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EXTRA #1

Creciendo

Así como se prometió, los pequeños se veían cada tantos meses. La primera visita fue de parte de los padres y el castañito, tres meses después de que se mudaron fueron a visitarlos e incluso se quedaron el fin de semana.

El entristecido Sunghoon veía todos los días los dibujos y cartas que su amado le dió. También le había regalado una bonita pulsera azul con un corazón rojo en ella, aparte de otros accesorios sutiles.

Pero no la usaba, temía desgastarla o ensuciarla, incluso le asustaba llegar a romperla.

Así que la tenía bien resguardada en una pequeña caja de regalo hasta lo profundo de su último cajón de ropa.

Empezó a guardar con cuidado las cartas y dibujos, pensando en que no había visto a Sunoo en los últimos dos meses.

Pero estaba a punto de cumplir sus 7 añitos, quizás sus mamis lo llevarían a ver al castaño.

Así que solo podía esperar...

Su cumpleaños llegó, el castaño lo recibió con dibujos y cartas y muchos pequeños regalos. Al igual que la familia Choi, se quedaron unos días.

La idea eran dos días, pero el azabache lloró tanto que le concedieron otro día para estar con el castaño.

Aunque igualmente su llanto no cesó al finalmente irse de vuelta a su lejano hogar.

Y así fueron pasando los años, cada vez con menos visitas.

Cumplieron 8, 9, 10 años. Ya no lloraban por verse tan poco tiempo por tantos meses de espera.

11, 12, 13 años.

Ahora hablaban únicamente de series y cómics de superhéroes y anime. Desde los 9 dejaron de referirse a ellos mismos como una pareja de casados.

El juego de mamá y papá terminó hace mucho.

A los 14 dejaron de verse, ahora tenían un teléfono celular para hablarse, pero aún así la comunicación era casi nula.

Era el resultado de reprimir sus sentimientos por tanto tiempo. Ambos querían decir algo más, pero no sabían exactamente qué, por eso preferían simplemente evitarse.

Todo era muy confuso para los jóvenes pubertos.

Cuando llegaron sus 15, ya eran todos unos adolescentes. Llevaban todo un año sin verse ni comunicarse. Pareciese que se habían olvidado el uno del otro.

Pero no era así.

Sunoo, ahora alto y con su regordita carita comenzando a tomar una forma más puntiaguda, veía constantemente el facebook de Sunghoon.

Deseaba que este subiera más fotos de él en lugar de solamente memes rancios sobre cosas y juegos que no entendía.

Suspiró, dejando su teléfono de lado. Mañana era viernes, aún tendría que ir a la escuela. Sentía un gran alivio de que en solo tres meses más terminaría la secundaria.

Dos horas pasaron, el castaño llevaba todo ese tiempo dando vueltas en el colchón.

Pensando; tratando de imaginar cómo sería ahora la cara de aquel pelinegro que tanto quiso.

—¿Dónde estás, Hoon? —preguntó al techo. —¿Qué estás haciendo ahora? —más ni la luna le podía responder.

Eran las 9:00am, Sunghoon esperaba a que sus ansiosas madres terminaran de hablar con la casera con la que rentaron por casi año y medio.

Empezó a ser así, su hogar no era estable. Cada tanto se cambiaban de casa y estado, cada vez un poco más lejos. Por eso las visitas de su lindo castaño iban cesando hasta finalmente parar.

—Muchas gracias por dejarnos rentar este lugar por tanto tiempo, lo apreciamos mucho. —escuchaba a lo lejos desde la camioneta.

¿Qué hacía mientras esperaba? veía, como regularmente, el instagram del castaño. A diferencia de él, Sunoo publicaba posts e historias de sí mismo y su vida.

Sonrió diminutamente viendo aquella foto del lindo castaño abrazando a su gato. Hizo quizás demasiado zoom para ver más de cerca su sonrisa cuadrada, la que siempre se le hizo única y preciosa.

—Aún tienes ese lunar en tu mejilla... —suspiró enamorado, como nunca había dejado de hacer.

Sus, ya no tan jóvenes madres, seguían agradeciendo a la señora ya mayor.

—¿Y ahora sí es definitivo? —preguntó la de cabellos grises. Las dos madres sonrieron en grande.

—Sí, por fin tendremos nuestra propia casa —Chaewon abrazó a su esposa por la cintura. —Al fin encontramos un vendedor que no nos discriminó por nuestra sexualidad.

No era fácil comprar una casa, menos si no te permitían hacer tu propio hogar por ser homosexual. Y ninguna tuvo el apoyo de sus padres para facilitarles las cosas.

—Oh, me alegro mucho por ustedes. —les dió un abrazo sincero. —Ustedes merecían más que nada su propio hogar, son unas personas maravillosas.

El aburrido Sunghoon se puso sus audífonos, dejando de escuchar aquella conmovedora plática.

—La gente no entiende que amor es amor, pero ya verán como a ustedes les irá bien.

—Es todo gracias a usted, otros caseros estaban pendientes de que se acabara el contrato para echarnos.

—El karma se hará cargo de esas personas, ustedes no vivan amargamente por ellos.

—Muchas gracias, señora Kang. —un último de bastantes abrazos. —Ojalá podamos verla después.

—No se apuren, ustedes vivan felices sus vidas, ya el destino se encargará de volver a juntarnos. El es sabio, sabe cuándo darte lo que más quieres. —guiñó, despidiendo finalmente a la pareja.

—Minjuniee. —dijo dulcemente su esposa, viendo a su linda castaña con corazón de pollo sollozando por la despedida.

—No te burles... Ya sabes que soy sensible. —reclamó, limpiándose sus lágrimas.

Comenzaron la marcha, listas para asentarse en su nueva vida. Sunghoon ya ni preguntaba a dónde iban, la respuesta nunca era con el castaño, así que dejó de esperanzarse.

—¿No estás emocionado, Hoonie? —Sunghoon asintió sin ganas. —Ya hasta arreglamos lo de tu escuela, el lunes empiezas a asistir a clases.

—¡Pero hoy es sábado! —se quitó sus audífonos. —El viaje es de un día... en lo que arreglamos la casa y acomodamos los muebles se irá todo el día! ¡Voy a estar cansadísimo para ir a clases!

—Solo tienes que acomodar tu cuarto, nosotras nos haremos cargo de lo demás. No te preocupes cariño.

—Aghhh.... —se dejó caer contra el asiento. Odiaba estudiar.

—Sunghoonie, no te desanimes. Ya verás cómo esta escuela es la correcta.

Pero eso ya lo habían dicho las veces anteriores. El adolescente solo bufó y volvió a acomodar sus audífonos.

Les esperaba un largo viaje.

Unas 16 horas después, junto con varias paradas al baño y para comer, finalmente estaban en su nuevo hogar. Eran las tres de la madrugada.

Todos estaban cansados y entumecidos por todas esas horas sentados, pero al fin estaban en casa.

Entraron con emoción, al menos las madres, limpiando la sala para colocar las sábanas y dormir un poco más antes de limpiar lo demás para cuando el camión de mudanzas llegara.

Sunghoon despertó con el ruido de las apresuradas madres.

—¡Ya llegaron cariño! —escuchó a Minju.

El ruido del gran camión de mudanza se hizo presente, sus muebles habían llegado. afortunadamente sí alcanzaron a desempolvar todo.

Los empleados empezaron a bajar las cosas.

—¡Deje la mesa aquí, por favor! —vio cómo los hombres cargaban el mueble hasta el lugar indicado por su mamá.

En lo que descargaban todo, Sunghoon se dispuso a explorar la casa. No era muy grande, pero era lo suficientemente espaciosa para ellos.

Era de dos pisos, al igual que su primera casa, eso le pegó en la melancolía.

Había un cuarto abajo, dos arriba, un baño para visitas en la planta baja y la ducha estaba arriba; la sala era espaciosa, la cocina un poco pequeña y un muy estrecho patio. Ya veía a sus madres plantando un sin fin de flores en ese pequeño espacio.

—¡Sunghoon, cariño! —escuchó a su madre Chaewon. —¿¡Ya viste tu cuarto!?

—¡Lo estoy viendo! —respondió desde las escaleras.

—¡Apúrate que ya van a llevar tus cosas! —avisó.

Sunghoon corrió a su habitación, era mediana, con una buena distribución se vería más espaciosa de lo que era.

—No puede ser... —se acercó casi sin creerlo. —¡Tengo una ventana!

Era una de esas ventanas con un borde amplio, no se abría desafortunadamente, pero podría acomodar algunas figuras o inclinarse a mirar la noche.

—Joven, ¿dónde le ponemos su cama? —preguntó el cansado empleado, subir una cama por las escaleras no era su cosa favorita.

—¡Junto a la ventana, por favor! —indicó con emoción.

Llegaron sus demás muebles, su escritorio, su cajonera, su mesita de noche, sus libreros y sus cajas con sus cosas.

Pidió que eso se lo dejaran donde pudieran, él se haría cargo de buscarles un lugar. Antes tenía que analizar bien su cuarto.

Las horas pasaron rápidamente, en lo que el pelinegro se establecía en su cuarto sus madres fueron de compras. Una simple despensa con lo esencial en lo que se situaban.

—¡Llegamos! —escuchó la puerta cerrarse.

Rápidamente bajó, no quería admitirlo por lo gruñón que fué al principio, pero estaba emocionado y feliz.

—¿Verdad que la casa es preciosa? —dijo con felicidad Minju. —Aún falta desempacar mucho, pero mira cómo va tomando forma.

Tomaron un momento para apreciar la desordenada sala. Su desordenada sala.

—¡Oh! —Minju miró a su sudoroso hijo, que estuvo paseando sus muebles hasta estar satisfecho con la posición de éstos. —Tú necesitas un baño.

—Pero tengo hambre, mamá. —se quejó junto con su estómago viendo la comida hecha que sus madres habían comprado.

—Primero date un baño, luego comes. y espero que ya tengas todo listo para tu primer día de secundaria en este lugar.

El chico hizo una mueca.

—Vamos, te juro que este lugar te va a encantar.

—Siempre dices lo mismo... —subió sin ganas a darse un baño.

Las madres se miraron.

—¿Le decimos ya? —preguntó la inquieta Minju.

—Mm-mm. —negó la otra. —Deja que lo descubra por sí mismo.

Rieron cómplices, dejando de cuchichear cuando su hijo con el pelo húmedo bajó a comer.

—Kim, sécate bien ese pelo.

—Mamááá...

—¡Hasta luego, cariño! —Sunghoon bajó del auto.

—¡Nos cuentas cómo te fué al llegar a casa! —dijo su madre Chaewon.

La camioneta arrancó, dejando solo al chico. Sunghoon se dirigió al interior de aquella secundaria, no podía quejarse, al menos sus madres se las arreglaron para que le validaran sus materias y los meses que llevaba, no tendría que recursar desde el inicio.

Lo cuál era bueno porque ya solo le faltaban tres meses.

En realidad debería haberse graduado hace un año de secundaria, pero sus madres le dieron un año sabático cuando tenía 7 porque sufrió de una corta depresión por separarse de aquel castañito.

Buscó la sala de maestros, al estar ahí se presentó.

—¡Ah, Kim Sunghoon! —el profesor con unas pequeñas arrugas en las esquinas de sus ojos y unas gafas simpáticamente cuadradas le entregó su horario. —Eres del salón 3-C, el mío de hecho. Vamos, tienes que presentarte.

En silencio lo siguió, observando su alrededor, viendo a los alumnos corriendo apresurados para llegar a tiempo.

—¡No corran en los pasillos! —dijo el molesto adulto. —Bueno Kim, aquí es.

Contempló la puerta con el letrero que anunciaba "3-C". El profesor entró, lo siguió de cerca.

—Buenos días, alumnos. —Sunghoon se paró nervioso frente al pintarrón. —Tenemos un nuevo estudiante hoy con nosotros.

• • •

notita:
Sunghoon está supuesto a tener una hermanita sin embargo la escritora original olvidó ese detalle en su historia, así que modificó los capítulos viejos para que Sunghoon sea hijo único.

Los iba a editar pero creo que voy a terminar agregando a Yuri en este y el próximo capítulo de ser posible ah

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