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AÑO 829, DISTRITO
SHIGANSHINA━━


El cielo se había teñido de un color anaranjado, anunciando que pronto se escondería detrás de aquellas lejanas montañas que sobresalen por encima de las murallas.

Una pequeña ventisca sopló, moviendo las hojas de los árboles que habían caído al suelo. Una de tantas hojas, chocó contra el vidrio de una pequeña casa que se ubicaba un poco alejada de las demás.

Dentro de aquella casa se encontraba una pequeña azabache, sirviendo un poco de agua en una pequeña taza. Esta venía junto al juego de tazas que su padre anteriormente le había regalado por su noveno cumpleaños que fue hace tres días.

La infante estaba jugando con su madre antes de que llegara la hora de irse a dormir.

Aquella mujer rubia de ojos azules como el cielo, observaba con ternura los bruscos movimientos que su hija hacía al tomar la taza. Sin poder evitarlo, el agarre de la taza se partió por la fuerza ejercida de la niña provocando que el contenido cayera sobre la mesa.

Si bien sabía que su esposo era más fuerte que cualquier humano ordinario, no imaginaba que su hija hubiera heredado aquello. Según tenía entendido, la sangre de su esposo no es muy querida por la realeza, nunca se enteró del porque de ello y tampoco le dio tanta importancia.

──¿Humh? ─la niña miró el líquido transparente sobre la mesa. ──. Sucedió de nuevo. ─soltó un suspiró mirando su mano donde se hallaba un pedazo de la taza. ──. Mamá. ─llamó a su madre, quien sin perder tiempo limpio el desastre que causó su pequeña.

La de cabellos rubios, levantó su cabeza mirando los ojos azules, que heredó de ella.

──¿Qué sucede, cariño? ─preguntó con un tono dulce y suave.

──Esta es la segunda taza que se rompe. ─se quejó cruzando sus brazos. ──. ¿Por qué papá no compró otras más resistentes? ─infló sus mejillas haciendo un lindo puchero ante los ojos de su madre, su padre le había regalado un juego te tazas ante los ojos de su madre ya después le dio una navaja sin que la rubia lo supiera.

La mujer soltó una ligera risa sin poder evitarlo.

──¡No te rías! ─le gritó mirando a otro lado sabiendo que se reía de su puchero.

──Lo siento, cariño. ─se disculpó sin dejar de lado su sonrisa. ──. Y respondiendo a tu pregunta anterior. ─su mirada regresó a sus manos llevando la taza rota a otro lado. ──. El juego que tienes es de plástico y ha estado mucho tiempo sin usar. Es normal que se rompa si lo tomas tan brusco.

La niña solo suspiro observando la última taza que le quedaba, sabía que si la volvía a tomar del mismo lugar se iba a romper y derramará de nuevo su contenido.

──Qué estupidez. ─cerró sus ojos mirando a otro lado.

──Tal vez tienes que buscar alguna manera de poder beber sin necesidad de tomarla como corresponde. ─la azabache miró a su madre ante esas palabras. ──. Buscá la manera de solucionar tu problema por ti misma.

Una pequeña idea surco en los pensamientos de la azabache. Llevo ambas manos a los lados de la taza tomándola con delicadeza dejando su agarre al frente. Su madre al ver esa acción sirvió un poco de té, su hija no tardó en levantar la taza llevando esta a sus labios bebiendo el líquido ahora fresco.

──¡Lo has hecho! ─expresó su madre al ver eso. ──. ¿Ves lo que te digo? Tienes que buscar solución para cualquier situación, una en la cual tú puedas hacerlo por ti misma.

──¡Tienes razón mamá! ─sonrío dejando la taza vacía en la mesa. ──. No dejaré que nada me detenga. ─sonrió dejando ver sus dientes.

Su madre sonrió con ternura al ver aquella bella sonrisa que amaba de su pequeña, sin duda había heredado tanto su personalidad como sus ojos. Su esposo no era muy cariñoso, pero con ellas era diferente cuando estaban a solas.

Recordaba a su hermano menor preguntarle constantemente si realmente él podía mostrar algún afecto, aún no creía que aquel hombre fuera el esposo de su hermana y aún no se hacía la idea de que se había casado muy pronto por haber quedado embarazada.

──¡Mamá! ─la voz de su hija la trajo de nuevo, se había sumido en sus recuerdos. ──. ¿Cuando volverán papá y el tío? ─preguntó mirando los ojos azules de su progenitora.

──Probablemente dentro de unos tres días, cariño. ─la menor hizo un mohín con total disgusto. ──. ¿Por qué la pregunta?

──El tío Erwin dijo que me daría mi regalo cuando volviera de su expedición junto a papá. ─recargo su cabeza contra la mesa. ──. El tío Erwin es malo. ─murmuró al tener que esperar tres días por su regalo.

──No es malo. Es solo que no tuvo tiempo para dártelo. ─le acarició su largo cabello azabache, que heredó de su esposo. ──. Cuando vuelva te lo dará. Solo espera un poco, ¿quieres?

──Hmp. ─fue lo único que emitió. ──. Ne, mamá. ─levantó su cabeza para mirar a su madre. ──. ¿Cómo es afuera de las murallas?

Su madre no se sorprendió, no era la primera vez que preguntaba eso.

Llevó su dedo a la barbilla mirando a un punto de la casa recordando las veces que ella salía, fue hace años que dejó de ser parte de la Legión de Reconocimiento, donde conoció a su esposo.

──Pues hay muchos animales muy diferentes a los pocos que hay aquí. ─los ojos de su hija brillaban con cada palabra. ──. Algunos árboles son mucho más grandes. También hay flores de diferentes colores y formas.

──¡Eso es increíble! ─sonrío. ──. Mamá. ─la mirada de la rubia cayó nuevamente en la de la pequeña. ──. Ya lo decidí desde que cumplí años. ─su mirada cambió a una con seriedad opacando sus ojos azules. ──. Cuando tenga la edad suficiente, me uniré a la Legión de Reconocimiento como padre.

──¡¿Qué dices?! ─gritó sin creer lo que escucho, sabía por experiencia propia el infierno que puede llegar hacer allá afuera.

──Quiero salir de estos muros y explorar por mi misma las cosas que hay afuera. ─se levantó de la silla hablando con seriedad. ──. Ayudar a la humanidad derrotando a los titanes. ─su madre no podía creer lo que su pequeña decía.

Desde que nació, se puso la idea de convertirla en toda una mujer para que sea una buena esposa en un futuro. No quería exponerla al peligro como su esposo lo quería.

──Cariño, no sabes lo que dices. ─se levantó poniéndose de cuclillas frente a ella tomando sus hombros. ──. Los titanes no son cosas de juegos, si llegas a salir de las murallas no sabrás con certeza si volverás a regresar.

──No lo sabré hasta que no lo intente, madre. ─miró con seriedad sus ojos. ──. No quiero estar escondida aquí. Quiero salir y respirar el aire fuera de las murallas. Y ver por mi misma el infierno al que todos tratan de ignorar.

──Cariño, tú no ent... ─antes de que pudiera terminar de hablar unos golpes secos a la puerta llamaron su atención. ──. ¿Quién será a estas horas? ─miró por la ventana dándose cuenta que ya era de noche.

La rubia se levantó para ir con dirección a la puerta, tomó el plomo abriendo esta. Detrás de ella había tres hombres, cada uno con una sonrisa maliciosa que hacían que la mujer retrocediera.

──Disculpe las molestias. ─habló uno entrando como si nada dejando ver un arma de fuego en su mano.

──M-mamá... ─la niña no podía moverse al ver a esos hombres, su voz salió en un ligero hilo.

──¿Quiénes son ustedes? ─preguntó sin titubeos. ──. ¿Qué hacen en mi casa? ─temía por la vida de su hija y por ello pensaba en una forma para que ella pudiera escapar, tenía la ligera sospecha de que buscaban a su hija y no a ella.

──Si no es mucha molestia, queremos a su hija. ─la azabache abrió sus ojos con miedo.

En cambio su madre entrecerró los suyos apretando su puño. No podía hacer mucho con tres hombres los cuales uno estaba armado y los otros llevaban consigo cuchillos.

──Así que si es tan amable de dejarnos hacer nue... ─el hombre no terminó de hablar cuando la rubia tomó la silla estrellándola contra él.

El sujeto retrocedió por el gran golpe que sintió en su cuerpo tirando el arma en el transcurso.

──¡Zorra! ─expresó con odio mirando a la mujer, sin perder tiempo se acercó para recoger su arma pero los brazos de ella sosteniendo los suyos se lo prohibieron. ──. ¡Suéltame, bastarda!

──¡Cariño, vete de aquí! ¡Rápido! ─gritaba mirando de reojo a su hija, ella estaba en el mismo lugar congelada sin poder moverse, el miedo se lo impedía. ──. ¡Hija, no te quedes ahí! ¡¡Corre!! ¡Vete lo antes posib...

Sin embargo, sus gritos dejaron de escucharse al recibir, de parte de uno de los hombres, una profunda herida en su garganta. Cayó de rodillas al suelo llevando ambas manos a la gran herida en un intento inútil por detener la sangre que salía de su garganta como de su boca.

Después de unos segundos sufriendo, su cuerpo terminó cayendo enfrente de su hija sin vida aparente. Lo último que vio fue el miedo que desprendía los ojos de su pequeña mientras la miraba perpleja.

──Ma...má... ─cayó de rodillas frente a su cuerpo sin poder moverse, entrando en un trance observando el líquido carmesí seguir saliendo de su garganta abierta de izquierda a derecha.

──Esa maldita zorra. ─balbucea el hombre tomando su arma. ──. Oi, carga a la niña. Tenemos que irnos antes de que alguien llegue.

Uno de los dos obedeció tomando el pequeño cuerpo de la niña, no fue difícil, debido a el trance en el que estaba no opuso resistencia alguna, ni siquiera pestañeaba.

Habían pasado alrededor de casi un mes y medio desde que encontraron el cuerpo sin vida de la mujer rubia.

La persona que encontró el cuerpo fue su hermano menor, quien recién acababa de regresar de su expedición sin buenas noticias, pues el esposo de ella había perecido en el transcurso de esta solo para salvarlo.

Se sentía agobiado y frustrado al no solo perder a su hermana y cuñado, sino que su pequeña sobrina de tan solo nueve años se encontraba desaparecida.

La policía militar había buscado sin descanso el paradero de la menor, pero no encontraron rastro alguno ─según su criterio, ya que no hicieron nada─ El caso se cerró declarando muerta a la menor por no obtener más pistas sobre su paradero.

El hombre y ahora el único familiar de ella por parte de su madre, se negó ante ese hecho. Él sabía que ella seguía con vida y haría lo que pudiera por encontrarla, se lo debe a ese hombre que dio su vida para que él viviera. No podía fallarle dándose por vencido sobre donde se encontraba su hija.

Es por eso que cuando se escuchó el rumor sobre un pequeño grupo de hombres, según dijo aquel hombre desconocido, estos tenían a una niña secuestrada. Se decía que planeaba venderla, pero el comprador se echó para atrás antes de hacerlo.

Y aunque sea solo un rumor de un desconocido con sombrero, no lo iba a dejar pasar. Iría al subterráneo solo para asegurarme de ello.

Sin embargo.

Llegó demasiado tarde.

Lo único que encontraron fueron tres cuerpos sin vida, tenía varios días muertos, el lugar estaba bañado en sangre, era una masacre en cierto modo. La policía militar vomitó al ver aquella escena, una que provocó una niña de tan solo nueve años recién cumplidos con un solo cuchillo.

Ahora el mayor sabía que ella sería igual a su padre, su sangre lo dictaba.

Tenía que encontrarla cuanto antes.

──¿Dónde estás? ─preguntó inconsistentemente mirando toda la ciudad subterránea. ──. Liberty.

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