039
Te amo por encima de todo aquello que no podemos ver, por encima de lo que no podemos conocer.
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1993
( contenido sexual leve )
El cielo estaba despejado, con apenas algunas nubes rosadas que flotaban perezosas, bañadas en la cálida luz del atardecer. El lugar donde Regulus había llevado a Eva era mágico, tan apartado del ruido del mundo que parecía estar en un rincón secreto de la tierra. Un pequeño claro en el bosque, donde los árboles formaban una cúpula natural alrededor de una suave colina. El suelo estaba cubierto de pétalos de flores silvestres, y una manta de lana suave se extendía en el centro, rodeada de velas que, aunque aún no estaban encendidas, prometían iluminar la noche con su suave resplandor.
Eva estaba deslumbrada. Jamás habría imaginado algo tan hermoso, tan íntimo. Regulus siempre tenía una forma única de sorprenderla, pero esta vez, había sobrepasado todas sus expectativas. Se giró para mirarlo, y ahí estaba él, observándola con una ternura que hacía que su corazón latiera más rápido. Era como si, en ese momento, el mundo se redujera a ellos dos, y nada más importara.
—¿Cómo supiste que me encantaría esto? —preguntó Eva, sin poder ocultar su emoción.
Regulus sonrió, esa sonrisa que la hacía sentir que todo en la vida tenía sentido.
—Lo sé todo sobre ti, Eva —respondió con suavidad mientras se acercaba más a ella, tomándole las manos—. Se cuál es tu flor favorita y tu estación del año favorita. Se sobre tu familia y todo sobre tu infancia. Tu color, tu música y tu comida favorita. Sé lo que te mantiene despierta por la noche y qué te enoja. Sé qué te hace más feliz y qué te gusta hacer. Tus sueños y deseos, tus metas y aspiraciones. Sé lo que te hizo ser quien eres. Te conozco.
Eva lo miró con los ojos brillantes. Las palabras de Regulus llegaron directo a su alma, envolviéndola como un cálido abrazo. Nunca antes nadie había mostrado un entendimiento tan profundo de quién era ella realmente. Nadie la había hecho sentir tan vista, tan comprendida.
—Mi corazón ya te eligió —continuó Regulus, su voz un susurro cargado de emoción—. Entre más pase el tiempo, más me gustas y más me enamoro de ti. Ya hasta mi corazón me dice con sus latidos que eres el amor de mi vida, que si no ve tu hermosa sonrisa ya no siente ninguna alegría. También que si no siento el calor de tus abrazos, me muero de frío, porque cuando me alejo de ti, solo me dan ganas de volver a verte. Quiero verte todos los días conmigo.
Eva sentía que su corazón iba a explotar de tanta felicidad. Las palabras de Regulus resonaban en su interior, como si cada una de ellas hubiera sido escrita en su alma desde siempre. Era demasiado perfecto, demasiado hermoso. Pero era real. Él estaba ahí, frente a ella, confesando su amor de una manera tan pura y sincera que era imposible no sentir que el destino los había unido.
—También me pasa —continuó él— que si no veo tu bella mirada, se empieza a marchitar mi alma, porque el brillo que tienen tus lindos ojos es el que ilumina mi alma y la hace florecer, como el sol que nace al amanecer. Por eso no creo que pueda vivir sin ti, ni tampoco creo que pueda sentir algo de alegría en mi alma. Ya eres el motivo de mi alegría y el amor de mi vida, como toda la fuerza que hace mover todo mi ser.
Eva sentía un nudo en la garganta. Quería decirle algo, quería responder, pero las palabras de Regulus seguían fluyendo, tan hermosas, tan sinceras, que ella solo podía mirarlo, con lágrimas de felicidad a punto de rodar por sus mejillas.
—Aunque tengo presente una cosa, y esa es la distancia, que es la que me separa de ti —Regulus bajó la mirada un momento, pero luego la levantó, con determinación—, pero aún así, no dejaría de pensar en ti, no me hará dejar de soñar contigo, ni dejará que te deje de amar cada día. Mi corazón ya te eligió para ser el amor de mi vida, y mis ojos solo te verán a ti. Mi mente siempre te pensará, como mi corazón siempre te querrá y te amará, porque ya me enamoré de ti, y siempre te diré que eres el amor de mi vida.
Eva no pudo contener más sus emociones. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, no de tristeza, sino de una alegría tan intensa que casi dolía. Sentía que su corazón se derretía con cada palabra que él decía. Regulus la conocía de una manera que nadie más lo hacía, y lo que sentía por él era más grande que cualquier cosa que hubiera sentido antes.
—Regulus… —murmuró ella con voz entrecortada por la emoción—. No sé cómo expresar lo que siento en este momento. Lo que acabas de decir… Es lo más hermoso que alguien me ha dicho jamás.
Regulus sonrió y limpió suavemente las lágrimas de su rostro con el pulgar, mientras se inclinaba para besarla en la frente, un gesto tan tierno que Eva sintió que su corazón se llenaba aún más de amor.
—Desde que te conocí —comenzó Regulus, sin dejar de mirarla a los ojos—, descubrí nuevas emociones en mí que no sabía que existían o que no había descubierto del todo. Tú cambiaste muchas cosas de mí, y agradezco que hayas llegado a mi vida. Eres de las personas más importantes y bonitas que he tenido en mi vida, y no quiero perderte. Iluminaste mi vida al llegar inesperadamente. Tu sola presencia me trae felicidad, y tus cálidos abrazos me hacen sentir bien. Después de tanto conocernos, descubrí facetas tuyas que no conocía nadie más que yo, haciéndome sentir feliz de eso. Cada momento contigo es un momento de felicidad y de bonitos recuerdos que no quiero perder jamás.
Eva sintió que cada palabra que Regulus pronunciaba la tocaba profundamente, como si él supiera exactamente lo que ella necesitaba escuchar, lo que su alma anhelaba. Lo amaba, lo amaba más de lo que nunca había creído posible. Y en ese momento, supo que debía decirle lo que sentía, que debía abrir su corazón por completo.
—Regulus —dijo ella finalmente, con una sonrisa suave, mientras lo miraba directamente a los ojos—. Desde el primer día en que te vi, algo en mí cambió. Fue como si el mundo entero se iluminara de una manera que nunca antes había visto. Como si todas las piezas de mi vida, que antes estaban dispersas, se unieran en un solo lugar, y ese lugar eres tú. Jamás pensé que alguien pudiera conocerme tan bien, entenderme de la manera en que tú lo haces. Es como si, desde el principio, nuestras almas hubieran estado conectadas, esperando el momento adecuado para encontrarse.
Regulus la miraba, completamente hipnotizado por cada palabra que ella decía. La intensidad de su mirada hacía que Eva sintiera que su amor era recíproco, profundo y eterno.
—No hay nada que desee más —continuó ella— que pasar el resto de mi vida a tu lado. Porque cuando estoy contigo, siento que todo es posible, que no hay miedo, no hay duda. Eres mi refugio, mi paz, mi alegría. Eres mi todo, Regulus. Y no puedo imaginar un día en mi vida sin ti.
Regulus sonrió, y antes de que pudiera responder, Eva continuó, su voz suave y llena de emoción.
—Cada momento que paso contigo, me siento más viva, más feliz. Me has enseñado lo que es el amor verdadero, lo que es sentirse amada de una manera tan profunda que es casi indescriptible. Y quiero que sepas que también te conozco, que también sé lo que te hace feliz, lo que te preocupa, lo que te inspira. Te amo por todo lo que eres, por todo lo que hemos sido juntos y por todo lo que seremos.
Se hizo un silencio lleno de significado entre ellos. Las palabras habían sido pronunciadas, los corazones expuestos, y el amor entre ellos flotaba en el aire, palpable, como una energía que envolvía todo a su alrededor.
Regulus se acercó a ella lentamente, y cuando sus labios se encontraron, fue como si el tiempo se detuviera. No había necesidad de más palabras, porque todo lo que sentían estaba allí, en ese beso, en esa unión.
Cuando finalmente se separaron, ambos sonreían, sintiendo que algo había cambiado entre ellos, algo más profundo y más hermoso que cualquier cosa que hubieran experimentado antes.
—Te amo, Regulus —susurró Eva, mientras lo abrazaba fuerte, como si nunca quisiera soltarlo.
—Y yo a ti, Eva. Para siempre.
El sol ya había desaparecido detrás del horizonte, pero las estrellas comenzaban a brillar, iluminando el cielo y dándoles la bienvenida a una noche que prometía ser tan mágica como ese amor que compartían.
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La noche estaba completamente caída, y las estrellas brillaban con una intensidad casi mística, como si el universo mismo celebrara el amor que había entre Regulus y Eva. La suave brisa acariciaba sus rostros mientras permanecían juntos, abrazados en el centro del claro, aún sobre la manta que Regulus había preparado para ella.
El momento era perfecto, íntimo. Había una serenidad envolvente, una paz que se sentía como una burbuja de seguridad donde solo existían ellos dos. Eva se encontraba recostada sobre el pecho de Regulus, escuchando el ritmo constante de su corazón. Cada latido parecía susurrar su nombre, como si él estuviera allí, vivo, solo para amarla.
Regulus la miraba en silencio, sus ojos brillaban con una ternura inigualable. Sabía lo que había en su corazón, y sabía también que esta noche, más que cualquier otra, era un paso importante en su relación. La conexión entre ellos había crecido tanto, que ambos sentían esa necesidad de entregarse no solo emocionalmente, sino en cuerpo y alma.
Pero Regulus también conocía el pasado de Eva, conocía las heridas que había cargado durante tanto tiempo. No podía dejar de pensar en lo que ella había pasado, y en cómo quería que, si este era el momento en que ambos se entregaran, fuera algo hermoso, seguro y lleno de amor.
—¿Estás bien? —susurró él, acariciando suavemente su mejilla con los dedos, atento a cada uno de sus gestos.
Eva asintió, sintiendo una mezcla de nerviosismo y confianza. Había algo en los ojos de Regulus que le daba una calma infinita, como si todo en el mundo estuviera bien solo con mirarlo. Sabía que estaba a salvo con él. Más que eso, sabía que él la amaba de una forma que nadie jamás lo había hecho, y eso la hacía sentir valiente.
—Sí —respondió suavemente—. Estoy bien. Es solo que… a veces, todavía tengo miedo.
Regulus la miró con una comprensión que solo él podía tener. No había juicio en sus ojos, solo un amor profundo y protector.
—No tienes que hacer nada que no quieras —le dijo en voz baja, acercándose para darle un beso en la frente, un gesto que ella siempre había encontrado reconfortante—. Estoy aquí contigo, y siempre lo estaré. Lo que sea que necesites, lo que sea que sientas… siempre te respetaré.
Esas palabras penetraron en el corazón de Eva como un bálsamo. Lo amaba tanto, y en ese momento supo, con absoluta certeza, que no había nadie en el mundo con quien deseara estar más que con Regulus. A pesar de las cicatrices de su pasado, sentía que él la había ayudado a reconstruir su vida, a sanar, y por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía confiar plenamente en alguien.
—Lo sé —murmuró ella—. Y es por eso que quiero que sea contigo. Quiero que este momento sea nuestro, y no quiero que el pasado siga definiendo mi vida. Contigo me siento libre, me siento amada… y no quiero tener más miedo.
Regulus la miró a los ojos, sus corazones sincronizados en una conversación silenciosa. Lentamente, la inclinó hacia él y la besó suavemente, como si en ese beso quisiera decirle todo lo que no podía con palabras: lo seguro que estaba a su lado, lo mucho que la amaba, y lo importante que era para él hacerla sentir amada y respetada en cada paso que dieran juntos.
El beso fue largo y delicado, y Eva se sintió relajarse entre sus brazos, sintiendo cómo el peso de sus inseguridades y miedos comenzaba a desvanecerse. Las manos de Regulus se movían con tanta suavidad, como si ella fuera algo precioso y frágil que él debía cuidar. Cada caricia era un recordatorio de que él estaba allí, de que no había prisa, de que todo sucedería solo cuando ambos lo desearan.
Se separaron solo para mirarse nuevamente. Los ojos de Eva estaban llenos de emoción, pero también de una decisión firme. Regulus la observó con atención, y al verla tan segura, supo que lo que sucedería esa noche sería un acto de entrega, de confianza mutua.
—Te amo, Eva —susurró él, su voz entrecortada por la intensidad del momento—. Nunca olvidaré lo que significa para mí que estés aquí, conmigo. Te prometo que siempre te cuidaré, siempre te amaré como lo mereces.
Ella sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de una calidez indescriptible. Nunca se había sentido tan segura, tan valorada.
—Yo también te amo, Regulus. Contigo… siento que puedo ser yo misma, sin miedo. Y no quiero que haya nada entre nosotros que el miedo pueda robar.
Con esas palabras, Regulus la besó de nuevo, pero esta vez con un poco más de intensidad, aunque sin perder la suavidad. Se inclinó sobre ella lentamente, permitiendo que ambos se acomodaran en la manta bajo las estrellas. Cada movimiento era cuidadoso, lleno de intención, asegurándose de que cada gesto fuera mutuo, consensuado, y que ambos estuvieran completamente cómodos.
Las manos de Regulus recorrieron suavemente su espalda, bajando con ternura, deteniéndose en cada pequeño gesto para asegurarse de que ella estaba bien, de que no había dudas ni miedos. Eva, por su parte, se relajaba cada vez más, sintiendo cómo su cuerpo respondía con confianza y deseo.
Los dos se entregaron lentamente, con una sincronía que parecía casi mágica. No había prisa, solo el momento presente, y en ese espacio, se sintió como si todo el tiempo del mundo les perteneciera. Cada beso, cada caricia, estaba impregnado de amor y respeto, creando una atmósfera en la que ambos podían sentirse completamente seguros, completamente amados.
Mientras se despojaban de la última capa de ropa, Eva no pudo evitar sentir una pequeña punzada de miedo, pero la mirada de Regulus, siempre paciente y lleno de amor, la tranquilizó al instante.
—Si en algún momento no te sientes bien… —empezó a decir él.
—Lo sé —lo interrumpió Eva con una sonrisa suave—. Confío en ti. Te amo.
Regulus asintió y continuó, siempre consciente de sus movimientos, siempre atento a su respiración, sus reacciones. Sabía lo importante que era para ella sentirse segura, y cada gesto de él estaba lleno de esa intención. Quería que ese momento fuera una celebración de lo que sentían el uno por el otro, una comunión en la que no solo sus cuerpos, sino también sus almas, se unieran.
Se aseguraba de que todo fuera perfecto para ella, desde la suave música que sonaba de fondo hasta el aroma de las velas que llenaban la habitación. Pero, sobre todo, quería que se sintiera cómoda y segura.
Eva estaba nerviosa, pero confiaba plenamente en Regulus. Hoy iban a llevar las cosas al siguiente nivel.
La miró a los ojos y ella pudo ver la intensidad y el deseo reflejados en ellos. Se inclinó para besarla nuevamente, sus labios suaves pero firmes. Eva respondió con entusiasmo, pasando los dedos por su cabello mientras sus cuerpos se fundían.
Regulus interrumpió el beso y le susurró al oído.
—Amor, quiero que entiendas que esta es tu noche. Quiero que estés completamente cómoda y que puedas disfrutar sin dudarlo.
Eva asintió, sintiéndose agradecida por su consideración. Quería asegurarse de que ella disfrutara cada momento de esta experiencia tanto como él.
Regulus comenzó desabotonando lentamente el vestido de Eva, pasando las yemas de los dedos por la delicada piel de su espalda mientras lo hacía. Eva gimió suavemente mientras él trazaba patrones en su piel, enviando escalofríos por su columna vertebral. Mientras le quitaba el vestido por todo el cuerpo, Eva sintió sus ojos sobre ella, su mirada caliente e intensa.
Regulus trasladó su atención a sus pechos, tomando cada uno en su boca y succionando suavemente. Eva arqueó la espalda, con los ojos cerrados de placer. Él se movió más abajo, dejando un rastro de besos y mordiscos a lo largo de su estómago, enviando escalofríos por su columna vertebral.
Eva se sintió cada vez más excitada, su cuerpo respondía ansiosamente a su toque. Gimió suavemente, sus manos alcanzaron su cabeza, instándolo a continuar.
Regulus continuó su exploración, sus manos bajando hacia la parte interna de sus muslos. La respiración de Eva se quedó atrapada en su garganta cuando sintió que sus dedos se deslizaban dentro de ella, sondeando y explorando. Eva gimió más fuerte esta vez, sus piernas se abrieron más, invitándolo a entrar.
Regulus continuó dándole placer, moviéndose más y más alto hasta que ella se retorció debajo de él, su cuerpo temblando de placer. Pensó que no podría soportarlo más hasta que Regulus comenzó a bombear sus caderas contra las de ella, su masculinidad presionando contra ella.
Eva gimió más fuerte que nunca, su cuerpo se puso rígido mientras llegaba al clímax a su alrededor. Regulus la siguió hasta el abismo, su liberación caliente e intensa.
El claro, iluminado por las estrellas y la luz tenue de las velas que ahora habían encendido, parecía ser testigo de algo sagrado. El amor entre Regulus y Eva fluía libremente, como una corriente que arrastraba todo lo negativo del pasado, dejando solo el presente, lleno de ternura y pasión.
A lo largo de la noche, sus cuerpos se movieron en una danza lenta y rítmica, con un respeto y una dulzura que hablaba más de amor que de deseo. No fue simplemente un acto físico, fue una conexión profunda, donde ambos se sintieron libres de todo lo que alguna vez les había hecho daño.
Eva se sintió viva, completa, amada de una manera que nunca había imaginado posible. Regulus, siempre cuidadoso, siempre pendiente de cada una de sus reacciones, le hizo sentir que este momento no era solo suyo, sino de ambos, y eso lo hacía perfecto. Era un momento de entrega mutua, donde sus almas, tan conectadas, se unían finalmente en cuerpo también.
Cuando finalmente terminaron, Eva se acurrucó en el pecho de Regulus, sintiendo cómo sus respiraciones se sincronizaban, aún bajo el manto de estrellas. Ninguno de los dos dijo nada, porque no había necesidad de palabras. Sabían que lo que acababa de ocurrir era mucho más que una experiencia física: era la culminación de todo el amor, la confianza y la sanación que habían construido juntos.
Regulus la besó suavemente en la cabeza, y la mantuvo abrazada mientras sentía cómo su respiración se iba volviendo cada vez más tranquila, hasta que Eva se quedó dormida en sus brazos, segura y en paz.
En esa noche, bajo ese cielo estrellado, ambos habían encontrado algo más que el amor; habían encontrado una verdad inquebrantable, una certeza de que, pase lo que pase, siempre se tendrían el uno al otro. Y ese, más que cualquier otra cosa, era el regalo más grande que podían haberse dado.
Lune_black — 15/09/24
Y sucedió, después de 38 capítulos, por fin nuestros padres estuvieron juntos 😻
Claro que, este no será el único capitulo en el que habrá escenas de este tipo, quizás unas sean más explícitas o más suave que la de este capítulo, pero si o si habrá😏
Después de todo...¿Cómo saldrán sus niñas si no hay? (Spoiler si no vieron el video de Tik Tok)
Dinámica: 50 votos y 20 comentarios.
Byeeeeeeeee
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