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Miles siempre sorprendía a Gwen con un beso. Al salir en una cita, o cuando se veían durante las horas de escuela. 

Le daba un beso en la mejilla al saludarla en las mañanas, antes de entrar a clase. Una vez que la tarde llegaba, ambos se encontraban en un punto en común y pasaban tiempo juntos cuando no tenían muchos deberes que atender.

Miles a veces la molestaba y se excedía en falso refinamiento besando el dorso de su mano, a lo que la rubia reía divertida, para luego darle un leve empujón en el brazo, diciéndole que todos sus intentos de conquista le parecían ridículos. Aunque en el fondo, Gwen reconocía que sí estaban dando buenos resultados.

Al tener un deber como Spiderman y Spider-Woman respectivamente, era de esperarse que no todos los días fueran de éxito y paz en la ciudad. Los momentos malos eran casi tan recurrentes como las victorias, cosa que podía abatir el ánimo de ambos.

Cuando esto sucedía con Miles, Gwen lo consolaba, pues sabía bien lo difícil que era cargar con esa responsabilidad. Estaba dispuesta a escucharlo después de un día pesado, lo abrazaba y dejaba que se desahogara a su lado, reiterándole su cariño, apoyo y comprensión con un cálido beso en la frente. Lo mismo hacía el chico cuando los papeles se invertían, y era ella quien necesitaba su ayuda. Les era reconfortante saber que se tenían el uno al otro hasta en los peores momentos. 

Los fines de semana eran más estimulantes para el buen humor. Un recorrido por sus lugares favoritos de Brooklynn se había convertido en su rutina predilecta de los sábados. Muchas veces iban al cine, donde Miles se indignaba al ver que las películas de comedia absurda hacían reír a Gwen más que sus propios chistes. Ella se daba cuenta de su molestia, y le daba un ligero golpe con el codo mientras esbozaba una sonrisa, cosa que lo dejaba aún más inconforme. Entonces, la chica depositaba un pequeño beso en su nariz para hacer cambiar la expresión de su rostro, lo cual ciertamente funcionaba.

Y en cuanto a los "besos", no ocurrían precisamente en los más románticos escenarios. Justo como sucedió en aquella singular ocasión: estaban los dos en la sala de Miles jugando videojuegos, cuando simplemente desviaron su atención de la pantalla al terminar una partida. Gwen lo miró por un momento y, como por un impulso, plantó un beso rápido en los labios del moreno. Miles apenas pudo reaccionar después de eso, pero al cabo de un segundo él mismo tomó el mentón de la rubia para darle un beso más prolongado que el anterior. Casualmente, el padre de Miles entró en la sala y carraspeó para hacerle saber a ambos que estaba ahí, con lo que el par se separó rápidamente, con la vergüenza reflejada en sus rostros. Buscarían un lugar más privado para la próxima.

Pero algo era verdad. Un beso de Gwen hacía sentir mejor a Miles, y Gwen siempre ansiaba el momento en que los labios de él rozaran los suyos. Una hermosa sensación, indescriptible pero perfecta, que los unía, los reconfortaba y los hacía sentirse amados.