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No paraba de escuchar el lapicero dando golpes en la mesa. Sabía perfectamente que lo estaba haciendo a posta, para distraerme y no prestar atención. Él quería que me girara en mi silla, que le mirara y le dijera que parase, pero prefería estar con ese insoportable ruido a tener que prestarle un poco de mi atención.
Pero eso no era lo peor. Nos habíamos despertado a las siete de la mañana para poder ducharnos y prepararnos, porque al parecer las clases empiezan a las siete y media de la mañana. Eso era lo peor.
—Entraran— afirmó el Profesor, captando la atención de todos— Y lo harán porque tenemos a nuestra Corderito.
Sergio agarró una foto de una chica y nos la enseñó. La reconocía, era imposible no hacerlo, al fin y al cabo yo también planifiqué el plan.
—Alison Parker, hija de 'sir' Benjamin Parker, embajador del Reino Unido y amigo íntimo de la reina de Inglaterra.— Le dio la foto a Tokio para que poco a poco pase por nuestras manos y la veamos — Creerán que no lo sabemos. Creerán que han conseguido ocultar toda esta información a la opinión pública. — La foto ya había pasado por mis manos y al dársela a Berlín no me di cuenta que él intentaría rozar nuestras manos, por ello se la dejé encima de la mesa al ver sus intenciones.
—Por eso entrarán la primera noche. Y lo harán antes de las cuatro y cuarto, porque a las seis y media se hace de día. Y más nos vale que entren sin pensárselo mucho porque así tendremos más posibilidades... De ganar la primera batalla.
Levanté la mano cuando la duda entró en mi sistema.
—¿Si, señorita Kioto?— me dio la palabra el Profesor.
—¿Con qué armamento entraremos? — pregunté y vi caras de confusión por la clase. — Me refiero a que necesitaremos muchas armas y munición para poder combatir ¿cierto?
—Exacto.
—Y también necesitaremos servicio médico, algún botiquín de primeros auxilios o algo por el estilo.
El Profesor asintió de acuerdo a todo lo que decía y se acercó a escribir en la pizarra; jefe al mando, segundo al mando, jefe de fabricación...
—Antes de mencionar todo lo que llevaremos, quiero que sepáis cual va a ser vuestra función una vez dentro. — Señaló a Berlín el primero— Él será vuestro Jefe al mando, será el que tomé decisiones por encima de las vuestras si es necesario, no quiero que os opongáis o el plan podría irse a la mierda.
Escribió el nombre de Berlín junto a 'Jefe al mando' después señaló a Nairobi.
—Ella será la Jefa de fabricación, será la que elija a sus trabajadores y la que esté al mando de la fabricación del dinero, ella verá como planificar todo para que tengamos el dinero a tiempo. — Nairobi celebró cuando puso su nombre en la casilla de la pizarra.
—Río, serás nuestro pequeño hacker, toda pregunta sobre tecnología será dirigida a él. Río cortara toda comunicación, las cámaras y pondrá las nuestras. También será el que esté con los rehenes cuando mandes vídeos as sus familiares.
—Moscú será el que haga el túnel de salida y el que despistará a los rehenes con otro túnel.
—Kioto, ella será vuestra segunda al mando, tiene el poder de borrar y volver a escribir alguna orden de Berlín si la mayoría no estáis de acuerdo. Será la Jefa de los rehenes, se ocupará de ellos principalmente, pero también será una de las pocas personas a las que yo me comunicaré.
Me senté en la silla del comedor con una cerveza en mano, todos estábamos al rededor de ella relajados después de la clase. Tenía que admitir que rara vez me aburría con Sergio como profesor, sabía captar nuestra atención.
—¿Y si no sale bien?—bufé al escuchar a Río hablar, con lo bien que estábamos en silencio. —¿Qué va a pasar si no sale bien?
—A ver, cachorrito —Habló Nairobi haciéndome reír por el apodo. Sentí como alguien se paraba por detrás mio y como su aroma me llenaba las fosas nasales — lo mismo de siempre: vuelta al trullo, al cigarrito en el patio, a los cuatro langostinos por Navidad, los vis a vis, a veces.
—Lo jodido es si sale bien. — Toda la atención fue hacía Tokio — ¿Qué vamos a hacer con tanta pasta?
—Mira, yo me voy a pillar un Maserati, color azul cielo despejado, ¿eh?— nos reímos con él con su increíble risa — Y un gimnasio de artes marciales, y un garitazo de tres pisos, con unos altavoces que te sangren los oídos. Pum, pum, pam, que pim pam pum.
—A este con tres millones le sobra. — me dijo Río que estaba sentado a mi izquierda. Solté una risa algo baja.
— Y para ti unos pulmones, que los tienes hechos mierda de la mina. — presté atención al padre y al hijo.
—¿En eso te vas a gastar tú, en unos pulmones?— respondió Moscú con un deje de molestia. —Anda, que ya te vale.
—¿Y se puede saber de dónde coño vas a sacar tú unos pulmones?— preguntó Tokio para burlarse.
—Del mercado negro, querida. — respondí haciendo que todos me mirarán. Bebí un sorbo de mi cerveza y proseguí —O alguien con contactos te los puede dar sin problema. ¿Tú no sabes que hay muchos sicarios que matan para vender? Llamas a uno de esos y listo.
—¿Acaso tienes experiencia?— preguntó ahora Nairobi con curiosidad.
—Nada de preguntas personales. —respondí y me coloqué mejor en mi asiento, se me hacía algo incomodo estas sillas.
—Pues yo en una bodega en la Provenza. —Se acercó por detrás mío y me rozó el hombro que tenía al descubierto, por mi camiseta holgada, para agarrar la botella de vino y echarse más en la copa—En hectáreas de viñedo para cultivar mi propio vino.
—Pero tío, puedes ir a cualquier supermercado para comprar la botella de vino que te salga de los huevos. — Habló Río— ¿Por qué vas a montarte una bodega?
—Por el arte.
Todos se rieron menos yo, y él me miró sabiendo el porqué. Por nuestro regalo de bodas le regalé una bodega junto a cinco hectáreas que había alrededor, cuando nos separamos, por despecho, lo convertí todo en un gran hotel de cinco estrellas. Cuando él volvió para refugiarse allí solo encontró obras, ya que también lo uní a la ciudad con una carretera y un parque de atracciones a unos metros.
— Pues yo quiero una isla.
Dejé de prestar atención cuando Berlín se puso entre Río y yo, apoyando su mano en mi silla. No pude evitar acercarme un poco a Sergio, buscando algún tipo de alejamiento de él. Agarré un papel de los tantos que tenía el Profesor y empecé a hacer un cisne con él, la concentración era tanta que no me dí cuenta cuando me preguntaron a mí.
—¿Y tú, Kioto?— levanté la vista para ver a Denver, quién me preguntaba— ¿Qué harías con tanta pasta?
—No tengo nada que no tenga ya, lo ahorraría supongo. —me encogí de hombros mientras todos empezaban a quejarse.
—¿Qué pasa, tienes una isla, un maserati y de todo?— preguntó ahora Nairobi, no iba a decir nada sobre mi vida personal, pero esa pregunta se puede responder.
—Según Internet hay al menos un par de millones de islas deshabitadas, las cuales mil quinientas cuarenta y tres de ellas ya están a mi nombre.— doblé el papel unas veces para que se quedara de la forma en la que yo quería— Tal vez con el dinero me compraría las que faltan. Y hablando de coches, tengo tres maserati, unos cuantos Ferraris, algún Lamborghini. Creo que también tengo varias motos, dos jets privados, un helicóptero... Creo que también tengo algún que otro barco, pero no estoy segura.
Sonreí cuando acabé el cisne y lo levanté par tenerlo en mi campo de visión, pero el silencio que había me hizo fruncir el ceño y mirar a todos. Estaban algo asombrados y se miraban también entre ellos.
—Es tan rica que ni siquiera sabe cuantos barcos tiene. — murmuró Nairobi, pero por el silencio todos la escuchamos.
—El termino correcto es millonaria, mi meta es llegar a ser billonaria. —le dí el cisne a Sergio con una sonrisa que fue correspondida.
—¿Estas tú aquí para ser billonaria?— preguntó Helsinki, que no había abierto la boca aún.
—Estoy aquí por placer, el dinero es solo la recompensa— respondí con un encogimiento de hombros.
—Si compramos todas esas cosas... Digamos que con un precio muy caro. — habló ahora Sergio— Aún así, nos seguiría sobrando muchísimo dinero. Si vamos a robar a lo grande, soñad a lo grande.
—A quién si le va a sobrar va a ser a Kioto— habló Río provocando risas en toda la mesa. — ¿Cuanto pagas a tus sirvientes?
—¿Yo? ¿A los que me limpian la casa?— él asintió — Creo que al año del cae cincuenta o sesenta mil.
—¿Les pagas cinco mil al mes?
—Bueno, mi casa es muy grande y también les pago su silencio. También tengo varias casas a las que tienes que ir también, si hacen horas extras suelo subir el sueldo.
—¡Contratame!— gritó Nairobi dando un golpe en la mesa con la cerveza, provocando más risas.
—¿A qué personas tú pagar más?— me preguntó Helsinki.
—A mis guardaespaldas, les cae veinticinco mil al mes.
Dejamos de hablar sobre ello cuando el Profesor dijo que estaban haciendo muchas preguntas personales que no deberían de saber. Entonces todos se enfundaron en una nueva conversación, pero Nairobi no dejaba de mirarme y por mi experiencia sabía que quería algo de mi.
De repente hubo gritos para que Moscú cantará, al parecer él quería grabar un disco con el dinero. Me uní al canto para animarle hasta que se levantó y se acercó a Tokio.
—Por la falta de tus labios lloré por primera vez y maldije conocerte por no dejar de quererte. Yo mi esposa quise hacerte, sin amor busqué la suerte, fui tirando de pistola y el destino trajo muerte.
De un momento a otro, padre e hijo empezaron a cantar y a bailar juntos.
—María, mi vida, mi amor. No dejaré de quererte, a balazos te perdí, ya no volverás a verme.
Pude ver como Berlín sonreía bajo la copa de vino, me abracé a Sergio al reírme del espectáculo y Denver vino corriendo, apartó a Berlín de un pequeño empujón y me levantó para poder bailar conmigo. No tuve ninguna queja y empezamos un pequeño baile en donde él me agarraba firme de la cintura y yo de su cuello.
Los únicos que no bailaron fueron los hermanos, que por extraño que parezca, estaban mirando como Denver bailaba conmigo. Me intercambié para bailar con Moscú y con Tokio, y a decir verdad me gustó mucho más el baile con la mujer.
Sería unos cinco meses muy interesantes.
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