❛ 𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓣𝐇𝐈𝐑𝐓𝐘 ❜
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𝐏𝐑𝐄𝐒𝐄𝐍𝐓𝐒...
༉‧₊˚. ♯ My diary 𝗮𝗳𝘁𝗲𝗿 a series of unfortunate events

¿Te gustan los juegos, Ethan?
Juguemos pues🔪

7|06|23

Nadie me explicó que la vida a veces te da una bofetada en la cara con tanta fuerza que te resulta insoportable volver a mirar hacia delante, caminar, respirar. Y no me refiero al puñetazo de ese estúpido idiota en el tren, me refiero a la bofetada de la mentira de Ethan. Ethan... me encuentro en el suelo de la casa de Stacy, tirada sin saber qué hacer, sin saber qué pensar, inclinada hacia delante mirando los muebles, escuchando el silencio y al mismo tiempo, observando a la nada y oyendo tu voz mientras coloco la palma apoyada en la mejilla que ahora está enrojecida y húmeda. Y lo veo todo, lo recuerdo todo.

Debería de delatarte a la policía, debería de delatarte al grupo de Sam, debería de delatar al mundo el monstruo que verdaderamente eres pero no puedo, me cuesta. Me siento imbécil. Me siento mal. Siento que soy un monstruo como tú. Siento que estoy perdida. Abrumada, asombrada y decepcionada a partes iguales. Escribiendo mi diario me doy cuenta que todos los años que llevábamos siendo amigos y todos los momentos que hemos vividos han sido falsos, puras fantasías de una niña ingenua que se creía todo, que se creía tu inocencia, tu pureza, tu amor, pero sobre todo, tu amistad.

¿Desde cuando eres así, Landry? Me pregunto si algún día leerás esto, si algún día verás todo el sufrimiento que estoy pasando por tu culpa. Por tus mentiras. Porque te veo a ti, sonriéndome con cariño pero luego, cierro los ojos y observo tu otro yo, tu otra sonrisa: diabólica, fría, oscura, calculadora. Tu otra mitad estudiándome, detrás de mí, visualizo oscuridad en tu rostro. Puedo sentir tu aliento susurrándome algo en el oído mientras yo solo quiero gritar y llorar.

Una sonrisa viene a mi rostro cada vez que contemplo la pulsera que me regalaste. Siento su calidez sobre mi piel. Siento el cariño con el que fue fabricada. Te siento a ti a mi lado. No, no. Esta vez no es Ghostface. Es el mismo Ethan del que me enamoré. Una fantasía en mi propia cabeza. Una fantasía que nunca existió pero que hiciste tan bien. Son este tipo de cosas que se aferran a los recuerdos, detalles que, en otro momento, pasarían inadvertidos, hasta que te encierran en algún lugar oscuro y solo puedes escribir, percibir, sentir para evitar sufrir, recordar en cierta parte los malos momentos para aferrarse a los buenos al mismo tiempo, quedarme con las mentiras porque son más bonitas que las verdades. Nosotros dijimos alguna vez que una verdad agradable era peor que una mentira desagradable pero necesito consuelo, solo un momento.

También recuerdo cuando estábamos en la casa de Jason y cogiste el cuchillo, sonreíste o cuando te mordí el labio sin querer y de igual forma pude percibir esa misma  sonrisa diabólica en ti pero pensé que solo eran imágenes fabricadas de mi propia imaginación al tener tan poca visión. Y ahora... ahora lo entiendo todo, absolutamente todo. Esa sonrisa mordaz no fue fabricada, fue real.

Ahora quiero gritar, quiero defenderme de ti pero me siento fatigada, asustada... pero quiero sentirme fuerte con la intención, si cabe, de librarme de tu maldad.

Recuerdo tu sonrisa, recuerdo tus palabras, recuerdo el tacto de tu beso y la calidez de tus abrazos. Recuerdo la manera en la que te amaba. Recuerdo el miedo como jamás lo había imaginado, porque en aquel instante comprendí, por un momento, que no iba a salir viva de allí. Supe con total certeza, mientras huía de ti, qué era lo que sentían todas tus víctimas en sus últimos momentos, muriendo bajo tus manos. Hasta entonces eran meras noticias de gente que jamás iba a conocer, tragedias que les ocurrían a otras personas, en otros lugares. ¿Quién piensa que pasará por eso? Yo no hasta que lo pasé aquella noche en el apartamento, en la casa de Jason y de nuevo, en el mismo apartamento. Oí que susurrabas mi nombre, que me dejabas escapar como parte de tu juego para darme esperanzas y luego arrebatármelas pero jamás pensé que tú estuvieras debajo de esa máscara.

Uno ve el dolor de los demás como una película breve de slasher, lejana, que sale en la televisión y que se va disolviendo de nuestra cabeza a lo largo de los días, quizá con las horas, quizá con los minutos. Contemplas esas escenas con indignación con la seguridad que te da tu hogar y piensas: «Eso no me a pasar a mí». Hasta que te pasa y sientes el puñal revolviéndote las tripas y el peso de la traición estrujándote el cráneo.

Si lees esto, Ethan, que sepas que me hiciste mucho daño. Que sepas que estoy obsesionada contigo y no porque te ame, estoy obsesionada por saber qué cojones te pasa o te pasó para que te comportes como un puto psicópata. ¿Me hiciste sufrir solo para tu propia satisfacción? ¿Es eso, verdad? Durante todo este tiempo has jugado conmigo pero, ¿sabes qué? Ahora soy yo la que juega. Ahora soy yo la que te va a hacer llorar como tú me lo has hecho a mí.

Daño. Lo vi en tus ojos. Lo escuché en ese «Te quiero», lo sigo escuchando cada vez que mi mente dice de nuevo: «le amas, aún le sigues amando». Lo vi en tus acciones cuando me devoró la oscuridad en tu presencia. Lo sentí en tu forma de mirarme y en la sonrisa mordaz con la que te dirigías a mí.

¿Te gustan los juegos, Ethan? Juguemos pues.

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