
Capitulo 12
Viktor se acercó lentamente a Daryl, sus ojos brillando con una calma perturbadora, como si estuviera disfrutando de la tensión entre ellos. Su voz se suavizó, pero la intensidad seguía siendo palpable.
— Nunca te dejaré en paz, Daryl, — dijo, sus palabras cargadas de un tono que parecía estar rozando la fascinación. — Estamos unidos por algo mucho más profundo de lo que crees. Este lazo entre nosotros es inevitable. Y lo sabes.
Daryl, con el ceño fruncido y el odio brillando en su mirada, apenas pudo contener su furia.
— Estás completamente loco. Estás obsesionado, — respondió, su voz tensa y llena de desprecio. — Piensas que por haberme apuñalado una vez, eso nos hace... ¿qué? ¿Unidos? ¿Amigos?
Viktor no se inmutó. Solo lo miró con una sonrisa enigmática, la cual parecía más una mezcla de satisfacción y certeza.
— No, Daryl, — dijo, casi susurrando. — No soy tu amigo. Pero soy tuyo. Y lo seré, siempre. Porque, al final de todo, no puedes escapar de lo que soy para ti. De lo que nosotros somos.
Las palabras de Viktor flotaron en el aire como un veneno, provocando que el corazón de Daryl latiera más rápido, lleno de rabia, pero también con un sentimiento de incomodidad creciente. La amenaza en las palabras de Viktor no era solo física, era algo más profundo, algo que tocaba el alma.
Daryl respiró hondo, con la mandíbula apretada, deseando que las palabras de Viktor fueran solo una retorcida broma.
— Nunca, Viktor, — dijo, su tono grave y firme. — Nunca serás mío. Jamás.
Viktor se rió suavemente, como si encontrara algo entretenido en la reacción de Daryl, pero su mirada no perdió intensidad.
— Lo veremos, Daryl, — dijo, su voz cargada de un misterio inquietante. — Lo veremos.
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La habitación estaba en completo silencio, la luz tenue de la luna filtrándose a través de las ventanas rotas. Daryl había sucumbido al sueño por primera vez en mucho tiempo, su cuerpo agotado por las constantes vigilias. No confiaba en Viktor, y su mente siempre estaba alerta, pero el desgaste había sido demasiado. Había caído en un sueño profundo, casi involuntario.
Pero algo lo despertó. Un roce en su piel. Un toque en la cicatriz que Viktor le había dejado.
Daryl despertó de golpe, un respingo que lo hizo sentarse de un salto, su corazón acelerado. La sensación de vulnerabilidad lo invadió instantáneamente, y al abrir los ojos, la imagen que vio fue aún más inquietante. Viktor estaba ahí, parado cerca de él, su rostro extraño y sereno, sus ojos clavados en la cicatriz en su abdomen. La camisa de Daryl, que antes había estado cubierta, se había levantado mientras dormía, dejando al descubierto la marca que Viktor le había dejado.
El gesto de Viktor era casi de adoración, como si estuviera observando una obra de arte en lugar de una herida. Su voz suave y cargada de una devoción retorcida rompió el silencio.
— Es fascinante, — murmuró Viktor, sus dedos acercándose de forma intrusiva a la cicatriz, tocándola con una suavidad espeluznante. — Es un símbolo, Daryl. Un recordatorio de lo que compartimos. De lo que somos.
Daryl se quedó inmóvil por un segundo, completamente perplejo. La invasión de su espacio personal y la intimidad de la situación lo dejaron sin palabras, su mente luchando entre el impulso de golpear a Viktor o simplemente salir corriendo. Nunca antes había sentido una mezcla tan extraña de vulnerabilidad y furia. Era una sensación incómoda, como si Viktor estuviera manipulando más que solo su cuerpo, sino también su mente.
— ¡Qué demonios estás haciendo! — gruñó finalmente Daryl, su voz baja pero llena de veneno, intentando apartarse de Viktor, pero el toque era suave, casi como si Viktor estuviera obsesionado con esa marca.
Viktor lo observó, su sonrisa sutil, como si no le importara la reacción de Daryl en lo más mínimo.
— Solo estoy apreciando lo que has llegado a ser. Lo que ambos somos. Este es un lazo, Daryl, uno que no puedes deshacer, — dijo, casi como un susurro, su tono tan calmado que solo lo hacía más inquietante.
Daryl, aún perplejo y con el cuerpo tenso, miró a Viktor con desdén, pero dentro de él, algo se encendió: una rabia aún más profunda. ¿Por qué siempre sentía que Viktor lo empujaba al límite, lo arrinconaba de esta manera? ¿Por qué su presencia era tan perturbadora, tan difícil de ignorar?
— Vete de mi maldito espacio, — gruñó Daryl, su voz apenas controlada, pero Viktor no mostró señales de moverse. Al contrario, parecía disfrutar aún más de la tensión, de la reacción que provocaba en Daryl.
— Lo haré, — dijo Viktor con calma, alejándose finalmente, pero su mirada nunca dejó de ser intensa. — Por ahora.
Daryl se quedó allí, respirando con dificultad, sus músculos tensos, completamente consciente de la extraña e inquietante conexión que Viktor siempre lograba establecer, aunque él se negara a aceptarla.
El sol apenas empezaba a despuntar sobre las copas de los árboles cuando Daryl abrió los ojos, su mente todavía adormecida pero alerta como siempre. Instintivamente, miró alrededor de la pequeña fogata apagada donde habían pasado la noche, buscando a Beth primero y luego, con más cautela, a Viktor. Pero este último no estaba.
— Perfecto, — murmuró Daryl para sí mismo, un destello de satisfacción cruzando su rostro. Sin perder tiempo, se levantó y comenzó a recoger sus cosas. Beth, quien también estaba despertando, lo miró con confusión.
— ¿Qué pasa? ¿Y Viktor? — preguntó mientras ajustaba su mochila.
— No importa dónde esté, — respondió Daryl con frialdad. — Es mejor así. Vámonos antes de que vuelva.
Beth vaciló por un momento, su mirada reflejando preocupación. Sabía lo mucho que Daryl odiaba a Viktor, pero también sabía que no dejar a alguien atrás, por muy extraño o peligroso que fuera, no era algo que el viejo Daryl Dixon hubiera hecho. Sin embargo, decidió no discutir.
Los dos comenzaron a avanzar por el bosque, sus pasos apresurados pero silenciosos. Daryl mantenía sus ojos en el camino, siempre alerta, mientras Beth intentaba mantener el ritmo.
— ¿Crees que estará bien? — se atrevió a preguntar ella después de un rato, rompiendo el incómodo silencio.
— No me importa, — respondió Daryl de inmediato, su tono cortante. — Ese tipo sabe cuidarse solo. Más de lo que debería.
Sin embargo, su alivio fue breve. Apenas unos minutos después de caminar, el crujir de ramas detrás de ellos los hizo detenerse en seco. Daryl giró rápidamente, su ballesta ya apuntando hacia la dirección del ruido, y Beth se escondió detrás de él.
— ¿Me extrañaron? — La voz inconfundible de Viktor surgió de entre los árboles antes de que su figura emergiera, sosteniendo dos botellas de agua limpia en las manos. Una sonrisa tranquila y segura adornaba su rostro, como si supiera exactamente lo que estaban pensando.
Daryl bajó lentamente la ballesta, su mandíbula apretándose.
— ¿Cómo demonios nos encontraste? — gruñó, su tono lleno de irritación.
Viktor alzó una ceja, divertido.
— Vamos, Dixon. ¿Crees que dejaría que te deshicieras de mí tan fácilmente? Además, pensé que necesitarían esto. — Extendió una de las botellas hacia Beth, quien la tomó con vacilación, agradeciendo en voz baja.
Daryl lo fulminó con la mirada, su frustración aumentando al darse cuenta de que Viktor siempre encontraba la manera de imponerse.
— Deja de seguirnos, — espetó Daryl, dando un paso hacia él, pero Viktor no se inmutó.
— ¿Seguirlos? Yo diría que estamos juntos en esto, Dixon. ¿No te das cuenta? Donde tú vayas, yo voy. — Su tono era calmado pero cargado de algo inquietante, y esa sonrisa retorcida nunca abandonó su rostro.
Beth intentó suavizar la situación, interponiéndose entre ambos.
— Ya está, Daryl. Tiene razón, necesitamos agua... y más manos nunca sobran.
Daryl chasqueó la lengua, claramente molesto pero sin más opción que seguir avanzando. Mientras se alejaban, Viktor permaneció un momento detrás, observándolos con esa mirada calculadora, sabiendo perfectamente que, por mucho que Daryl quisiera, no podría deshacerse de él tan fácilmente.
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