𝐸𝑝𝑖𝑙𝑜𝑔𝑜
Dos días después de que regresamos a casa; me encontraba sentada mirando como varias cajas invadían mi sala y algunas prendas de ropa estaban en el sofá. Al parecer cuando ambos estábamos ebrios habíamos tomado la decisión de vivir juntos en mi casa, después de todo era la más grande
—¿Quieres que te ayude a acomodar todo esto o...?.— cuestioné mirando como Roberto tampoco parecía saber por donde iniciar
—Podemos ir subiendo unas cajas.— dijo mientras señalaba las que tendríamos que dejar en la habitación —Espero que tu armario de cosas sin usar tenga espacio, suelo ser algo acumulador.—
Antes de que pudiera responder escuché el tono de notificación de mi celular. Lo saqué para revisarlo y fue inevitable no pegar un pequeño grito emocionado
"Buenos días, le comentamos que por fin terminamos con todos los detalles de su refugio. Quedamos pendiente de la fecha que considere correcta para ir a evaluarlo"
Gracias a todos mis pendientes y a los gastos que había hecho, había tenido que retrasar un poco todo lo de mi refugio. Ahora por fin el equipo de construcción me había dado la noticia que había estado esperando. Con esto listo podría empezar a planear una gran inauguración donde algunas marcas podrían ser participes
—¿Qué pasa?.— preguntó Beto y le enseñé el mensaje —No mames, que chingón.— exclamó igual de emocionado
—No puedo creer que todos mis sueños se me estén cumpliendo.— solté —Tengo mi propio refugio, soy independiente, ya no dejo que mi trabajo me gobierne y sobre todo, estoy a punto de vivir con mi novio.—
—Pensé que todos tus sueños ya estaban cumplidos desde antes.— indicó y negué
—Yo pensaba lo mismo.— confesé un tanto nostálgica —Pero, por ejemplo, antes mi habitación estaba llena de premios y ahora los sustituí por fotos. Jamás pensé que tendría con quien llenar mis paredes de recuerdos, ni pensé que tendría momentos memorables fuera de mi trabajo.—
—¿Quitaste los premios?.— cuestionó asombrado y asentí riendo
—Los dejé en mi armario.— conté sonriente —Antes necesitaba verlos para sentir que estaba haciendo las cosas bien, pero ahora siento que he tomado las decisiones correctas sin ver nada de eso.—
Roberto dejó las cajas que estaba acomodando y se acercó para abrazarme. Sentí la calidez de sus brazos envolviéndome, y durante un momento, me dejé llevar por la comodidad de ese abrazo. Habíamos recorrido un largo camino juntos, y aunque ambos éramos personas independientes y fuertes por separado, estar juntos nos hacía sentir completos de una manera que antes no habíamos experimentado.
—A veces pienso que sigo siendo la reina de corazones rotos.— murmuré contra su pecho, recordando aquella vieja broma que solía decir cuando hablábamos de nuestro pasado, aquel personaje seguía siendo fundamental para mí. En algún punto, me había resignado a que el amor nunca fuera para mí así como en aquella película, pero ahora todo había cambiado.
Roberto soltó una risa y me dio un beso en la cabeza
—Ya no más.— dijo suavemente —Ahora eres la señorita trix, y te aseguro que en ningún momento haré que tengas el corazón roto de nuevo.—
Nos quedamos en silencio por un rato, disfrutando del momento hasta que después de unos segundos miramos a Moon pasar como rayo, ambos reímos. Sabíamos que todavía había mucho por hacer: organizar las cajas, acomodar sus cosas, preparar los detalles de la inauguración del refugio... Pero por ahora, todo eso podía esperar.
—Nunca pensé que compartiría mi casa con alguien, o bueno, pensé que lo haría hasta formar una familia.— admití, mirando el desorden de la sala —Mucho menos que disfrutaría tanto hacerlo.—
—Es que lo estamos haciendo bien.— respondió Roberto con una sonrisa segura —Y si me lo preguntas, también estoy muy orgulloso de nosotros. No solo por lo que hemos logrado juntos, sino porque somos capaces de hacerlo mientras seguimos siendo quienes somos.—
Suspiré, dejando que sus palabras calaran hondo. Había pasado por tanto para llegar hasta este punto. Años de trabajo duro, problemas con mi familia, y momentos en los que había sentido que ser fuerte significaba estar sola. Pero ahora, mirando las cajas que invadían mi sala, sentía que este caos compartido representaba algo más grande: el inicio de una nueva etapa.
—Esto es solo el comienzo, ¿verdad?.— le pregunté, buscando su mirada.
Roberto asintió con esa seguridad tan característica suya, una de las cosas que siempre me había inspirado confianza.
—Definitivamente.— respondió con firmeza —Y lo mejor de todo es que, pase lo que pase, lo haremos juntos.—
El resto de las cajas y los muebles podían esperar un poco más. Nos sentamos juntos en el sofá, mirando la sala desordenada que, poco a poco, se convertiría en nuestro hogar. Sentía una mezcla de nostalgia por lo que ambos dejábamos atrás y, al mismo tiempo, una profunda satisfacción por todo lo que habíamos construido. Porque, más allá de los premios, del trabajo, de las responsabilidades, estar con Roberto había llenado mi vida de recuerdos y momentos que jamás imaginé vivir.
Nos miramos, felices y orgullosos de todo lo que habíamos vivido hasta ahora, y sobre todo, de lo que nos quedaba por vivir juntos.
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