7
—¡Bien, mis queridos polluelos! —hablé aplaudiendo para que me prestaran atención. Todos tenían las armas falsas y las máscaras preparadas. — Espero que os sepáis vuestro papel. ¡No os pasará nada! Mamá Kioto os protegerá.
Nairobi nos avisó de que nos preparáramos ya, por ello todos se pusieron las máscaras y conduje a los rehenes que vendrían con nosotros hasta la entrada. Antes de abrir las puertas avisé sobre que nadie tuviera ideas locas de escaparse, no llegarían ni a las escaleras.
Coloqué a todos en posiciones donde el cirujano los pueda ver sin sentirse muy mareado, también corregí la postura de algún rehén y con una mirada llena de preocupación de parte de Berlín, ordené que las puertas se abrieran.
Berlín desde un principio, se había negado a esta parte del plan. El Plan Kioto para él era un plan suicida, pero el Profesor sabía que nadie se atrevería a tocarnos y sabiendo mi historial también podrían imaginarse muchas cosas. Todos mis compañeros, excepto Berlín, pensaban que era muy amiga de un capo de la mafia, pero no sabían que literalmente eramos familia y por ello era protegida. Siempre tuve a la policía metida en el bolsillo, esta vez no será una excepción.
Aparecieron dos hombres, no pude evitar fruncir el ceño al ver a dos y no solo uno. Pero creo que les impresioné más yo, al fin y al cabo, los únicos seres humanos que no conocían mi rostro, eran mis compañeros. Había tenido suerte.
—Vaya, pedí uno y llegaron dos. — sonreí con amargura y Nairobi y Oslo, que estaban detrás mio, alzaron su propio fusil para dar algo de miedo. — Dejar todo en el suelo y avanzar.
El hombre de gafas, que iba delante del otro hombre, me resultó familiar al instante y supe por su cara que me había reconocido rápidamente. Bajaron Tokio, Helsinki y Berlín sabiendo quién era el policía por el Profesor. Berlín se colocó a mi lado con una mano en su arma por si las moscas, mientras Nairobi y Oslo se encargaban de cachear a los dos individuos.
—¿No habías pedido solo a uno?—preguntó Berlín a mi lado en alto, para que escucharan que ya estábamos sospechando.
—Ya vez, regalo extra. — hablé y ahora era Tokio quién estaba dándoles órdenes. — Incluso han traído más material del que pedimos.
—Cómo para no sospechar, es muy obvio. — susurró Berlín y me adelanté un paso.
—Depositar todos los objetos metálicos en la bandeja que mi compañera os va a pasar. — Así cómo lo mencione, Tokio empezó a pasar una bandeja blanca. —Depositar gafas, llaves, relojes, anillos... Si tenéis algún micrófono os recomiendo ponerlo ahora y no lamentarlo después. Vamos a escanear cualquier tipo de radiofrecuencia.
Mientras ordenaba que se quitaran los zapatos y se tumbaran, Río paso con un detector de metales y Tokio se fue con Helsinki para que le colocaran el micrófono en las gafas y así que el Profesor pueda escuchar todo lo que pase allí afuera. Berlín asintió en mi dirección y le hice un gesto a Tokio con la manos.
—Trae las gafas del caballero. — hablé y él me miró. — Supongo que las vas a necesitar.
El hombre me agradeció en un susurro y nos los mandé a que me siguieran. Pasé por el pasillo lleno de rehenes con pistolas falsas apuntándome, tengo que admitir que me llenó de orgullo ver que todos mis esfuerzos por la actuación haya salido espléndida. Puede ver de reojo cómo Berlín se quedaba atrás para ordenar que bajaran las armas.
Entramos a la sala quirúrgica improvisada que habíamos echo, la camilla en medio, todos los útiles por alrededor y unos biombos nos ocultaban del exterior.
—Tengo curiosidad. — hablé llamando la atención de los dos hombres que estaban preparando las cosas. —¿Por qué habéis venido dos, cuando ordené que viniera uno?
Los dos se miraron entre sí sin saber que contestar. Noté cómo Tokio venía por detrás mio con una bata y guantes para la cirugía, pero la rechacé.
—Pensamos que necesitaría un enfermero. — contestó el que ahora sabíamos que era el policía.
—Si solicité solo a uno, será porque solo necesitaba uno. ¿No creen? — sabía lo que estaba haciendo, los estaba intentando poner nerviosos. Me había quitado los audífonos después del disparo para poder trabajar mejor y escuchar los latidos de Arturo sin necesidad de la máquina, pero ahora escuchaba los latidos del policía acelerados por mis preguntas.
—Pedimos perdón por ello. — habló el cirujano, que parecía más tranquilo que el otro. —Sin enfermero no puedo hacer gran cosa.
—Tú ibas a ser mi enfermero, solo necesitaba la sangre. — hablé y le indiqué a Tokio que le colocara la bata al supuesto enfermero. — Ya que tienes un enfermero, hacerlos solos. Dudo que necesitéis nuestra ayuda.
Me alejé un poco de los hombres y me senté en una silla giratoria para ver todo lo que hacían. El cirujano empezó a preguntarme cosas que yo respondí con tranquilidad para que se asegurara de cómo estaba la herida. Noté cómo cada vez que el cirujano pedía algo al policía, esté se ponía muy nervioso, no sabía los nombres de las herramientas y es por ello que era muy posible que muriera el pobre Arturo. Que pena.
Berlín se metió en medio para hablar sobre la anestesia, tuve que aguantar la risa al escuchar que quería anestesia local y le indiqué al supuesto enfermero donde estaba. Berlín tenía claro que quería ver a Arturo sufrir un poco, si él no decía lo de la anestesia, seguramente lo habría echo yo.
Sacaron un reloj y Denver preguntó para que era. El enfermero explicó que era para controlar la anestesia, pero yo sabía que no era para nada necesario un reloj, con una vista a los signos vitales se podría saber. Berlín levantó la mirada hacía mi para ver si lo que decía era cierto, tuve que negar con la cabeza y él asintió entendiendo que aquí había gato encerrado.
Durante la intervención, Berlín estuvo hablando todo el rato con Arturo, provocando un ligero dolor de cabeza en mi sien. Tuve que respirar hondo varias veces, pero siempre estaba vigilando al enfermero/policía. El pobre no sabía que hacer y le costaba mucho estar tranquilo.
Arturo estuvo hablando sobre su enamoramiento en dos mujeres totalmente distintas, la anestesia le estaba provocando soltar palabras sin sentido y hablando más de la cuenta. Minutos después el cirujano pudo sacar la bala y Berlín le ordenó al enfermero que lo cosiera. Le dijo que no hacía nada más que entregar herramientas y que le estaba dando la oportunidad de lucirse.
El policía soltó de repente que se sentía muy mal y me levanté al escucharlo.
—Soy enfermero, pero no estoy acostumbrado a trabajar rodeado de armas.— se defendió él.
—Un enfermero tiene que estar listo para cualquier tipo de situación. — hablé y le quité de las manos las pinzas y el material para coser. — Estoy segura de que has trabajado bajo mucha más presión, al fin y al cabo te preparan para eso en la facultad.
Helsinki bajó corriendo mencionando que el Profesor quería hablar conmigo.
—Bien, Helsinki acompaña al enfermero al baño para que vomite. — hable y el asintió. — Si no lo ahce le metes la cabeza en el váter hasta que lo haga.
Me acerqué al teléfono que había en la recepción y hablé para indicar que estaba en línea. habló rápido diciendo que se escuchaban ondas sonoras, lo que indicaba que estaban entrando pero no sabía por donde. Activé el plan B y al lelgar otra vez con los enfermeros me acerqué a Berlín.
—Plan B. — hable en un susurro, él asintió y se fue de la estancia a por lo necesario. —Bien señores, ya es hora de que os marchéis.
Nairobi empezó a recoger todas sus cosas con rapidez al entender lo que ocurría. En cirujano preguntó por su compañero y mandé a Tokio para que fuera a buscarlos, mientras agarré el equipo para coser a Arturo y me despedí de los infiltrados cuando algún que otro rehén tenía la careta nueva ya puesta. Me sorprendió un poco la rapidez de Berlín.
—Señorita porfavor ¿podemos irnos ya? Hemos terminado aquí, por lo que parece.— le sonreí a Arturo y le susurre de que ya estaba todo bien. Levanté la mirada y vi a los dos hombres esperando mi repuesta.
—Pues si, tranquilamente. — supe por su tono de voz que estaban desesperados por salir, por lo que supuse que la hora lo era todo para ellos. — Siguen a mi compañera hasta la salida, porfavor. Allí os darás vuestros materiales metálicos.
Me fui de allí cuando llegó Helsinki y le dejé al cargo de los rehenes y Arturo. Tenía que ir a echarle un vistazo a Mónica y recetarle algún que otro medicamento nuevo para que no afectara mucho al feto. Al llegar a la cámara sentí pasos detrás de mi, alcancé la pistola de mi muslo derecho y apunté a la persona que había detrás.
—Puta mierda Nairobi, que susto. — bajé el arma y la volví a guardar en su sitio.
—¿Aquí tenéis a la rubia?— asentí y entramos juntas para ver a una Mónica hablando con Moscú y Denver tan tranquila.
NARRADOR OMNISCIENTE
Ángel corrió a la carpa en donde esperaban sus compañeros al darse cuenta de que nadie los podía ver. Corrió para avisar sobre las máscaras nuevas y al notificarlo la inspectora intentó comunicarse con los hombres que se estaban infiltrando para que abortaran la misión.
Al conseguir el objetivo todos los de la sala se tranquilizaron y cayeron en sus sillas agotados por la tensión del momento. Pero Ángel tenía algo más que comunicar.
—He visto a Aramburu allí dentro. —habló él mirando a Raquel fijamente. La mencionada se sentó en su silla pensando en donde había escuchado ese nombre antes.
—¿No es una modelo?— preguntó un policía metiéndose en la conversación.
—¡Yo la vi en una película!— comentó otro. —Esa en la que cantaban acapella.
—¿También canta?
—¡Parar!— Raquel se levantó de su asiento y se acercó a un hombre que estaba con el ordenador. — Enséñame la ficha de Laia Aramburu, la actual jefa de la mafia Aramburu.
El hombre empezó a teclear todo lo rápido que podía, pero no iba a conseguir nada. Dentro de la fábrica estaba Río junto a Kioto viendo como el chico estaba impidiendo que puedan acceder en su ficha, pero el policía pensó que si lo había logrado.
—Se la pongo en pantalla. — con un solo click, lo que pensó que era la el expediente de la mafiosa, en realidad era otra publicación.
—No me jodas.—habló Ángel por encima de todos. —Sabían que yo era policía.
—Nos arriesgamos mucho al mandarte allí cuando solo pidieron a una persona y muy demasiado equipo médico. —habló Raquel empezando a echarse la culpa ella misma. El Profesor le había dicho que su enfermera al mando del atraco solo necesitaba sangre, pero ya de paso podría traer a un solo cirujano para que la ayude y así no estar sola. Incumplieron el mandato de el Profesor y ahora estaban viendo lo que sucedía al hacerlo.
—Si Laia está allí dentro es que es mucho más grande de lo que pensábamos. — empezó Ángel acercándose a Raquel, pero ella estaba demasiado preocupada por lo que podía pasar ahora. — No vamos a poder entrar allí así sin más. Los Aramburu no controlan España porque no quieren, no porque no puedan.
—Sé perfectamente quienes son. — murmuró la inspectora mirando a la pantalla, dándose cuenta de que se estaban burlando de ellos y que todo lo que hicieran, ellos irían un paso por delante. —Con Laia allí dentro nunca nos dejaran entrar.
—Podemos hacer otra cosa. — Prieto entró en la carpa llamando la atención de todos. — Si la ponemos mal ante el público, tal vez sus contactos den marcha atrás y no la protejan. Tendríamos vía libre.
33 HORAS DE ATRACO
DOMINGO 22:09H
Subí las escaleras en dirección a mi despacho. Después de ayudar un poco a Mónica, mi reloj inteligente había sonado con la alarma puesta para las inyecciones de Berlín, al fin y al cabo yo tenía su medicamento.
Pasaba entre los despachos hasta escuchar el sonido de la única televisión que dejamos, me adentré de donde venía el sonido y me encontré con los dos hermanos, mis amigas mosqueteras y el hacker celebrando que aparecían en todos los canales, pero la cara de Río se descompuso al ver a sus padres hablando de él.
Tokio la deseschufó al escuchar las cosas tan hirientes que su padre decía en la tele. Me acerqué a él para abrazarle por los hombros con cuidado, se unió Nairobi y le dio unas palmadas en la espalda cuando me separé.
—Padres así no merecen tus lágrimas Río. — murmuré y salí de allí en dirección al despacho.
Entré y me lo encontré vacío, no me esperaba que estuviera así, pero tal vez Berlín se haya inyectado sin yo estar presente. Miré el sofá que había en una esquina y pude jurar que estaba llamándome para tumbarme en él.
Resoplé y abrí un cajón para agarrar la manta gruesa que tenía allí escondida, apagué la luz y me tumbé en el cómodo sofá con intenciones claras de dormirme. Minutos después de estar a punto de conseguirlo, el dichoso teléfono rojo empezó a sonar.
—Espero que estén allí fuera con más de dos tanques para entrar o te juro que cuando salga te voy a cortar los huevos Sergio.— miré mi reloj y vi que era la una de la madrugada. —Se ha pasado mi hora de dormir, enserio, espero que sea algo muy gordo.
—Yo... Eh... Kiro yo...— me desperté al instante en el que lo escuché balbucear cosas y apreté el teléfono más a mi oreja.
—¿Es algo personal, verdad?— saqué una silla del escritorio y me senté mirando a la nada. — ¿Qué ha pasado Sergio?
—Sabes que estoy infiltrado para poder ser amigo de la inspectora al cargo del atraco ¿verdad?
—¿Bromeas? Fue idea mía. —él soltó un suspiro y supe que estaba asintiendo y colocándose las gafas en su típico gesto nervioso. —Dime que ha pasado. Me estas poniendo nerviosa.
—Estoy escuchando todo lo que pasa gracias al micro del policía. — explicó y yo solo solté un sonido de afirmación, para que supiera que le estaba prestando atención. —Al parecer está borracho y a llamado a Raquel.
—¿La inspectora? — soltó el mismo sonido que hice yo antes para confirmarlo. —Me da la sensación de que el poli quiere algo con la Raquel esa.
—Al parecer tuvieron una aventura hace ocho años. — sabía que él no podía verme, pero aún así sonreí. —Le ha echado en cara de que no lo quiere a él.
—Uf, hombres desesperados. No me gustan, eh. No es no y aún así siguen. —me troné el cuello y seguí escuchando al Profesor.
—Si, bueno, la cosa es que le preguntó si se acostaría con el hombre con el que estuvo hablando en el bar y ella dijo que si, que no le importaría un buen... pues eso. —habló él nervioso y con rapidez, menos mal que estaba acostumbrada a su forma de hablar, si no fuera así no le hubiera entendido.
—¿Y qué? ¿Estas celoso?— me burlé, pero él no contestó nada. Me levanté de golpe provocando que la silla se cayera y mis ojos se abrieron como platos. — ¡El tío del bar eres tú!
—Sí.
—Hostias Sergio. ¿Cuánto ha pasado desde que no te acuestas con una mujer?— pregunté sarcástica, sabía la respuesta perfectamente. —¡Dale una oportunidad!
—No sé yo, siento una conexión y no quiero joderla con sexo. — murmuró pero gracias a mi ausencia de audífonos lo escuché muy bien.
—Anda, tonterías, la excusa ha sido rechazada. Si sientes algo ve a por ella. — una sonrisa se formó en mi cara al comprender que tal vez se estaba enamorando.
—Siento mucho despertarte por esto Kiro. — le encantaba hablarme con mi primer nombre, era una costumbre.
—¡Qué dices! Vivo por y para el chisme, cualquier cosa me llamas guapo, aquí estaré.
La línea se cortó y pude dormir tranquila y feliz, sabiendo que mi mejor amigo estaba de la misma manera al poder desahogarse sin tener que ser juzgado. Porque así era yo, por mi como si se enamoraba de sus puñeteras gafas, mientras sea feliz me daba igual.
HOLAAAAAAAAAAAAAAAAA, de vuelta con nuevo cap. Estoy super emocionada por los siguientes, vienen llenos de pasión. QUIERO ESCRIBIR YA SEXO CON BERLÍN. Me estoy desesperando mucho, pero todo a su tiempo...
Mi tik tok es its.yaayi seguirme para spoilers y adelantos. BESOS
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