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Antes de nada. HEMOS LLEGADO A LOS 2K EN VISTAS. Muchas gracias, no lo habría conseguido sin vosotros.
Por cierto, de ahora en adelante voy a dedicar los capítulos a las personitas que siempre me están apoyando, es mi forma de darle las gracias. 💋



No quise salir a la azotea con los demás al pensar que estaba Arturo. Intentaba alejarme lo máximo de él, estaba segura de que en cualquier momento iba a pegarle un tiro en la sien y me iba a importar una mierda. 

En cambio, estaba en la sala de móviles sentada en frente del teléfono rojo esperando la llamada del Profesor. Berlín estaba sentado en el sofá al haber sido amenazado unas veinte veces por Tokio y ahora que poco a poco estaba tomando yo todo el mando confiaban en mí de hacer lo correcto. 

—Buenas tardes Profesos ¿cómo le va? — pregunté agarrando el teléfono en el momento justo. 

—¿Qué esta pasando?— preguntó él ignorando lo que yo había dicho para ir al grano. 

—Disculpa Profesor, pero a Moscú le entró un ataque de ansiedad y como enfermera al mando y segunda al mando tengo todo el derecho a ordenar que el hombre salga con su hijo y con unos cuantos rehenes para que tome el aire. — hablé mirando mis uñas, creo que Nairobi había traído un set para cuidar las uñas, después se lo pediría. —Moscú a intentado entregarse cuando se enteró que Berlín había mandado a matar a Denver a una rehén.

—Pero eso no ha pasado ¿verdad?

—No, todos los saben menos el causante de todo. — pude ver como estaba tan metido en sus pensamientos que no prestaba la más mínima importancia a esta conversación. — Moscú estaba dormido cuando hablé con los demás sobre Mónica, él aún no lo sabía. 

—Perfecto, espero que esto salga sin ningún inconveniente de por medio. — habló suspirando, creo que había aceptado que la mayoría de las decisiones las iba a tomar yo de ahora en adelante. —Coge el mando del todo si es necesario Kioto. 

—Lo haré. 

Terminé la llamada explicando brevemente lo que me había dicho el profesor. Nairobi y Tokio estaban totalmente de acuerdo en que cogiera en mando en esos mismos momentos, pero no tenía pensado hacerlo hasta que Berlín me demostrara que no puede con ello. 

Fue entonces cuando Berlín empezó a hablar sobre que no estábamos jodiendo todo, Nairobi saltó diciendo yo había sido la única persona que había actuado con la mente fría y con empatía, después habló con un billete en mano y al acabar se fue de allí junto a todos nosotros.

Caminé en frente de los rehenes que seguían aquí junto a Río, bostecé al darme cuenta de toda la acción que había tenido en un solo día y aún no había llegado mi hora de dormir. Moví los hombros para aligerar un poco la tensión acumulada, pero volvió al escuchar un disparo de fuera. 

Los rehenes empezaron a gritar y le pedí a Río que se quedara con ellos. Corrí con una mesa con ruedas, la utilizábamos para dejar las armas falsas, pero estaba segura de que la iba a necesitar para tumbar al herido. Había sido un disparo de un fusile, lo que indicaba que un francotirador había disparado o a un rehén o a uno de los nuestros. 

Helsinki vino corriendo avisando de un hombre herido y escuché a Denver y a Moscú gritando, no pude evitar sonreír al ver a Arturo en la camilla improvisada, siendo yo quién tenía que curarle. 

Tokio bajó corriendo las escaleras con todo el equipo médico que yo le había solicitado. Mis compañeros empezaron a amontonarse alrededor de Arturo, sin dejarme espacio para trabajar libremente. Fue entonces cuando llegó el jefe y al verme enfadada y con la respiración acelerada decidió intervenir. 

—Mucho queréis que Kioto este al mando pero ni la dejáis trabajar. — habló desde lo alto de las escaleras. Todos se giraron a verme con las manos en alto y con mi mirada de furia, creo que nadie recordaba que en estos casos me convertía en la enfermera jefe. 

—Denver, trae agua. Tokio, las tijeras. Río, agarra estos trapos y aprieta en la herida cuando yo te diga. 

Todo empezó a fluir cuando me puse manos a la obra. Rompí con las tijeras el mono rojo de Arturo y le indiqué a Río que era su hora cuando la herida salió a la luz y se pudo ver como salía mucha sangre, había dado en algo importante. 

—Mierda. —murmuré y le indiqué a Río que apretara más fuerte. —Berlín, tienes que llamar al Profesor, este hombre necesita sangre. 

Berlín siguió mi orden a rajatabla, se fue al teléfono que había en esta plata y lo llamó. Estuvo hablando unos segundos con él y después lo escuché gritar:

—¡Pregunta qué cuántos necesitas!— no quité la mirada de la herida mientras le echaba alcohol para desinfectar la herida. Le grité a Denver para que le sujetara, ya que al doler tanto intentaba irse. 

—¡Uno!— grité hacía Berlín, al estar lejos de mi posición y con los gritos de los demás teníamos que gritar. Entonces recordé a Mónica y sobre el equipo quirúrgico que utilicé en ella. — ¡Dile que el cirujano traiga un botiquín quirúrgico básico! ¡Todo lo demás lo tenemos aquí!

Supe que lo dijo cuando volvió con nosotros segundos después, empezó a ayudar a Denver a mantenerlo quieto mientras estabilizaba la herida. Tokio se me acercó con más alcohol. 

—¿No puedes operarle tú sola?— preguntó ella sin dejar de mirar cómo trabajaba en la herida de Arturo. 

—Podría, pero necesito mucha sangre. No estoy dispuesta a que nadie la done sin pasar por exámenes médicos antes. — hablé y empecé a vendar la herida mientras él balbuceaba cosas, acerqué mi oreja un poco y le escuché decir que quería hablar con su esposa. —Anda Arturo ¿tienes esposa? Como odio a los hombres con mujer y que se acuestan con su secretaria. 

Pude ver cómo Berlín se tensaba en su sitio al entender la indirecta, por ello se separó de Arturo y le prometió que hablaría con su esposa. Supuestamente se fue a por su móvil para contactarla.

32 HORAS DE ATRACO

Arturo, posado en esa cama, supo que estaba a las puertas de la muerte. Por ello, intentaba con todos los medios saber si estaba enamorado de su mujer, o de su amante. Balbuceaba cosas mientras yo intentaba ponerle lo más cómodo posible mientras llegaba el cirujano. 

—Kioto ¿verdad? — habló Arturo. Estábamos solos en esos momentos, le había dicho a todos que lo peor había pasado y que hasta que llegara el cirujano con las bolsas de sangre, no se podía hacer nada más. 

—Si, soy yo. Nunca me habías llamado ¿eh?— Arturo soltó una pequeña risa que fue callada por sus sollozos, le hacía daño reír. 

—¿Te has enamorado alguna vez?— preguntó el hombre mirando al techo pensativo, esperando mi respuesta. 

—Una vez. —levanté un poco la venda para ver como estaba la herida, salió un poco de sangre y se tuvo que ver en mi cara la mueca de preocupación. 

—¿Sabes esa sensación de euforia cuando conoces a esa persona especial? — preguntó con una sonrisa, pude ver como se le escapaban algunas lágrimas. Solo llegué a asentir. — Amo a Laura, mi mujer. Pero Mónica... con Mónica he vuelto a sentir lo maravilloso que es el amor, me he vuelto a sentir como un niño. Las amo a las dos... ¿Tú que harías?

—¿Sinceramente?— suspiré y me quedé mirando a un punto fijo. —Si de verdad amarás a la primera opción, no te hubieras enamorado de la segunda. — hablé y luego lo miré y supe que él también me estaba mirando. — Esa vez que me enamoré llegué a casarme con él, fue maravilloso. Pero dos meses después descubrí que se estaba acostando con una compañera de trabajo y que se había enamorado. — no dejé que este hombre me viera débil, por ello me tragué todas las lágrimas. —Siempre que lo pienso, recuerdo que no hizo nada para demostrarme que me amaba. Yo le comenté lo de casarnos y el simplemente aceptó. 

—Debe ser muy duro, más incluso siendo tu primer amor. 

Asentí y miré a los lados para asegurarme de que estábamos solos, después de asegurarme me acerqué a su oído. 

—Mónica esta viva. — susurré y supe que él me había escuchado al abrir los ojos. —Lo sabemos todos menos Berlín, pensamos que si seguimos con la farsa le carcomerá la culpa y no dejara que nadie más muera. 

Me giré al escuchar a alguien acercarse, lo extraño fue no escucharlo de lejos. Berlín había estado aquí escuchando todo, menos el susurro, sabiendo que hablaba de él y nuestra relación. Berlín me extendió el aparato y esperé a que el móvil sonara, no tardó más de un minuto para que lo hiciera. Lo coloqué al lado de la oreja de Arturo en altavoz. 

Tuve que hacer callar a Berlín, ya que en toda mi maniobra para que estuviera cómodo hablando con su esposa, él había hablado sobre que las esposas solo servían para esos momentos, haciendo que poco a poco una grieta apareciera en mi corazón. 

Arturo empezó a hablar con su mujer y me alejé un poco al ver que estaba más atento Berlín, por lo que me acerqué con una sonrisa a Denver. 

—¿Cómo está?— pregunté y el me correspondió la sonrisa. 

—Tiene vómitos ¿es por la medicación? 

—No, es porque está embarazada. — respondí soltando una pequeña risa, Berlín nos lanzó una mirada de advertencia que nos hizo callar. 

—Está bien.—Denver se inclinó un poco para poder hablar sin ser escuchado por nadie más. — Solo son los vómitos, dice que se siente bien y la herida va mejorando. 

Asentí y empecé a escuchar a Arturo hablando sobre que llevaría a Laura a Australia para que visite a su hermana. Tokio me dio un golpe con un objeto y al girar la cabeza vi que era una botella de agua, le agradecí con la mirada entendiendo que solo se había ido hace unos minutos a por una botella de agua para mi. 

Abrí la botella y bebí de ella mientras seguía escuchando, pero la escupí. No sé si del asombro o de la risa, pero Arturo había llamado a su esposa Mónica y empecé a reír junto a Denver, pero el se reía de mi escupitajo del agua. La llamada terminó segundos después. 

—Vaya huevos Arturo, vaya huevos. — me acerqué a ellos y me reí de él al ver su cara de vergüenza total. — La secretaria con el bombo, Laurita esperándote en casa con los niños y tú rodeado de dinero. Eres una puta leyenda. 

Llegó Nairobi con la máscara en la frente y el gorro puesto, avisando de que el médico que había solicitado estaba afuera. 

DOS MESES ANTES

—En una clase os dije que entrarían y nosotros les daríamos el caballo de Troya. — todos asentimos al unísono dándole la razón. — Bien, pues cuando entren alguien tendrá que escoltarlos. 

—Pues Berlín ¿no? Para eso es el jefe. — exclamó Denver encogiéndose de hombros. 

—No, lo hará Kioto. — habló él y entonces apuntó el la pizarra "Plan Kioto"

—Bueno ¿y eso por qué?— preguntó ahora Moscú intrigado. 

—Kioto es la única de todos vosotros que va a poder mostrarse sin máscara delante de cualquiera, aunque aún no la hayan detectado dentro. — se sentó en su escritorio como era costumbre, yo tuve que fruncir las cejas, no recordaba esta parte del plan. 

—No entiendo nada ¿por qué ella?— saltó ahora Río. 

—¿Conocéis a la familia Aramburu?— preguntó el Profesor y yo baje la cabeza con un suspiro al saber lo que venía. 

—¡Ah! ¡Yo, yo! — gritó Nairobi. —Aramburu son esos mafiosos vascos ¿no? Cómo ETA. 

—Ay mi madre. — me encogí en mi asiento, iba a estallar si seguía hablando. 

—Si, pero no. — volvió a empezar su caminata por nuestros asientos. — La familia Aramburu es una de las familias mafiosas más conocidas del mundo. El anterior líder solo se centraba en España, pero al dejar a cargo a su hija el apellido se extendió por todo el mundo. —explicó moviendo las manos para darle más emoción.—Kioto es amiga íntima de la ahora líder, si ella aparece y luego van médicos o el infiltrado a hacer un retrato robot, se darán cuenta de que esto es mucho más grande. Ya los tendremos entretenidos con las publicaciones de Twitter que haremos, ahora más si mostramos su cara. 


Los siguientes caps se vienen fuertes. 

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NO A LOS LECTORES FANTASMA. No os cuesta nada dejar una estrella o un comentario.

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