[ 02 ]
DICIEMBRE, 1978
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Nuevamente, Peter se encontraba en las calles de Londres muggle, pero está vez por una razón diferente. Cumpliría el trato que había hecho con Christopher, cuando le quitó 350 al precio inicial de aquel disco.
Cuando entro a la tienda, sus ojos conectaron los de la chica detrás del mostrador. La chica de ojos marrones a la que parecía no agradarle para nada.
—Lo siento. Se que llegue una hora tarde pero sinceramente me perdí. Terminé frente al cementerio y cuando pensaba volver, terminé en una estación de tren y después...
—Ya entendí. —ella lo interrumpió. —Tranquilo. No necesitas disculparte, y si te soy sincera, creí que no vendrías.
—¿Por qué habrías de pensar eso? Tu hermano me hizo un favor, no veo porque no hacerlo yo. —Peter se acercó hasta el mostrador, quedando de frente a la chica.
—Bueno, podrías simplemente olvidar que alguna vez viniste y que ese trato jamás existió.
—No soy esa clase de persona. Tu hermano me hizo un favor, y yo se los estoy devolviendo. —Ginger asintió levantándose de la silla en la que se encontraba.
—Correcto. Andando entonces. Esta mañana llegaron nuevos álbumes recientes que están saliendo, y algunos viejos que no sacamos de las cajas. —la castaña lo guío hasta una bodega que se encontraba hasta casi llegar a la puerta de emergencia. —Estar aquí no es solo estar sentado mirando a la puerta esperando a que alguien llegué y compre. Te dejaré aquí, cuando ya hayas vaciado esas cuatro cajas yo vendré y te ayudaré para colocarlos afuera en los estantes de cada banda.
—¿Y tú qué harás?—Peter preguntó, antes de que ella saliera por la puerta.
—Me sentaré en mi silla, mirando a la puerta esperando a ir alguien llegué mientras desayuno y tú te encargas de esas cajas. —Ginger le sonrió sarcástica, mientras salía por la puerta, dirigiéndose nuevamente hasta donde ella se encontraba.
Peter estuvo sacando discos, de cada caja por aproximadamente una hora y media. Sin embargo, a la hora de empezar de querer llamar a Ginger una idea cruzó por su mente, o más bien una duda. ¿Por qué sacar todo y después llevarlo y acomodarlo y no solo sacar las cajas?
Bueno, tal parece que ella no quería verlo por una hora y media. Y solo mantenerlo ocupado en los álbumes. Suspiró resignado, antes de volver a meter todo, y sacar las cuatro cajas, una sobre otra empujándolas por el pasillo, hasta llegar en donde Ginger se encontraba.
—Realmente creí que serías más inteligente. —ella dijo dejando su revista de lado, y tomando dos cajas. —Esperé treinta minutos a qué salieras con las cajas, y una hora y media después, sales con ellas.
—No es culpa mía que fueras cruel conmigo. —Peter la miro con el ceño fruncido, quedando frente a ella, mientras ambos organizaban los álbumes en cada autor.
—No es culpa de nadie en realidad. He pasado por tres nuevos. Siempre hago lo mismo, y créeme, han tardado más que tú. Seguí haciendo mis bromas, hasta que se hartaron y se fueron, finalmente se quedó mi hermano con el puesto.
—¿Por qué hacerlo conmigo? Yo solo vengo por hoy. —cuestionó el rubio ceniza.
—Si pero, estaba aburrida y no había nada que hacer. —Ginger se encogió de hombros. —Mientras tu trabajabas en las bodegas, yo desayuné, vendí diez álbumes, de tres distintas bandas. Y estaba a punto de ir por un café, pero saliste y ahora aquí estoy.
Ella siguió organizando los álbumes, Peter, el la miro con atención, su forma sarcástica de responder le parecía peculiar. Sus ojos marrones eran atrayentes, la forma de su rostro, su forma de vestir, le llamaba completamente la atención una chica que podría rechazarlo en tan solo un segundo y dejarlo con el corazón roto.
Lo que hacía a Peter preguntarse; ¿Cómo podía verse tan linda sin siquiera intentarlo?
Ella era reservada, pero aún así, su atención por ella seguía intacta desde el primer día que ella se acercó y le hablo, inclusive ese día se había sentido estúpido por la pregunta que había hecho, pero se sentía feliz, porque aunque ella hubiera tratado de ocultarlo, sabía que había causado una sonrisa en ella, una sonrisa que pagaría por ver de nuevo, y que hasta ese momento, no había podido lograr.
Tres horas. Tres horas en las que había visto entrar y salir clientes. Y en ningún momento, se habían hablado. Había visto como incluso algunos trataban de coquetear con ella, y Ginger los rechazaba. Bueno, eso solo hacía que sus esperanzas bajarán. Tal vez, si no le pedía que salieran a una cita juntos ella podría aceptar. O igualmente lo rechazaría. Justo como al último chico que salió por la puerta.
—¿Cómo lo soportas?—Ginger lo miró con atención. —El que te pidan una cita, y ya sabes, sigan... insistiendo.
—Te acostumbras después de un tiempo. —Ginger se sentó en una silla frente a el, organizando los anillos de calavera en el escaparate. —Solia salir con alguien que controlaba hasta lo que comía. —suspiró. —Un día, el y yo habíamos salido, todo el tiempo estuvo serio, en ningún momento se apartó de mí. Siempre me tomaba de la cintura o me besaba, me parecía raro, pero no dije nada. Me llevo hasta a mi casa y todo seguía igual, fue hasta que le pregunté que si que había sucedido, si yo había hecho algo mal para hacerlo enojar.
—¿Y?—la castaña guardo nuevamente los anillos, levantando la mirada para observarlo. —Lo siento, no quiero ser entrometido es solo...
—Esta bien. —Ginger lo interrumpió. —El me golpeó después de que le preguntará. Justo frente a la puerta de mi casa. Dijo que debía dejar de usar ropa tan provocativa, y que, yo tenía la culpa, porque desde que habíamos llegado, y a dónde caminaramos, yo atraía la mirada de cualquier persona. Dijo que si no controlaba el lo que vestía, la próxima vez que saliéramos, me dejaría. Acepté.
—¿Por qué?—Peter frunció el ceño confundido y con enojo.
—Lo amaba. Hasta ese momento Chris no sabía lo que había pasado. Entonces, volvimos a salir, no dijo nada acerca de mi ropa o escogerla, así que pensé que solo había sido un momento de rabia, pero...
—Volvio a suceder. —Peter habló, apretando sus labios con fuerza, al igual que sus manos.
—Exacto. Volvió a golpearme. No le dije nada a Chris. Salimos por aproximadamente tres veces más, y el escogió mi ropa esas veces, pero aún así, me golpeó. La última vez, Chris llegó, y lo golpeó. Al día siguiente, el fue a mi casa, y dijo que no podía evitarse permitir ser humillado. Así que me hizo escoger entre mi hermano y el. Obviamente escogí a mi hermano. Podría amarlo, pero...el no me amaba a mí.
—¿Y que sucedió después?—Ginger bajo la mirada, mientras soltaba una pequeña risa sarcástica.
—Fue a mi casa un par de veces más. En todas estaba ebrio, o llamaba a la policía, o Chris salía y lo golpeaba. Dejo de ir a casa acosarme cuando el y su familia se mudaron. No lo volví a ver. Y...no he salido con alguien desde entonces. Es por eso que Chris quería que estuvieras aquí. No fue, exclusivamente por el trato que hicieron. —confesó Ginger, volviendo a levantar la mirada. Sin embargo, Peter, apesar de estar confundido, la miro con una sonrisa.
—Salgamos entonces. —hablo directo. Ella alzó una ceja. —No como una cita. Conocidos. Dices que no sales desde tu ex-novio, y yo...y yo estoy demasiado solo como para querer compartir mi soledad con alguien que no me comprenda. —Ginger lo miró con una sonrisa, pero confundida.
—Rara forma de pedirme que salgamos, pero de acuerdo. Hagámoslo.
Desde ese instante, los días fueron contados.
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