Capítulo #6
“Ese día”
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Seguía organizando la habitación apurada, y mi respiración se llegó a entrecortar por la adrenalina del momento.
Faltaba menos de cinco minutos para las 6:00 de la madrugada, y yo siquiera había podido dormir. Tenía los ojos pesados, que insistían en cerrarse, pero luchaba por mantenerme lúcida. Mi cuerpo pesaba y se sentía extraño, pero tal vez era por la mala noche.
—Buenos días caramelito.
Una sonrisa amplia y destellante se dibujó en mis labios al escuchar sus palabras en un susurro, y me detuve de golpe, dejando a un lado las almohadas, lanzándolas en la cama, y yendo en dirección a la puerta.
Al abrirla, choqué con un rostro iluminado, y una sonrisa cerrada y arrebatadora. Estaba vestido de negro completo, provocando que su tez blanca se pronunciara más. Un mono deportivo, un pullover, una bufanda rojo vino opaco en el cuello, una parka azul marino hasta las rodillas, y unos zapatos blancos evans.
—Buenos días. —respondí para luego envolver su torso con mis brazos delgados, y él no tardó en corresponder, pegándome más a su cuerpo calentito.
—¿Dormiste bien? —eso provocó que vibrara su pecho.
Ante sus palabras no pude evitar fruncir los labios, y mirar ausente.
—No. —confesé con la voz apagada.
—¿Por qué? —inquirió con la voz ronca que siempre causaba la punzada de nervios en mi estómago.
Me encogí de hombros, escondiendo por un instante mi labio superior en el interior.
—No lo sé —coloqué mi cabeza sobre mi barbilla en su pecho tenso, mirándolo hipnotizada—, supongo que fue porque íbamos a salir pronto y nos acostamos a las cuatro viendo pelis, tomando chocolate del de Mickel —soltó unas risitas cómplices mientras mencionaba—, pasando un ratito juntos —mi voz tembló y se quebró en la última palabra al yo bajar mis ojos a sus labios.
De repente sus comisuras se elevan en una sonrisa plena y cariñosa, pero no podía apartar la vista. Debía dejar de ser pervertida.
—Parece que alguien se divirtió más de lo acordado.
—¿Y que lo planeó? —expresé sonriendo amplio.
Ante mi incógnita, él desvió la mirada por un instante, pensativo, formando una sonrisa cerrada, para luego mirarme.
—La medianoche en la que te besé, y te quedaste como un tomate viviente. —reveló provocando que mis cachetes tomaran su color rosado, y miré embobada y avergonzada hacia abajo, chocando con su pecho.
—No fue mi culpa.
—Ni la mía. —reviró juguetón y sonriente.
—Mejor no busquemos culpables —reí nerviosa—, porque si nos llevamos por eso los dos estamos condenados.
—¿Estamos? —indagó divertido, haciendo que le viera a los ojos, y chocara con su mirada cariñosa.
—Sí —sonreí amplio, sin separar mis ojos de los suyos—, no detuve el beso cuando me cazaste en la nieve.
Un silencio confortante e inquebrantable se abrió paso, permitiendo que intercambiáramos miradas cariñosas y llenas de palabras mudas, que sólo entendíamos los dos. Mi corazón se aceleró, mis nervios estallaron, pero de alguna manera me sentí segura en sus brazos, y bajo esa mirada hipnótica.
—Te.
—Buenos días. —Cecia habló por detrás de Axel interrumpiendo, éste se tensó, y lo supe gracias a mis manos en su espalda.
Él me miró expectante, y yo solté un suspiro sonoro.
—Luego te digo. —dicho esto, deposité un beso casto pero intenso en sus labios, agarrando con delicadeza su rostro confundido y medio coibido.
Me separé de su cuerpo, pasé por detrás suyo, y vi entonces a mi hermana acompañada de Annel, y la mano de éste último alrededor de su cintura. Ambos tenían una sonrisa calurosa esbozada.
Se la devolví, mi corazón acelerándose de repente ante lo alegre que me sentía por verlos juntos.
—Que bellos se ven.
Me acerqué para abrazar a Cecia, y ella dió unos pocos pasos separándose de Annel, y envolviéndome en un abrazo fuerte, y corto.
—Gracias hermana. —su sonrisa cargada de alegría calentó mi corazón.
—No tienes que agradecer. —manifesté deslumbrada, y me separé para echarle un vistazo a su vestuario.
Llevaba un trench coat beige abotonado y corto, con unos jeans negros, botines del mismo color, y su cabello cobrizo cayendo descuidado en sus hombros.
—Vaya, estás hermosa.
—Y que lo digas. —Annel expresó hipnotizado por la belleza de mi hermana, llevando su brazo alrededor de sus hombros, y sonriendo amplio.
—¿Nos vamos?, ya son las seis. —Axel se acercó por detrás, envolviendo mi cintura con su brazo derecho y pegándome a su cuerpo.
—¿La seis? —inquirí abriendo algo los ojos, sobresaltada.
—Sí. —Cecia respondió, con el ceño fruncido ligeramente—. ¿Te falta algo?. Vamos te ayudo. —dijo tomando mi brazo y arrastrándome hacia la habitación.
—Solo es acomodar las almohadas, y que Axel me ayude con las cositas que voy a llevar. —informé, y ya dentro, ella me suelta.
—Ah —exclamó—, es poco.
Dicho eso, fue en dirección a mi cama, y yo me giré para ver a Axel, el cual conversaba con el moreno.
—Axel —mencioné su nombre hasta esperar que me viera, y cuando lo hizo, dije—: ¿Me podrías ayudar con las cositas? —un puchero de mi parte hizo que él riera a lo bajo, amplio, y bonito.
Caminó hasta mi, depositó un beso casto en mi frente colocando su mano en mi hombro derecho y haciendo presión ligeramente, hasta que se separó y me quedé mirando hacia donde antes estaba.
—Me alegra que les esté yendo bien. —alcé la vista que antes estaba medio ausente, y choqué con una sonrisa cerrada del moreno—. Merecían que les pasara.
Sonreí dejando ver mis dientes, complacida, y mis cachetes se ruborizaron.
—Sí —di unos cuantos pasos hacia él hasta salir de la habitación—, éramos demasiado ciegos como para darnos cuenta.
—Lo que tu digas. —señaló alzando ambas cejas, juguetón, y ambos reímos a lo bajo.
—Como sea —suspiré sonoro haciendo una pequeña pausa—, agradezco que hayas sido perseverante con nosotros, y tolerable —solté una risita ante la última palabra—. Aún así, gracias. —él asintió a mis palabras, y yo le dediqué una sonrisa enseñando mis dientes.
—Tenemos que irnos terroncito —Axel mencionó detrás de mi con finalidad, y entonces comenzamos a caminar por el pasillo hacia la puerta.
Nuestros pasos a penas se escuchaban sobre la madera, y gracias a Dios que la misma no provocaba ruidos o algo por si sola. Tal vez hacían renovaciones generales sistemáticamente.
Después de abrir la puerta, y todos salir, los demás nos estaban esperando frente al local, lejos de las escaleras. Y vaya que hacía frío. No habíamos casi ni dado dos pasos y ya mis dientes chocaban entre ellos. Nos apresuramos, y ya cerca nos echamos a caminar hacia el bosque. Todos con sus ropas para el frío dobles por lo que pude suponer.
—Buenos días. —saludé con una sonrisa esbozada, colocando luego mis manos en los bolsillos de mi abrigo.
—Buenos días. —todos al unísono susurraron igual de alegres.
Pero no faltó unos cuantos pares de ojeras en los ojos de mis amigos.
Axel colocó su mano alrededor de mi cintura, y luego de apretar la zona besó la parte derecha de mi cabeza con suavidad y cariño.
—Te quiero. —susurró con voz ronca y gutural, pero esas palabras apretaron mi corazón.
¿Estaba lista para decirle?. Pareció que el destino no quería.
—Axel, buenos días. —Mickel de repente habló, y mi novio fue a saludarlo.
Y bueno, luego se quedaron hablando durante varios minutos de caminata.
~❄️❄️~
El aire gélido de la madrugada se adentraba tan fácil por mis ropas que comencé a frotar mis hombros para darme calor, mientras seguía las huellas de los chicos frente a mi.
Habíamos caminado bastante, estábamos ya lejos del Don Freddy's Chocolate, lejos del calor y el ambiente acogedor. Ahora estábamos en medio del bosque, frío, silencio, y siniestro, lanzando sonidos de la noche sobre los árboles cubiertos de la nieve.
Miré hacia arriba y me detuve súbitamente al escuchar un sonido de algo moviéndose por encima mío. Mi corazón se quería salir por mi boca, mientras con mi vista asustada buscaba entre la copa de los árboles, y el cielo, dando vueltas en el lugar.
—Beatriz. —la mención de mi nombre me llevó a detenerme y mirar hacia delante.
Al no ver a nadie a mi alrededor, mi corazón dió un vuelco, y mi sistema estalló en nerviosismo y adrenalina.
—¿Axel? —grité cortado y tembloroso, sintiendo mis piernas y brazos entumecerse poco a poco.
Silencio.
Eso provocó que el miedo penetrara aún más profundo, y con mis ojos abiertos de par en par, miré hacia el suelo buscando las huellas. Tragué grueso, mi corazón golpeó mi pecho. No había nada. Pero lo peor era que ningún viento soplaba. Sólo existía el lúgubre silencio de la noche.
Estupefacta y ya casi sin poder respirar como se debe, reuní fuerzas para caminar en cualquier dirección.
—Axel —insistí turbada—. Axel —continué gritando cortado, esperanzada en que los encontraría, pero cuanto más me adentraba, menos luz de la luna recibía.
Eso aumentó mi estado nervioso y asustado. Comencé a temblar, tanto del frío como del miedo, mientras miraba aterrorizada hacia ambos lados, caminando cautelosa pero torpe.
—Axel —grité y mi voz falló, provocando que tosiera, y ante eso, mi pecho traqueó extrañamente, y al siguiente segundo me costaba respirar.
Aún así, seguí caminando torpemente.
—Axel, Ceica, Annel —gritaba con la voz átona, aguardando el poco aire que entraba—. Chicos, ¿dónde están?
La tos me cortó, y frunciendo el ceño, apretaba mi pecho en un intento inútil por sostener la respiración en mis pulmones, mientras que con mi mano izquierda sobaba mi brazo derecho.
—Melanie, Niza, Mickel —insisí a pesar de que no tenía el suficiente aire como para gritar, pero fue una mala idea, ya que empeoró cuando intenté coger una bocanada, y no respondieron—. Chicos.
Comencé a dar resoplidos y a quejarme, sin aliento, pero aún así, insistiendo en caminar hacia delante.
—Amor-cito.
Mis ojos se comenzaron a nublar y se querían cerrar, pero seguía persistiendo en mantenerme lúcida, consciente. Hasta que de repente algo en mis pies falló, y me resbalé.
No pude gritar.
No pude coger aire.
Sólo mis ojos se cerraron, y mi cuerpo sin oxígeno rodó por todo una pendiente cubierta de nueve.
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