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────chapter four.

❨➷𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑𝐀: Ahora si se vienen más actualizaciones! Recuerden votar y comentar! Para este capitulo la meta para subir el siguiente es de 30 votos y 30 comentarios❤️. Espero que lo disfruten!❩


I'm not the kind to fall for a guy
Who flashes a smile
It goes on for miles
Don't usually swoon
But I'm over the moon
Cause he was just
too cool for school

FALLING FOR YA, TEEN
BEACH MOVIE

Enero de 1962

—¿Y si hacemos una travesura?—preguntó el pequeño rubiecito, tirado en el suelo mientras su melliza estaba sentada en una silla, concentrada en un dibujo que había comenzado en una hoja. Con sus seis años, la niña dibujaba un gato, su  atención estaba fija en los trazos de color. Después de unos momentos de silencio, su hermano frunció el ceño, impaciente—¡Lyn, debemos aprovechar! Mamá está durmiendo y Evan no está aquí para delatarnos. ¿Te imaginas lo divertido que sería?

—Mami se va a enojar con nosotros si hacemos algo malo.

—No tiene que enterarse—sonrió ampliamente. Se levantó del suelo, se acercó a una silla y luego la utilizó para sentarse sobre la mesa—Vamos, Lyn, no seas aburridilla.

–Esa palabra no existe, Noah.

—Tonta—susurró.

Noah se acomodó y se recostó boca abajo en la mesa, con ambas manos en sus mejillas, los codos apoyados en la superficie mientras observaba a su hermana dibujando.

—Quiero un gatito—comentó Lyn, con una mirada soñadora mientras miraba su dibujito—Uno como el que tiene la señora Smith—añadió, haciendo referencia a su vecina.

—Lo que necesitas es un novio, aburrida—agregó—La señora Smith tiene uno, ¡y es millonario!

—¡Noah!—reprochó y lo miró—Eres un bobo.

—Me pregunto qué estará haciendo tu futuro novio—se burló él, disfrutando del momento.

—Yo nunca voy a tener novio—negó lentamente con la cabeza, dejando de pintar y cruzando los brazos sobre su pecho—Mami dice que son una pérdida de tiempo.

—Aparte de aburridilla, mentirosilla—comentó Noah—¡Quiero hacer una travesura! ¡Hagamos algo divertido!

Ella suspiró y dejó su lápiz de colores a un lado. Sabía que su hermano podía ser realmente insistente cuando se trataba de hacer travesuras. Ella no quería problemas, pero la chispa de emoción en los ojos de Noah la hacía dudar.

—¿Y qué se te ocurre hacer?—preguntó finalmente, aunque su voz no mostraba mucha convicción.

Noah sonrió como si hubiera estado esperando esa pregunta toda su vida. Saltó de la mesa con agilidad y corrió hacia la cocina, haciéndole un gesto para que lo siguiera. Lyn lo observó por unos segundos antes de levantarse con un suspiro y seguirlo, aunque con pasos lentos.

—No vamos a romper nada, ¿verdad?—preguntó con cautela mientras lo veía rebuscar entre los cajones de la cocina.

—Claro que no—respondió Noah, aunque su tono lo hacía todo menos convincente—Pero... ¿qué te parece si hacemos... un pastel?

Lyn frunció el ceño, confundida.

—¿Un pastel? ¿Nosotros?

—No, nuestra abuela—respondió sarcástico. A pesar de tener seis años, tenía mentalidad de adulto—¡Por supuesto que nosotros, tonta!

—Oh...

—No debe ser tan difícil—Noah sacó una bolsa de harina y la colocó en la mesa con una sonrisa de satisfacción—Mamita siempre lo hace ver fácil. Podemos intentarlo.

—No lo sé, Noah...

—¡Vamos, será divertido! Nadie se va a enterar. Y si sale bien, lo tendremos listo antes de que mamá despierte. Nos convertiremos en los mejores cocineros de la casa. ¿Qué dices?

La rubia miró a su hermano, luego a la bolsa de harina y al caos que ya comenzaba a imaginarse en la cocina. Sin embargo, una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.

Tal vez, solo tal vez, podría ser divertido.

—Está bien, pero si sale mal, la culpa será tuya—dijo finalmente, poniendo las manos en las caderas con un tono decidido.

Noah rió y asintió enérgicamente.

—¡Trato hecho!

Con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo, Lyn observó cómo Noah sacaba ingredientes de los estantes, arrojándolos sobre la mesa con poco cuidado. Huevos, azúcar, mantequilla, leche. Parecía que su hermano realmente tenía un plan... o al menos eso aparentaba.

—No sé cómo va esto—dijo Noah con una mueca, mirando los ingredientes y luego a su hermana—Pero mamá siempre empieza con la harina, ¿no?

Lyn asintió, aunque no estaba muy segura. Había visto a su madre hornear varias veces, pero todo se veía más fácil cuando ella lo hacía. Noah, en cambio, parecía estar improvisando a medida que avanzaba. Abrió la bolsa de harina con brusquedad, causando una nube blanca que cubrió la mesa y a ambos niños.

—¡Noah!—exclamó, estornudando mientras se sacudía el polvo de harina de la cara.

—Upsi—Noah soltó una carcajada y, sin prestar demasiada atención al desastre que acababa de crear, tomó un puñado de harina y lo arrojó al tazón más grande que encontró en la cocina.

—Esto no está bien—murmuró Lyn, mirando cómo su hermano añadía ingredientes al azar.

—Claro que lo está, ya verás. ¡Ahora necesitamos algo para batir!—dijo Noah, ignorando por completo las preocupaciones de su hermana.

Noah rompió los huevos con torpeza, haciendo que parte de las cáscaras cayeran en la mezcla. Lyn, con un suspiro, intentó quitarlas mientras su hermano agitaba el azúcar como si fuera sal.

—Estás poniendo demasiado—se quejó ella, tratando de ajustar las cantidades sin mucho éxito.

—Todo sabe mejor con más azúcar—respondió Noah, encogiéndose de hombros mientras tomaba la mantequilla y la tiraba al tazón sin cortarla.

Ambos niños trabajaban en lo que a duras penas podría llamarse una mezcla de pastel. A medida que el caos culinario avanzaba, la cocina empezaba a verse como si hubiera sido golpeada por un huracán de harina, huevos y mantequilla. La mesa, el piso y los niños estaban cubiertos en una capa pegajosa y blanca.

—Noah, esto se está saliendo de control—dijo Jocelyn con el ceño fruncido, intentando limpiar con un trapo una mancha de mantequilla del suelo.

—No seas tan seria, Jo. ¡Estamos siendo creativos!—respondió él con una sonrisa traviesa, lanzándole un poco de harina a la cara.

Lyn estaba a punto de replicar cuando ambos escucharon un ruido proveniente del pasillo. Los pasos suaves pero reconocibles de su madre, Callie, comenzaron a resonar. Se acercaban lentamente, como si estuviera despertando de su siesta y se dirigiera a la cocina.

El pánico se apoderó de Noah de inmediato, y se quedó congelado por un momento. Lyn, en cambio, se acercó a la puerta para ver si su madre estaba a punto de entrar. El corazón de ambos niños latía rápidamente.

—¡Es mamá!—susurró Lyn con los ojos abiertos como platos, el miedo era evidente en su voz. La idea de ser atrapados en medio de su travesura la llenaba de pánico.

—¡Rápido, hay que esconder todo!—dijo Noah en un susurro desesperado, mirando frenéticamente alrededor. No había tiempo para limpiar el desastre. La cocina era un campo de batalla: un rastro de harina cubría el suelo como un manto blanco, y la mezcla de pastel parecía más un revoltijo pegajoso que algo que pudiera hornearse. ¡Era un caos total!

—¡Nos va a castigar!—exclamó Jocelyn, empezando a asustarse de verdad. No le gustaba meterse en problemas, y menos cuando sabía que Callie podía enojarse mucho si descubría el desastre que habían hecho.

Noah, con el ingenio de un pequeño criminal, miró a su alrededor y vio que no había una manera lógica de esconder el desastre. Así que, en un momento de pánico, decidió que la mejor manera de evitar problemas era cambiar el enfoque rápidamente. Se giró hacia Lyn con una mirada de urgencia y, antes de que ella pudiera reaccionar, le dio un pequeño puñetazo en la nariz.

Mejor dicho, un puñetazo demasiado fuerte.

El impacto no había sido grande, pero para una niña de seis años, cualquier golpe era suficiente para hacerla llorar. Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas mientras se sujetaba la nariz, aturdida y sin entender por qué su hermano había hecho algo tan cruel.

—¿Qué te pasa?—cuestionó sollozando.

—¡Shhh! ¡Tienes que llorar más fuerte para que mamá piense que te caíste o algo!—dijo Noah rápidamente, con la esperanza de que su plan de último minuto funcionara—Es para desviar su atención. Tú actúa como si te estuvieras desangrando.

Jocelyn, sin embargo, solo lloraba más fuerte, tanto por el dolor como por la confusión. Ella no quería meterse en problemas, pero ahora no solo estaban a punto de ser descubiertos, sino que también le dolía la nariz.

Actualidad

Evan pasó una mano por su cabello, visiblemente frustrado. Arrancó la hoja de su cuaderno, la convirtió en un bollo y lo lanzó a la pequeña montaña de hojas que había descartado. La luz tenue de su lámpara proyectaba sombras sobre las paredes, y las ideas que había estado tratando de plasmar se sentían cada vez más inútiles.

La misión encomendada por su padre adoptivo lo abrumaba, como una carga difícil de soportar. Debilitar a Jocelyn mediante pesadillas parecía un objetivo inalcanzable. Cada intento fallido le recordaba su propia vulnerabilidad, y la presión de cumplir con las expectativas de Magneto lo mantenía despierto, luchando contra la ansiedad y el fracaso.

En ese instante, la puerta se abrió y alguien entró en la habitación. Levantó la vista y se encontró con la mirada burlona de Samantha. Con su cabello rubio brillante y ojos azules que parecían brillar con un destello sádico, ella era la personificación de una tormenta, llena de energía y caos.

—Veo que alguien tampoco puede dormir —bromeó mientras cruzaba los brazos y se inclinaba en el marco de la puerta, en un gesto ambiguo, entre el desafío y la insinuación—No me digas que quedaste traumado por lo que sucedió con el senador esta noche—rió—Su mutación fue inesperada.

Evan sintió un escalofrío a lo largo de su espina dorsal. Sam siempre había sido capaz de meterse en su cabeza sin esfuerzo y sacar a la luz sus más profundos temores. Se inclinó sobre su escritorio, observando con curiosidad las hojas arrugadas que él había desechado.

—¿Qué es esto?—preguntó, tomando una de las hojas y leyéndola en voz alta, su tono lleno de desprecio—"Hacer que sueñe con monstruos debajo de la cama". ¡Vaya! Eso sí que es aterrador.

La risa de Samantha resonó en la habitación, como un eco vacío que intensificaba la vergüenza de Evan. Ella siempre había sido así, cruel y sarcástica.

—¿Qué te pasa? —dijo Evan, sintiendo que su dignidad se desvanecía—. Estoy intentando pensar en algo.

—Intentando o fracasando, porque esto es simplemente patético —replicó Sam, con una sonrisa torcida—. ¿De verdad crees que eso le haría daño?

Samantha poseía una fuerza impresionante; su habilidad para infligir dolor físico, ya fuera a distancia o en persona, la hacía temida. Podía localizar a cualquier ser humano desde cualquier punto, desatar tormentas de sufrimiento con un simple movimiento de su mano y su poder sobrenatural la convertía en una oponente casi invencible.

Sin embargo, su poder, aunque formidable, no se igualaba al de Jocelyn, quien con sus habilidades múltiples era tres veces más poderosa. A pesar de esto, Samantha había descubierto una vulnerabilidad en Lyn su inquebrantable lealtad a los X-Men, su verdadera familia.

—"Hacer que sueñe con perder a sus amigos"—Sam continuó, con su tono burlón resonando en la habitación—Eso es aún más cliché. ¿Qué tal si le haces soñar que se queda atrapada en una película de terror?

Evan sintió que la desesperación lo invadía. ¿Por qué no podía pensar en algo que realmente funcionara? Aun así, la idea de lastimar a Jocelyn, de hacerla sufrir, lo revolvía por dentro.

—No quiero hacerle daño de esa manera —murmuró—Soy un imbecil. Porqué quiero que sufra por todo lo que sucedió en el pasado, pero al mismo tiempo no quiero ser tan cruel con ella.

—¿Por qué no? —preguntó Sam, alzando una ceja, disfrutando del conflicto que se desarrollaba en su interior—Ella es la razón por la que estás aquí, después de todo. La muerte de tu madre, su cercanía con los X-Men, todo eso... ¿No sientes un poco de rencor por cómo las cosas se desarrollaron?

Las palabras de Samantha eran como dagas, y aunque trató de ignorarlas, sabía que había un fondo de verdad. Evan no podía evitar sentir un profundo resentimiento hacia ella. Pero la idea de ser cruel, de utilizar sus propios miedos en su contra, lo repugnaba.

—No puedo hacer esto —respondió, con firmeza, pero sintiéndose cada vez más perdido.

—Claro que puedes —replicó ella, acercándose un poco más, con su mirada fría y calculadora— Solo tienes que dejar de lado tus asquerosos sentimientos. El dolor es una herramienta poderosa, Evan. Puedes hacer que ella sienta eso, incluso en sus sueños.

Evan se sintió atrapado, como si estuviera siendo empujado hacia un abismo del que no podría regresar. Samantha, con su frialdad y su indiferencia, le recordaba constantemente que los mutantes no podían permitirse ser débiles.

—Eres un mutante, no un niño. Si no puedes lidiar con eso, tal vez no deberías estar aquí—dijo Sam, su voz casi un susurro, pero lleno de veneno—A veces pienso que eres un debilucho que aún siente un poco de cariño por su patética hermana.

—Esa mocosa dejó de ser mi hermana hace un largo tiempo.

—Es más que obvio que muy en el fondo aun sigues queriéndola, Evan. Incluso Erik lo nota, pero no es capaz de decirlo frente a ti. Porque, incluso él, en algún momento de su vida también estuvo encariñado con esa estúpida niña.

Sigo sin comprender porque todos sienten cariño por esa maldita perra.
Pensó Samantha.

Evan apretó los puños, con una mezcla de frustración y furia burbujeando bajo la superficie. Miró a Samantha, quien lo observaba con una sonrisa despectiva, casi disfrutando de cada segundo de su debilidad. No le importaba, claro. Sam no tenía miedo de meterse en sus asuntos, de manipular sus sentimientos, de jugar con él como si fuera un peón más en su retorcido juego.

—¿Qué más quieres que haga? —dijo Evan. Se giró hacia su escritorio y volvió a tirar un papel más, esta vez con más violencia que antes. La desesperación lo estaba consumiendo.

Samantha dio un paso más cerca, el brillo en sus ojos aumentando. Se acercó a él con la calma de quien sabe que tiene el control absoluto, como un depredador acechando a su presa.

—Puedes hacer mucho más, Evan —respondió, en un tono bajo, como si estuviera dándole una pista de un juego del que él no estaba seguro de querer formar parte—Tú sabes cómo funciona esto. Necesitas encontrar lo que más teme, lo que realmente la consume. Para eso, tienes que ir más allá, empujarla hasta el borde.

Evan se quedó en silencio, mordiéndose el labio. En su mente comenzaron a surgir imágenes, fragmentos de lo que podría hacerle a Jocelyn, pero cada idea se sentía vacía, como si fuera una sombra sin sustancia.

—Hazla soñar con que se queda atrapada en un lugar sin salida —siguió Samantha—Hazla revivir cada una de sus peores pesadillas. Haz que crea que ha perdido todo lo que le importa.

Evan la miró fijamente. Pero aún no se sentía cómodo. Algo seguía atorado en su pecho, como si no pudiera traspasar ese límite. El poder de los X-Men era más grande que cualquier otra cosa que pudiera imaginar, y cada vez que pensaba en Jocelyn, en la hermana que había compartido su vida hasta que todo se rompió, sentía una punzada de duda.

Sam, sin embargo, no dejaba de presionarlo.

—¿Por qué no te concentras en algo personal? —dijo ella, casi como si estuviera leyendo su mente—¿Qué tal si le muestras sus peores recuerdos? Haz que reviva la muerte de sus amigos, sus fracasos, sus momentos de debilidad. Pero sobre todo… su más dolorosa perdida pérdida. Quizás la muerte de Callie.

Evan se detuvo al escuchar esas palabras. Algo en su interior se estremeció, un giro inesperado que lo hizo pensar por un momento en las consecuencias. ¿Y si estaba cruzando la línea? Pero Sam no lo dejó pensar mucho más.

—O mejor aún —continuó ella, con una sonrisa cada vez más perversa— Muestrale lo que más le dolió en la vida. Haz que vea a su hermano morir una y otra vez. Haz que sienta que nunca podrá escapar de ese dolor. Quizás eso sea suficiente para que caiga en la desesperación total.

Fue como si el mundo se detuviera en ese momento. Evan giró rápidamente hacia Samantha, su rostro enrojecido por la furia que comenzó a tomarlo por completo. En un movimiento brusco, se levantó de su silla y empujó a Sam con fuerza contra la pared, la cara de ella se tornó impactada por el cambio repentino en su comportamiento. El aire se volvió denso, casi palpable, mientras las palabras de Sam resonaban en la habitación.

—Tú no tienes ni idea de lo que estás diciendo, ¿verdad? —dijo, con su voz tensa y baja, como un gruñido—Nunca... pero nunca vuelvas a mencionar a Noah, Sam.

Sam apenas pudo recuperar la compostura antes de que sus ojos se alzaran hacia él. Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y diversión, como si estuviera disfrutando del hecho de que, por primera vez, había tocado una fibra sensible en Evan.

—Oh, ¿es que tengo razón? —preguntó, con una sonrisa arrogante, pero sus ojos brillaban con un toque de malicia—¿Qué pasa, Evan? ¿Te duele recordar a tu hermanito adorado? Después de todo, no eres tan frío como pretendes ser.

Evan apretó los labios con fuerza, su respiración era cada vez más agitada. Estaba furioso. Cada palabra de Sam parecía intensificar el dolor que sentía, el nudo que siempre llevaba en el pecho. Pero no podía dejar que ella viera su vulnerabilidad.

—No vuelvas a mencionarlo —dijo entre dientes.

—No puedes prohibirme algo como eso—bromeó—Puedo mencionarlo las veces que quiera. Porque nadie me dice que es lo que debo hacer.

—Quizás, en parte, Jocelyn es culpable de la muerte de mi madre. Pero tú... tú eres la  responsable número uno de la muerte de mi hermano, Sam—le recordó, con la voz un tanto quebrada, mirando fijamente a los ojos de su interlocutora—No me hagas decirlo nuevamente. No me hagas...

—¿Qué? ¿Acaso vas a golpearme por culpa de un mocoso que murió hace treinta y ocho años? —preguntó desafiante, mirandolo directamente a los ojos—Ese era su destino, Evan. Lo salvé de una vida llena de desgracia. Tu asquerosa hermana y tú deberían estar agradecidos conmigo.

—Seis años—masculló—¡Era un niño inocente de tan solo seis años!

—Por el amor de Dios, ya supera ese asunto—protestó—Además, no es como si yo misma le hubiera cortado la garganta esa noche.

—Pero usaste tu maldito don para delatarnos, para darle a tu estúpido "señor" nuestra ubicación exacta.

—Tú deseabas que fuera al revés, ¿verdad?—preguntó. Evan no respondió absolutamente nada—Siempre quisiste que ella desaparezca de tu vida...

—Cierra la boca.

—...porque no soportabas que fuera la favorita de Callie, la niña a la que todos querían proteger a toda costa...—continuó, echándole más leña al fuego y, evidentemente, la furia de Evan iba avanzando con cada palabra que salía de su boca. Le encantaba provocarlo—Si todo hubiera sido distinto, si en lugar de Noah hubiese sido Jocelyn, quizás no te habría importado tanto.

—Basta...

—Anhelabas tanto verla muerta que nunca se cumplió eso que tanto querías—sonrió maliciosa—Pero mirala ahora, la jodida perra está más viva que nunca, e incluso vive mejor que todos nosotros. Pero si tuvieras la oportunidad de acabar con su vida, se que no dudarías ni dos segundos en hacerlo.

—¡He dicho que te calles!—le gritó y se alejó—Vete de aquí.

—¿Por qué? Si estamos teniendo una conversación civiliz-

—Largo...de...mi...habitación—exigió interrumpiendola antes de que diga otra estupidez, haciendo énfasis en cada palabra—No voy a repetirlo nuevamente, Samantha.

La tensión creció entre los dos. Sam se quedó en silencio por un momento. Sus ojos se entrecerraron, reconociendo que había tocado algo profundo en Evan. Algo que no podía deshacer. Evan lo sabía. No podía dejar que su rabia lo controlara. Pero era inevitable. Sam lo había empujado al límite, y no podía volver atrás.

Con eso, la rubia se giró y se marchó de la habitación, dejando a Evan solo, rodeado de sus pensamientos oscuros. La habitación se sintió aún más vacía sin su presencia, y el eco de su risa resonaba en su mente.

La noche se alargaba y el peso de la tarea lo oprimía. Los murmullos de su mente giraban en torno a Jocelyn, al dolor, a la traición. Se quedó allí, atrapado entre el deseo de venganza y la lealtad a su familia. Mientras las sombras danzaban a su alrededor, se preguntó si alguna vez encontraría el camino correcto.

Con un suspiro, recogió otra hoja arrugada y comenzó a escribir de nuevo, sintiendo que las palabras se convertían en un reflejo de su conflicto interno. Cada idea era un intento de lidiar con la dualidad de su existencia, un juego de luces y sombras en el que él se encontraba en la línea, buscando su propia verdad en un mundo que parecía desmoronarse a su alrededor.

(...)

La rubia se incorporó lentamente en la cama, dejando que las suaves sábanas se deslizaran por sus brazos y sintiendo el contacto frío del aire nocturno contra su piel. Cerró los ojos y movió la cabeza de un lado a otro, provocando un leve crujido en su cuello, tenso tras tantas noches sin dormir. Un suspiro escapó de sus labios y, al abrir los ojos, su mirada se fijó en el reloj de la pared: las dos y media de la mañana. La habitación estaba envuelta en penumbras, apenas iluminada por la luz azulada de la luna que se colaba a través de la ventana, creando suaves sombras en las paredes.

Con un suspiro resignado, Jocelyn dejó que sus pies tocaran el suelo frío, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo al recordar que aún llevaba puesto su pijama de algodón: pantalones y una camiseta de manga corta en un tono gris apagado que contrastaba con su piel pálida. Se levantó con lentitud, como si cualquier movimiento pudiera romper la frágil quietud de la noche, y se dirigió hacia la puerta. Cada paso que daba hacía crujir levemente la madera bajo sus pies, acompañando la inquietud que le oprimía el pecho.

Al girar la manija y abrir la puerta, soltó una maldición en voz baja al notar que Logan hacía lo mismo desde la habitación frente a la suya. A diferencia de ella, Logan parecía estar completamente despierto; sus ojos reflejaban una chispa de atención que contrastaba con la penumbra. Sonrió de lado, esa expresión ladeada que siempre le provocaba una mezcla de irritación y atracción. Con un gesto despreocupado, levantó ambas manos y las entrelazó detrás de la cabeza, mostrando su típica seguridad.

—Rubia chillona—saludó él en un tono burlón.

—Señor insoportable—respondió Jocelyn, con un tono igualmente sarcástico. Aunque sus palabras arrastraban un poco de sueño, no podía evitar seguirle el juego.

—¿Cambiaste el apodo porqué te diste cuenta que sonaba ridículo?—rió. Ella simplemente negó lentamente con la cabeza.

—No te hagas ilusiones con eso. Para mí, seguirás siendo el puto tetón malhumorado—expresó y Logan sonrió divertido.

Jocelyn comenzó a caminar por el pasillo, con pasos ligeros y decididos, dejando a Logan atrás. Él, por supuesto, no se quedó quieto. Con un movimiento ágil, se adelantó y caminó rápidamente para ponerse a su altura. Giró de manera despreocupada y empezó a caminar de espaldas, mirándola con aire desafiante.

—Por esa carita, deduzco que no tuviste una buena noche.

—No tengo una buena noche desde que nací—contestó ella sin perder el ritmo, con un destello de ironía en la voz.

—Joder, qué rubia tan negativa—respondió mientras continuaba caminando de espaldas con una destreza inquebrantable.

Lyn lo miró de reojo y dejó escapar un bufido.

—Empiezo a creer que tienes algo en contra de las rubias o que simplemente piensas que me ofenderé cada vez que me llames así—dijo, arqueando una ceja, mientras avanzaba por el pasillo, donde las luces de las lámparas colgantes proyectaban sombras danzantes en las paredes.

Logan no pudo evitar observar con interés las cicatrices que adornaban los brazos de ella, y las dos que cruzaban una parte de su cuello. Eran marcas visibles de experiencias pasadas, pero en ese momento, no se atrevió a romper la conversación con alguna que otra pregunta relacionada al tema.

—Lo hago porque me encanta molestarte —admitió finalmente antes de girar y caminar a su lado de forma normal.

—Por Jesucristo, piérdete de una vez, así mi camino a la cocina será más tranquilo —murmuró , rodando los ojos con fingida desesperación—Aguantarte más de tres horas hoy ya fue más que suficiente. Y todo es culpa de Charles.

—Admitelo, fueron las mejores tres horas de tu vida.

—De hecho, fueron las peores—respondió burlona, frenó su paso de golpe provocando que Logan choque contra ella. Giró sobre sus talones y lo miró con una leve sonrisa divertida—Oye, es un gesto muy tierno que quieras custodiarme hasta la cocina. Pero como que ya estoy bastante mayor como para tener un guardaespaldas que me siga a todos lados—Comentó en un tono divertido, claramente burlándose mientras evitaba reír.

Logan, sin embargo, apenas prestó atención a sus palabras. Mientras Jocelyn hablaba, él analizaba cada detalle de su rostro. Su mirada descendió lentamente desde sus labios a sus ojos, esos ojos azul profundo, como el océano bajo la luz de la luna: llenos de misterio, intensos, imposibles de ignorar. Su cabello rubio caía en suaves ondas, y cada vez que ella le devolvía la mirada, sentía que su control flaqueaba. Logan estaba convencido de que esta mujer era todo un enigma, una combinación de fuerza y belleza que podía deslumbrar a cualquiera.

Lyn, sin añadir más, giró y caminó los pocos metros que la separaban de la cocina. Al llegar, abrió el refrigerador, buscando algo con qué saciar su apetito. Logan, que parecía no tener otra ocupación en ese momento, se quedó apoyado en el umbral de la puerta, observándola en silencio mientras ella rebuscaba entre los estantes, tal vez en busca de algo para comer o beber. La luz tenue del refrigerador iluminaba su perfil, y él no pudo evitar esbozar una leve sonrisa.

—Dime por favor que por lo menos hay cerveza—habló Logan, rompiendo el silencio mientras continuaba apoyado contra el marco de la puerta. Jocelyn rió por lo bajo. Tomó una jarra llena de jugo, cerró la puerta de la heladera y la apoyó en la mesada.

—Ni en tus mayores fantasías verás una botella de cerveza en esta escuela—Rió mientras vertía el jugo en su vaso—Hay que mantener intacta la idea de un ambiente educativo sano y responsable—Añadió, repitiendo las mismas palabras que Charles decía todo el tiempo. Por consiguiente, se sentó sobre el borde de la mesada, sosteniendo el vaso de jugo.

—Eso vuelve este lugar aún más aburridoy patético—respondió Logan mientras se sentaba en una de las sillas, sin despegar la vista de la rubia—¿Acaso nunca tienes ganas de beber aunque sea un poco?

—Ni un poquito.

—Que miserable.

—Desde los diecisiete años no he vuelto a probar ni una sola gota de alcohol. Fue un logro—sonrió—Si lo piensas bien, dejar ese vicio de lado es todo un alivio, tanto a nivel físico como psicológico.

—¿Y ahora que? ¿Te dedicas a beber jugo para liberar la tensión?

—Prefiero eso antes que volver a ser una alcohólica. Además, el jugo es delicioso.

—Aburrida.

—Aburrido será tú—contraatacó y Logan rió suavemente, cruzando los brazos.

—Charles me habló maravillas de ti. Se nota que está muy encariñado contigo, rubia—comentó—Eso me hace pensar que  él es tu Sugar.

—¡Por favor, eso es asqueroso!—reprochó y Logan dejó escapar una carcajada—Charles es como un padre para mí. Que tan retorcida tiene que estar tu mente como para llegar a esa conclusión.

Logan no parecía inmutarse por la indignación de Jocelyn. Al contrario, solo pareció encender su chispa de malicia.

—Oh, ¿papá no te deja beber cerveza? —se burló Logan, con una sonrisa divertida y una mirada traviesa— Qué triste, la princesita que vive atrapada en su torre con un montón de juguito. Seguro te da leche tibia antes de dormir también.

—Madura, Logan —contestó ella, llevándose el vaso de jugo a los labios mientras lo fulminaba con la mirada—No todos tenemos complejo de adolescente eternamente amargado.

Logan se encogió de hombros y se acomodó en la silla, cruzando los brazos y ampliando su sonrisa. Mientras tanto, ella bebía.

—Lo que tú digas, rubia. ¿Pero sabes qué? Apostaría una buena botella de whisky a que, si tu “papi” no te vigilara, ya estarías aquí sentada conmigo tomando como los adultos de verdad.

Jocelyn soltó una risa irónica y dejó el vaso en la mesada con un golpe sutil.

—¿Qué? ¿Tú eres el máximo ejemplo de adulto, según tú? Por favor. Hace tan solo unas horas estabas gruñendo porque te quedaste sin habanos y refunfuñando porque “la juventud ya no respeta nada.”

—Oye, eso fue una emergencia. Nadie debería tener que soportar a esta bola de mutantes adolescentes sin una buena dosis de nicotina —refunfuñó Logan, fingiendo indignación mientras ella alzaba una ceja, desafiante.

—Pues parece que vas a tener que aprender a sobrevivir sin todo eso —se mofó Jocelyn— Aquí el "Sugar Charles" no permite vicios, tienes que grabarte esa regla en tu patético cerebro.

Logan hizo un gesto de dramatismo exagerado, llevándose la mano al pecho.

—¡Oh, qué tragedia! Mi querida rubia no puede deshacerse de sus cadenas porque "papi Charles" no lo permite. Seguro le manda mensajitos antes de dormir para recordarle sus angelitos guardianes y todo eso, ¿no?

—Ay, sí, claro, porque seguro tú eres el gran rebelde, ¿no? El "duro" del grupo, el "lobo solitario" que se ahoga en whisky y tabaco como un cliché de película barata—bromeó.

Logan rió con fuerza, se levantó de su asiento se acercó hasta ella, apoyándose contra la mesada a su lado y observándola con sus ojos llenos de desafío y diversión.

—Al menos yo soy el tipo que hace lo que le da la gana. No necesito que nadie me diga qué puedo o no puedo beber —contestó Logan con un guiño provocador—Pero claro, tú sigues ahí, fiel a papi Charles y su “ambiente educativo sano”.

Jocelyn bufó, pero no pudo contener la risa.

—Lo siento, Logan, pero si esperas que yo te admire por eso, estás jodido —respondió, alzando su vaso de jugo como si brindara con él—Salud, “gran rebelde”.

Logan chasqueó la lengua, fingiendo decepción.

—Ni siquiera puedes imaginar lo que te pierdes —dijo, encogiéndose de hombros—Pero bueno, supongo que es difícil liberarse cuando uno tiene la correa bien puesta, ¿no?

—¿Correa? ¿Y tú qué? Apuesto a que tu idea de libertad es seguir refunfuñando en cada rincón de la mansión cuando no tienes a quién darle órdenes.

Logan se echó a reír, en un tono que retumbó en la cocina.

—Ay, rubia, admito que tienes agallas para soltarme esas estupideces a la cara —dijo con una sonrisa desafiante—Pero eso solo demuestra una cosa: en el fondo, te encantaría ser como yo.

—¿Qué? ¿Una cascarrabias obsesionada con el alcohol y el tabaco? —contestó Jocelyn, fingiendo horror mientras se reía—No, gracias.

Logan se quedó en silencio un momento, observándola, hasta que una sonrisa traviesa apareció en su rostro.

—Bueno, si eso es lo que quieres creer —dijo, fingiendo seriedad— Solo prométeme que cuando papi Charles no esté cerca, vas a recordar esta conversación y vas a pensar en mí con cada trago de juguito que bebas.

Jocelyn rió y levantó el vaso de jugo hacia él.

—Tranquilo, Logan. Cuando quiera un buen brindis, tú serás el último en quien piense —contestó con una sonrisa burlona— Y ahora, si me disculpas, voy a terminar mi "traguito", que mi "papi" no me deja desvelarme por mucho tiempo.

Logan se echó a reír de nuevo y se inclinó hacia ella, haciendo un ademán como si también brindara, haciendo de cuenta que tenía un vaso en su mano.

—A tu salud, princesita—murmuró.

La rubia le dio el último sorbo a su bebida, prácticamente vaciándola, y dejó el vaso sobre la mesa. Logan se apartó del borde de la mesada y se posicionó frente a ella, colocando ambas manos a los costados de Jocelyn, apoyándolas en la superficie. La mirada de ese hombre lo decía todo: tenía el modo coqueto activado.

Mamá, si puedes verme, espero que estés orgullosa. Este hombre es una puta obra de arte.
Pensó Jocelyn, disfrutando la situación.

—Como que ya entraste en confianza demasiado rápido—bromeó. Sabía disimular perfectamente el desinterés.

—Aún no me pides disculpas por lo del bisturí—le recordó, no dudó en emplear un tono ronco y coqueto al mismo tiempo.

—¿Y yo que iba a saber que te regenerabas, bebé de luz?—ironizó—No soy una chamana.

—Creo que ese apodo me gusta más que los otros.

—Si vas a quedarte en este lugar, acostúmbrate. Mi personalidad se basa en darle apodos a otros—aclaró—Y volviendo a lo del bisturí, eso fue algo muy necesario. Estabas ahorcando a mi mejor amiga.

—Por supuesto que no fue necesario.

—Obvio que si.

—No.

—Shi shi shi.

—Que no.

—Repito, si fue necesario. Pero por lo que veo lo único que logré fue dejarte secuelas. Es decir, volverte un idiota.

—Eres toda una niña.

—¿Niña?—interrogó riendo—¿Cuantos años crees que tengo?

—Unos treinta años, quizás. Pero cinco mentales.

—Voy a ignorar lo de "cinco años mentales"—rió—Pero me siento halagada de que creas que tengo treinta años.

—¿Acaso tienes menos?

—Mmmm, no...—negó—Te daré tiempo para que tu mismo adivines mi edad. Pero, te daré una pista bastante fácil y sin rodeos: estamos en el año 2000 y yo nací en 1956. Haz tu magia, bebé de luz.

Logan la miró directo a los ojos y se tomó un tiempo para hacer cálculos mentales. Se mantuvo unos dos minutos en silencio sin dejar de mirarla. Frunció el ceño unos segundos y luego abrió los ojos como platos al llegar a una conclusión definitiva. El anciano si que necesitó tiempo para pensar una simple cuenta.

—No...—susurró sorprendido.

—Shi shi shi—repitió, asintiendo enérgicamente.

—Ni siquiera pareces de esa edad.

—Es que mi mutación ralentiza mi envejecimiento. Es decir...—resopló, como si se tratara de algo trivial— Podría mantener esta misma cara durante otros treinta o cuarenta años, sin que me salga ni una arruga. En algún momento, supongo que podría envejecer... o eso creo—agregó, con un tono dubitativo, como si fuera un misterio incluso para ella misma.

—Wow...

—De todas formas, eso no significa que sea inmortal. En algún momento voy a morir, solo espero que no sea pronto—añadió en un tono divertido.

—Eres demasiado rara.

—Ya lo sabía.

—Charles me dijo algunas cosas sobre tus poderes, pero en ningún momento mencionó ese detalle especial.

—Nah, yo lo considero irrelevante—se encogió de hombros.

—También dijo que, al igual que él, tienes la capacidad de leer mentes, ¿verdad?

—Correctísimo —afirmó, asintiendo mientras chasqueaba los dedos con teatralidad— Leo mentes, manipulo recuerdos, percibo emociones con un simple toque, absorbo el dolor ajeno... en fin, un combo completo. Soy como una Barbie.

—¿Qué es una Barbie? —preguntó él, arqueando una ceja con genuina curiosidad.

—Algún día lo entenderás, anciano—replicó con una sonrisa burlona.

—Podrías leer mi mente—sugirió y se acercó a ella, quedando a centímetros de su rostro. Jocelyn arrugó el entrecejo, confundida y al mismo tiempo sorprendida por lo que le estaba pidiendo, como si fuera algo divertido para él—Úsame como sujeto de prueba, rubia—insistió con una ligera sonrisa que mezclaba desafío y diversión.

—Estás bromeando, ¿verdad?

—No estoy bromeando.

Jo abrió la boca para replicar, pero un carraspeo la interrumpió. Ambos giraron hacia la puerta, donde Scott los observaba con una sonrisa pícara, apoyado en el marco. La escena era perfecta para alimentar su imaginación: Jocelyn sentada en la mesada y Logan inclinado peligrosamente cerca. Lyn rodó los ojos con fastidio, saltó de la mesada y fue a plantarse junto a Logan, lista para enfrentar cualquier comentario sarcástico.

—Vaya, vaya, par de tortolitos. Con que así los quería encontrar, con las manos en la masa.

—No seas idiota, Scott. Solo estábamos...conversando—rió por lo bajo. Lyn miró a Logan y le dedicó una leve sonrisa—Te veo luego, Logan. Espero que tengamos otra pequeña charla nocturna en algún otro momento.

Logan se limitó a esbozar una sonrisa ladeada, claramente con intenciones de coqueteo. Sin darle mayor importancia, ella se alejó y se dirigió hacia Scott. Al pasar junto a Summers, chocaron los cinco en un gesto casual, y luego Lyn salió de la cocina, dejándolos a ambos solos. La expresión de Scott cambió de inmediato, su sonrisa se desvaneció tan pronto como Lyn estuvo lo suficientemente lejos. Entonces, Summers rompió el silencio.

—Hazme un favor, Logan —murmuró, con un tono firme—Nunca más le pidas a Jocelyn que lea tu mente.

—¿Perdón? —rio, incrédulo.

—No es como Charles. Lo suyo siempre acaba mal —aclaró, más serio— Solo procura no volver a pedírselo.

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