, es que no puedes decidir si quieres matarme o...

Antes de que pudiera terminar, Daryl cerró la distancia entre ambos con un movimiento rápido y brusco, presionando sus labios contra los de Viktor con una mezcla de odio y algo que no quería reconocer. El beso era duro, sin espacio para delicadezas, cargado de frustración, rabia y una pasión reprimida que finalmente explotaba.

Viktor, sorprendido por apenas un instante, no tardó en corresponder, envolviendo una mano en la nuca de Daryl para intensificar el contacto. Su sonrisa habitual desapareció, reemplazada por un fervor que no solía dejar salir tan fácilmente.

Cuando Daryl finalmente se separó, respiraba con dificultad, sus ojos azules brillando con una mezcla de furia y confusión.

— Eres un maldito psicópata, — espetó, limpiándose la boca con el dorso de la mano. — Te odio completamente.

Viktor, con los labios ligeramente hinchados por el beso, lo miró con esa expresión de satisfacción que siempre lograba exasperarlo.

— Claro que me odias, — respondió con calma, aunque había un toque de emoción en su voz. — Pero también sientes esto. Lo que sea que "esto" sea. No me lo niegues, Daryl. Es más fácil de lo que crees.

Daryl apretó los puños, su cuerpo temblando de emoción contenida. 

— No entiendes nada. Es más complicado de lo que parece.

— ¿Más complicado? — replicó Viktor, inclinando la cabeza. — Esto no tiene nada de complicado. Ambos estamos tan jodidos que encajamos a la perfección. Pero tú eres el que no quiere admitirlo.

Daryl no soportó más y volvió a besarlo, esta vez con la misma brusquedad, pero también con algo más profundo. Viktor lo recibió con el mismo ímpetu, atrapándolo entre sus manos mientras la tensión entre ellos explotaba como las balas y explosiones afuera.

El mundo podía estar desmoronándose a su alrededor, pero en ese momento, dentro de ese cuarto, nada más importaba.

Una explosión sacudió las paredes, haciendo que el polvo cayera del techo y el suelo vibrara bajo sus pies. Ambos se separaron bruscamente, respirando agitadamente, mientras el caos que habían ignorado hasta ese momento volvía a ser imposible de ignorar.

Viktor enderezó su postura y ajustó la chaqueta que llevaba, con una calma casi irritante para la situación.

— Bueno, como emocionante como esto ha sido, creo que es hora de movernos. Este lugar se está cayendo a pedazos.

Daryl lo miró con los labios apretados, su mente aún atrapada entre lo que acababa de suceder y la realidad de su situación. Pero antes de que pudiera decir algo, Viktor se acercó un paso más, clavando sus ojos en los de Daryl con esa mirada calculadora que siempre parecía leerlo por completo.

— Sabes que no puedes regresar con ellos, ¿verdad? — dijo Viktor, su tono firme pero con un toque casi... compasivo. — Hicimos un trato, y yo lo he cumplido. Tus amigos están libres. Pero tú... — se inclinó ligeramente hacia él, su voz bajando — tú vienes conmigo.

Daryl apretó los puños, mirando a Viktor con una mezcla de frustración, odio y resignación. Sabía que tenía razón. Había tomado esa decisión en un momento de desesperación, y aunque le costara admitirlo, no podía romper su palabra.

— Lo sé, — murmuró, su voz áspera. — Lo sé.

Viktor sonrió apenas, una sonrisa que no era de burla, sino más bien de triunfo.

— Bien. Entonces no pierdas el tiempo dudando. Este lugar no va a durar mucho más.

Ambos comenzaron a moverse hacia la puerta, pero antes de salir, Viktor se detuvo y lo miró por encima del hombro.

— Y recuerda, — añadió con un tono que mezclaba advertencia y promesa — yo no doy segundas oportunidades. Si estás conmigo, estás conmigo. No hay vuelta atrás, Daryl.

Daryl no dijo nada, pero lo siguió, sabiendo que su decisión estaba tomada. Afuera, el sonido de disparos y explosiones continuaba llenando el aire. Mientras caminaban entre el caos, Daryl miró una última vez hacia el humo y las llamas que consumían Terminus, dejando atrás a su grupo y todo lo que conocía, consciente de que acababa de cruzar un punto sin retorno.

Mientras atravesaban las ruinas de Terminus, con las explosiones aún resonando en la distancia, Daryl finalmente rompió el silencio, incapaz de contener su frustración.

— ¿Qué diablos hiciste, Viktor? — espetó, deteniéndose abruptamente y girándose hacia él con furia en los ojos. — Lo único que te pedí fue que liberaras a mi grupo. No que destruyeras todo este maldito lugar.

Viktor, que hasta ese momento había caminado con las manos casualmente metidas en los bolsillos, se detuvo y giró para enfrentarlo, con esa sonrisa despreocupada que parecía diseñada para irritar.

— ¿Y qué tiene eso de malo? — respondió con un tono ligero, como si estuvieran discutiendo el clima. — Un poco de diversión no le hace daño a nadie. Además, esto era inevitable. Terminus ya no era tan interesante como antes.

Daryl apretó los puños, sintiendo cómo la ira hervía dentro de él.

— ¡¿Diversión?! Esto no es diversión, Viktor. Estas personas... — se detuvo, tragándose las palabras al recordar que esas personas eran caníbales. — Esto no tenía que acabar así.

Viktor inclinó ligeramente la cabeza, observándolo con un aire de falsa inocencia.

— Oh, vamos, Daryl. Sabes tan bien como yo que no iban a dejarlos ir tan fácilmente. Si no los detenía ahora, tú o tu grupo habrían terminado en sus platos tarde o temprano.

Daryl lo miró con incredulidad, sacudiendo la cabeza.

— ¿Y tú decides que la mejor manera de manejarlo es volar todo al infierno?

Viktor dio un paso hacia él, acortando la distancia entre ambos.

— Decidí que era mejor asegurarme de que no tuvieran la oportunidad de lastimar a nadie más. Además, — agregó, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos — tú y yo necesitábamos un cambio de escenario, ¿no crees?

Daryl retrocedió un paso, apretando la mandíbula, tratando de encontrar algo que decir. Finalmente, simplemente negó con la cabeza, sintiéndose atrapado por sus propias decisiones y las acciones impredecibles de Viktor.

— Eres un maldito loco, — murmuró, antes de darle la espalda y seguir caminando, tratando de dejar atrás la conversación.

Viktor, sin embargo, no parecía afectado. Solo sonrió para sí mismo y siguió a Daryl, con una expresión de satisfacción como si todo estuviera saliendo según su plan.

Viktor, con su típica calma calculadora, se detuvo en medio de las ruinas de Terminus, mientras Daryl caminaba delante de él con los puños cerrados y los hombros tensos.

— Daryl, — llamó, su tono suave pero cargado de esa familiar mezcla de burla y desafío.

Daryl no respondió, pero se detuvo. Sabía que no podía ignorarlo por mucho tiempo.

— Por más que digas que me odias, hay algo que ambos sabemos muy bien, — continuó Viktor, acercándose lentamente a él. — Jamás serías capaz de matarme.

Daryl giró bruscamente, sus ojos llenos de furia.

— ¿Y qué diablos te hace pensar eso?

Viktor sonrió ampliamente, como si estuviera esperando esa reacción. Metió una mano en su chaqueta y sacó un cuchillo, uno que reflejaba débilmente las llamas que aún ardían en los escombros de Terminus. Lo sostuvo frente a Daryl, el filo centelleando bajo la luz.

— Llámalo intuición, — dijo con un tono ligero, extendiéndole el cuchillo. — Pero si estás tan seguro de que me odias tanto... entonces demuéstralo.

Daryl miró el cuchillo y luego a Viktor, sus ojos oscuros como una tormenta.

— ¿Me estás retando?

— No, — respondió Viktor, encogiéndose de hombros como si no fuera la gran cosa. — Estoy confirmando lo que ya sé. No puedes hacerlo. Así que adelante, Daryl. Tómalo. Termina con esto.

Por un momento, el silencio se volvió insoportablemente pesado. Daryl arrancó el cuchillo de las manos de Viktor, con tanta fuerza que casi lo derriba. Apuntó el arma hacia el pecho de Viktor, su mano temblando ligeramente mientras sus pensamientos se arremolinaban en su mente.

Viktor no se movió. No mostró miedo, ni siquiera un atisbo de preocupación. Solo lo miró con esos ojos calculadores y ligeramente divertidos, como si estuviera disfrutando del espectáculo.

— ¿Qué estás esperando? — preguntó, su voz casi un susurro. — Sabes que sería tan fácil...

Daryl apretó los dientes, su mandíbula tensa mientras su agarre en el cuchillo se volvía más fuerte. Estaba tan cerca. Tan jodidamente cerca. Pero algo en él no podía dar el paso final. No importaba cuánto quisiera negarlo, había algo que lo retenía.

Con un gruñido frustrado, arrojó el cuchillo al suelo y se alejó, respirando con fuerza.

— Eres un maldito imbécil, — murmuró, sin atreverse a mirarlo de nuevo.

Viktor recogió el cuchillo del suelo con calma, limpiándolo con la manga de su chaqueta.

— Y tú eres un caso fascinante, Daryl Dixon, — dijo, guardándose el cuchillo nuevamente. — Sabes que tengo razón.

Daryl no respondió. Solo siguió caminando, con la furia ardiendo en su pecho, pero también con un peso en su mente que no podía ignorar.

El sonido de las botas de Daryl golpeando el suelo resonaba con fuerza en la distancia, pero Viktor, con su andar despreocupado, se mantuvo siguiéndolo. Las brasas de Terminus todavía chisporroteaban tras ellos, pero lo único que ardía con más intensidad era la furia contenida de Daryl.

— Dime, Daryl, — empezó Viktor con ese tono burlón que parecía diseñado para encenderle los nervios. — ¿Es así como manejas siempre tu ira? ¿Caminando como si pudieras dejarla atrás?

Daryl se detuvo en seco, pero no se dio la vuelta. Sus hombros subían y bajaban con su respiración pesada.

— Déjame en paz, — gruñó, con una advertencia en su tono que solo animó más a Viktor.

— Oh, claro, — continuó Viktor, caminando alrededor de él, como un depredador acechando a su presa. — Después de todo, es lo que haces mejor, ¿no? Deshacerte de las cosas que no puedes manejar. Como hiciste con tu hermano.

Daryl giró con una velocidad que casi no le daba tiempo a Viktor para retroceder, sus ojos ardiendo con una mezcla de furia y dolor.

— No te atrevas a hablar de Merle, — advirtió Daryl, con los puños cerrados.

Viktor sonrió, satisfecho de haber tocado una fibra sensible.

— ¿Por qué no? Es un tema fascinante. Mataste a tu propio hermano convertido, está claro. Pero tranquilo, entiendo que lo hiciste por un bien mayor. Yo mismo, técnicamente, también le di mi corazón a alguien... literalmente, — añadió con una sonrisa torcida, refiriéndose al grotesco regalo que le había dado a Daryl.

— ¡Cállate! — gritó Daryl, dando un paso hacia él, pero Viktor no se inmutó.

— Y luego está el matadero, — continuó Viktor refiriéndose a Terminus, ignorando la advertencia. — Te llevé directamente allí sin decirte la verdad. Oh, pero espera, eso no fue lo peor, ¿verdad? Lo peor fue descubrir que lo sabía todo y que aún así no hice nada. ¿Me recuerdas agradeciéndole a Gareth por 'respetar mis deseos'? Sí, eso fue divertido.

— Eres un maldito enfermo, — gruñó Daryl, su voz goteando veneno.

Viktor se inclinó ligeramente hacia él, acortando la distancia entre ellos.

— ¿Y Beth? — preguntó, suavemente, como si fuera solo un detalle más. — Ah, sí, de eso no hemos hablado aún. Sabía dónde estaba. Podría haber hecho algo. Tal vez debería haberlo hecho, pero... no lo hice y no lo haré. ¿Y sabes por qué? Porque no quiero.

El rostro de Daryl se torció en una mezcla de incredulidad y rabia pura.

— ¿Qué dijiste?

— Lo que oíste, — respondió Viktor, con frialdad. —Sé dónde está. Está viva. Pero no voy a decírtelo. No todavía. Después de todo, ¿qué diversión habría en eso?

La reacción fue instantánea. Daryl se lanzó hacia Viktor, su furia incontenible. Lo agarró por el cuello de la chaqueta y lo empujó contra un árbol con tanta fuerza que el tronco crujió.

— ¡Dime dónde está! — gritó, su voz quebrándose por la emoción.

Viktor, a pesar de la situación, solo sonrió. Esa sonrisa sardónica que siempre parecía tener en los labios.

— Ahí está, — dijo, con una voz apenas audible debido a la presión. — Eso es lo que quería ver...

Daryl apretó los dientes, sus manos temblando mientras lo sujetaba. En ese momento, la línea entre matarlo o soltarlo era casi inexistente.

El impacto del comentario de Viktor cayó como una bomba sobre Daryl.

— En vez de vengar la muerte de tu hermano, ¿qué haces? Besas a quien lo mató. ¿Qué diría Merle si te viera ahora? Seguro estaría riéndose... o maldiciendo tu nombre. — Viktor soltó una carcajada suave y burlona, como si la idea le divirtiera más de lo que debería.

Daryl apretó los puños, sus nudillos blancos de la fuerza con la que sostenía el cuchillo que había sacado sin darse cuenta. La furia y el dolor se mezclaban en su pecho, cada palabra de Viktor clavándose como una daga en su interior.

— Cierra la maldita boca, — gruñó, su voz grave y cargada de una rabia contenida.

Viktor no se detuvo. No sabía hacerlo.

— No puedes negarlo, Daryl. Me besaste con esas mismas manos que deberían haberme matado. ¿Y ahora qué? ¿Vas a seguir pretendiendo que me odias?

El aire entre ambos parecía electrificado. Daryl levantó la mirada, su mandíbula apretada, y Viktor notó algo diferente en sus ojos. Algo peligroso.

Antes de que Viktor pudiera decir algo más, Daryl actuó. Rápido. Instintivo. Letal. El cuchillo se hundió en el abdomen de Viktor con un sonido húmedo y pesado. Ambos quedaron inmóviles por un segundo que pareció eterno.

Los ojos de Viktor se abrieron ligeramente, una mezcla de sorpresa y, para su desconcierto, algo que parecía... admiración. Miró hacia abajo, viendo la sangre comenzar a manchar su ropa.

— Lo hiciste, — murmuró Viktor, casi incrédulo, su tono un eco de satisfacción amarga.

Daryl retrocedió un paso, dejando el cuchillo clavado, su respiración agitada mientras miraba lo que había hecho. Su mente estaba en blanco, incapaz de procesar la mezcla de emociones que lo invadían.

Viktor se tambaleó ligeramente, apoyándose en un árbol cercano para no caer. A pesar del dolor evidente, esbozó una sonrisa torcida.

— Sabía que había algo especial en ti, Daryl, —susurró, su voz ronca por el esfuerzo. — Siempre supe que tenías algo oscuro...

Daryl no dijo nada. Sus manos temblaban, y su mirada estaba fija en el hombre frente a él, tratando de encontrar alguna sensación de alivio en lo que acababa de hacer, pero solo encontró un vacío profundo.

Daryl permaneció inmóvil mientras observaba la sangre fluir del abdomen de Viktor. Podría haberlo dejado ahí, herido, desangrándose, pagándole por todas las atrocidades que había hecho. Podría haber terminado todo en ese instante y librarse de él para siempre. Era lo lógico, lo justo.

Pero antes de que siquiera pudiera procesar esa idea, sus manos ya se movían. Instintivamente, casi con rabia consigo mismo, arrancó un pedazo de tela de su camisa y se agachó frente a Viktor.

— Quédate quieto, — gruñó Daryl mientras presionaba con fuerza la tela contra la herida, intentando detener la hemorragia.

Viktor lo miraba con una mezcla de dolor y diversión. Incluso en ese estado, su arrogancia parecía intacta.

— ¿Qué estás haciendo, Daryl? — murmuró, su voz ronca pero teñida de burla. — ¿Intentando salvarme después de apuñalarme? ¿Es eso culpa que siento en el aire?

— Cállate, — respondió Daryl con dureza, apretando más fuerte. Su mandíbula estaba tensa, sus movimientos bruscos, como si intentara convencer a ambos de que lo hacía por obligación, no por elección.

Viktor dejó escapar una risa débil, aunque su rostro se torció por el dolor.

— Eres un caso curioso, Daryl Dixon. No sabes si odiarme o salvarme. Supongo que no puedes decidirte, ¿eh?

— Deja de hablar de una maldita vez, — Daryl levantó la voz, su paciencia colapsando. — No lo hago por ti. Lo hago porque... porque no soy como tú.

Viktor levantó una ceja, observándolo con detenimiento mientras Daryl trabajaba en detener la hemorragia. Su sonrisa burlona regresó, aunque débil.

— Claro que no lo eres, — susurró. — Tú eres mejor. Siempre lo has sido... ¿o eso es lo que necesitas decirte para dormir por las noches?

Daryl dejó de presionar por un segundo, su mirada ardiente encontrándose con los ojos de Viktor.

— Te estoy salvando porque no voy a cargar con la culpa de dejarte morir. Pero no creas que esto significa que me importa.

Viktor soltó una carcajada baja, jadeante.

— Sigue diciéndote eso, cariño.

Daryl volvió a concentrarse en la herida, su mente atrapada en un remolino de emociones. A pesar de todo lo que Viktor había hecho, a pesar de cuánto lo odiaba, simplemente no podía dejarlo morir ahí, no así. ¿Por qué? Esa era una respuesta que todavía no quería enfrentarse a buscar.

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