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[ 08 ]

DICIEMBRE, 1979
(actualidad)



༆᯽✵𖣔—𒊹︎︎︎—𖣔✵᯽༆











En la penumbra de la noche, Peter se encontraba en la sala de la casa de sus amigos después de que dieran la una de la madrugada, había decidido quedarse, claro y con el permiso de James y Lily, pues no quería volver a su casa, no quería estar solo de nuevo, no quería llegar y encontrar su casa sola, miraba a un punto fijo de la habitacion, y sus ojos llenándose de lágrimas, el había jurado a su amada que siempre estaría a su lado. Un compromiso eterno resonó entre sus palabras, prometiéndole rescatarla de la violencia de su hogar. Sus emociones se entrelazaron como hilos invisibles, tejidos con el deseo ardiente de ser el refugio en sus días grises.

Con cada juramento, su corazón latía con fuerza, sintiendo la responsabilidad de ser el ancla que la sostendría en las tormentas. En sus pensamientos, y en un momento visualizaba un futuro compartido junto a ella, donde cada desafío sería superado por ellos juntos. La promesa de nunca dejarla sola había resonado como un eco reconfortante en su mente, un compromiso inquebrantable para el.

La esperanza había florecido como un jardín en sus pensamientos, donde cultivaban sueños compartidos de risas, complicidad y apoyo mutuo. Cada palabra pronunciada llevaba consigo la promesa de crear recuerdos imborrables, tejidos con momentos de ternura y comprensión.

La idea de rescatarla de su casa iba más allá de lo físico; era un compromiso emocional de liberarla de cualquier carga que pudiera pesar en su corazón. La fortaleza de su promesa se había convertido en un escudo contra las adversidades, un recordatorio constante de que ella nunca estaría sola en la vida.

En la esencia de sus emociones, se manifestaba un amor profundo, capaz de iluminar los días más oscuros. Cada juramento que habían hecho era un lazo invisible que unía sus almas, construyendo un lazo indestructible que desafiaba el tiempo y las incertidumbres de la existencia.

El compromiso de rescatarla se había quedado como un faro que guiaba sus acciones, un faro alimentado por la luz de su devoción. Sus pensamientos se llenaban de imágenes de momentos compartidos, construyendo una historia de amor que perduraría en el tiempo...o eso era hasta que ese día había sucedido lo peor que pudo pasar en su vida.

La seguridad que ella encontraba en sus palabras y promesas se convertía en un bálsamo para sus inseguridades. En cada gesto, en cada mirada, él reafirmaba su compromiso de ser el pilar en el que ella pudiera apoyarse en cualquier circunstancia.

La promesa de nunca dejarla sola resonaba como un mantra, un recordatorio constante de que, sin importar las tormentas que pudieran surgir, él estaría allí para sostenerla. En sus pensamientos, esa promesa se transformaba en un faro de esperanza, iluminando los caminos por recorrer juntos.

En cada palabra y gesto, él había reafirmado su compromiso, construyendo un puente indestructible entre sus corazones.

Con cada promesa, Peter había sellado un pacto emocional, un compromiso que iba más allá de las palabras. En sus pensamientos, había visto un futuro compartido donde el amor sería el motor que los guiaría, y la promesa de rescatarla sería el cimiento de su historia de amor eterno.

Pero eso jamás iba a pasar...

—Gus... —murmuró Ginger, riendo cuando Peter le había contado el apodo que sus amigos le habían puesto. —Colagusano no me gusta. Te diré Gus, suena gracioso, ¿No crees?—el rubio solo la miraba llena de diversión mientras intentaba servirle un vaso de agua.

—Como tú quieras esta bien para mí, cariño. —el rubio sonrió besando su cabeza, sintiendo los brazos de la castaña abrazarse a su torso.

Ginger había llegado a su casa con múltiples heridas en su rostro y brazos, sus ojos hinchados de llorar, su voz rota, tratando de ocultarlo con una sonrisa, eso había roto su corazón. Peter la había ingresado a su casa rápidamente, sentandola en el sofá, curando su rostro y escuchándola desahogarse, pero también balbucear ante los efectos del alcohol, por eso el rubio había decidido contarle historias que había vivido con sus mejores amigos, que sin duda habían hecho a Ginger sonreír.

Una sonrisa que lo había hecho a el brillar.

Perder al amor de tu vida es como caminar por un sendero soleado y, de repente, encontrarte en la oscuridad más profunda. El corazón late con un dolor sordo, como si una parte de ti se hubiera desvanecido. En esos primeros momentos, la incredulidad se apodera, y cada recuerdo compartido se convierte en un eco doloroso.

Las lágrimas se convierten en compañeras constantes, marcando un camino de nostalgia y anhelo. Cada rincón de tu vida parece impregnado de su esencia, recordándote que la ausencia está presente en cada suspiro. Los días se vuelven un desafío, como si cargaras el peso de un vacío insuperable.

La soledad se convierte en una sombra persistente, acompañándote incluso en medio de la multitud. Las palabras no pronunciadas y los abrazos no dados pesan más que nunca. La esperanza de un reencuentro se mezcla con la cruel realidad de la pérdida, formando un nudo en la garganta que parece no deshacerse.

En la búsqueda de respuestas, te encuentras cuestionando el destino y reflexionando sobre los "qué hubiera sido". La añoranza te lleva a revivir momentos compartidos, mientras la tristeza se convierte en un eco constante en tu interior. A veces, la rabia se entrelaza con la pena, creando una tormenta de emociones difíciles de comprender.

La rutina diaria se convierte en un recordatorio constante de su ausencia, desde el rincón de la mesa donde solían compartir risas hasta el tono de su voz que aún resuena en tu mente. El tiempo parece detenerse en la nostalgia, y el futuro se presenta incierto, sin la certeza reconfortante de su presencia.

La aceptación es un viaje lento y desafiante, donde aprendes a convivir con la cicatriz emocional. Los recuerdos, en lugar de ser un tormento, se convierten en tesoros que guardas con cariño en el rincón más profundo de tu corazón. A medida que el sol comienza a brillar nuevamente en tu vida, llevas contigo el amor perdido, transformándolo en un eterno compañero de tu ser.

—E-ella estaba bien cuando la vi un día antes, ella estaba perfecta...—susurró. —Todo estaba tan bien, Lily...— sintió a la pelirroja tomar asiento a su lado, el revivir esos recuerdos, no lo entendía, pero sabía que debía ser doloroso y difícil.

—Está bien, Pet, todo está bien. —susurró en su oído, abrazándolo, y quitando de su mano la botella que sostenía, alejandola.

—Ella estaba bien....

Escondió su rostro en su pecho, dejando que las lágrimas y los sollozos salieran de el sin ninguna barrera que las retuviera, aferró sus manos a su camiseta, haciendo que se arrugara. Lily acaricio su espalda, dejando que llorará todo lo que necesitará para desahogarse.

—Ella estaba bien...

Que cruel era la vida para algunos ¿no?

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