Capitulo Uno
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Nunca he sido de obsesionarme con nada ni con nadie, hasta que Mal Moors apareció en mi vida.
Mal Moors, una de las asesinas a sueldo más despiadadas de toda la nación de Auradon, había logrado capturar toda mi atención. Desde que me asignaron su caso hace tres meses, no he tenido un solo día ni noche de descanso. Me obsesioné con conocer cada detalle de su vida personal y me aprendí su extenso expediente de memoria, hablo enserio. Como una aficionada, trataba de seguir su rastro, que era casi indetectable y cambiaba constantemente, para mi creciente infortunio e frustración.
Todo se mantuvo así hasta que nuestros caminos se cruzaron una noche, por pura casualidad.
Esa noche me dirigí a un bar en las afueras del la ciudad. Después de tanta investigación sin resultados, empezaba a sentirme saturada y frustrada.
No se me ocurrió mejor idea que disipar mi estrés con algunos tragos.
Cada trago representaba un paso en falso que había dado, creyendo que estaba más cerca de atraparla, de haber penetrado su mente maestra.
Hasta que, una vez más, desaparecía sin dejar rastro y todo mi esfuerzo se desmoronaba.
Esa perra.
Curiosamente esa noche, Dios o Satán pareció escucharme.
De pronto mis fosas nasales se vieron invadidas por una fragancia predominante a lavanda, mientras que una silueta femenina cruzaba el umbral de la puerta principal del bar.
Ahí estaba ella, Mal.
Vistiendo un elegante vestido oscuro que se ajustaba a su figura, y un abrigo de lana beige caía sobre sus hombros, dejando al descubierto parte de sus brazos desnudos, y ni hablemos de lo demás, resumamoslo en que era toda una exquisités visual.
El punto era, que la oportunidad que había estado buscando con desesperación se encontraba frente a mí, presentada ante mí en bandeja de plata.
Sin embargo, ya estaba demasiado ebria para notarlo.
—¿Puedo sentarme a tu lado?—preguntó, su voz era sorprendentemente sensual y seductora, mucho más de lo que había llegado a imaginar.
Apenas me habia dado cuenta de que se se había acercado a mi.
—Claro que puedes —respondí, las palabras salieron lentamente de mi boca, arrastrándose por el efecto del alcohol. Mientras tomaba mi bolso y dejaba el asiento libre para ella, me sentí como si estuviera en un sueño.
Su belleza me dejó anonadada. Nunca entendí si era el licor o la magnitud de su presencia, pero quedé atrapada en su atractivo.
¿Cómo podía tanta belleza emanar de una mujer tan enigmática y letal como ella?
Un rincón de mi subconsciente me recordó que incluso la rosa más hermosa tiene espinas.
—¿Qué hace una chica como tú tan sola?— preguntó, y por un momento me pregunté si estaba hablando conmigo o con alguien detrás mio.
Era surrealista. Mal Moors, una de las asesinas más temidas del sindicato criminal Los VK’s, estaba intentando entablar una conversación casual conmigo.
Si hubiera estado más sobria y mi lado cuerdo no se hubiera visto tremendamente afectado, tanto para no advertirme del potencial peligro frente a mis ojos, habría sacado el arma de mi cinturón y la habría apuntado directamente a su frente. Quizás eso habría desencadenado un enfrentamiento que dejaría un rastro considerable de cuerpos.
Pero, en lugar de eso, las palabras que salieron de mi boca fueron la primer cosa que salió de mi mente.
—Yo... no lo sé, solo estoy aquí para pasar el rato, supongo—dije, incapaz de articular una respuesta más coherente.
A pesar de mi respuesta vaga, ella parecía... interesada.
—¿Sin compañía?—mencionó con una sonrisa apenas perceptible.—Me sorprende... en una noche tan exquisita, pensé que la presencia de alguien tan fascinante como tú no pasaría desapercibida.
Sus palabras me tomaron completamente desprevenida. Sentí cómo una oleada de sangre subía a mis mejillas, tornándolas tan rojas como el labial que ella llevaba.
Las palabras parecían morir en mi boca antes de ser pronunciadas, y cualquier respuesta ingeniosa que podría haber dado se desvaneció en mi mente.
—¿Cómo dices que te llamas?—
¿Era sensato revelarle mi nombre sin conocer sus verdaderas intenciones? En mi estado de embriaguez, aquella noche me pareció una buena idea.
—Evie —dije.
Ella esbozó una gran sonrisa, una de esas que podía interpretarse tanto como una amenaza velada o una invitación intrigante. No supe si sentirme asustada o emocionada.
—Bien, Evie. Si quieres pasar un buen rato de verdad, tendrás que venir conmigo—
Pude sentir como su mano recorría suavemente mi pierna, subiendola lentamente antes de retirarla y levantarse de su asiento. Se encaminó hacia la puerta nuevamente, mientras yo permanecía éstatica, incapaz de procesar completamente lo que acababa de suceder.
Miré por encima de mi hombro, impulsada por una simple curiosidad, solo para comprobar si seguía allí. Efectivamente, ahí estaba ella, esperando en el marco de la puerta. Esa sonrisa enigmática no se borraba de su rostro mientras me hacía un gesto con el dedo, intentando convencerme de que la siguiera.
Y así fue como, esa noche, acompañé a Mal Moors.
~•~
Recuerdo haber despertado al día siguiente con una migraña tan intensa que sentía que mi cabeza iba a explotar en cualquier momento.
No recordaba absolutamente nada de lo que había ocurrido la noche anterior, pero estaba casi segura de que había tenido el sueño más extraño de todos.
Estaba a punto de levantarme cuando me percaté de dos cosas: la primera, era que estaba desnuda, y la segunda, es que no estaba sola en mi habitación.
—Por fin despiertas— dijo una voz que me sacó de mi confusa e inquietante revelación.
Mis sentidos se pusieron en alerta de inmediato al darme la vuelta y ver a la asesina frente a mí. Ella estaba allí, luciendo uno de mis atuendos con total descaro, mientras sostenía una taza de café que sorbía tranquilamente. Todo lo que había experimentado anoche no era producto de mi imaginación.
Abrumada, intenté abrir el cajón de mi mesita de noche en busca de mi arma, solo para descubrir, con creciente pánico, que no estaba allí.
—¿Dónde está mi arma?—logré preguntar, con apenas el valor suficiente para emitir algo.
—La escondí. Todas ellas—respondió, con una sonrisa burlona.—Debo decir que tienes muy malos lugares para esconder tus armas.
Desesperada, tomé lo primero que encontré a mi alcance, que, para mi desgracia, resultó ser un simple bolígrafo.
—No des un paso más... ¡O clavaré esto en una de tus córneas!—exclamé, tratando de sonar amenazante.
—¿Ah, sí?—dijo ella, y en lugar de intimidarse, mi amenaza pareció divertirla, como si el bolígrafo fuera un chiste patético, y lo peor, era que estaba en lo cierto.—Inténtalo... ¿o acaso te falta el valor o tu moral te impíde hacerlo?
En un parpadeo, sus manos me arrebataron el bolígrafo con una velocidad e destreza que apenas pude percibir. Antes de darme cuenta, me encontré acorralada contra su cuerpo, sintiendo el impacto violento de mi espalda al chocar contra la pared.
— ¿Sabes? Fácilmente podría hundir esto en tu linda tráquea, y deleitarme al ver como se desvanece lentamente la vida en tus ojos.— Comentó, esta vez usando el bolígrafo que yo tenia para apuntarlo hacia mi garganta.— Es curioso que solo se requiera de la mínima fuerza suficiente para eso, no me quiero imaginar el gran desastre que dejaría, tanta sangre, me parecería tan asqueroso manchar un mármol asi de fino y caro como este.—
—Por favor, no me hagas nada—sollozé, casi en una súplica, aunque sabía que no tenía salida alguna.
Ella me examinó de pies a cabeza con una mirada penetrante, por un momento, antes de dar un paso atrás, dejándome libre para moverme y respirar nuevamente.
—No lo haré—dijo, con una calma inquietante—. Eso sería demasiado sencillo.
Toqué mi cuello de manera automática, comprobando que no hubiera ninguna herida o rasguño, mientras con la otra mano sujetaba la sábana que cubría mi desnudez. Mi rostro se puso pálido, y pronto me sentí diminuta ante ella.
De repente, lanzó algo a mis pies. Era mi placa y mi identificación del MI5. Sentí cómo mi pánico se disparaba al darme cuenta de que ahora sabía quién era yo.
—Nos estaremos viendo más seguido, agente Mills—
Con esas palabras, se dio media vuelta y salió de mi habitación como si nada. Escuché el sonido de la puerta principal cerrarse segundos después, resonando en el silencio que dejó tras de sí. Aquello me dejó con más preguntas que respuestas, y una creciente sensación de incertidumbre.
Lo peor fue darme cuenta, demasiado tarde, de que la había dejado escapar.
Como si una película comenzara a reproducirse en mi mente, los recuerdos de la velada anterior irrumpieron con una punzada aguda, transformándose en una serie de imágenes confusas: yo acompañándola, ella llevándome en mi auto a casa, besos apasionados que compartimos en los pasillos, una charla y bebidas, hasta que, de un momento a otro, estaba entre las sábanas jadeando su nombre.
Sacudí la cabeza, incrédula, intentando detener esos recuerdos antes de que se formaran por completo.
Así que sí me había acostado con la maldita.
Desde ese instante, supe que mi vida jamás volvería a ser normal ni tranquila.
Nunca he sido de obsesionarme con nada ni con nadie, hasta que Mal Moors habia dejado su huella en mí vida, una huella profunda en mí.
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