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PrΓ³logo
BerlΓn, 1939.
La ciudad dormΓa bajo un cielo encapotado, con el frΓo lamiendo los cristales y las botas resonando como tambores de guerra en cada calle empedrada. El Tercer Reich ya habΓa extendido sus raΓces oscuras, envenenando el aire con discursos de grandeza, purezaβ¦ y exterminio. Las familias como la de Alice sabΓan que el tiempo corrΓa en su contra. Eran judΓos. Eran diferentes. Eran objetivo.
Pero los Muller no eran una familia comΓΊn. Su padre, el cΓ©lebre doctor Viktor Muller, habΓa logrado algo impensable: una tregua con el mismΓsimo aparato de muerte de las S.S. Nadie sabΓa a quΓ© precio. Nadie preguntaba. Ni siquiera Alice. Porque tras las puertas cerradas del sΓ³tano, en el laboratorio que olΓa a formol y metal quemado, vivΓa algo mΓ‘s peligroso que el Reich: la ciencia al servicio del infierno.
Y sin embargoβ¦ entre todo ese horror, habΓa algo que aΓΊn la hacΓa sonreΓr.
Una voz.
Una dulce y antigua voz que salΓa del radio cuando la guerra no estaba escuchando. Una transmisiΓ³n olvidada. Un eco que cruzaba fronteras y trincheras. Alastor. El hombre del jazz. El demonio de la alegrΓa que reΓa en medio del caos, con aquella voz tan suave, tan encantadora... tan inquietante.
Alice cerraba los ojos en la penumbra, abrazando su pequeΓ±a radio, cantando bajito como si pudiera aferrarse a una Γ©poca que ya se escapaba como arena entre los dedos:
Dulce voz, ven a mΓ,
haz que el alma recuerde...
Oigo aΓΊn cuanto oΓ,
una vez, en diciembreβ¦
Quien me abraza con amor,
veo prados alrededor.
Esa gente tan felizβ¦
son sombras para mΓ.
La melodΓa flotaba entre los muebles polvorientos y las paredes silenciosas. Pero la mΓΊsica no podΓa salvarla. No de su destino. No de lo que su padre escondΓa en el sΓ³tano. Y mucho menos de lo que el Infierno ya habΓa empezado a preparar para ella.
Porque hay voces que no solo cantanβ¦
Hay voces que llaman.
Y cuando llegue diciembre, todo volverΓ‘.
Hasta aquΓ el prΓ³logo, espero les gusteeeeee!!!
Porras comenten y voten asΓ me dan mΓ‘s ganas de escribir.
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